Sarmiento en sus fuentes (2-5). Su amor a la Patria
Normalmente
los próceres son personas que han amado lo propio, han hecho del amor a
la Patria, la tierra de los padres, uno de sus pilares. ¿Era así con
Sarmiento? ¿qué pensaba de la Argentina, cuáles eran sus intereses
respecto de ella?
A decir verdad, “el maestro de América reclamó siempre para sí la divisa de Pacuvio: “Ubi bene, ibi patria”
(donde estoy bien, allí está mi patria). A quienes pensaban lo
contrario –como el patriota Frías– les decía: “los más imbuidos en los
dogmas del cristianismo son los más tercos y los más rencorosos (…) por
un despunte de tierras estériles”[1].
De nada valía el terruño propio, tanto que el 5 de agosto de 1849, a propósito de Chile, dirá:
“Todos
mis esfuerzos de contracción se circunscribieron al asunto (sobre las
ventajas para Chile de ocupar el Estrecho de Magallanes y fundar allí
una población), y una vez seguro de que la tentativa era posible, inicié
la redacción de El Progreso (en 1842) con una serie de estudios que
hoy, después de ocho años, no son del todo estériles”[2].
Cuarenta años más tarde, en un banquete en Santiago de Chile, recordará Sarmiento su renuncia a la nacionalidad argentina al afirmar: “Fui chileno, señores, os consta a todos”[3] para decir, seis años después: “Yo soy declarado por unanimidad bueno y leal chileno. ¡Ay del que persista en llamarme extranjero![4]“ (no por nada su tumba, en el cementerio de la Recoleta de Buenos Aires, está plagada de recordatorios de ese país vecino…).
Al hablar de la Patagonia y, más específicamente del Estrecho de Magallanes, por entonces territorio discutido con Chile, decía:
“He
contribuido con mis escritos aconsejando con tesón al gobierno chileno
a dar aquel paso (quedarse con Magallanes)… El gobierno argentino,
engañado por una falsa gloria, provoca una cuestión ociosa que no merece
cambiar dos notas. Magallanes pertenece a Chile y quizá toda la Patagonia. Para Buenos Aires es una posesión inútil. (…). No vale la pena gastar un barril de pólvora en su defensa. Es una tierra inhospedable, frígida y desértica”[5]. “¿Qué haría el gobierno de Buenos Aires con el Estrecho de Magallanes: país remoto, frígido, inhospedable? (…). Magallanes por lo tanto pertenece a Chile”[6]
(agregando sobre Cuyo): “Quedaría por saber si el título de erección
del virreinato de Buenos Aires expresa que las tierras al sur de Mendoza
entraron en su demarcación; que, a no serlo, Chile pudiera reclamar todo el territorio que media entre Magallanes y las Provincias de Cuyo”[7].
Tal era su felonía que hasta un diario liberal y mitrista como La Nación le reclamaba públicamente:
“Usted ha sostenido en Chile contra su patria los pretendidos derechos de un país extranjero para despojarle de su territorio”[8].
Pero no sólo sobre la Patagonia se pronunciaría Sarmiento, sino también acerca de la ocupación de las Islas Malvinas por parte de los ingleses:
“Inglaterra se estaciona en las Malvinas para ventilar después el derecho que para ello tenga… Seamos francos: esta invasión es útil a la civilización y al progreso”[9] –agregando luego como presidente– “nunca me mostré muy celoso de nuestras posesiones australes”[10].
“El día que Buenos Aires vendió su escuadra hizo un acto de
inteligencia… No debemos ser nación marítima. Líbrenos Dios de ello y
guardémonos nosotros de intentarlo. Las costas del Sur no valdrán nunca
la pena de crear para ellas una marina. Chubut y Patagones son
rudimentos de miserables aldeas de extranjeros rebeldes (…). No creemos
marina para ir a recoger allí algunas plumas y huevos de avestruces”[11].
En 1866, luego de su pésima gobernación en San Juan (1862-1864)[12],
será enviado por Mitre a los Estados Unidos, desde donde, sin empacho,
pedirá fundar en su provincia natal un centro educacional
estadounidense.
“Imagínese lo que sería una colonia norteamericana en San Juan produciendo plata y educando al pueblo”[13] –dirá.
Dos
años después, en 1868, pedirá que sean yanquis el rector de la
universidad nacional y el Director General de Escuelas, abogando por una colonia norteamericana en el Chaco, donde se hable inglés,
“con
emigrados de California se está formando en el Chaco una colonia
norteamericana que puede ser el origen de un territorio y, un día, de
un estado yanqui (con idioma, y todo)”[14].
“Hay
que traer inmigrantes que no se limiten a trabajar en la servidumbre.
El anglosajón, individualista, pertinaz y laborioso, busca siempre
superar su nivel económico e independizarse. A esos hombres debemos
entregar el laboreo de nuestros campos”[15].
“Poblar
es civilizar –dirá por entonces Alberdi– cuando se puebla con gente
civilizada, es decir, con pobladores de la Europa civilizada, pero
poblar no es civilizar, sino embrutecer, cuando se puebla con chinos y
con indios… Poblar es apestar, corromper, degenerar, envenenar un país
cuando en vez de poblar con la flor de la población trabajadora de
Europa, se le puebla con la basura de la Europa atrasada o menos culta”[16].
En el libro Conflicto y armonía de las razas en América,
escrito en los años 1883-1885, se lamentaba por haber tenido la
desgracia como pueblo de haber derrotado al agresor en las invasiones
inglesas.
“Lástima grande –dice– que ‘los habitantes de Buenos Aires no conocieran en aquel momento las instituciones inglesas’; con tal victoria habíamos perdimos cincuenta años de civilización…”[17].
“Somos
(los argentinos) pobres hombres llenos de pretensiones y de inepcias,
miserables pueblos ignorantes, inmorales y apenas en la infancia. Somos
una raza bastarda que no ocupa sino que embaraza la tierra”[18].
El
Ferrocarril Oeste era una empresa nacional: el primer ferrocarril
argentino y de capital argentino inaugurado en 1857. Sarmiento, en
1872, pudo, como presidente, prestarle su apoyo pero prefirió
beneficiar al capital británico, nacido para sofocar una empresa
argentina, de allí que Scalabrini Ortiz dijese:
“Nadie podrá eximir a Sarmiento de culpa grave por esa gestión inicua y criminal”[19].
Pero
no sólo prefirió a los ingleses sino que estuvo de acuerdo en despojar
al país de 347.000 hectáreas para regalarlas a los empresarios
extranjeros en leguas de territorio nacional o ambos costados de la
línea proyectada.
Todo un patriota.
Continuará
P. Javier Olivera Ravasi, SE
[1] Diario El Nacional del 6 de octubre de 1879.
[2] Sarmiento. O.C.,
Tomo XXXV, pp. 30 a 33, Editorial Luz del Día, Buenos Aires, 1948-1956;
Ricardo Font Escurra, Unión Nacional, Apéndice de la 3» edición, Buenos
Aires, 1941; en Manuel Gálvez, op. cit., 85.
[3] Ibídem, 427.
[4] Sarmiento, O.C., Tomo XXXV, 358.
[5] El Progreso del 11 al 28 de noviembre de 1842; La Crónica del 11 de marzo, Discurso del 30 de mayo de 1881.
[6] Sarmiento, O.C., Tomo XXXV, 13.
[7] Sarmiento, ibídem, 21, en Galvez, 141.
[8] Diario La Nación, 4 de octubre de 1868.
[9] En El Progreso del 28 de noviembre de 1842.
[10] Sarmiento, O.C., Tomo XXX.11, 106.
[11] El Nacional del 12 de diciembre de 1857 y del 7 de junio de 1879; Sarmiento, O.C., Tomo XVI, 376.
[12] Tan mala sería su gestión allí que el Standard,
diario inglés de Buenos Aires, escribirá el 18 de julio de 1864: “La
carrera de Sarmiento no ha sido muy feliz en San Juan; y en verdad que
su política injusta ha hecho tal daño al presente gobierno nacional que
el presidente Mitre le hace un favor particular y un servicio a San Juan
removiendo su gobernador a Washington” (Sarmiento, O.C., Tomo VII, 384).
[13] Carta a María Mann del 23 de enero de 1866.
[14] En Gálvez, op. cit., pp. 285, 338.
[15] A M. Juárez Celman, 1887.
[16] J. B. Alberdi, O.C., t. VIII, 144.
[17] Daliadiras, 88.
[18] Sarmiento, O.C., t. 52, 165.
[19] Raúl Scalabrini Ortiz, Historia de los Ferrocarriles Argentinos; en Gálvez, op. cit., 338.