Ganarles en primera vuelta
Hay
cientos, tal vez miles de facturas para pasarle al kirchnerismo acumuladas tras
una década de ejercicio discrecional y abusivo del poder. Desde la destrucción
del sector agropecuario a las devaluaciones seriales de las que son
responsables porque no han depreciado sólo la moneda sino también la justicia,
el patrimonio histórico, los valores compartidos o sea el pasado y con ello, el
futuro.
Pero hay que reconocer que, con independencia de esta circunstancia, la
incompetencia de los opositores es exclusiva responsabilidad de cada uno de ellos,
que no hacen sino colaborar con el éxito de la carrera kirchnerista hacia el
abismo. Porque en materia de decisión y de acción, los K corren solos. Al
resto, nos arrastran o nos empujan, depende dónde estemos parados.
Los
devaneos de los opositores al gobierno no les hacen ni cosquillas. Hasta tal
punto no temen a nadie que tienen la deferencia de advertirnos, con un año de
anticipación, que las próximas elecciones las ganarán en primera vuelta. Y como
que el resto siga “papanateando”, no es loco pensar que estén en lo cierto.
Dicho esto y advertido que quienes hablan del "fin de ciclo K" no pueden más de necios, de miopes, de tontos o de cómplices, urge encontrar una salida a tamaña catástrofe. A menos que estemos dispuestos a más La Cámpora, más cepo, más inseguridad, más miseria, más Boudou, más narcotráfico, más Gils Carbó y más impunidad. Si tenemos claro que esa no es nuestra opción y dicen ser muchos los que no podrían tolerar otro período kirchnerista, es el tiempo de razonar y tomar decisiones correctas. Las necesarias sobre las preferidas. Porque la Argentina está acostumbrada a hacer lo que quiere más que lo que debe, un tic que se nos incorporó como consecuencia de la laxitud de las normas. Cuando comprobamos que ignorar la ley en muchísimos casos no trae consecuencias, optamos por ese camino. Y también cebados por la propia clase dirigente que viene dando el ejemplo de lo bien que le va aún hasta coqueteando con el delito.
Dicho esto y advertido que quienes hablan del "fin de ciclo K" no pueden más de necios, de miopes, de tontos o de cómplices, urge encontrar una salida a tamaña catástrofe. A menos que estemos dispuestos a más La Cámpora, más cepo, más inseguridad, más miseria, más Boudou, más narcotráfico, más Gils Carbó y más impunidad. Si tenemos claro que esa no es nuestra opción y dicen ser muchos los que no podrían tolerar otro período kirchnerista, es el tiempo de razonar y tomar decisiones correctas. Las necesarias sobre las preferidas. Porque la Argentina está acostumbrada a hacer lo que quiere más que lo que debe, un tic que se nos incorporó como consecuencia de la laxitud de las normas. Cuando comprobamos que ignorar la ley en muchísimos casos no trae consecuencias, optamos por ese camino. Y también cebados por la propia clase dirigente que viene dando el ejemplo de lo bien que le va aún hasta coqueteando con el delito.
Nos
hemos dejado estar tanto como sociedad que ahora deberemos saltear muchos
debates. El enfermo atraviesa un estado crítico. No es momento de practicarle
un lifting porque la estética pasó a segundo plano.. Hay que combatir la
enfermedad terminal que lo aqueja. Ahora o nunca. Hay poco tiempo y menos
opciones así que no cabe errar ni el diagnóstico ni la cirugía. Hay que elegir
el cirujano y, aunque los familiares suspiran por Favaloro, Favaloro no está.
Para
aventar definitivamente la sombra del kirchnerismo hay que ganarle en primera
vuelta. Antes de eso, la ciudadanía tiene las PASO y ahí podrá elegir a su
preferido. Pero tiene que saber que el resultado de ese primer testeo será
crucial y tras ese experimento todo individuo responsable debería votar al que
resultare primero de la gama no kirchnerista. Sin dudarlo. Si todos los que no
votaron al candidato oficial empujan en la misma dirección, se podrá despejar
el horizonte y la última década se convertirá en un mal recuerdo aunque, por
supuesto, con muchas consecuencias que padeceremos por años.
Esa convergencia, sin embargo y a pesar del riesgo latente que debería impulsarla, no va a ser fácil porque los dirigentes están tan empacados como los votantes. Tampoco se entiende muy bien por qué dado que en las actuales opciones nadie se siente del todo cómodo y representado, y siempre existe una pata que disgusta. Los que votan (o votaban) UNEN por Carrió, detestan a Pino. Muchos radicales no simpatizan con Macri y los del PRO miran con recelo el ala izquierdista del espacio FA-UNEN. El socialismo no parece entusiasmado con ningún acercamiento nuevo y los más aliancistas ven con horror que, cuando incorporan por un lado, pierden por el otro, lo que les termina dando una cuenta de suma cero, encrucijada que sólo se resuelve entendiendo que cualquier candidato será menos malo que la continuidad.
Esa convergencia, sin embargo y a pesar del riesgo latente que debería impulsarla, no va a ser fácil porque los dirigentes están tan empacados como los votantes. Tampoco se entiende muy bien por qué dado que en las actuales opciones nadie se siente del todo cómodo y representado, y siempre existe una pata que disgusta. Los que votan (o votaban) UNEN por Carrió, detestan a Pino. Muchos radicales no simpatizan con Macri y los del PRO miran con recelo el ala izquierdista del espacio FA-UNEN. El socialismo no parece entusiasmado con ningún acercamiento nuevo y los más aliancistas ven con horror que, cuando incorporan por un lado, pierden por el otro, lo que les termina dando una cuenta de suma cero, encrucijada que sólo se resuelve entendiendo que cualquier candidato será menos malo que la continuidad.
La letanía que
se ha puesto de moda entre la oposición es la de “basta de peronismo”. Ese numéricamente
importante lote de ciudadanos suele inclinarse por el PRO, como si Mauricio
Macri no hubiese desembarcado en la ciudad de Buenos Aires con el apoyo y la
estructura de un amplio sector del PJ Capital. Desde Carlos Grosso, pasando por
el ex funcionario K Juan Pablo Schiavi a Miguel Angel Toma y muchos otros
peronistas pusieron su granito de arena en aquel armado. Diego Santilli nunca
dejó de reivindicar que su corazón late al compás de la marcha peronista y
hasta no hace mucho tiempo, Cristian Ritondo seguía afiliado al partido de sus
amores. Tanto es su reconocimiento al fundador del movimiento que nuestra ciudad
capital tendrá la primera estatua del General Perón gracias a sus gestiones.
La gran ganadora
de estas rencillas es sin dudas, la izquierda más radicalizada que, colgada de
la alianza opositora de turno, viene acopiando escaños que sola no hubiese ni
soñado con ocupar. Aún así, ejerce su poder de veto a acuerdos y, sin querer o
queriendo, le hace el juego al oficialismo.
Otros
rechazan el espacio de Sergio Massa por las huestes ex kirchneristas que lo
pueblan; algunos lo hacen de buena fe y otros con algo de pose, porque parecen
molestarles más los ex K del Frente Renovador que los que recalan en el PRO,
como la ex ministra Graciela Ocaña o el abogado Pablo Lanusse.