Ecosofía (2)
Esta
reflexión, desde un ángulo iusfilosófico conduce al profesor de Derecho
Ambiental de la Universidad de Limoges, Michel Prieur, a considerar que la
ecología constituye una nueva moral y a proponer un nuevo concepto del
derecho natural. El profesor francés señala que vamos todos a un suicidio
colectivo y que la supervivencia del hombre impone el discutir sobre su
lugar en el universo. Y la ecología obliga a formular nuevas respuestas.
"En el plano moral constituye una nueva moral. . . es un movimiento
de naturaleza ética, interviniendo en el doble campo del conocimiento y de
la acción. Estudia el determinismo científico y técnico que condiciona el
desarrollo de las sociedades modernas y plantea las relaciones entre la
naturaleza y la sociedad. Debe meditar sobre las nociones de felicidad y
libertad, disociando la felicidad de la abundancia; la felicidad no está en
la abundancia. Asociando la libertad y la autonomía; la libertad reside en
la autonomía de acción, en pequeñas estructuras, gracias a la
autogestión" (2).El
conocimiento y la acción, el determinismo, la ciencia y la técnica, la
naturaleza y la sociedad, la felicidad y la libertad, la felicidad y la
abundancia, la libertad y la autonomía, no encontramos ninguna temática
ajena a la moral clásica, nada que justifique hablar de una nueva moral.
Según
Prieur esta nueva moral "en el comportamiento cotidiano puede dar
origen a un nuevo derecho natural, limitando seriamente los derechos
individuales y los de los Estados. Pues no hay un derecho natural a
exterminar una forma de vida, contaminando el aire, el suelo y el agua por
un simple uso del derecho de ocupación o del derecho de propiedad. De otro
modo parece que hay otro derecho natural, que es el derecho a la
existencia a la vez del hombre, de los animales y vegetales. Esta
concepción obliga a abandonar la visión clásica y antropocéntrica del hombre
en provecho de otro tipo de relación, introduciendo la interdependencia
del hombre con los vegetales y los animales" (3).
Este
texto merece varias consideraciones. En primer lugar, el profesor francés
parece desconocer el derecho natural clásico, según el cual el sentido más
importante del término es el derecho como lo justo y no el derecho subjetivo
y según el cual lo que le corresponde a cada uno se determina en un orden
concreto con referencia al bien común. En este contexto, muy distinto al subjetivista
que con seguridad Prieur tiene en mente, es imposible que existan
"derechos" al exterminio o a la contaminación. En segundo lugar,
no existe un derecho natural común a hombres, animales y vegetales, pues
el derecho es un fenómeno exclusivamente humano, ya que sólo los hombres
tienen inteligencia para conocer las normas jurídicas y voluntad libre
para ser responsables de su comportamiento ante las mismas. En otros lugares
nos hemos ocupado del tema (4) , por lo que aquí sólo acotaremos que en
este caso el "nuevo derecho natural" es una regresión al
estoicismo de Séneca, la metempsicosis de Pitágoras y la palinginesia de
Empédocles, todo bien antiguo, a los procesos medievales contra los
insectos destructores o al derecho puro de Picard, pintoresco pero hoy
obsoleto, como teoría del derecho. En tercer lugar, cabe aclarar que la
visión clásica del derecho es antropológica y no antropocéntrica,
antropológica porque "por causa del hombre existe el derecho" en
palabras de Hermegeniano, pero teocéntrica porque su líltimo fundamento es
Dios, la Ley eterna.
IV.—
La degradación de la morada física del hombre.
Respecto
al envilecimiento de la naturaleza física, tantas veces explotada o
destruida en vez de cultivada, el teólogo ortodoxo ruso Bulgakoff habla de
la "vampirización" de la naturaleza, resultado de un quehacer
humano que altera los cuatro elementos fundamentales: el agua, el aire, la
tierra y el fuego.
Los
habitantes de Buenos Aires y sus alrededores sabemos por algunas
experiencias cotidianas que el teólogo ruso tiene razón. ¡El agua!
Empezamos con la contaminación del Riachuelo, continuamos con la destrucción
del Tigre, de nuestras riberas más cercanas y acabamos sin poder bañarnos
en el río más ancho del mundo. Y hoy, ríos como el Reconquista, son los
nuevos bárbaros que nos amenazan con pestes y enfermedades mientras arrastran
corriente abajo miles de peces muertos (5).
¡El
aire! Llegó Buenos Aires a encontrarse cubierta por una gran nube negra
que la envolvía. Algo hemos progresado al eliminarse los incineradores de
residuos, pero han multiplicado su actividad muchos productores de gases,
humos y polvos, que contaminan la atmósfera ante la pasividad absoluta de
una autoridad inexistente; basta caminar por el centro de la Ciudad o por
algún barrio populoso para comprobarlo.
¡La
tierra! Los "hijos del asfalto" le dan la espalda, seducidos por
las "facilidades" y la aparente seguridad de la gran urbe, pero
pierden la capacidad de aprehender la realidad de la naturaleza, que
requiere el contacto directo con la tierra, con su humus necesario para el
desarrollo de la vida vegetal, animal y humana.
¡El
fuego! El estroncio 90, liberado en la atmósfera por las explosiones
atómicas, vuelve a la tierra con las lluvias, bajo la forma de polvos que
penetran en el suelo, que el hombre asimila a través de los vegetales
comestibles y que no son precisamente inofensivos, pues como escribe un
poeta nuestro, Juan Luis Gallardo:
"Estos
gases, sustancia o materia
(estroncio
90)
producen
Dios sabe qué males
—trastornos
vitales—
"mutaciones
genéticas llaman
los
sabios de marras
a
las pestes que traerá a la Tierra
su estroncio 90"
Pero
el mal es universal. Hace unos años nos impresionó un artículo acerca del
Mar del Norte, en peligro de "ahogarse". Siete millones de
toneladas de basura y 100.000 toneladjas de restos de petróleo son
arrojados cada año al mar; debido al exceso de abonos, se multiplican
enormemente algas que, a su vez, son devoradas por bacterias, con elevado
consumo de oxígeno. Los peces y otros organismos vivos del suelo marino se
quedan sin oxígeno. Los pescadores tiran a veces al agua la tercera parte
de la pesca porque los peces están cubiertos de úlceras. . . Este mar, es
un basurero sin igual en Europa y en el mundo entero (6).
Afortunadamente,
en esto los europeos también nos aventajan y en Francia, la Universidad de Lyon
nos anuncia el desarrollo de una nueva profesión dedicada al estudio y
tratamiento de los desperdicios. La basurología es una disciplina en gestación,
cuya denominación resulta irónica ordurologie, pero el
basurólogo tiene un amplio campo de acción ante la continua acumulación de
tanta porquería.
Entre
nosotros, sin pretensiones universitarias, se multiplican los
"cirujas", bajo su nueva denominación de "cartoneros"; aparecen
con las sombras de la noche, husmean y revuelven las basuras y muchas
veces cargan su "botín" en pequeños carros a tracción humana que
reemplaza en Buenos Aires a la prohibida tracción animal.
Pero
también surgen actividades como la de los cuidadores de perros. Dueños que
tienen perros como adorno, encerrados en los límites de un departamento y
que no tienen tiempo para sacarlos a pasear ni de ocuparse de ellos,
contratan los servicios de un "paseador", que lleva diez o
quince perros de diferentes razas, pelajes y tamaños a los cuales controla
con dificultad y que utilizan como baños las veredas.
Son
los resultados de la civilización de lo fungible; del úselo y tírelo; del
egoísmo individualista que no se preocupa por los otros; cosas comunes,
animales, personas se convierten en meros objetos de sus caprichos; del
subjetivismo que no respeta los derechos de los demás.
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(2) "Reflexión
teórica sobre los principios de la legislación ambiental", en
Ambiente y futuro, Ed. Fundación (Manliba, Bs. As , 1987, pág. 31.
(3) Ob.
cit., pág. 32.
(4) "El
sujeto del derecho ¿podría hablarse de un derecho de los animales?", en
Universitas, Bs. As., 1969 N? 10 y "Curso de derecho natural",
4» Ed., Abeledo Ferrot, Bs. As., 1986, págs, 270-271.
(5)
"Clarín", Bs. As., 22-8-92, págs. 28 y 29. Cabe agregar que serios estudios
han llegado a la conclusión de que ese río es capaz de sanearse sólo si
deja de ser contaminado; lo mismo respecto a la re cuiperación del río Wilamed,
en el Estado de Oregon, Estados Unidos, ya concretada, manifestaron los
profesores John Bonine y Patrick Me Gimley en "La Nación",
(revista Nº 1.210), Bs. As. 20-9-92, pág. 42 y ss.