Adviento: recogimiento, discreta compunción y esperanza
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Rescatando las tradiciones del adviento
Con
el comienzo del Adviento, se inicia ese período del año litúrgico que
consta de las cuatro semanas que preceden a la Navidad. Este tiempo
constituía para la Cristiandad una parte del año especialmente dedicada
al recogimiento, a una discreta compunción y a la esperanza palpitante
del gran júbilo que el nacimiento del Mesías traerá. Todos se preparaban
así para acoger al Niño Dios, que en el virginal sagrario materno, se
acercaba cada día más del bendito momento en que iniciaría su
convivencia salvífica con los hombres.
En esa atmósfera densa y vivamente religiosa, la tónica se iba
gradualmente modificando. A medida que nos acercábamos a la noche entre
todas sagrada, la compunción iba cediendo lugar a la alegría. Hasta el
momento en que, en las pompas festivas de las celebraciones litúrgicas
navideñas, las familias, los pueblos, las naciones se sentían ungidas
por el júbilo sacral descendido desde lo más alto de los Cielos, y en
cada ciudad, en cada hogar, en el interior de cada alma se difundía como
un bálsamo de aroma celestial, la impresión de que el Príncipe de Paz,
el Dios Fuerte, el León de Judá, el Emmanuel, una vez más acababa de
nacer. Aquello que tan bien expresa el villancico “Stille Nacht, Heilige
Nacht”
De toda esta preparación, ¿qué quedó? ¿Quién piensa en el Adviento,
salvo una minoría ínfima? Y dentro de esa pequeña minoría, ¿cuántos lo
hacen bajo la influencia de la teología católica verdadera y
tradicional, y no de las teologías ambiguas y desvariadas que sacuden
hoy en día, como si fuesen convulsiones febriles, el mundo cristiano?
Pero dejemos esta minoría, y pensemos en las multitudes que se agitan
en las grandes ciudades. Para ellas, el Adviento pura y simplemente no
se recuerda. Las prisas de la vida cotidiana continúan, agravadas por la
perspectiva de tener gastos que enfrentar, regalos que enviar, visitas
para hacer y fiestas para organizar. En resumen, todo el mundo se va
aproximando a la Navidad, no como de una fecha para la que uno camina
con esperanza, sino como a un día afanoso, dispendioso, y bajo algunos
aspectos, incluso complicado, que se tendrá la alegría de “dejar atrás”.
Levantemos sin embargo nuestros corazones, quizá también un poco
entumecidos, para rescatar algo del auténtico espíritu de preparación
para la Navidad. Conozcamos algo más sobre alguna de las tradiciones más
importantes en este tiempo. (1)
Quiere la tradición que se monte una corona de ramas de pino, o
similar, adornada con flores, frutas, bolas, cintas y -lo más
importante- cuatro velas.
Esta “Corona de Adviento” (Adviento significa “venida” o ” llegada”),
fue instituida por el Papa San Gregorio I el Grande, con el fin de
preparar a los fieles para la venida de Cristo, cuatro domingos antes de
Navidad.
La corona está formada por diversos símbolos:
La forma circular de la corona: El círculo no tiene principio
ni fin. Es señal del amor de Dios, que es eterno, sin principio ni fin.
También, representa nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca debe de
terminar.
Las ramas verdes: Verde es el color de esperanza y vida. Dios
quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria
eterna al final de nuestras vidas. El anhelo más importante en nuestras
vidas debe ser llegar a una unión más estrecha con Dios, nuestro Padre.
Las cuatro velas: Simbolizan la obscuridad provocada por el
pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera
caída del hombre, Dios fue dando, poco a poco, una esperanza de
salvación que iluminó todo el universo como las velas la corona. Así
como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, los siglos
se han ido iluminando con la cada vez más cercana llegada de Cristo a
nuestro mundo.
Son cuatro velas las que se ponen en la corona. Se encienden de una
en una, durante los cuatro domingos de Adviento, al hacer la oración en
familia. Se acostumbra usar diferentes colores: una morada, una roja,
una rosa y una blanca. Hay quienes acostumbran poner tres velas moradas y
una rosa o blanca. Se encienden primero las moradas que nos recuerdan
que es tiempo de penitencia, de conversión. La blanca o rosa significa
la alegría de la llegada de Jesucristo.
Las manzanas rojas que adornan la corona: Representan el fruto
del jardín del Edén con el que Adán y Eva trajeron el pecado al mundo.
Pero, también trajeron también la promesa del más grande Salvador.
El listón rojo: Representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve.
Algo que no debes olvidar
Debemos vivir las tradiciones y costumbres navideñas con su
significado interior y no sólo el exterior para preparar nuestro corazón
para el nacimiento de Jesús.
La Corona de Adviento: nos prepara durante los cuatro domingos que anteceden la Noche Buena. (2)
(1) Extraído y adaptado de No “crepúsculo” do Sol de Justiça por Plinio Corrêa de Oliveira, in Folha de S. Paulo, 1 de enero de 1979
(2) Extraído y adaptado de La Navidad y sus Tradiciones – Tere Fernández, in catholic.net