domingo, 2 de septiembre de 2018

Un país sin opción es un país del horror




Un país sin opción es un país del horror

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12:30–  (Por Rubén Lasagno) – El actual gobierno nacional ganó en el 2015 con el voto castigo de los ciudadanos que ya no aguantábamos más la burla, el robo, la corrupción, el autoritarismo, las operaciones políticas y el manoseo social. Muchos sin ser macristas, ni del PRO, ni Radicales ni del ARI, pusimos el voto en la urna, solo para sacar lo que estaba y pensando que nada de lo que viniera podía ser peor.
Hoy tenemos un país cuesta abajo con la economía, redimido en algunos otros aspectos pero ocupado por un grupo de engreídos que pensaron tener la varita mágica para resolver problemas por si solo, cuando la enorme crisis de la Argentina solo la puede resolver un pacto entre grandes cabezas que depongan las armas para el combate egoísta de la política barata de entre casa y se dediquen a planear una estrategia a futuro, dejando para otro momento esto de ponerse las plumas para ver quien luce mejor ante las cámaras de televisión y en sus discursos inocuos.
El dólar de 18 casi a 40 y subiendo, la inflación en casi el 40%, los precios por las nubes, el combustible que aumenta sin tope y se lleva con él todo el resto de los precios, la pobreza se ensancha cada vez más, la inseguridad crece, la marginalidad en las urbes es caldo de cultivo de cualquier estallido social, la presión tributaria imposible de soportar, los servicios que con más de 3.000% de aumento taladra cualquier bolsillo y más aún en el sur olvidado… 

 Así no hay futuro y no hablamos del gobierno que pasará como otros, no hay futuro para el país.
Estoy totalmente de acuerdo que “la herencia recibida” fue la más pesada e indeseable, pero a casi tres años, nada se ha resuelto desde lo económico. Por lo tanto, más allá de mirar los números y la historia, debemos pensar si el dream team de Cambiemos son lo que decían que eran o resultaron ser una pléyade de aventureros con plata jugando a la ruleta con los ciudadanos como bola cayendo una y otra vez en el “0”, mientras los cientos de millones de dólares de cada funcionario M, fue puesto a buen resguardos en cuentas fuera del país.
Los talibanes kirchneristas que conforman el club del helicóptero sueñan con la caída de Macri, como si la sociedad los fuera a reivindicar dándoles otra oportunidad más que ellos esperan para cobrarse la factura con jueces, opositores, empresarios y políticos, ir por todo lo que no pudieron llevarse y liberar a los delincuentes de la década pasada quienes hoy no la pasan bien entre rejas.
La oposición fragmentada mira con excesivo recelo y pocos o ninguno quiere acercarse al gobierno que luce un chaleco cargado de explosivo (económico y social) y no sabe cómo desactivar el detonador. Pero es un momento obligado y necesario de respaldar la institucionalidad. Y aquellos opositores, que oportunamente fueron defraudados por Macri y su gabinete de CEOs, cuando simuló una apertura nunca sostenida en la realidad y con los hechos, deberán poner de su grandeza sin deponer la firmeza y salir para contribuir con las ideas necesarias en un momento donde pocos piensan y se advierte mucho tufillo de negocio financiero under, como en otras épocas recientes de la Argentina, donde cuatro vivos hicieron diferencia con cada corrida bancaria, con el aumento descomunal del dólar y la estampida increíble de los precios.
Macri se ha devaluado junto con la moneda, pero eso, de ninguna manera, significa mirar hacia atrás ni la sociedad extraña la mano larga de los megaestafadores y ladrones que vaciaron a la Argentina. Si, en cambio, necesitamos la aparición de gente nueva sin ideas viejas y las antiguas caras de la frustración permanente de nuestro país, deberían recluirse en sitios apartados de la escena nacional, para no volver a hacerle mal a la nación. Nada nuevo se funda en ideas viejas y si nuestras soluciones dependen de los mismos trasnochados que nos acompañaron hasta hoy, nuestro destino como país esta sellado.
No podemos estar en la encricijada de elegir solo entre chorros e inútiles; así sería una Argentina sin opción y si algo hemos aprendido en estos duros años que pasamos al borde del precipicio, es que los pueblos no se suicidan, en todo caso, cambian las formas y exilian a sus destructores. (Agencia OPI Santa Cruz.