LAS IMÁGENES Y LOS SÍMBOLOS
por Carlos Berro Madero
carlosberro24@gmail.com
Decía Nietszche que con las imágenes y los símbolos se persuade, PERO NO SE DEMUESTRA. Por ello, al estudiar la realidad política debe suscitarse sobre ellos una fría desconfianza, como la manera más segura de arribar a ciertas certezas. Ni Massa, ni Scioli, ni Cristina parecen haberse apercibido de este principio, con lo cual se están convirtiendo, con sus pancartas y peroratas lanzadas al aire cual satélites espaciales, en personas que el filósofo solía definir como de “carácter dudoso”.
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Esto podría precipitar su pérdida de peso específico a medida que transcurra el tiempo y no consigan demostrar que estamos esperando que digan CONCRETAMENTE cómo solucionarán los problemas actuales de la sociedad y no para “relatarlos”, habida cuenta que muchos de ellos son consecuencia de sus gestiones. La sociedad transita una etapa de hartazgo silencioso y comienza a condenar la actitud de quienes creen, como ellos, que no hay nada que perdonarles porque nada han hecho mal, mientras se comportan como “aterrizados” de última hora a un aeropuerto, adoptando un aire solemne con el que tratan de comunicarnos que “están a cargo” (nadie sabe bien de qué cosa en particular). Comienza a percibirse al mismo tiempo, que entre la gente otrora adicta a las promesas jamás cumplidas, hay muchos que comienzan a abjurar de sus preferencias por el neo peronismo, iniciando una etapa de “reconocimiento” interior acerca de los lazos que les han retenido hasta hoy en las cercanías del movimiento ebrio de poder creado en los 40 por el General Perón, que inauguró en nuestro país lo que Horacio O´Donnell definió magistralmente como “democracia delegada” (en una persona). La consecuencia está a la vista: muchísima gente se interroga hoy a sí misma “por qué” y “hasta cuando”. Más allá de virtudes, defectos y preferencias personales, los únicos candidatos con imagen pública consolidada que parecen haber entendido esto son Mauricio Macri y Elisa Carrió. En el caso de la diputada de UNEN, conspira contra ella, lamentablemente, su inestabilidad emocional, su narcisismo y una extraña vocación para destruir todo a su paso como un elefante en medio de un bazar, sin acertar con el camino apropiado para “ordenar” una táctica política eficaz. Macri, por su parte, deja que las aguas corran y se serenen. Y mientras tanto, hace. Bien o mal. A veces recitando con aire “ausente” su discurso sobre una tercera vía -definida con alguna ambigüedad-, pero demostrando haber comprendido cuáles son las necesidades de una gran mayoría de personas que están sumergidas. La Capital Federal es un mudo testigo de muchos de sus logros. Sus ideas políticas podrían resumirse en una frase del Mariscal Ferdinand Foch, gran héroe francés de la Primera Guerra Mundial: “Es preferible pecar por ejecutivo que por ineficaz. Es en el balance de los errores y los aciertos que se juzga el valor de una gestión, y no en la falta de errores de quien no fue capaz de tener aciertos”. Cuando las imágenes de la realidad están fundidas con la necesidad de asegurarse un buen plato de comida que llegue a la mesa regularmente, las imágenes y los símbolos pasan a ser redundantes y hasta ridículos, mientras crece el sentimiento espontáneo de liberación de las cadenas con las que mucha gente siente que ha sido “atada” sin ser oída. No hay duda alguna que el año 2015 será apasionante en materia de novedades políticas impredecibles y más de uno corre el riesgo de llevarse el gran “chasco” de su vida. Es casi seguro que las elecciones de octubre definan el rumbo no solo de los siguientes cuatro años, si no también de los próximos veinte, para un país que está virtualmente quebrado en términos cuantitativos. La carrera hacia ellas ha comenzado y el deterioro económico y la inhabilidad del kirchnerismo aparece más visible cada día, a pesar de que intenta hacernos creer que las cosas “no están tan mal” (sic) y debe afrontar “por necesidad” (¿) una economía que “no es la que más nos gusta” (diputada Di Tullio dixit). Mientras tanto, los carteles publicitarios que esconden obras públicas sin terminar después de triplicar sus presupuestos y lapsos de ejecución originales o, a menudo, sin siquiera iniciarse, que solo consiguen evidenciar que el asunto parece consistir para ellos en sumergirse en duelos retóricos permanentes con sus rivales políticos. Todo lleva a que les digamos parodiando una vez más a Beatriz Sarlo: “así no, muchachos”.
Publicado por Lic. Scolaro
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