El asistencialismo y las herejías del obispo de Roma - Augusto TorchSon
Nuestro querido director
espiritual y mentor, Padre Emilio Parrado, solía insistir frecuentemente en sus
magistrales homilías que hasta para mendigar había que hacerlo con dignidad.
En una oportunidad mi
señora le comentó que le daba pena ver a los indigentes afuera del templo
(aunque muchas veces molestaban durante las Misas), y le preguntó sobre la
razón por la cual Dios no les daba la oportunidad de salir de ese estado. A lo
que el Padre Parrado le respondió con un tajante: “Porque no rezan”.
Como siempre le pasaba a
mucha gente que visitaba a este santo varón, les tomaba un tiempo entender
cabalmente el significado profundo de sus palabras, aunque estas fueran claras
y sencillas. Era el caso de mi señora y mío ya que teniendo el sentido común
bastante maltratado, requeríamos además del tiempo y reflección, instrucción para
poder interpretar adecuadamente lo que nos decía.
Este sacerdote ejemplar
pasaba más de 8 horas diarias confesando. Así, en su columna donde esperaba a
los penitentes, se produjeron inmensas conversiones (incluyendo la mía), tanto
de católicos renegados de su fe, como de judíos, musulmanes y hasta recuperando
fieles de los protestantes.
En una de sus siestas
esperando a quienes iban a confesarse, fui a visitarlo y comentándome sus viejas
anécdotas, se refirió a la época en la que les daba el desayuno y merienda a
los indigentes de la zona. Me explicó cómo consiguió “sponsores” que
contribuyeran para poder alimentar a
estas personas y de cómo los comensales fueron creciendo en número. Sin
embargo, ninguna de estas personas asistían a Misa ni querían recibir
catequesis, por lo que ante tal requerimiento del Padre a esta gente, las
mismas dejaron de ir a recibir sus gratuitos beneficios ya que, evidentemente
la contraprestación le parecía excesiva. Esta era, agradecer a Dios.
En dicha oportunidad me
dijo que la Iglesia
hace 50 años que se venía equivocando haciendo asistencialismo y regalando sus
bienes en vez de evangelizar, reconociendo que hasta él había caído en el
engaño de tan falaz forma de “cristianizar” de acuerdo al relato que acababa de
contarme.
Estos últimos tiempos
podemos observar como el error del humanismo desprovisto de la prédica
evangélica, se está llevado hasta el paroxismo en la Iglesia de la “cultura del encuentro”. Encuentro sin
Cristo, ya que su promotor, el obispo de Roma Jorge Mario
Bergoglio, les recomienda a los musulmanes seguir rezando el Corán, a los
judíos les dice que la
Antigua Alianza sigue vigente, con lo que no obviamente no
requieren ninguna conversión, a los protestantes que no somos católicos ni
luteranos sino simplemente cristianos y las diferencias están puestas en
doctrinas humanas, y a los ateos que sólo necesitan actuar bien para llegar al
cielo. De hecho resultan lógicas sus palabras en su audiencia general de ayer
cuando dijo: “Es muy bonito pensar esto, pensar en el Cielo. Y todos nos
encontraremos allí. Todos, todos... Allí, todos” (http://www.romereports.com/pg159257-francisco-en-la-audiencia-general-oetodos-nos-encontraremos-en-el-cielo-todos-es).
En ésta, su última
herejía, tal vez se resuman todas las anteriores y las que pudiera
pronunciar en el futuro, ya que con la misma hace completamente innecesaria la
vida Sacramental, la práctica de las virtudes, tanto teologales como
cardinales, y la existencia misma de la Santa Iglesia Católica, ya que
no sería ésta necesaria para salvarnos a pesar del dogma de “Extra
ecclesiam nullas sallus”, ya que “todos nos encontraremos allí”
Puedo entender que cueste
a los fieles católicos reconocer en la figura de un Papa a un enemigo de Dios,
pero las obras y palabras de Jorge Mario Bergoglio no dejan lugar a dudas el
desprecio que siente por el Magisterio eclesiástico y por la Santa Tradición de
la Iglesia. Pero
no podemos dejar de considerar que hay culpa, aunque sea por negligencia en el
conocimiento de las verdades básicas y esenciales de nuestra fe, en quienes no
advierten las herejías de ésta persona, y su apoyo a conductas que constituyen
pecados mortales y fueron condenadas en las Sagradas Escrituras y no por
preceptos “meramente humanos” como nos
quiere hacer creer. El inmenso peligro de un “papa” que no sólo justifica el pecado, sino que lo promueve.
Pero lo cierto es que lo
que vislumbraba nuestro muy querido Padre Parrado, hoy, la Iglesia se está
transformando en la institución filantrópica que propone Bergoglio, en donde
como dijo en la Unión Europea:
“ha llegado la hora de construir juntos la Europa que no gire en torno
a la economía, sino a la sacralidad
de la persona humana”, o sea, la divinización del hombre. Y
así, olvidando la misión del Pontífice, del Pastor de pastores de ser el
principal transmisor y defensor de la Fe; sólo dedica su prédica a la
promoción del asistencialismo y solidaridad para con los pobres, los
inmigrantes, desempleados, los sin techo, los sin tierra y
demás desposeídos del sistema democrático que por otro lado dice
promover, pero
nunca hablando como Papa o como religioso, sino como político o
asistente social, a pesar de repetir en
varias oportunidades que la
Iglesia no es una ONG.
Así con respecto a los
pecadores, nunca hace un llamado a la conversión abandonando los hábitos que los
alejan de Dios, sino que pretende acogerlos sin exigirle contraprestación a
cambio. Esto sería como ya dijimos, el agradecimiento a Dios viviendo en su Gracia.
Y en esta nueva orientación
antropocentrista de la fe que comenzó a institucionalizarse con el Concilio
Vaticano II, se busca la dignidad social de las personas, más no la más
importante, la de Hijos de Dios, hijos adoptivos por el bautismo, que se
mantienen en tal estado en la medida en la que vivan en la Gracia para no romper la
amistad con el Creador. Y probablemente el quid de la cuestión radique en la
conciencia de lo que implica esa dignidad y de quien nos viene. En ese sentido
el gran padre Parrado repetía casi en cada homilía: “Omnia
per ipsum facta sunt,et sine ipso factum est nihil quod factum est” (Todas las cosas fueron hechas por Él, y nada
de lo que fue hecho, se hizo sin Él). Y en esa convicción, reconociendo en
Dios sus atributos de Infinitud, Soberanía sobre todas las cosas que creó y
Fidelidad que se manifiesta en la seguridad que sus promesas se cumplirán, no
podemos, bajo pretexto de obediencia a una autoridad humana, desobedecer al
Alfa y Omega, al inmutable, para aggiornarlo a los nuevos tiempos dejando de
escucharlo a Él, para escuchar al mundo. Esto a pesar de las palabras del
Obispo de Roma cuando dijo: ““Porque si la Iglesia no escucha al
mundo, el mundo no escuchará a la
Iglesia”. (Ciudad
del Vaticano, 7 octubre 2014 http://www.news.va/es/news/segunda-congregacion-general)
Lo que queda
claro es que todos los que cayeron en esta situación de contemporización con el
mundo en la Iglesia,
aún desobedeciendo a los mandatos divinos, llegaron a esa situación “Porque no rezan”.
Aprovechemos entonces de
esa poderosa herramienta que Dios nos regaló, y pidamos la fortaleza para
alcanzar la Perseverancia
Final.
Augusto
TorchSon
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista