sábado, 29 de noviembre de 2014

Pablo VI y Franco: Los verdaderos desencuentros

Pablo VI y Franco: Los verdaderos desencuentros




Los hechos que se relatan en el artículo titulado “Desencuentros Pablo VI – Franco”, publicado el 1/11/14 en la pág. 9 del nº 727 SP’, son muy anteriores y tienen muy poco que ver con las verdaderas raíces de ese distanciamiento existente entre el Papa Pablo VI y el General Franco.
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Estimo como dato sobresaliente de esa disyunción la sopesada en agosto de 1953, previa a la firma del Concordato, cuando el embajador de España en la Santa Sede, Fernando María Castiella, informó a Pío XII que de su Secretaría de Estado salía información con destino a la URSS de los nombres y destinos de los sacerdotes que el Papa enviaba a la “Iglesia del silencio”, y que eran allí ejecutados. Confidencia desvelada por el espía Jesús Galíndez Suárez, que acusaba al jesuita Alighiero Tondi, secretario particular de Montini, de “ese soplo” y de montar la red de curas comunistas para operar en Hispanoamérica (como el hebreo Antonio Hortelano). Y aunque no se pudo probar la implicación directa de Montini, es vox populi, que sí existió una firme sospecha que obligó a Pío XII a apartarle de la Secretaría de Estado nombrándole Arzobispo de Milán.

Trascurridos diez años, otro desencuentro en abril de 1963, cuando tras un juicio sumarísimo se condenó a muerte al comunista Julián Grimau, y el entonces arzobispo de Milán, Cardenal Montini, pidió a Franco conmutar la pena, a lo que éste no accedió; Grimau fue fusilado el 20 de abril 1963, a pesar del “No hemos sido escuchados”, que pronunciara quien sería elegido Papa dos meses más tarde, el 21 de Junio. Elección que fue un duro golpe para el General Franco y gran parte del pueblo español.

Dos décadas después, en 1974, Pablo VI, volvió a hacer gestiones para evitar la ejecución del anarquista catalán Salvador Puig Antich, pero Franco se negó a atender su llamada telefónica.

En 1965, con la excusa del Año Santo Compostelano, Pablo VI quiso peregrinar a España, pero el General Franco se lo impidió. Esta circunstancia está contenida en una carta personal que Montini, siendo ya Papa y a la clausura del Vaticano II, remitió al Franco. La carta fue publicitada en Brescia, localidad italiana donde nació Pablo VI, con motivo de un congreso sobre este pontífice que dirigió los destinos de la Iglesia católica entre 1963 y 1978. El papa Pablo VI vinculaba de algún modo su presencia en España a la renuncia, por parte del régimen español, del privilegio de la presentación de las candidaturas de obispos.

Aunque la renuncia no se llegó a formular personalmente, al margen de Concordato, entre 1965 y 1970, Pablo VI nombró más de 35 obispos auxiliares (¡y qué ejemplares!). En esta tarea participaron activamente el Nuncio Luigi Dadaglio (Nuncio entre 1967-1980) y su consejero Monseñor Dante Pasquinelli, “verosímilmente masónicos” según Ricardo de la Cierva. El Nuncio Antonio Riberi, aunque fue nombrado por Juan XXIII, era hombre de confianza del luego Pablo VI y con él comenzaron la renovación postconciliar del episcopado y las primeras jubilaciones de obispos; su brazo derecho en Madrid (1962-1965) fue Monseñor Benelli, luego Secretario de Estado asociado a negros rumores. Ese grandísimo disparate, entre otros, es el que iría arrastrado a España católica a la más brutal incredulidad y apostasía hoy reinante.

Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que Pablo VI presionó de tal forma a Franco, tras ser sancionada por el Vaticano II la libertad religiosa, que incluso envió al Cardenal Carasoli (masón desde el 1957, según la listas de la P2), para que, al amparo de dicha promulgación, se exigiese la supresión del artículo 2º de los Principios del Movimiento Nacional que decía: “La Nación Española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación”. Franco, obediente e hijo fiel de la Iglesia, lo eliminó el 10 de enero de 1967 y aprobó la libertad religiosa. Controversia que provocó limitaciones no solo a la Unidad Católica de España sino también a la Confesionalidad del Estado. Proceso que, a partir de entonces, dejó patente la secularización de 90.000 sacerdotes españoles y el vaciamiento de los seminarios diocesanos.

Por otra parte, no se entiende cómo se obligó a España a la renuncia del privilegio de la presentación de las candidaturas de obispos, en tanto que en Francia, en la región de Alsacia-Lorena, aún está vigente todavía el concordato napoleónico, en virtud del cual las autoridades republicanas mantienen el derecho de presentación sobre los obispos de dicha región.

Franco escribió una carta a Pablo VI el 29 de diciembre de 1972 en la que expresaba su preocupación por las actitudes políticas de una parte del clero e instaba al Papa a que hiciera lo posible por las buenas relaciones entre la Iglesia y el Estado. La respuesta de Pablo VI fue que “los indicios de subversión son más bien una admirable (muestra) de vitalidad espiritual del pueblo español” (ETA nació en un seminario, de Álvaro Baeza, pág. 12). De igual fuente (pág. 37) se desprende que Pablo VI previó la excomunión de varios miembros del Gobierno Español cuando el caso Añoveros (1974), así como en 1975, cuando los fusilamientos de etarras y miembros del FRAP, incluyendo en este caso al propio Franco y teniendo el Cardenal Tarancón en una mano el decreto firmado por el Papa, y en la otra los recibos que él y el Cardenal Bueno Monreal pagaban por el alquiler del despacho laboralista en Sevilla a Felipe González y Rafael Escudero (¡A saco! La cloaca española, De Álvaro Baeza, pág. 34).

Pablo VI, al igual que muchos hombres de Iglesia, se olvidaron de que Franco fue quien salvó la Iglesia en España. Y es que ya se sabe, de desagradecidos está el mundo lleno. No obstante, tengo entendido que Pablo VI se arrepintió de esos desencuentros y al final de su vida consideró, con toda humildad, que se había equivocado con Franco y con España. 

SÁNCHEZ FLORES, José Manuel.
“PABLO VI Y FRANCO, LOS VERDADEROS DESENCUENTROS".
En Siempre P´alante, 728 (2014) 10.