El Chavo era de derecha –
Por Nicolás Márquez
Con
motivo y ocasión del deceso del célebre escritor, dramaturgo y actor
Roberto Gómez Bolaño (mundialmente conocido como “Chespirito), se
advertieron en las redes sociales un sinfín de comentarios, mensajes y
posteos de foristas acongojados con la noticia, pero también hubo
quienes intentando intelectualizar la obra del difunto, cargaron tintas
contra su exitosa tira “El Chavo del 8” alegando que la misma era un
alarde de la pobreza (es decir del pobrismo como virtud) y que por
añadidura la riqueza y el éxito eran vistas como algo malo u hostil y
entonces la saga mantendría directa o indirectamente un mensaje
subliminal de tinte psicobolche o populista funcional a esa mentalidad
latinoamericanista tan poco propensa al progreso.
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Ante lo expuesto en diferentes foros no tuve menos que reaccionar
señalando lo que considero un grave error de interpretación, puesto que
dejando a un lado que el propio Robero Gomez Bolaños en su vida personal
fue un activo hombre vinculado a los círculos derechistas de México, en
lo específicamente artístico y puntualizando en el Chavo, vale agregar
que éste era un niño pobre y triste, y por ende su desdicha material y
afectiva no era presentada como meca sino como desgracia. Asimismo,
jamás se inducía que su desdichada situación era consecuencia de la
riqueza de otros sino todo lo contrario. Los ricos de la comedia (el Sr.
Barriga y su hijo Ñoño) siempre fueron presentados como solidarios, se
relacionaban con total respeto respecto a los que vivían en la vecindad y
en modo alguno había desprecio mutuo por pertenecer a distintas clases
sociales, sino que al contrario, el Sr. Barriga siempre era mostrado
como un hombre justo y educado al que encima sus inquilinos lo
“bicicleteaban” sine die porque rara vez este cobraba la renta.
El profesor Jirafales, otro de los personajes que provendría de una
clase social superior a la de los habitantes de la vecindad, a pesar de
su formalismo y algunas rabietas, nunca fue mostrado como un hombre
altanero sino como un profesor de la época con una infinita paciencia
ante los ignaros a los que debía educar y siempre era visto como una
autoridad respetable y nunca se promovió desde la tira el igualitarismo
ni tampoco se hacía la apología de la envidia ni del odio al que era
superior cultural o materialmente.
El único niño envidioso y de malos sentimientos de la saga era Quico,
que no era un “niño bien” sino que representaba a una criatura sin
padre, cuya madre (Doña Florinda) era una dama venida a menos que no
tenía mayor remedio que vivir en ese ambiente hostil.
En suma, se trababa de una convivencia de las distintas clases
sociales en donde el más villano e indeseable de todos fue Don Ramón,
quien justamente era un vago y un vividor. De vez en cuando aparecía
otro personaje que se llamaba “Sr. Hurtado” que era un ladrón que al
final se arrepentía y cuyos hurtos despertaban la furiosa indignación de
toda la vecindad, lo cual confirma el ahínco de la tira en defender el
derecho de propiedad y condenar el robo aun en la marginalidad y la
pobreza.
El Chavo fue y es una obra inmortal que reflejaba una vida de
austeridad de los años 60 o 70 en una sociedad conservadora en donde
siempre estaban vigentes el valor de la amistad, la solidaridad y la
convivencia en armonía de las clases sociales sin envidias ni promoción
de rencores. No veo había en la saga nada de procaz ni de subversivo y
jamás se fomentaban ideas disolventes que atentaran contra los sanos
principios de la civilización y de la tradición occidental.
La obra era un simple retrato de un conventillo imaginario dentro del
marco de un humor sano que jamás presentaba la pobreza como virtud sino
como desgracia que les había tocado.
Si se pretende buscarle al Chavo un contenido ideológico, no dudamos
en catalogarlo como derechista y desde estas líneas lamentamos la muerte
de quien tanto nos acompañara desde la infancia pero a la vez
celebramos que el autor de tan entrañables personajes haya sido
despedido con tanto cariño en tantos países del mundo.