Nunca deje de dar un buen consejo
Nunca
deje de dar un buen consejo. La mayor parte de las veces, su loable
acción le traerá frutos amargos: indiferencia, antipatía o incluso
rebelión.
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Pues, en general, los consejos auténticamente buenos no son
fáciles de seguir. Y la persona mediocre, a quien se muestra como única
solución para el problema que le aflige un deber arduo a cumplir, o un
esfuerzo penoso a realizar, se siente agredida.
Ahora según la Sagrada Escritura, el número de los necios es
infinito. Y la mediocridad rebelada contra la grandeza del deber o de la
lucha, no es sino una forma de necedad…
Entre tanto, en las pocas ocasiones en que el buen consejo es
atendido, de él pueden brotar tales manantiales de agua viva que, a
pesar de todo, es compensatoria la fidelidad al duro hábito de de dar
buenos consejos.