Un país sin opción es un país del horror
12:30– (Por Rubén Lasagno) – El actual gobierno nacional ganó en el 2015 con el voto castigo de los ciudadanos que ya no aguantábamos más la burla, el robo, la corrupción, el autoritarismo, las operaciones políticas y el manoseo social. Muchos sin ser macristas, ni del PRO, ni Radicales ni del ARI, pusimos el voto en la urna, solo para sacar lo que estaba y pensando que nada de lo que viniera podía ser peor.
Hoy tenemos un país cuesta
abajo con la economía, redimido en algunos otros aspectos pero ocupado
por un grupo de engreídos que pensaron tener la varita mágica para
resolver problemas por si solo, cuando la enorme crisis de la Argentina
solo la puede resolver un pacto entre grandes cabezas que depongan las
armas para el combate egoísta de la política barata de entre casa y se
dediquen a planear una estrategia a futuro, dejando para otro momento
esto de ponerse las plumas para ver quien luce mejor ante las cámaras de
televisión y en sus discursos inocuos.
El dólar de 18
casi a 40 y subiendo, la inflación en casi el 40%, los precios por las
nubes, el combustible que aumenta sin tope y se lleva con él todo el
resto de los precios, la pobreza se ensancha cada vez más, la
inseguridad crece, la marginalidad en las urbes es caldo de cultivo de
cualquier estallido social, la presión tributaria imposible de soportar,
los servicios que con más de 3.000% de aumento taladra cualquier
bolsillo y más aún en el sur olvidado…
Así no hay futuro y no hablamos
del gobierno que pasará como otros, no hay futuro para el país.
Estoy
totalmente de acuerdo que “la herencia recibida” fue la más pesada e
indeseable, pero a casi tres años, nada se ha resuelto desde lo
económico. Por lo tanto, más allá de mirar los números y la historia,
debemos pensar si el dream team de Cambiemos son lo que decían
que eran o resultaron ser una pléyade de aventureros con plata jugando a
la ruleta con los ciudadanos como bola cayendo una y otra vez en el
“0”, mientras los cientos de millones de dólares de cada funcionario M,
fue puesto a buen resguardos en cuentas fuera del país.
Los
talibanes kirchneristas que conforman el club del helicóptero sueñan
con la caída de Macri, como si la sociedad los fuera a reivindicar
dándoles otra oportunidad más que ellos esperan para cobrarse la factura
con jueces, opositores, empresarios y políticos, ir por todo lo que no
pudieron llevarse y liberar a los delincuentes de la década pasada
quienes hoy no la pasan bien entre rejas.
La oposición fragmentada
mira con excesivo recelo y pocos o ninguno quiere acercarse al gobierno
que luce un chaleco cargado de explosivo (económico y social) y no sabe
cómo desactivar el detonador. Pero es un momento obligado y necesario
de respaldar la institucionalidad. Y aquellos opositores, que
oportunamente fueron defraudados por Macri y su gabinete de CEOs, cuando
simuló una apertura nunca sostenida en la realidad y con los hechos,
deberán poner de su grandeza sin deponer la firmeza y salir para
contribuir con las ideas necesarias en un momento donde pocos piensan y
se advierte mucho tufillo de negocio financiero under, como en
otras épocas recientes de la Argentina, donde cuatro vivos hicieron
diferencia con cada corrida bancaria, con el aumento descomunal del
dólar y la estampida increíble de los precios.
Macri se ha
devaluado junto con la moneda, pero eso, de ninguna manera, significa
mirar hacia atrás ni la sociedad extraña la mano larga de los
megaestafadores y ladrones que vaciaron a la Argentina. Si, en cambio,
necesitamos la aparición de gente nueva sin ideas viejas y las antiguas
caras de la frustración permanente de nuestro país, deberían recluirse
en sitios apartados de la escena nacional, para no volver a hacerle mal a
la nación. Nada nuevo se funda en ideas viejas y si nuestras soluciones
dependen de los mismos trasnochados que nos acompañaron hasta hoy,
nuestro destino como país esta sellado.
No podemos estar en la
encricijada de elegir solo entre chorros e inútiles; así sería una
Argentina sin opción y si algo hemos aprendido en estos duros años que
pasamos al borde del precipicio, es que los pueblos no se suicidan, en
todo caso, cambian las formas y exilian a sus destructores. (Agencia OPI
Santa Cruz.