¿CUÁNTAS MEJILLAS TIENEN LOS CATÓLICOS? (Ariel Corbat)
Como ve nuestra pasividad un argentino ateo y liberal (NCNGNP)
Dice Ariel Corbat:
"No veo reacción Católica y me preocupa..."
"Si barren a los Católicos, nos barrerán a todos..."
Dice Ariel Corbat:
"No veo reacción Católica y me preocupa..."
"Si barren a los Católicos, nos barrerán a todos..."
Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian.
Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra".
El evangelio según San Lucas: El amor a los enemigos.
La pregunta que da título a este artículo me
la he formulado muchas veces. Y al momento en que me siento a escribir
confirmo que no será un tema fácil de abordar. La zona en que religión y
política se superponen es siempre una zona de riesgo, aunque en rigor
de verdad no debería serlo. Al fin de cuentas, como el mismo Jesús supo
observar ante la malicia de los fariseos: "Den al César lo que es del
César, y a Dios, lo que es de Dios" (El evangelio según San Mateo. El
impuesto debido a la autoridad).
Claro que discernir el límite entre las dos
jurisdicciones, por así decirlo, ha sido controversial a lo largo de la
historia. Siendo ateo, tengo por regla no cuestionar jamás la fe ni los
sentimientos religiosos de los demás, sean creyentes o no. Suelo repetir
que tengo un pacto tácito con cada una de las religiones, no me meto
con ellas ni ellas conmigo. Por lo tanto este artículo, que pretende
interrogar sobre la conducta política de los católicos y de la Iglesia
como institución, no puede transitar por el camino de la espiritualidad,
la creencia, la fe, el dogma cristiano de la Iglesia Católica
Apostólica Romana y sus fieles. No es la religión el tema a tratar en
este artículo, es la política.
Formuladas estas necesarias aclaraciones
preliminares, me vienen a la memoria distintos hechos en los cuales me
hice la pregunta del título: ¿cuántas mejillas tienen los católicos? Al
simple efecto de ser breve, mencionaré dos: el copamiento de la Catedral
de la Ciudad de Buenos Aires, con el uso de su atrio como baño por
parte de Hebe de Bonafini junto a otras madres de terroristas; y los
escupitajos y pintadas con aerosol sobre jóvenes que al modo Gandhi,
aunque rezando el Rosario, procuraron en resistencia pasiva evitar que
manifestantes feminazis dañaran la Catedral de San Juan.
A estos dos hechos concretos y emblemáticos
de atentados contra la libertad religiosa, que es madre de la tolerancia
y la sana diversidad, hay que sumarle una enorme cantidad de agravios
que se suceden cual impunes cachetazos sobre las mejillas de los
católicos. Hechos de esa índole, como las ofensas procaces y de mal
gusto, escudadas en supuestas manifestaciones artísticas, que van de los
adefesios de León Ferrari al Cristo hecho en torta de la que comió el
ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires Enrique Avogadro; nos
demuestran el permanente ataque de la izquierda, arreando su rebaño de
progres, contra la Iglesia Católica.
Y ahora, interpretando las apetencias de la
casta política, la izquierda promueve -muy activamente al punto de
organizar apostasías colectivas-, la separación de la Iglesia y el
Estado. Y no es casual que esa movida sea un emergente del intento de
establecer el aborto indiscriminado, ya que ambas cuestiones requieren
reforma constitucional para poder materializarse. La izquierda necesita
diluir la identidad nacional, tanto como la casta política necesita un
chivo expiatorio, de ahí que quieran convencernos que los problemas del
país requieren una nueva reforma de la Constitución Nacional; la misma
que reformaron en 1994 sin tener entonces ni ahora ninguna intención de
cumplirla.
En este contexto, leo con mucha preocupación
en Clarín que la Iglesia católica inició formalmente negociaciones con
el Gobierno para renunciar al aporte económico del Estado, según
confirmó la Conferencia Episcopal Argentina, que agrupa al centenar de
obispos del país.
Y aquí es donde debo cuestionar políticamente a la Iglesia. Porque el Artículo 2º de la Constitución Nacional es muy claro: "El Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano".
Hay un mandato específico de los constituyentes, que obedece a razones
históricas, de participación de la Iglesia Católica en la formación de
la Argentina como Estado independiente y como identidad nacional. No se
trata entonces de una facultad que pueda ejercer a su antojo el
gobierno, ni de una ayuda que pueda rechazar la Iglesia Católica.
Por lo demás, acorde a la decadencia en la
que se sumergió la Argentina en la década infame de la última dictadura,
se ha impuesto como creencia generalizada que el verbo "sostener" en el
artículo citado refiere exclusivamente la contribución del Estado al
mantenimiento económico de la Iglesia Católica. Sin embargo, tal como en
su "Análisis pedagógico de la Constitución Nacional", un libro tan
básico como imprescindible, sostiene el Dr. Miguel Angel Ekmekdjian: "Dicho
verbo tiene contenido más profundo. Expresa el reconocimiento de que la
católica es la religión que profesa la mayoría del pueblo argentino, y
al mismo tiempo declara la vinculación moral existente entre la Nación y
la Iglesia Católica".
Es justamente esa referencia de la moral
católica como orientación social genérica, no imponible pero sí
atendible, lo que busca eliminar la izquierda. Por otra parte nunca le
interesó a la izquierda bajar y controlar el gasto público, al
contrario, lo incentivan permanentemente queriendo que sea tanto y tan
inmanejable que, en algún momento, obligue a estatizarlo todo y si es
posible con violencia, para anular de cuajo cualquier posibilidad de
democracia liberal. Solamente lo más idiota de la progresía puede creer
que el problema sea el sueldo de algunos curas... ¡Vamos! Sin mandato
constitucional alguno, el Estado Argentino dilapida mucho más dinero de
los contribuyentes en inutilidades de izquierda que en misas y
comuniones.
No veo reacción católica y me preocupa. Me preocupa porque en el descuido otra vez sale lesionada la Constitución Nacional. Yo, ciudadano argentino por nacimiento y decisión, ateo por convicción, abogado por destino, no
le reconozco poder constituyente al Presidente Macri ni al Episcopado
para que puedan en acuerdo de partes dejar sin efecto artículo alguno de
la Constitución Nacional. De ninguna manera. Que se limiten a
cumplir lo que los constituyentes ordenaron en lugar de buscar
congraciarse con la izquierda y la progresía.
Quizá tantas cachetadas les hayan hecho
olvidar a los católicos que los humanos sólo tenemos dos mejillas.
Entiendo que el Papa Francisco -y digo esto juzgando su rol político no
su condición de líder de fe- no da la talla de Juan Pablo II y genere
(por decirlo suavemente) poco entusiasmo, pero se están replegando en
forma vergonzosa de la vida política argentina. ¿Dónde están los curas y
dirigentes católicos que decían aquello de "a Dios rogando y con el
mazo dando"? ¡Vengan a pelear que los necesitamos en esta trinchera!
Entiéndase que si barren a los católicos nos barrerán a todos.
La izquierda da batalla cultural para imponer sus dogmas desde la
política, y bajo el disfraz del progre no hay respeto ni espacio para
ninguna otra creencia.
Aquí y ahora, cuando la disyuntiva es muy
simple: cumplir o no cumplir la Constitución Nacional. Los que bregamos
por la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional nos oponemos a
cualquier reforma hasta tanto no demos muestras claras como sociedad de
estar haciendo el intento de cumplirla. Si hoy nadie nos toma por un
país serio es porque un país serio se explica por la vigencia real de su
constitución, del mismo modo que el honor de cualquier persona se
explica por el valor de su palabra.
La Constitución Nacional es Patria y Libertad.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
Estado Libre Asociado de Vicente López