Los “doce apóstoles” de Francisco
El Papa aboga por un gobierno sinodal, y quiere evitar que Roma sea una “Corte” de obispos.
El Gobierno del Vaticano girará en torno a un “Consejo de Ministros”,
formado por una docena de personas, responsables de los nuevos
dicasterios que conformarán la Curia Romana, según el proyecto de
reforma que el Papa Francisco presentará este lunes a los miembros de la
Curia. Al frente de dicho “consejo de ministros”, pues así se denomina
expresamente en el documento, al que ha tenido acceso en exclusiva RD,
estarán los “doce apóstoles de Francisco”, que culmina una reordenación
histórica en el devenir de la Iglesia católica. Con un gobierno
colegiado como no se recuerda en torno a la barca de Pedro.
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El proyecto tiene algunos puntos sumamente novedosos, e incluye la
práctica desaparición de los Pontificios Consejos, que se integrarán en
las 12 nuevas “congregaciones” (no se conoce si el término seguirá
siendo éste, o directamente se hablará de “Ministerios”): las nueve
actuales (Doctrina de la Fe, Culto Divino, Causas de los Santos,
Iglesias Orientales, Evangelización de los Pueblos, Clero, Institutos de
Vida Consagrada, Educación Católica y Obispos), a las que habrá que
sumar la de Laicos y Familia; Caridad y Justicia (que reunirá las
funciones de los consejos pontificios Justicia y Paz, Cor Unum,
Migrantes y Pastoral de Salud) y un “ministerio de Comunicación”, que
sólo se creará cuando concluya el estudio encargado a Lord Patten.
Con todas las salvedades respecto a los estados democráticos, en el
Vaticano también habrá una mayor separación entre poder legislativo y
judicial, manteniendo los Tribunales de la Signatura Apostólica una
mayor independencia, aunque los delitos graves (como en el caso de la
pederastia) seguirán dependiendo de Doctrina de la Fe.
Como en todo gobierno, además del Jefe de Estado (Papa Francisco), el
Secretario de Estado se convertiría en una suerte de canciller (asuntos
exteriores) que también ejercería el papel de “primer ministro”.
La reforma de la Curia permitirá, también, reducir hasta el extremo
la presencia de obispos y cardenales, dejando libres, casi de inmediato,
hasta una quincena de puestos “cardenalicios”, que permitiría
“internacionalizar” en breve el Colegio cardenalicio.
El Papa quiere evitar que la Santa Sede se convierta en una
“conferencia episcopal” con medio centenar de prelados trabajando -y
murmurando-, lo que, como veremos a continuación, es definido como un
peligro de “autorreferencialidad” y de “carrerismo” intraeclesial, que
se quiere erradicar.
Los “principios inspiradores” en la reforma de la Curia Romana,
apunta el documento, inciden en que el organismo vaticano debe “ayudar
al Papa en el gobierno cotidiano de la Iglesia”, y debe ser “instrumento
de la unidad de toda la Iglesia”, respetando, empero, “la potestad de
los obispos diocesanos y la justa autonomía de las Iglesias
particulares”.
“Parece necesaria una racionalización de los organismos de la Curia”,
subraya el documento, que incide en que ningún dicasterio “debe
atribuirse la competencia de otro”, como puede suceder en la actualidad.
El texto, que este lunes será explicado a los miembros de la Curia
romana, apunta que “es necesaria una simplificación significativa de la
Curia”. Por ello, se decide “la fusión de los Pontificios Consejos
siguiendo materias de competencia”, así como la “simplificación interna
de los dicasterios”, o una “eventual reducción o supresión” de Consejos o
dicasterios.
El primer organismo en ser modificado es la Secretaría de Estado, que
pasaría a ser una suerte de “órgano de coordinación de los
dicasterios”. El secretario de Estado, como “primer colaborador del
Santo Padre”, debe fomentar “periódicas y frecuentes reuniones con los
jefes de los dicasterios, el Consistorio ordinario o el Consejo de la
Secretaría Permanente del Sínodo”. El número dos vaticano podrá además,
ejercer labor de coordinación, activando “comisiones mixtas” en caso de
conflicto entre “ministerios” vaticanos.
“El trabajo de la Curia debe ser sinodal”, afirma el documento, que
consagra la necesidad de “hacer habituales las reuniones de los jefes de
Dicasterio, presididas por el Romano Pontífice”, en una suerte de
“Consejo de Ministros” (el texto utiliza esta expresión) de la Iglesia
romana. “La reducción significativa del número de dicasterios permitirá
encuentros más frecuentes y sistemáticos de cada prefecto con el Papa”
dado que no serán “un grupo excesivamente numeroso”.
La “sinodalidad” también “debe ser utilizada en el interior de cada
dicasterio”, dando “particular relevancia y frecuencia” a las sesiones
ordinarias, con una mayor participación de los miembros”. No obstante,
el documento anima a “evitar la fragmentación y la multiplicación de
sectores especializados, que pueden tender a la autorreferencialidad”.
“El empeño de todo el personal de la Curia debe esta animado por una
espiritualidad de servicio y de comunión: se trata de crear estructuras
que eliminen el carrerismo”. La nómina de colaboradores seguirá
“criterios eclesiales”, y en ellos formarán parte laicos, sacerdotes y
religiosos “de probada vida cristiana”. Y no tanto obispos, pues “un
modo de evitar el peligro del carrerismo” es el de conseguir que los
oficiales de dicasterios no ejerzan su autoridad “porque sean obispos,
sino por la autoridad concedida por el Santo Padre”.
“Deberá procurarse un acceso a un número mayor de laicos,
especialmente en algunos dicasterios en los que puedan ser más
competentes que los clérigos o religiosos”, como sucede (tal y como
anunció ayer RD) con el macrodicasterio de Laicos y Familia.