Se sabía que la situación de empate que se registró en las PASO entre
Miguel del Sel y Miguel Lifschitz tenía serias probabilidades de
prolongarse en la elección de ayer. También hubo comentarios acerca de
la posibilidad de irregularidades en el recuento de votos, abonada por
el escándalo en las primarias, donde no se computaron el 10 por ciento
de los votos. Lo cierto es que la ratificación del empate, con la jugada
psicológica del Frente Progresista Cívico y Social de proclamarse
vencedor, nos lleva a una semana política especial. En este escrutinio
definitivo, las dos partes se juegan mucho. Para Mauricio Macri, ganar
por un voto en Santa Fe le significará potenciarse para las PASO del 9
de agosto.
En caso contrario, el PRO puede debilitarse, porque no tiene
chance de ganar con un candidato propio en ninguna otra provincia. Para
el socialismo, la situación es más grave, porque la gestión de Antonio
Bonfatti, ayer electo diputado provincial, está tapizada por graves
escándalos de corrupción que, perdiendo la gobernación, podrían tener
consecuencias judiciales en su contra. La clave de ayer fue, sin duda,
el crecimiento del Frente para la Victoria, ya que Omar Perotti pasó de
365.000 votos en la primaria a 512.000 ayer. En el sur de la provincia
es obvio que el FpV captó votos que en las PASO fueron del FPCyS,
probablemente parte de los radicales de Mario Barletta, enemistado con
Bonfatti y Lifschitz. No está claro adónde fueron a parar alrededor de 4
puntos de votos massistas que aparecieron en las primarias y que ayer
se redujeron al 3,66 del candidato renovador Oscar Cachi Martínez. Lo
que es obvio es que Lifschitz creció poco desde las PASO y Del Sel
prácticamente nada. Anoche Perotti arriesgó un número inquietante: se
habrían presentado un 8% de impugnaciones, lo que anuncia una batalla
campal en el escrutinio provisorio. Para empezar, el FPCyS consiguió
retener por 2 puntos la intendencia de Rosario con Mónica Fein.
La levantada de ayer de Perotti compensa en alguna medida la derrota
aplastante de Miguel Pichetto ante el gobernador Alberto Weretilneck por
32 por ciento contra 54. El caso de Weretilneck es especial: hasta hace
apenas tres semanas revistaba en el Frente Renovador, del cual se fugó
repentinamente. Gracias a esta pirueta, habría captado una parte
significativa de los votos del Frente para la Victoria. La caída de
Pichetto no provoca un dolor importante en Olivos. Como se recuerda, el
presidente de la bancada de senadores nacionales fue uno de los primeros
dirigentes K que adhirió a la candidatura de Scioli, sin el permiso
presidencial. Ella nunca olvidó el tema. Así las cosas, Scioli fue el
que más perdió ayer en Río Negro.
Volviendo a Santa Fe, las expresiones de Macri al hablar en el bunker del PRO revelaron una seria preocupación.
No es para menos; si en el escrutinio definitivo se detectaran
irregularidades de magnitud, cabe pensar hasta en la posibilidad de que
deba votarse de nuevo en las mesas donde las impugnaciones no puedan
resolverse. Esta alternativa le daría un tinte aún más dramático a la
disputa. Dada la extrema importancia de la elección, tanto para el PRO
como para el socialismo, tampoco puede descartarse una judicialización
del escrutinio ante el Tribunal Electoral de Santa Fe.
La nube negra
La tensión de la elección santafesina acompaña los síntomas de
enrarecimiento del clima electoral. El toque clave lo dio Eduardo
Jozami, integrante de Carta Abierta, que reconoció sus expectativas en
una eventual renuncia de Daniel Scioli en caso de acceder a la
presidencia para un posterior ascenso al poder de Máximo Kirchner.
“Tendría la expectativa de que a lo mejor Scioli renuncie algún día,
pero no me gusta pensar así, no es bueno para la política”, sostuvo. No
se puede saber si Jozami sólo cometió un exabrupto o bien cumplió un
encargo: ir instalando que Daniel Scioli, en caso de ganar la
presidencia, sólo sería un delegado de CFK por un breve período, porque
luego, como le ocurrió a Héctor J. Cámpora en el ‘73, el kirchnerismo le
exigiría la renuncia para poner en marcha el operativo retorno de ella.
Lentamente, en el horizonte electoral se va instalando la simiente de
una crisis: el principal candidato oficialista y que hoy está más cerca
del triunfo, sería un presidente ficticio. Esto en un país que no
soporta las figuras presidenciales débiles, como ya se vio con Fernando
de la Rúa, y que a partir del 2003 ingresó en el hiperpresidencialismo.
Pasar de Néstor Kirchner y su viuda, que sometieron al Poder Legislativo
e intentaron controlar al Poder Judicial, a un presidente sin poder
propio, augura una peligrosa inestabilidad política que coincidiría con
el sinceramiento de una crisis económica postergada por la fiesta
electoral.