|
El 16 de Septiembre de 1955 el heroico General Eduardo Lonardi
inició la revolución contra Perón bajo el lema de "¡Cristo vence!". El
tirano era culpable de numerosas injusticias y de graves daños contra la
Patria, pero llegó al auge o, mejor dicho, a la cima de su perversión,
cuando ordenó la quema de varias históricas iglesias de Buenos Aires:
San Francisco, Santo Domingo, San Ignacio, San Juan, San Nicolás y el
ataque contra la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, ocasión en
la que un sacerdote fue asesinado.
Demagogo
resentido basó su movimiento político en la lucha de clases provocando
el odio de los más pobres contra el resto de la nación, es decir,
solapadamente, hizo una política coincidente con el marxismo cuyo
"Manifiesto" termina con la famosa exclamación "¡Proletarios del mundo,
uníos!".
Con
la misma inspiración implantó un estatismo que se tragaba todos los
derechos individuales dando origen a un Estado elefantiásico,
irresponsable e ineficiente que le sirvió de instrumento para robar.
Creó el partido al cual, modestamente, le puso como nombre el suyo
propio y reclutó a unos cuantos delincuentes que se sumaron a su
aventura y a sus fechorías enriqueciéndose a costa del resto de los
habitantes.
Exigió
una "lealtad" a su persona que era condición para conservar sus cargos o
para cualquier nombramiento. Una parte de la población se envileció
sometiéndose a ese régimen idolátrico.
Creó
sindicatos y sindicalistas que monopolizaron la representación de los
obreros y empleados con la misma condición de total sumisión a su
voluntad.
Los
colegios estaban obligados a deformar la mentalidad de los niños y
adolescentes mediante la exaltación de su persona y de sus consignas de
odio de clases.
Los
generales, en su mayoría, comprados mediante diversos sobornos, le
obedecían y lo sostenían impidiendo toda resistencia. A pesar de eso,
como no se sentía seguro de la obsecuencia de los uniformados, empezó a
preparar la creación de "milicias populares" armadas que hubieran sido
su más seguro sostén y la preparación de un paso más en su tiranía
igualitaria acercándose al comunismo más aún de lo que ya lo estaba su
régimen. Después de su caída declaró en una entrevista periodística. "Si
en 1955 los rusos me hubieran manifestado su apoyo, yo hubiera sido el
primer Fidel Castro de América". Esta idea no era extraña para Perón
porque a los dos días de asumir el poder en 1946, restableció las
relaciones diplomáticas con la URSS que habían sido rotas por Irigoyen
en 1917 con lo cual quedó demostrada su simpatía por el régimen
bolchevique.
Aquel
16 de Septiembre de 1955, el General Lonardi había asumido la Jefatura
de la revolución contra Perón al ser informado de que el General
Aramburu, primer jefe de ella, había resuelto postergarla. Lonardi se
dió cuenta de que esa demora sería fatal y ayudado por el valiente mayor
Juan Francisco Guevara viajó a Córdoba y asumió arriesgadamente el
mando de la Escuela de Artillería, a partir de lo cual lanzó su proclama
y su convocatoria para iniciar el derrocamiento del tirano.
Poco
militares en actividad lo siguieron en los primeros dos días de la
patriótica iniciativa. Numerosas tropas marcharon contra él y en apoyo
de Perón. Pero el 19 de Septiembre el General Julio Lagos, a la cabeza
del Ejército de Cuyo se pronunció también contra el tirano. En ese
momento triunfó la Revolución. La Marina de Guerra había adherido un día
antes, pero eso no era suficiente para decidir la suerte del intento.
|