jueves, 11 de junio de 2015

Ecosofía (2)


Ecosofía (2)





III.— ¿Una nueva moral? ¿Un nuevo derecho natural?
Esta reflexión, desde un ángulo iusfilosófico conduce al profesor de Derecho Ambiental de la Universidad de Limoges, Michel Prieur, a considerar que la ecología constituye una nueva moral y a proponer un nuevo concepto del derecho natural. El profesor francés señala que vamos todos a un suicidio colectivo y que la supervivencia del hombre impone el discutir sobre su lugar en el universo. Y la ecología obliga a formular nuevas respuestas. "En el plano moral constituye una nueva moral. . . es un movimiento de naturaleza ética, interviniendo en el doble campo del conocimiento y de la acción. Estudia el determinismo científico y técnico que condiciona el desarrollo de las sociedades modernas y plantea las relaciones entre la naturaleza y la sociedad. Debe meditar sobre las nociones de felicidad y libertad, disociando la felicidad de la abundancia; la felicidad no está en la abundancia. Asociando la libertad y la autonomía; la libertad reside en la autonomía de acción, en pequeñas estructuras, gracias a la autogestión" (2).El conocimiento y la acción, el determinismo, la ciencia y la técnica, la naturaleza y la sociedad, la felicidad y la libertad, la felicidad y la abundancia, la libertad y la autonomía, no encontramos ninguna temática ajena a la moral clásica, nada que justifique hablar de una nueva moral.


Según Prieur esta nueva moral "en el comportamiento cotidiano puede dar origen a un nuevo derecho natural, limitando seriamente los derechos individuales y los de los Estados. Pues no hay un derecho natural a exterminar una forma de vida, contaminando el aire, el suelo y el agua por un simple uso del derecho de ocupación o del derecho de propiedad. De otro modo parece que hay otro derecho natural, que es el derecho a la existencia a la vez del hombre, de los animales y vegetales. Esta concepción obliga a abandonar la visión clásica y antropocéntrica del hombre en provecho de otro tipo de relación, introduciendo la interdependencia del hombre con los vegetales y los animales" (3).

Este texto merece varias consideraciones. En primer lugar, el profesor francés parece desconocer el derecho natural clásico, según el cual el sentido más importante del término es el derecho como lo justo y no el derecho subjetivo y según el cual lo que le corresponde a cada uno se determina en un orden concreto con referencia al bien común. En este contexto, muy distinto al subjetivista que con seguridad Prieur tiene en mente, es imposible que existan "derechos" al exterminio o a la contaminación. En segundo lugar, no existe un derecho natural común a hombres, animales y vegetales, pues el derecho es un fenómeno exclusivamente humano, ya que sólo los hombres tienen inteligencia para conocer las normas jurídicas y voluntad libre para ser responsables de su comportamiento ante las mismas. En otros lugares nos hemos ocupado del tema (4) , por lo que aquí sólo acotaremos que en este caso el "nuevo derecho natural" es una regresión al estoicismo de Séneca, la metempsicosis de Pitágoras y la palinginesia de Empédocles, todo bien antiguo, a los procesos medievales contra los insectos destructores o al derecho puro de Picard, pintoresco pero hoy obsoleto, como teoría del derecho. En tercer lugar, cabe aclarar que la visión clásica del derecho es antropológica y no antropocéntrica, antropológica porque "por causa del hombre existe el derecho" en palabras de Hermegeniano, pero teocéntrica porque su líltimo fundamento es Dios, la Ley eterna.

IV.— La degradación de la morada física del hombre.

Respecto al envilecimiento de la naturaleza física, tantas veces explotada o destruida en vez de cultivada, el teólogo ortodoxo ruso Bulgakoff habla de la "vampirización" de la naturaleza, resultado de un quehacer humano que altera los cuatro elementos fundamentales: el agua, el aire, la tierra y el fuego.

Los habitantes de Buenos Aires y sus alrededores sabemos por algunas experiencias cotidianas que el teólogo ruso tiene razón. ¡El agua! Empezamos con la contaminación del Riachuelo, continuamos con la destrucción del Tigre, de nuestras riberas más cercanas y acabamos sin poder bañarnos en el río más ancho del mundo. Y hoy, ríos como el Reconquista, son los nuevos bárbaros que nos amenazan con pestes y enfermedades mientras arrastran corriente abajo miles de peces muertos (5).

¡El aire! Llegó Buenos Aires a encontrarse cubierta por una gran nube negra que la envolvía. Algo hemos progresado al eliminarse los incineradores de residuos, pero han multiplicado su actividad muchos productores de gases, humos y polvos, que contaminan la atmósfera ante la pasividad absoluta de una autoridad inexistente; basta caminar por el centro de la Ciudad o por algún barrio populoso para comprobarlo.

¡La tierra! Los "hijos del asfalto" le dan la espalda, seducidos por las "facilidades" y la aparente seguridad de la gran urbe, pero pierden la capacidad de aprehender la realidad de la naturaleza, que requiere el contacto directo con la tierra, con su humus necesario para el desarrollo de la vida vegetal, animal y humana.

¡El fuego! El estroncio 90, liberado en la atmósfera por las explosiones atómicas, vuelve a la tierra con las lluvias, bajo la forma de polvos que penetran en el suelo, que el hombre asimila a través de los vegetales comestibles y que no son precisamente inofensivos, pues como escribe un poeta nuestro, Juan Luis Gallardo:

"Estos gases, sustancia o materia

(estroncio 90)

producen Dios sabe qué males

—trastornos vitales—

"mutaciones genéticas llaman

los sabios de marras

a las pestes que traerá a la Tierra

su estroncio 90"

Pero el mal es universal. Hace unos años nos impresionó un artículo acerca del Mar del Norte, en peligro de "ahogarse". Siete millones de toneladas de basura y 100.000 toneladjas de restos de petróleo son arrojados cada año al mar; debido al exceso de abonos, se multiplican enormemente algas que, a su vez, son devoradas por bacterias, con elevado consumo de oxígeno. Los peces y otros organismos vivos del suelo marino se quedan sin oxígeno. Los pescadores tiran a veces al agua la tercera parte de la pesca porque los peces están cubiertos de úlceras. . . Este mar, es un basurero sin igual en Europa y en el mundo entero (6).

Afortunadamente, en esto los europeos también nos aventajan y en Francia, la Universidad de Lyon nos anuncia el desarrollo de una nueva profesión dedicada al estudio y tratamiento de los desperdicios. La basurología es una disciplina en gestación, cuya denominación resulta irónica ordurologie, pero el basurólogo tiene un amplio campo de acción ante la continua acumulación de tanta porquería.

Entre nosotros, sin pretensiones universitarias, se multiplican los "cirujas", bajo su nueva denominación de "cartoneros"; aparecen con las sombras de la noche, husmean y revuelven las basuras y muchas veces cargan su "botín" en pequeños carros a tracción humana que reemplaza en Buenos Aires a la prohibida tracción animal.

Pero también surgen actividades como la de los cuidadores de perros. Dueños que tienen perros como adorno, encerrados en los límites de un departamento y que no tienen tiempo para sacarlos a pasear ni de ocuparse de ellos, contratan los servicios de un "paseador", que lleva diez o quince perros de diferentes razas, pelajes y tamaños a los cuales controla con dificultad y que utilizan como baños las veredas.

Son los resultados de la civilización de lo fungible; del úselo y tírelo; del egoísmo individualista que no se preocupa por los otros; cosas comunes, animales, personas se convierten en meros objetos de sus caprichos; del subjetivismo que no respeta los derechos de los demás.
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(2) "Reflexión teórica sobre los principios de la legislación ambiental", en Ambiente y futuro, Ed. Fundación (Manliba, Bs. As , 1987, pág. 31. 

(3) Ob. cit., pág. 32.

(4) "El sujeto del derecho ¿podría hablarse de un derecho de los animales?", en Universitas, Bs. As., 1969 N? 10 y "Curso de derecho natural", 4» Ed., Abeledo Ferrot, Bs. As., 1986, págs, 270-271.

(5) "Clarín", Bs. As., 22-8-92, págs. 28 y 29. Cabe agregar que serios estudios han llegado a la conclusión de que ese río es capaz de sanearse sólo si deja de ser contaminado; lo mismo respecto a la re cuiperación del río Wilamed, en el Estado de Oregon, Estados Unidos, ya concretada, manifestaron los profesores John Bonine y Patrick Me Gimley en "La Nación", (revista Nº 1.210), Bs. As. 20-9-92, pág. 42 y ss.