Catecismo Católico
Tres conocimientos
necesarios para la salvación
y cuatro puntos obligatorios
de todo catecismo católico
Desde hace más de un siglo, la ignorancia
religiosa ha sido denunciada por todos los Papas como el mayor mal del mundo
moderno. Ella no ha hecho sino crecer en nuestro tiempo post-conciliar de
oscurantismo espiritual.
El remedio directo a la ignorancia religiosa
es la instrucción religiosa. El catecismo,
es decir la enseñanza dada bajo este nombre y contenida en un libro así
llamado, tiene por fin procurar los conocimientos necesarios para la salvación:
I.
El conocimiento de lo
que hay que creer:
conocimiento que instruye la virtud teologal de fe y que es dado por la explicación del Credo.
II.
El conocimiento de lo
que hay que desear:
conocimiento que instruye la virtud teologal de esperanza y que es dado por la explicación del Pater.
III.
El conocimiento de lo
que hay que obrar:
conocimiento que instruye la virtud teologal de caridad y que es dad por la
explicación de los mandamientos.
Pero estos tres conocimientos necesarios para
la salvación, de ordinario son ineficaces sin los sacramentos; la explicación
de los sacramentos, constituye el cuarto punto obligatorio de todo catecismo
católico.
El
catecismo católico; no hay sino uno. Luego, todo catecismo católico
comporta cuatro puntos obligatorios:
los tres conocimientos necesarios para la salvación y la explicación de los
sacramentos.
Alguien podría creer que esto lo decimos de
nosotros mismos. Pero la ignorancia, la indiferencia religiosa y el olvido que
reinan hoy día con arrogancia sobre un clero decadente no pueden cambiar ni
suprimir la verdad: son la doctrina y la
práctica constantes de la Iglesia que imponen los cuatro puntos
obligatorios de todo catecismo católico.
No hay un catecismo católico romano, es el
catecismo del Concilio de Trento, promulgado por el Papa San Pio V; ningún
concilio ni Papa ha ordenado la redacción de un catecismo diferente.
Es el catecismo “para uso del clero y de los
fieles, de las parroquias, de las familias y de las casas de educación”.
El catecismo de San Pio X es una adaptación
auténtica para el uso de los niños. Más, considerando la atrofia actual de los
cerebros embrutecidos por lo audio-visual, puede hoy día en muchos casos servir
útilmente de catecismo para adultos.
Naturalmente, sólo pueden instruirse aquéllos
que tienen la humildad de darse cuenta que no saben y que deben aprenderlo
todo. A esto se opone diametralmente la ilusión bárbara, metódicamente infundida
a los estudiantes en todas sus escalas, que lo saben todo aun antes de haber
aprendido nada.
A la explicación de los textos (Credo, Pater,
mandamientos), la instrucción religiosa agrega narraciones históricas, vida de
Jesús, de los santos, historia sagrada, historia de la Iglesia.
Son en efecto, en el orden sobrenatural como
en el natural, los dos métodos fundamentales, universales, complementarios de
la educación intelectual:
a)
explicar
(y hacer explicar) textos;
b)
narrar
(y hacer narrar) historias.
La realidad concreta
de la vida interior
Teóricamente, se podrían enseñar las verdades
necesarias para la salvación de otro modo; no sería la única manera la
explicación del Credo, del Pater o de los mandamientos.
Pero no tenemos que hacer hipótesis y
posibilidades puramente teóricas. Se trata de saber lo que es realmente
necesario a los niños en su vida sobrenatural de cada día.
Con los nuevos catecismos, los niños no saben
más ni el Padre Nuestro ni el Credo. A lo sumo, repiten un Pater y un Credo que
no les han sido explicados.
No aprenden más a hacer su examen de
conciencia cotidiano: no lo hacen respecto de los Diez Mandamientos.
Con el pretexto de rechazar lo que es “abstracto”
y de enseñar un “comportamiento religioso concreto”, los nuevos catecismos han
perdido completamente de vista la realidad: o sea que la vida religiosa cotidiana
está fundada primero sobre la oración de cada día y el examen de conciencia.
La oración cotidiana, el examen de conciencia
de cada día progresan a medida que lo hacen la explicación del Credo, del Padre
Nuestro, de los mandamientos de Dios: tal es la realidad concreta y viviente,
tal es la pedagogía católica. Ninguna otra puede reemplazar los Diez
mandamientos, el Pater y el Credo. Dejar a los niños sin Credo, sin Pater, sin
mandamientos – dejarlos sin catecismo que se los explique – es condenarlos a un
abandono espiritual espantoso. En este abandono, espiritualmente huérfanos, se
vuelven verdaderos salvajes.
Con los nuevos catecismos, en el mejor de los
casos, el Credo, el Pater y los Mandamientos sobreviven como fórmulas recitadas
de memoria, sin haber sido explicados jamás.
El absurdo más criminal de los nuevos
catecismos es, pues, el no haber considerado este hecho capital: Credo, Pater y
Mandamientos son, por una parte, los textos que el niño reza cotidianamente,
los puntos fijos de su vida interior; por otro lado, son los textos más oficiales
de la Iglesia, los más fundamentales de la fe cristiana. Dos motivos imperiosos
para que fueran siempre explicados. Es justamente su explicación que procura,
según la pedagogía tradicional de la Iglesia, los conocimientos necesarios para la salvación.
Recordemos, en efecto, que el Credo o Símbolo
de los Apóstoles, es el resumen de la doctrina cristiana compuesta por los
primeros Apóstoles. El Pater y los Diez Mandamientos son la oración y la ley
revelados por Dios. Es de todo esto, nada menos, que han amputado los nuevos
catecismos.
No inadaptación sino
ignorancia
Los nuevos catecismos se dicen “adaptados”.
En realidad, no están adaptados a nada, puesto que no contienen más los tres
conocimientos para la salvación; ellos no traen más los cuatro puntos
obligatorios de todo catecismo católico; no procuran más lo esencial de la
instrucción religiosa: son catecismos de ignorancia.
No os dejéis desconcertar por los pedantes
discursos sobre la adaptación. La
adaptación verdadera no pide tantas contorsiones, búsquedas pseudo-científicas,
comisiones esotéricas. La madre de familia habla espontáneamente un lenguaje “adaptado” a su hijo pequeño. Toda
enseñanza oral, del catecismo como cualquier otra, es de por sí,
inevitablemente, al menos de una manera instintiva, una “adaptación” a quienes
escuchan. Unos están más dotados que otros para enseñar pero es cuestión
también de amor y de experiencia, de oración y de gracia y no de una pretendida
ciencia psico-sociológica o pedagógica que, tal como se da hoy en día, es vana en el mejor de los casos, y falsa
lo más a menudo.
La “adaptación” no es el problema primero ni
el esencial. La enseñanza del catecismo hoy día no se resiente de inadaptación,
sino ante todo de infidelidad y de ignorancia.
A esta infidelidad
e ignorancia debemos poner remedio
ante todo: por una instrucción religiosa real y verdadera, fundada en un
catecismo que se pueda estudiar con una confianza absoluta.
El
catecismo del Concilio de Trento. El catecismo de San Pio X.
Revista
Roma. Año VII. N° 32. 1973
De la revista Itinéraires; 4 rue Garanciére,
75006, Paris.
15 de
mayo de 1973. Suplemente-Voltigeur n°8.
Nacionalismo Católico
San Juan Bautista