REFERENDUM
(TERTULIAS EN EL CIELO)
En el gran Salón de Reuniones del Complejo Social del Purgatorio las
conversaciones se desarrollaban con la fluidez que caracteriza las
charlas de quienes hablan porque no tienen otra cosa que hacer y
disponen de todo el tiempo del mundo para hacerlo.
Después de considerar los últimos escándalos de la FIFA, las próximas decapitaciones del ISIS, las dificultades por las que está pasando el dólar norteamericano y las últimas vicisitudes del dormitorio del Gran Hermano local, en uno de esos silencios que se producía espontáneamente cada tanto, a alguien se le ocurrió deslizar:
Después de considerar los últimos escándalos de la FIFA, las próximas decapitaciones del ISIS, las dificultades por las que está pasando el dólar norteamericano y las últimas vicisitudes del dormitorio del Gran Hermano local, en uno de esos silencios que se producía espontáneamente cada tanto, a alguien se le ocurrió deslizar:
— Yo tampoco lo pude creer al principio – terció una persona con aspecto de mujer y actitud de intelectual mientras se acomodaba sus gruesos anteojos – Pero ya saben como es eso. Cuando los políticos están desesperados se agarran de cualquier cosa. — ¡Populismo barato! — ¡Del peor! Pero la necesidad de votos tiene cara de hereje. Consulta, votación, sufragio, plebiscito, elección… Cualquiera de esos recursos fascistoides demagógicos burgueses vale cuando la continuidad está en peligro y los políticos no entienden la mecánica de la dialéctica de la lucha de clases. — Son capaces hasta de poner a votación al matrimonio entre homosexuales para sacar un par de votos. — ¿Aunque al matrimonio homosexual lo decida el voto de los heterosexuales? — Eso no importa. Lo que interesa es sumar votos. Muchos votos. Y si los homosexuales resultan ser pocos, el truco está en hacerle creer a los heterosexuales que apoyar al matrimonio homosexual es indicio de una disposición favorable a la modernidad, a la tolerancia, a la paz y al amor. Nadie va a querer ser identificado con la antigüedad, la intolerancia la guerra y el odio. — ¿Y de esa manera se suman votos? — ¡Claro! Por eso lo hacen. — Sin embargo hay algo que no entiendo – masculló un alma joven – si haciendo eso obtienen un gran consenso eso significa que a la gran mayoría eso le gusta. Y ¿no era que en una democracia los políticos tienen que hacer lo que la mayoría quiere? La enorme carcajada general con que fue recibida la pregunta le indicó al bisoño inquisidor que algo no estaba del todo bien con su razonamiento. Secándose las lágrimas que le había provocado la risa un alma veterana atinó a preguntar: — ¿Crees que podríamos haber obtenido los privilegios que conseguimos, la impunidad de la que gozamos, los negocios que pudimos cerrar y el poder que construimos si a cada rato le hubiéramos preguntado a los ciudadanos qué querían hacer? — Bueno… no, realmente… — Hay que entenderlo. La democracia no es el sistema en donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere. Es el sistema en donde el pueblo termina queriendo lo que el gobierno hace. — ¿Y si el pueblo no termina queriéndolo? — No puede no quererlo. No tiene alternativa. — Está bien, pero ¿y si definitivamente, realmente, categóricamente no quiere? — Bueno, en ese caso le organizamos un referéndum.