viernes, 15 de noviembre de 2019
Protesta contra los sacrilegios de Francisco -
Alejandro Sosa Laprida
Francisco
invocando al Espíritu Santo en la basílica de San Pedro ante la Pachamama[1]
Un
grupo de católicos “conservadores”
publicó el 9 de noviembre una enésima “corrección fraterna” dirigida a Francisco[2],
esta vez en relación a los actos de idolatría perpetrados en el Vaticano
durante el reciente Sínodo Amazónico.
Con el buen tino, además, de relacionar estos hechos con la escandalosa declaración
que Francisco firmó, junto al Gran Imán de Al-Azhar, el 4 de febrero último, en
Abu Dhabi:
“El
pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son queridos
por Dios en su Sabiduría, con la que Él creó a los seres humanos. Esta
Sabiduría Divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de
credo y a la libertad de ser diferente.[3]”
Muy noble y meritorio, lo de esta gente,
ciertamente. Por desgracia, uno no puede dejar de comprobar que solamente
tienen ojos para Francisco, omitiendo sistemáticamente mencionar los
innumerables precedentes que se han producido desde el CVII, fundados en la
misma raíz modernista, ecuménica y relativista de documentos tales como Nostra Aetate y Unitatis Redintegratio, siendo emblemático el caso de las
múltiples reuniones interreligiosas de Asís.
Veo que es muy duro aceptar la realidad
de la crisis eclesial en toda su magnitud, y que, en cambio, es relativamente
fácil embestir contra Bergoglio, ante cuyas repulsivas fechorías se hace
difícil permanecer impertérrito, pero me parece que no cuestionar su origen es
una postura que, además de adolecer de parcialidad, es muy peligrosa, puesto que
tiende a favorecer una falsa “restauración conservadora”, que se contentaría con
un retorno a formas y maneras “tradicionales”, neutralizando así toda
posibilidad de una auténtica reacción católica, como sucedió durante el
pontificado de Benedicto XVI, quien dejó intactos todos los falsos principios
conciliares -falso “ecumenismo” e “interreligiosidad”, falsa “libertad
religiosa”, etc-. Me permito recordar aquí lo que hace poco dije sobre el tema:
“Por otro
lado, y sin ánimo de provocar, pues comprendo que el asunto es delicado y
podría herir susceptibilidades, pregunto: este hecho tan lamentable y
escandaloso de la promoción del culto de la “Pachamama” en la mismísima Roma, ¿es peor, acaso, que las
múltiples invitaciones efectuadas por Juan Pablo II y Benedicto XVI a las
religiones idólatras a “rezar” por la paz en Asís? Con los templos católicos
cedidos a falsos cultos y la jerarquía eclesiástica incitando a los pobres
infieles a que invocasen a sus ídolos y a que esperasen de ellos la obtención
de la paz para el género humano, confortándolos así en las tinieblas del
paganismo, lejos del único y verdadero “Príncipe de la Paz” (Is. 9, 6). Esto es algo tan grotesco
que habla por sí mismo. Y con el agravante de que esas babélicas asambleas
fueron convocadas y organizadas nada menos que por los supuestos Vicarios de
Jesucristo en la tierra, como si toda religión fuese de suyo un camino bueno y
válido para dirigirse a Dios, para orarle y para rendirle el culto que le es
debido -al margen de la buena intención que puedan tener sus miembros-.[4]”
No obstante, reconozco que siempre es
saludable reaccionar contra el mal, aunque no se esté aún en condiciones de
poder abarcarlo en su completa y vertiginosa profundidad. Lo que nos supera a
todos, naturalmente, ya que sólo Dios posee una idea cabal del mismo.
Recordemos, para terminar, que estamos
hablando de un hombre que es capaz de proferir locuras como ésta[5]:
“No hay que pensar que el anuncio evangélico deba
transmitirse siempre con determinadas fórmulas aprendidas, o con palabras
precisas que expresen un contenido absolutamente invariable.[6]”
Esta sola
cita -una entre mil- demuestra a las claras la adhesión por parte de Bergoglio[7]
al evolucionismo modernista condenado por San Pío X en su encíclica Pascendi[8]
y en el decreto del Santo Oficio Lamentabili[9],
y, por sus implicaciones teológicas y filosóficas, basta para dar por tierra
con la totalidad de la doctrina católica. Se puede así afirmar con certeza que
este hombre no profesa la fe de la Iglesia. Y que, por ende, es incapaz de
“confirmar a sus hermanos” (Lc. 22, 32) en la fe. Misión ésta que constituye la
esencia misma del ministerio petrino, junto a la potestad de gobernar y de
santificar. Porque no se trata ya de negar tal o cual dogma en particular, como
era el caso de los heresiarcas “tradicionales”, sino de volver lisa y
llanamente imposible la existencia misma de los dogmas de fe. Es por eso que San
Pío X, en su Motu Proprio Praestantia
Scripturae[10]
, definía el modernismo como la “síntesis de todas las herejías”, del cual
Francisco es, sin asomo de duda, un esmerado y eficaz propagador…
[6] Exhortación
apostólica Evangelii Gaudium, 24 de noviembre de 2013, § 129.
[7] Para mayor información
sobre las innumerables herejías y blasfemias de Francisco, se pueden consultar
los libros Tres años con Francisco: la impostura bergogliana y Cuatro
años con Francisco: la medida está colmada, publicados por las Éditions Saint-Remi en cuatro idiomas
(castellano, inglés, francés e italiano):
Al igual que el libro Con
voz de dragón. Francisco: ¿Vicario de Cristo o Precursor del Anticristo?,
publicado por la editorial Cruzamante
en 2017:
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista