LA FE HISTORICA DE BERGOGLIO
Todo el mundo ve que Bergoglio habla sus locuras: «El
diálogo ecuménico ya no puede separarse hoy de la realidad y de la vida
de nuestras iglesias. En 2017 los cristianos luteranos y católicos
conmemorarán conjuntamente el quinto centenario de la Reforma. En esa
ocasión ambos tendrán, por primera vez, la oportunidad de compartir la
misma conmemoración ecuménica en todo el mundo, no como una celebración
triunfalista, sino como una profesión de nuestra fe común en el Dios uno
y trino. El fulcro de este evento serán, por tanto, la oración en común
y la petición de perdón al Señor Jesucristo por las culpas recíprocas,
junto con la alegría de compartir y recorrer juntos un camino
ecuménico».
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A Bergoglio se le ha subido el poder a la cabeza: está borracho de gloria humana.
No
se puede conmemorar el pecado. La culpa de los protestantes no está en
los católicos, sino en ellos: en Lutero y en toda su compañía. Por
tanto, Bergoglio lo que habla es de su propia cosecha: está enseñando su
fe histórica, su fe fiducial, su fe protestante.
Esto es clarísimo. Pero en la realidad de lo que vemos en el Vaticano, no es tan claro.
Si
Bergoglio es un loco, más loca es toda la Jerarquía que lo apoya, lo
protege y le da respeto y obediencia. Pero aún más locos son todos esos
católicos que se preguntan por qué se sigue criticando, juzgando y
condenando a Bergoglio. Para estos católicos, no se puede criticar a su
“santo varón”, a su gran hombre, a su gran obispo, a su gran jefe de su
iglesia.
Bergoglio
está levantando la nueva iglesia en el Vaticano. ¡Y cuántos lo siguen,
de una manera o de otra! Siguen sus palabras, su lenguaje barato y
blasfemo; siguen sus enseñanzas, que no son magisterio papal; siguen sus
locuras en sus obras con los hombres, creyendo que así se salvan porque
están en unión con su “papa”.
Es
triste ver el poco o nulo discernimiento espiritual de muchos
católicos. No tienen ni idea de lo que es la fe católica. Entre ellos
está toda esa Jerarquía que calla, porque no quiere quedarse en la
calle, sin un techo y sin dinero para comer.
Es
triste ver que los católicos no han aprendido nada durante ya casi dos
años en que usurpó el poder de la Iglesia ese hombre, al cual ni se
merece nombrarlo. Bergoglio es un falsario en todos los aspectos: en su
fe, en su doctrina, en su gobierno, en su vida eclesial y espiritual.
Falso como hombre y falso como Obispo.
Pero
esto, a los católicos les trae sin cuidado. Están en la Iglesia por un
hombre, para seguir a un hombre: Bergoglio. Es al que han puesto
oficialmente como jefe, no como Papa. Pero no están en la Iglesia para
obedecer la verdad, la doctrina de Cristo, que no cambia nunca, por más
que Bergoglio anuncie lo que quiera, y diga y obre lo que le dé la gana.
¡Qué
gran escándalo es Bergoglio sentado en la Silla de Pedro! ¡Qué pocos
ven este escándalo! ¡Muchos buscan a Bergoglio para su negocio en la
Iglesia! ¡Muchos le están dando una falsa popularidad, porque les
interesa a ellos, a lo que hacen en la Iglesia, que no tiene nada que
ver con los intereses de Cristo, que son siempre la salvación y la
santificación de las almas!
Ya
los verdaderos católicos no tienen que estar pendientes de ese pedante
de Bergoglio. Cada día dice su gran locura: lo que tiene metido en su
cabeza humana: su idea loca de Cristo y de la Iglesia.
Si
los católicos supiesen profundizar en las palabras de Bergoglio, en su
doctrina, entonces no se escandalizarían por lo que sigue diciendo. Es
lógico en su pensamiento errado y herético. Lo que dice de los luteranos
ya lo escribió en su lumen fidei. Pero, como los católicos, no
disciernen nada, les resulta extraño que ese hombre hable así. Como los
católicos no han aprendido a defender su fe, sino que sólo siguen a
cualquier hombre que se llame sacerdote, Obispo o Papa, entonces tenemos
católicos que viven en la inopia, en el sueño de una noche que les
llevará al infierno.
Si
los católicos no saben discernir las palabras de un hombre, como
Bergoglio, mucho menos saben discernir la verdadera de la falsa
profecía. Y si no saben eso, están en la Iglesia sólo para condenarse,
con una obediencia ciega que los condena.
Bergoglio no posee la fe católica, sino su propia fe:
«La
fe, que recibimos de Dios como don sobrenatural, se presenta como luz
en el sendero, que orienta nuestro camino en el tiempo. Por una parte,
procede del pasado; es la luz de una memoria fundante, la memoria de la
vida de Jesús, donde su amor se ha manifestado totalmente fiable, capaz
de vencer a la muerte. Pero, al mismo tiempo, como Jesús ha resucitado y
nos atrae más allá de la muerte, la fe es luz que viene del futuro, que
nos desvela vastos horizontes, y nos lleva más allá de nuestro « yo »
aislado, hacia la más amplia comunión» (LF, n. 4).
Esto lo tienen en la segunda página de su lumen fidei.
La luz de la fe procede del pasado y… viene del futuro. ¿Quieren mayor
herejía? ¿Los católicos comprenden lo que está diciendo esta persona en
este párrafo? Nadie se ha dado a discernir estas palabras. ¿Por qué?
Porque nadie sabe lo que es la luz de la fe. Nadie sabe lo que es la fe.
A nadie le importa, en la Iglesia, vivir de fe.
Y,
claro, llega Bergoglio con eso de los luteranos, y ¡qué bueno que para
ese año todos vamos a estar muy juntitos, abrazándonos, besándonos,
bailando, porque henos encontrado la razón del cisma de Lutero. Hemos
llegado a un acuerdo para ver, cada uno, nuestros errores y hacer una
unión en las mentes de los hombres: la unidad de la diversidad.
La luz de la fe «es la luz de una memoria fundante», o como dice, más adelante: «la luz de la fe es una luz encarnada» (LF, n. 34).
El
don de Dios, que es un don sobrenatural, es –para Bergoglio- un don
encarnado, que vive en la carne del hombre, que es asumido por la
persona humana en su carne, que es algo que se funda en la humanidad. Es
su gnosis, sus panteismo.
Es
una memoria fundante: es la fe histórica de los protestantes. Dios
habló a Abraham, después a Moisés, después vino Jesús, después Lutero, y
he aquí el año 2017 en que celebramos el pecado con los luteranos.
Esta es la fe histórica: «si
queremos entender lo que es la fe, tenemos que narrar su recorrido, el
camino de los hombres creyentes, cuyo testimonio encontramos en primer
lugar en el Antiguo Testamento» (LF, n. 8). Vamos a contar
cuentos, historias de los hombres, fábulas para entretener a los
hombres; vamos a ver el camino histórico de esos hombres que creen en
una memoria. Abraham fundó una memoria.
La fe es una obra divina entre los hombres: es la obra de Dios. No es una memoria fundante.
Ir
al Antiguo Testamento es para ver la acción de Dios entre los hombres:
qué hace Dios, cómo inspira Dios al hombre, cómo los gobierna, cómo guía
a su pueblo hacia la Verdad, que es Él Mismo. La fe no es ver a los
hombres, no es fijarse en sus obras ni recorrerlas. La fe, por ser un
don de Dios, es una obra de Dios, nunca de los hombres. El hombre es
sólo el instrumento de Dios para realizar una Voluntad Divina.
Pero esto, a esa cabeza pensante de la maldad, que es Bergoglio, le trae sin cuidado. Él enseña su fe histórica: «Aquí
Dios no se manifiesta como el Dios de un lugar, ni tampoco aparece
vinculado a un tiempo sagrado determinado, sino como el Dios de una
persona, el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, capaz de entrar en contacto
con el hombre y establecer una alianza con él»
Dios se manifiesta como «el Dios de una persona»:
el Dios del hombre, de la persona humana, el Dios de la historia de
Abraham, de Isaac y de Jacob. Bergoglio ha roto la revelación divina.
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob es Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
En Abraham, vemos la acción del Padre, que ordena una Voluntad Divina a Abraham: «Anda, coge a tu hijo, a tu unigénto… y ofrécemelo allí en holocausto»
(Gn 22, 2). Abraham obedeció la Voluntad de Dios y, por eso, obró una
acción divina en el sacrifico humano de su hijo. En su hijo estará la
Palabra del Padre, una Palabra que desarmará a todos sus enemigos.
En Isaac, vemos la acción del Hijo, en el cual Dios hace una alianza con los pueblos pecadores: «Hemos
visto claramente que está Yavé contigo, y nos hemos dicho: Haya entre
nosotros un juramento entre ti y nosotros. Queremos hacer alianza
contigo, de no hacernos tú mal, como no te hemos tocado nosotros a ti
haciéndote sólo bien, y dejándote partir en paz. Tú eres ahora el
bendito de Yavé» (Gn 26, 28-29). Los hombres ven en Isaac la
acción de Dios. No ven a un hombre, sino a Yavé en Isaac. En la palabra
de Isaac, no en las obras de la guerra con los hombres, se da la
salvación. Isaac huía de los hombres y se asentaba para labrar la
tierra. Y esa prosperidad de Isaac, efecto de las bendiciones de Dios,
era confesada hasta por sus mismos enemigos.
En Jacob, vemos la acción del Espíritu, en el cual Dios le da la fuerza de Su Espíritu para obrar la verdad en la vida: «No te llamarás ya en adelante Jacob, sino Israel, pues has luchado con Dios y con los hombres y has vencido» (Gn 32, 28). En Jacob, Dios se hace Su Pueblo, un Pueblo fuerte en la fe, que lucha constantemente las batallas del Espíritu.
Esto
no lo puede enseñar Bergoglio, porque lee la Sagrada Escritura con su
mente humana y, por lo tanto, saca su interpretación, totalmente errada y
sin sentido.
«en
cuanto respuesta a una Palabra que la precede, la fe de Abrahán será
siempre un acto de memoria. Sin embargo, esta memoria no se queda en el
pasado, sino que, siendo memoria de una promesa, es capaz de abrir al
futuro, de iluminar los pasos a lo largo del camino. De este modo, la
fe, en cuanto memoria del futuro, memoria futuri, está estrechamente
ligada con la esperanza» (LF, n. 9). ¿Alguien ha comprendido
algo de lo que dice este hombre en este pasaje? Nadie. Y, entonces, ¿por
qué llaman Papa a un hombre que da oscuridades sobre la fe? ¿Un Papa no
es aquel que da el fundamento de la fe? ¿Qué es un Papa para muchos
católicos? ¿Tiene que ser como este hombre, que dice que la fe de
Abraham es un acto de memoria? ¿En la Iglesia vivimos de nuestra
memoria, de hacer actos de memoria? ¿O de qué vivimos? ¿Saben los
católicos cuál es la fe católica? ¿Es un acto de memoria o es un acto de
Dios en el hombre? ¿Qué es para los católicos la fe? ¿Qué es Bergoglio
para los católicos?
La
fe de Abraham es el sacrificio de su propia voluntad en su hijo. Dios
le pidió, para poder hacer la Voluntad Divina, sacrificar su voluntad
humana, su querer humano, sus afectos humanos, en lo que más quería: su
hijo. Y esto no es un acto de memoria. Dios guió a Abraham desde el
principio de su mandato hasta el final. Y cuando Abraham iba a descargar
el golpe certero en su hijo, Dios habló: «Abraham, Abraham (…)
No extiendas tu brazo sobre el niño y no le hagas nada, porque ahora he
visto que temes a Dios, pues por Mí no has perdonado a tu hijo, a tu
unigénito».
Por
Mí, por sólo el Amor a Dios, -porque solo el Amor de Dios basta para
vivir-, Abraham iba a matar a su hijo. ¡Gran amor de Abraham hacia Dios y
hacia su hijo! ¡Su gran amor revela su gran fe en Dios!
Lo
que hizo Abraham, ¿fue un acto de memoria? Por supuesto, que no. Fue el
sacrificio de su voluntad humana. Y, por tanto, fue poner su memoria,
su mente humana en el suelo. No comprendía el mandato de Dios y, sin
embargo, con rapidez fue a obrarlo. Abraham: un hombre humilde: puso su
mente en el suelo; agachó la cabeza ante la Voluntad de Dios.
¿Qué
enseña Bergoglio? A dar culto a la mente del hombre; a adorar al
hombre; a no sacrificar la voluntad del hombre, sino a darle sus
caprichos, lo que él quiere ver, escuchar, obrar, vivir. Y, por eso
predica: «vive y deja vivir».
¿Por
qué los católicos siguen a este hombre como Papa? Porque no tienen fe.
Les importa un bledo lo que es la fe. No quieren sacrificar sus
voluntades humanas ni sus inteligencias para darle gloria a Dios, para
amar a Dios sobre todas las cosas. Sólo saben buscarse a sí mismos dando
publicidad, apoyando a un hombre que no sabe decir una sola verdad ni
en lo que escribe ni en lo que habla ni en lo que obra delante del mundo
y de toda la Iglesia.
Pero,
¿qué se creen los católicos que es Bergoglio? ¿Un hombre de paz? No; un
hombre que guerrea contra la verdad para instalarse en su mentira como
adalid del hombre, como su salvador, como el que sabe lo que hay que
hacer en la historia de los hombres. Por eso, anuncia que para el 2017
todos bailando la mona con los protestantes.
Pero, ¿qué navidades creen que vienen teniendo a Bergoglio usurpando el Trono?
«El
Nacimiento y el árbol de Navidad, son signos navideños siempre
sugestivos y amados por nuestras familias cristianas: recuerdan el
misterio de la encarnación, el Hijo unigénito de Dios que se hizo hombre
para salvarnos y la luz que Jesús trajo al mundo con su nacimiento.
Pero tanto el Belén como el Árbol llegan al corazón de todos, también de
los que no creen, porque hablan de fraternidad, de intimidad y de
amistad, llamando a la humanidad de nuestra época a descubrir de nuevo
la belleza de la sencillez, del compartir y de la solidaridad» (19 de diciembre del 2014).
El árbol de la Navidad no tiene nada que ver con Jesucristo. Ni el
nacimiento ni el árbol hablan de fraternidad, ni de intimidad ni de
amistad. Ni el nacimiento de Jesús en Belén llama a nuestra época a
descubrir ni la belleza de la sencillez, ni del compartir ni de la
solidaridad.
Jesús
nace en Belén pobre, en silencio, en la soledad de todo lo humano. Nada
quiso el Padre para Su Hijo en la tierra: sólo los brazos de Su Madre.
La única que lo ama de verdad, que lo ama como Dios ama a Su Hijo.
El
Padre quiso un nacimiento sin la fraternidad de ningún hombre: todos
los hombres despreciaron a una Virgen que iba a dar a luz: «no había sitio para ellos en la posada» ¿Dónde está la fraternidad? En ninguna parte. Porque Dios no nace para hacer hermanos, sino para dar la vida por los hombres.
Dios
nace fuera de toda intimidad humana, para declarar que la Navidad es
para contemplar a Dios en el corazón y así poder acercarse a Él en la
humildad del corazón, como los pastores, que fueron llamados a adorar a
Dios en el silencio de toda la Creación, en el sueño de todos los
hombres.
Dios
no declara, en el nacimiento de Su Hijo, la amistad con los hombres,
sino la espada: Y, por eso, Jesús fue perseguido desde que nació hasta
que murió. Los hombres que gobernaban no quisieron la amistad con un
niño, sino su muerte.
Y
eso que pasó hace más de 2000 años, pasa en esta navidad del 2014,
porque ningún hombre ha aprendido la lección. Todos siguen persiguiendo a
Jesús, matándolo con sus pecados, con sus herejías, poniendo la palabra
fraternidad para su gran negocio en el mundo y en la Iglesia.
Jesús
llama, en esta Navidad, a toda la humanidad a hacer penitencia por sus
grandes pecados. Penitencia que nadie va a hacer, porque se sienten tan
contentos con un falso papa en la Iglesia, que van a tirar la casa por
la ventana.
¡Qué pobreza, qué miseria de católicos tiene la Iglesia!
¡Qué gente más loca obedeciendo a un usurpador!
¡Qué pocos leen a los Santos!
«Entonces Jesús me dijo: Mira y ve el género humano en el estado actual.
En un momento vi cosas terribles: Los verdugos se alejaron de Jesús, y
otros hombres se acercaron para flagelar los cuales tomaron los látigos y
azotaban al Señor sin piedad. Eran sacerdotes, religiosos y religiosas y
máximos dignatarios de la Iglesia, lo que me sorprendió mucho, eran
laicos de diversa edad y condición, todos descargaban su ira en el
inocente Jesús. Al verlo mi corazón se hundió en una especie de agonía; y
mientras los verdugos lo flagelaban, Jesús callaba y miraba a lo lejos,
pero cuando lo flagelaban aquellas almas que he mencionado arriba,
Jesús cerró los ojos y un gemido silencioso pero terriblemente doloroso
salió de su Corazón. Y el Señor me dio a conocer detalladamente el peso
de la maldad de aquellas almas ingratas: Ves, he aquí un suplicio mayor
que Mi muerte». (Sta. Faustina Kowalska, n. 445).
Un
gemido silencioso es lo que sufre Jesús por los pecados de Bergoglio,
de la Jerarquía que lo obedece, de los católicos que lo siguen, que lo
aplauden, que lo vitorean, que lo encumbran a una gran popularidad entre
el mundo.
Un
gemido silencioso, pero doloroso: el Dolor de Su Amor. El terrible
dolor de su Corazón que ve cómo los hombres de su Iglesia son ingratos a
sus enseñanzas inmutables y prefieren las palabras rastreras, baratas,
blasfemas, heréticas de un hombre sin cordura mental, que ha perdido el
juicio y que sólo se dedica a su gran negocio en su iglesia bastarda.
Todos
descargando su ira contra Jesús en su misma Iglesia. Claro, como la fe
es un acto de memoria, hemos alcanzado la cumbre de la gradualidad en el
conocimiento: hemos llegado a la perfección del conocimiento. En este
tiempo de la historia, ya no hay más pecado porque un idiota ha
descubierto que para unirnos sólo es necesario la diversidad de
pensamientos. Eso es todo. ¡Cómo no se le ocurrió a Jesús en su tiempo!
¡La mente superdotada de Bergoglio! ¡Un acto de memoria! ¡Eso es todo
para salvarse! ¡Así, claro, se salvan hasta los protestantes!
Tristes Navidades para todos.