viernes, 18 de septiembre de 2015

EL PERIODISTA CATÓLICO

 


EL PERIODISTA CATÓLICO

Centinela laico de la Iglesia
Por S. Emcia., el Sr. Cardenal ALFREDO OTTAVIANI
Si tuviese que buscar un símbolo apropiado altamente  expresivo de las funciones y de la misión del periodista, pienso que no hallaría otro más elocuente que el que leemos en el Evangelio, atribuido por el señor a sus discípulos: “Vos estis sal terrae, vos estis lux mundi”, la sal da sabor y preserva de la corrupción.
Cardenal ALFREDO OTTAVIANI
La noticia que da el periodista, el comentario que él hace acerca de los sucesos, no debe tener sólo un propósito informativo, insípido y frecuentemente peligroso; sino que debe tener un valor formativo. Cuando menos en la forma de presentar o comentar la noticia.


La crónica como el comentario, debe tener el mérito de un sabor cristiano; ha de poseer la presunción de preservar el espíritu del lector de la podredumbre que se desprende de los hechos. Esto ha de procurar el periodista, tanto en el artículo de fondo, como en el trozo polémico o en el encuadre de párrafos y subrayado de frases, de las cuales él es el artífice, si no el artista. Puede a veces ser suficiente un adjetivo añadido al título de la noticia de un hecho.

Se comprende, pues, qué quiere decir el apelativo de “luz del mundo”: ese sabor cristiano que envuelve el sentido de la vida, irradiada de la luz del Evangelio, que adquiere un valor muy especial por el mérito del periodista que proyecta sobre los hechos acaecidos y en los comentarios, aquella claridad de visión que sólo puede dar la verdad cristiana en la justa apreciación de los hechos.

¿No es, pues, verdad que, por debilitarse esta luz vaga el hombre en la incertidumbre de la duda o también, en el vacío de la negación, anda al borde del precipicio?

Quizás en ninguna época de la historia, con tamaña astucia, ha sido el hombre rodeado por tantas artimañas de la palabra.

Primero se ha predicado que, no en la fe, sino en la cultura está la salvación; después con la excusa del progreso y de la libertad sin límites, se ha asediado literalmente al hombre: incluso hasta la escuela primaria llegan hoy todas las penetraciones de la propaganda. Se le ciega; y para ello se usan todos los sistemas. Pueblos enteros caen en la fosa de esta conjura infernal.

Frente a tanta destrucción de ideas, la Iglesia os dice hoy la misma palabra que, yo estoy seguro de ello, os dice vuestra conciencia: Sed ministros de la verdad, sed apóstoles del bien: “Ministerium tuum imple, opus fac evangelistae”.

Este mandato fue confiado a los apóstoles y a los Obispos, sus sucesores, pero en el cuadro y en los límites de vuestra condición, se confía también a vosotros, porque también a los laicos fue inculcado el deber de actuar de una manera digna de su vocación cristiana: sicut Dei ministros.

Fabian y Federico Radio

La continua búsqueda de la verdad y del bien es vuestro mandato y, a la vez, vuestro objetivo, vuestro anhelo. No hay ninguno entre vosotros que no experimente, junto a un sentido de profunda responsabilidad, la gravedad de los deberes que le incumben.

Vuestro escrito, vuestra apreciación, es parangonable a una onda lanzada al éter, que llega a numerosos oyentes. La Providencia os ha puesto en una Cátedra: así es concebido el periódico. La Providencia os ha colocado en la mano un arma: la pluma. “arma veritatis”. Todo esto “in aedificationem”.

Y esta espiritual edificación se verifica, especialmente si, frente a los ojos del espíritu, está siempre la faz de Jesús, reflejando casi los diversos rostros de vuestros lectores. Quizá podréis imaginar los inocentes ojos de vuestros hijos, fijos en vuestro periódico: y en la faz de Jesús leed la satisfacción de no verlos ofuscados por los horrores o ensuciados por el fango.

En vuestro periódico se fija la mirada de vuestras esposas: y en la faz de Jesús debéis ver la divina satisfacción por el impulso que les dais con vuestros escritos para el ejercicio de las virtudes de madre y de esposa cristiana; en la faz de Jesús desgarrado y deformado por los horrores del pecado y del delito, veréis vosotros cómo se debe inspirar horror y adversión por todo aquello que tanto ha afligido al Señor.

De la faz de Jesús, que expresa, ya en la cruz, con sus palabras de amor y de perdón, la ley suprema del rescate cristiano y de la redención, aprenderéis vosotros cómo debéis hablar dirigiéndoos incluso a los adversarios.

“Veritatem facientes in caritate” como San Francisco de Sales, vuestro Patrón y Obispo de una ciudad fronteriza del error, vosotros debéis ser como centinelas entre la verdad y el error, reclamar a los fugitivos, retener a los que huyen.

¡Clama, no ceses! Es vuestro mandato, nada menos que el de los profetas y de la Iglesia. Decid la verdad, pero decidla con amor, solamente así haréis prevalecer en los corazones lacerados de los hombres, envenenados por una propaganda de error y de odio, el sentido de la paz cristiana: únicamente así honraréis e imitaréis a vuestro Patrón, que escribió: “Quien predica con amor, predica mucho contra los herejes, aunque no diga una palabra para disputar con ellos”. Y hablar con amor no quiere decir hablar sin fuerza. El amor es una fuerza, a la que ninguna otra fuerza resiste, lo vence todo y todo lo arrastra.

Que os sea ejemplo el heroísmo, logrado con cristiana paz y serenidad, de que han hecho prueba también en nuestros días, tantos colegas vuestros de la Iglesia del Silencio. ¡Qué contraste con la ceguera de éstos ilusos que, con publicaciones o periódicos pseudo-católicos, han puesto su pluma y su honor al servicio del error, del fraude y de la tiranía de quienes les tienen en la esclavitud! Pero esta vergüenza no es del periodismo Católico.

El verdadero periodismo Católico está allí, representado por aquellos héroes que, al sentir el aguijón de la verdad cristiana y la urgencia del Divino mandato, “clama, ne cesses”, pagan con la perdida libertad, con la dureza de la prisión y no raramente han pagado ya con el martirio, su fidelidad a Cristo, a la Iglesia y al Custodio Supremo de la fe y de la moral, el Papa.

Vuestra categoría está bien representada en las listas de los mártires; junto a tantos pastores y a tantos hermanos, vuestros colegas están escribiendo gloriosas páginas en la historia de la Iglesia. Nosotros rogamos por ellos; pero grande es, inmensa, la consolación, al pensar que ellos sufren y oran por toda la Iglesia, por todos nosotros, en particular en vuestra misión de periodistas, por ellos tan honrada. Sus lágrimas y sufrimientos contribuyen a la purificación de la sociedad cristiana y del mundo entero, y preparan los nuevos triunfos de la Iglesia.

A ellos, que en ésta festividad del Santo Patrón de los periodistas, se sienten ciertamente unidos a cuantos, en el signo de la fe, invocan luz, amor y paz sobre la humanidad, va nuestro saludo con el deseo de un no lejano rescate, el Santo Patrón les lleve un mensaje de fe: “Ecce appropinquat redemptio vestra”.

En la fiesta de San Francisco de Sales.

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Esteban P. Sanchez Malagon