BERGOGLIO, EN SU DISCURSO EN LA ONU, NO HABLO NINGUNA VERDAD
Muchos
católicos quedan fascinados por la palabra barata de Bergoglio. Y eso
es una señal de que ellos buscan el pensamiento barato, fácil, simplón
en la Jerarquía. Muchos, que dudan de este hombre, ante su palabra
vuelven a darle un voto de confianza. Y así están en la Iglesia, entre
dos aguas, entre dos señores: Cristo y el diablo. Y quieren servir a los
dos, al mismo tiempo.
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Bergoglio resuelve el problema económico poniendo la divinización del hombre, colocando al hombre como dios: «ha llegado la hora de construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana».
En estas palabras anula toda la doctrina social de la Iglesia, todo el
Evangelio de Jesús y toda la Tradición católica. Y muchos católicos no
han despertado después de leer este discurso. Y nunca despertarán,
porque ya siguen el camino barato que un usurpador pone en la Iglesia.
Un Papa verdadero, legítimo, que tiene la verdad en su corazón, habla y enseña con la misma Verdad, con la misma boca de Cristo:
“La
doctrina social de la Iglesia no es, pues, una tercera vía entre el
capitalismo liberal y el colectivismo marxista, y ni siquiera una
posible alternativa a otras soluciones menos contrapuestas radicalmente,
sino que tiene una categoría propia. No es tampoco una ideología, sino
la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las
complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el
contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. Su
objetivo principal es interpretar esas realidades, examinando su
conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del
hombre y su vocación terrena y, a la vez, trascendente, para orientar en
consecuencia la conducta cristiana. Por tanto, no pertenece –la
doctrina social- al ámbito de la ideología, sino al de la teología, y
especialmente de la teología moral” (Juan Pablo II – Sollicitudo rei sociales).
Europa
tiene que girar en torno a la teología moral, no al hombre. Sin norma
de moralidad, Europa se destruye a sí misma, porque se considera dios
para el mundo entero.
La
doctrina social de la Iglesia no es una ideología, sino una vida de fe,
que sólo es posible ponerla en práctica luchando en contra del querer
de los hombres. Esto es lo que no hace Bergoglio ni la Jerarquía que lo
acompaña al valle de la muerte, en donde van a encontrar la Justicia de
Dios para sus cabezas.
La
doctrina social de la Iglesia pertenece a la teología moral, es decir,
enseña una vida moral, una conciencia moral, una norma de moralidad a
todo hombre. Enseña una verdad que no puede cambiarse por la mente de
ningún hombre, una verdad para el corazón, no para la mente del hombre.
Una verdad que sólo el humilde de corazón puede obrar en su vida.
Bergoglio,
en su discurso en la ONU, no habla de ninguna verdad, no dice una
verdad, no señala una verdad, sino que rompe con toda verdad.
«El lema de la Unión Europea es Unidad en la diversidad…»:
este es el lema de la masonería y del falso ecumenismo. Es la unidad en
la diversidad de pensamientos humanos, que hay que tolerarlos todos
porque existe una graduación intelectual entre los hombres, una
evolución hacia una conciencia más alta, más perfecta, que sólo unos
privilegiados poseen.
Se
quiere aunar las mentes de los hombres en una conciencia común, en un
pensamiento global, al cual nadie puede dominar, pero sí acceder. Es la
autoridad de un hombre que se cree dios y que quiere tener dominio sobre
todos los hombres: es la mente del Anticristo.
Entre los hombres, la única manera de hacer un común es por la fuerza, es imponiendo ese común como un bien universal, global.
Dios
es Uno en la Trinidad; y Trino en la Unidad. Dios obra la unidad en la
Verdad. A Dios no le interesa la unidad en la diversidad de
pensamientos, porque «Mis Pensamientos no son vuestros pensamientos».
La
mente humana tiene sólo que vivir de fe. Y esto es lo que más le cuesta
al hombre y, por eso, va en busca de su concepto de fe, de su obra de
fe, de su vida de fe. Y la fe sólo es tener la Mente de Cristo. Y para
llegar a esto, sólo hay un camino: crucificar la voluntad de los
hombres, que es matar su idea humana de la vida y de Dios.
La
Unión Europea nació para eso: para ser el gobierno del Anticristo, para
que ese hombre tuviera un campo de dominio propio sobre el mundo. Y,
desde ese poder humano, alcanzar el poder divino.
«…toda
auténtica unidad vive de la riqueza de la diversidad que la compone:
como una familia, que está tanto más unida cuanto cada uno de sus
miembros puede ser más plenamente sí mismo sin temor».
Toda
auténtica unidad vive sólo de una riqueza: del amor divino. Sin esa
riqueza, lo que el hombre llama unidad es una fantasía de su mente
humana. Quiere buscar entre las vidas de los hombres, en sus existencias
propias, la unidad. Y es un imposible y un absurdo.
Si
el hombre nace en el pecado original, todo hombre, toda sociedad, toda
familia, todo grupo social, está desunido. Es imposible la unidad en la
diversidad, en la desunión de vidas, de pareceres, de obras humanas.
Un
hombre no se une a otro hombre porque sea carne y sangre. Las almas se
unen, unas a otras, porque tienen el mismo Espíritu. Y si las almas no
perciben ese mismo Espíritu, los hombres no se unen, sino que siempre
buscan un camino para la desunión.
¡Cuántos
unen sus cuerpos en el espíritu de la lujuria! ¡Tienen un mismo
espíritu! Sus cuerpos buscan lo mismo, pero no sus almas. Al final, el
placer del momento acaba cansando y se busca otra cosa, otra vida
distinta a esa unión carnal.
No
es la carne y la sangre lo que une: no es el ecumenismo de sangre, que
tanta predica este demonio encarnado. O se hace una unión en la Verdad,
que es la doctrina de Cristo, que es la enseñanza de la Iglesia, que es
lo que la Tradición siempre ha vivido; o se hace una unión con el
demonio que es siempre una división con todo lo demás.
«En
este sentido, considero que Europa es una familia de pueblos, que
podrán sentir cercanas las instituciones de la Unión si estas saben
conjugar sabiamente el anhelado ideal de la unidad, con la diversidad
propia de cada uno, valorando todas las tradiciones; tomando conciencia
de su historia y de sus raíces; liberándose de tantas manipulaciones y
fobias. Poner en el centro la persona humana significa sobre todo dejar
que muestre libremente el propio rostro y la propia creatividad, sea en
el ámbito particular que como pueblo».
Unión en la diversidad;
Unión aceptando las tradiciones, las culturas, los pecados, los errores, las mentiras de los demás;
Unión
para tomar conciencia de la humanidad, de la historia del hombre, para
ir a la raíz del hombre: ¿cuál es su raíz? ¿No es acaso la tierra, el
polvo: «polvo eres y en polvo te convertirás»?¿No es el hombre sólo vanidad de vanidades? No; para Bergoglio será otra cosa.
Unión
para dejar las fobias de las mentes: ¡qué miedo pensar que los
homosexuales se puede casar… tienen valores! Hay que dejar estas fobias,
estos temores…Hay que ser hombres valerosos que lo pueden pensar todo,
porque así son libres.
Unión para dar culto al hombre: que cada uno «muestre libremente el propio rostro y la propia creatividad»: no hay reglas, no hay dogmatismos, no hay norma de moralidad.
Bergoglio
busca un pueblo de degenerados, de demonios encarnados, de gente que
vive en su pecado y que exalta su pecado porque es su pecado. Es
necesario justificar el pecado de los hombres para conseguir esta unidad
en la diversidad.
Bergoglio
habla de la unidad en la diversidad, pero no es cualquier unidad,
porque no es cualquier diversidad. Entre la infinidad de pensamientos
humanos, de vida y de obras humanas, hay muchos que no sirven a esta
unidad en la diversidad.
«En
esta dinámica de unidad-particularidad, se les plantea también, Señores
y Señoras Eurodiputados, la exigencia de hacerse cargo de mantener viva
la democracia de los pueblos de Europa. No se nos oculta que una
concepción uniformadora de la globalidad daña la vitalidad del sistema
democrático, debilitando el contraste rico, fecundo y constructivo, de
las organizaciones y de los partidos políticos entre sí. De esta manera
se corre el riesgo de vivir en el reino de la idea, de la mera palabra,
de la imagen, del sofisma… y se termina por confundir la realidad de la
democracia con un nuevo nominalismo político. Mantener viva la
democracia en Europa exige evitar tantas «maneras globalizantes» de
diluir la realidad: los purismos angélicos, los totalitarismos de lo
relativo, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad,
los intelectualismos sin sabiduría».
He
aquí el pensamiento necio de un demonio encarnado. Comienza una crítica
a todo, pero sin ninguna referencia, sin ninguna verdad. Es la crítica
de su filosofía absurda:
Primera contradicción: «Hay que mantener viva la democracia»:
¿Cómo quieres conseguir la unidad en la diversidad en una democracia?
No se puede, porque es necesario mantener la propiedad privada, los
dogmas, la ética, la moral, la sabiduría divina… Y esto impide,
precisamente, la unidad en la diversidad. Donde hay una ley divina ya no
hay diversidad de pensamientos. La democracia no significa libertinaje,
sino moralidad, conciencia moral en el pueblo.
Segunda contradicción: «No se nos oculta que una concepción uniformadora de la globalidad daña la vitalidad del sistema democrático»:
lo uniforme no va con la democracia. Y preguntamos: ¿cuál es la idea de
lo uniforme que va con la democracia? ¿Existe la idea uniforme de lo
global? ¿Esa idea se ajusta a la idea democrática?
Porque
lo uniforme es lo que está en todas partes, lo que se da en todas
partes, lo que es igual, lo que todos siguen. Una idea uniforme de lo
global es eso: lo que vale para todos, para un mundo global. ¿Cómo es
que este concepto de lo uniforme debilita «el contraste rico, fecundo y constructivo, de las organizaciones y de los partidos políticos»?
En la democracia hay muchas cosas para todos que son uniformes, ¿qué
cosas uniformes no valen para la democracia? ¿A qué mundo global se está
refiriendo? ¿A qué idea de la globalidad se refiere para que se
encuentre la idea apropiada de la uniformidad, para que no debilite la
organización política?
El
pensamiento de Bergoglio no tiene lógica humana. Es un pensamiento
oscuro y totalmente contradictorio. Tenía que haber razonado así: la
idea de la uniformidad no es posible en un mundo global, no es para
todos los hombres, no es para una masa de hombres, no es para una
democracia. No existe un pueblo uniforme; no se da una cultura uniforme,
porque los pensamientos, las vidas, las obras de todos los hombres son
diversas, contradictorias, sin semejanza, sin continuidad una con otra.
Sólo se puede dar una uniformidad en aspectos muy particulares, pero es
imposible que se de en todos los aspectos de la vida de los hombres. No
se puede hablar de la concepción uniforme de la globalidad en la
democracia. Es hablar de un disparate. Para hablar de la uniformidad hay
que meter la conciencia moral, que es lo que no hace Bergoglio. Los
hombres viven en lo uniforme si hay una verdad, la referencia a una
verdad. Pero no hay uniformidad en la referencia una globalidad sin
verdad.
Tercera contradicción: «De
esta manera se corre el riesgo de vivir en el reino de la idea, de la
mera palabra, de la imagen, del sofisma… y se termina por confundir la
realidad de la democracia con un nuevo nominalismo político».
¡Toma ya! La idea no lleva a la realidad de la democracia. Quien vive de
la idea vive en un ideal, en un concepto de la democracia, pero no en
la realidad. ¡Puro sentimentalismo de este hombre! No vivas en el reino
de la idea: vive en el reino del sentimiento, del afecto. Pensar es
vivir una fábula, un sueño. Toda la Unión Europea vive en el reino de la
idea masónica. ¿A qué vienes a predicar que no vivan en el reino de la
idea? ¡Qué disparate! ¿Qué es la realidad de la democracia? Si no es la
idea, que es lo que mueve a todo hombre, aunque sea un subnormal, tiene
que ser lo sensible, lo sentimental, los afectos vacíos y ciegos de los
hombres, sus instintos carnales y animales.
Bergoglio
critica el reino de la idea, pero no dice de qué ideas se refiere, qué
ideas son malas para la vida. Habla de un nominalismo político, es
decir, de conceptos vacíos, de ideas sin contenido. Pero, ¿cuál es el
contenido de la idea para Bergoglio? Es lo que no dice, porque lo
critica todo. Bergoglio va en busca de una idea, de su idea, pero no de
la Verdad. Entonces, siempre su pensamiento se queda en la oscuridad.
Habla de muchas cosas y no dice nada en concreto.
Y, entonces, termina con una blasfemia:
«Mantener
viva la democracia en Europa exige evitar tantas «maneras
globalizantes» de diluir la realidad: los purismos angélicos, los
totalitarismos de lo relativo, los fundamentalismos ahistóricos, los
eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría». Ha llamado idiotas a todos los hombres. Ha jugado a todos los hombres. Ha condenado a todos los hombres.
«Maneras globalizantes de diluir la realidad»:
se busca un mundo real, pero la gente vive de una manera que
imposibilita esa realidad. Y son maneras globalizantes, son formas de
vivir, acuñadas por una mayoría, que entorpecen la realidad de la vida. Y
he aquí su salvajada, esas maneras globalizantes:
Los purismos angélicos:
serán los conventos de las carmelitas, la gente que vive separada del
mundo, los anacoretas, los monjes del desierto, los que no quieren saber
nada del mundo, los que buscan el cielo en la tierra, los que quieren
ser como ángeles, sin pecado, los que luchan contra el pecado, los que
llaman al pecado con el nombre del pecado, los que quiere purificar su
corazón del pecado, los que todavía creen que con la gracia el hombre se
hace puro, santo, justo…Pues, estos viven una manera globalizante que
impide la realidad de la vida. No sirven para la democracia, para la
unidad en la diversidad.
Los totalitarismos de lo relativo: Todos
los hombres buscan su propiedad privada, su relación personal y privada
con otra persona, con el mundo que le rodea, su vida que a nadie le
incumbe. Todos viven para una relación, no para un global. Todos en esa
relación se comunican con otros hombres; pero no es una comunicación
totalitaria, absoluta, incondicional…Este hombre dice: en lo relatico,
no seas totalitario. Y ¿qué pretende enseñar con eso? Nada. Porque lo
relativo nunca es totalitario, nunca es lo absoluto. No tiene lógica
Bergoglio. Ninguna lógica. Habla por hablar, para quedar bien ante todo
el mundo. En la comunicación con los hombres no busques totalidad, sino
parcialidad. Sé parcial, sé comprensivo, no vivas tu vida imponiendo tu
relación. Ten una relación global, en la que todo el mundo entre. Si no
vives así, entonces tu vida privada impide la unidad en la diversidad.
Los fundamentalismos ahistóricos:
el aborto, el homosexualismo, la eutanasia, hay que mirarlos en la
historia del momento, no en el pasado del tiempo. No hay que quedarse en
un dogma, en una revelación, en el pasado ahistórico. Hay que coger el
pasado y que sea un camino nuevo, una evolución nueva para la mente del
hombre moderno, para construir el hombre del futuro, el hombre de las
ideas viejas y locas, como Bergoglio. Todos aquellos que viven de una
idea fija no sirven para la unidad en la diversidad. Tiene que dejar su
fijeza, su dogma. Como Bergoglio no discierne entre el pecado de
soberbia que lleva a un fundamentalismo malo, pecaminoso, y la norma de
moralidad que lleva a un fundamentalismo bueno, entonces anula la Verdad
Absoluta y condena a los hombres por sus ideas fijas.
Bergoglio
juzga a toda la Tradición católica. No hay moral permanente. Tiene que
haber una moral que cambie a todas horas para que se pueda producir la
unidad en la diversidad
Los eticismos sin bondad:
¿Cuándo la ética no es buena? Es que si no es buena, no es ética. ¿Qué
clase de bondad hay que no sea ética? ¡Qué majadero! ¡Pero qué idiota es
Bergoglio!
Los intelectualismos sin sabiduría: Todo
intelectual es sabio, aunque posea una sabiduría equivocada, mundana.
Todo conocimiento es sabiduría. Un intelectual sin sabiduría no es
intelectual sino un animal irracional. ¿Qué sabiduría humana no es
intelectual, no nace del intelecto del hombre? ¡Pero, Dios mí, qué
hombre más necio!
¿Cuál
es el pensamiento de Bergoglio? Ninguno. Sólo vive en la voluntad: no
quiere ni ética ni moral; no quiere intelectuales, no quiere sabiduría,
no quiere absolutos, no quiere egoísmos…Sólo quiere una cosa: lo bueno
que hay que hacer ahora: llenar estómagos, dar trabajo a los jóvenes,
cuidar ancianos…La voluntad. Bergoglio es un ser que vive para obrar. Y
no importa si eso que obra es bueno o malo. Hay que obrarlo, y punto y
final. Por eso, Bergoglio se carga todo y no gusta a nadie. A nadie.
La gente del mundo conoce lo que es Bergoglio. Y están más despiertos que muchos católicos en la Iglesia.
Hay
muchos paganos que ya están de vuelta ante lo que propone Bergoglio. Y
han descubierto que eso no es la verdad. ¡Cuántos paganos van a entrar
en la verdadera Iglesia porque la Jerarquía de la Iglesia ha despreciado
la Verdad!
¡Cuántos
paganos están viendo que lo que propone Bergoglio, desde el Vaticano,
no sirve para encontrar la Verdad! ¡Pero qué poca gente en la Iglesia
hay que discierna esto!
«Mantener
viva la realidad de las democracias es un reto de este momento
histórico, evitando que su fuerza real – fuerza política expresiva de
los pueblos – sea desplazada ante las presiones de intereses
multinacionales no universales, que las hacen más débiles y las
trasforman en sistemas uniformadores de poder financiero al servicio de
imperios desconocidos. Este es un reto que hoy la historia nos ofrece»:
la fuerza real del pueblo. Es lo que le interesa a Bergoglio. Esta
realidad. Y las maneras globalizantes de muchos impiden esta realidad.
Esas maneras transforman el poder del pueblo en sistemas uniformadores de poder financiero al servicio de imperios desconocidos: teología
de la liberación. El pueblo se siente oprimido por el capitalismo.
Lucha de clases sociales. Fuera la tiranía del capital. Es la vieja
batalla del marxismo, que un viejo la saca a relucir porque no tiene
otra cosa que hacer en su maldita vida. A sus años es lo único que puede
hacer: hablar sin sensatez de algo que ya la gente no quiere, porque ha
visto por experiencia la maldad de lo que predica Bergoglio.
Y
una vez que hace esta crítica a todo el mundo, que vive unas maneras
globalizantes que impiden la unidad en la diversidad, ahora se pone como
maestro. Va a hablar de la educación, de las familias, de la ecología,
del trabajo. Y va a terminar su discurso con la falsa idea de la paz,
buscada en el diálogo. Quiere encontrar la identidad europea, pero ¿con
qué leyes, con qué verdad, con qué ética, con qué norma de moralidad?
Con ninguna. Con lo que los hombres se inventen, en sus cabezas, para
hallar esa unidad en la diversidad que sirva. Y pone el resumen de su
loco pensamiento:
«Queridos
Eurodiputados, ha llegado la hora de construir juntos la Europa que no
gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana,
de los valores inalienables; la Europa que abrace con valentía su
pasado, y mire con confianza su futuro para vivir plenamente y con
esperanza su presente. Ha llegado el momento de abandonar la idea de una
Europa atemorizada y replegada sobre sí misma, para suscitar y promover
una Europa protagonista, transmisora de ciencia, arte, música, valores
humanos y también de fe. La Europa que contempla el cielo y persigue
ideales; la Europa que mira, defiende y tutela al hombre; la Europa que
camina sobre la tierra segura y firme, precioso punto de referencia para
toda la humanidad».
Creíamos
que construir la Europa significaría poner a Dios en el centro. No;
todo debe girar en torno al hombre, en torno a su mente, a su vida, a
sus valores, a sus obras. Es el hombre, el centro. Y ese hombre es
sagrado: la «sacralidad de la persona humana». Pero,
¿cuándo el hombre, que nace en el pecado original, que vive una vida
para pecar, es sagrado? ¿Qué es lo sagrado para este hombre? ¿Cuál es el
concepto de lo divino, de la santidad, que tiene este hombre?
Juan
Pablo II resolvió el dilema de las economías en la doctrina social de
la Iglesia que exige una ley moral, una ley ética, una ley divina entre
los hombres.
Bergoglio anula a Juan Pablo II y pone el culto al hombre como solución de los problemas de los pueblos.
¿A
quién quieren seguir? Cada alma tiene que elegir en la Iglesia: el
usurpador, Bergoglio, o Cristo. No se pueden seguir a los dos. Quien
obedece a Bergoglio anula a Cristo. Quien obedece a cristo, combate a
Bergoglio y lucha por la Iglesia verdadera.
Pero, muchos católicos, no piensan en esto, no ven esto.
Bergoglio
es un hombre de cabeza hueca: no tiene, dentro de su mente humana, la
verdad. Nada más es leer este su discurso totalmente herético por los
cuatro costados.
¿Por qué obedecen a un hombre de cabeza hueca, de palabra barata, de corazón malvado en la Iglesia?
¿Por qué lo llaman Papa?
¿Por qué le dan publicidad?
¿Cuál
es su vida espiritual en la Iglesia? ¿Qué se creen que es la Iglesia?
¿La opinión de Bergoglio? ¿La Iglesia está en la mente de Bergoglio? ¿El
camino para salvarse en la Iglesia es aceptar la mente de Bergoglio?
¿Se está en comunión con la Iglesia porque se obedece la mente de
Bergoglio? ¿Cómo la comunión en la verdad puede surgir sometiendo el
entendimiento a la herejía de un hombre? ¿Es eso posible?¿La verdad nace
del disparate de Bergoglio? ¿La verdad se encuentra en las estupideces
que dice Bergoglio todos los días? ¿Qué es la verdad para muchos
católicos? ¿Es amar a Cristo en el Altar y después amar a un hereje como
Papa? ¿Se puede amar a Bergoglio como Papa y no odiar a Cristo como Rey
de la Iglesia?
Muchos
no saben responder a estas preguntas porque ya no les importa la verdad
en la Iglesia. Sólo van con la masa: con lo que dicen muchos, con lo
que opinan muchos. Y, ante un discurso blasfemo de un hombre sin
conocimiento de la verdad, siguen con la boca abierta, con la sorpresa
de haber encontrado al gran reformador de la Iglesia.
Si
ciega está toda la Jerarquía con respecto a Bergoglio, más ciega están
todos los católicos que se creen algo por tener a Bergoglio como Papa
verdadero, sabiendo que es un hereje contumaz.
Qué gran ignorante es Bergoglio y cómo lo ha demostrado en su discurso en la ONU!