domingo, 11 de octubre de 2015

Catecismo Católico


Catecismo Católico



Tres conocimientos necesarios para la salvación
y cuatro puntos obligatorios de todo catecismo católico

  Desde hace más de un siglo, la ignorancia religiosa ha sido denunciada por todos los Papas como el mayor mal del mundo moderno. Ella no ha hecho sino crecer en nuestro tiempo post-conciliar de oscurantismo espiritual.
  El remedio directo a la ignorancia religiosa es la instrucción religiosa. El catecismo, es decir la enseñanza dada bajo este nombre y contenida en un libro así llamado, tiene por fin procurar los conocimientos necesarios para la salvación:

I.                  El conocimiento de lo que hay que creer: conocimiento que instruye la virtud teologal de fe y que es dado por la explicación del Credo.
II.               El conocimiento de lo que hay que desear: conocimiento que instruye la virtud teologal de esperanza y que es dado por la explicación del Pater.
III.           El conocimiento de lo que hay que obrar: conocimiento que instruye la virtud teologal de caridad y que es dad por la explicación de los mandamientos.

  Pero estos tres conocimientos necesarios para la salvación, de ordinario son ineficaces sin los sacramentos; la explicación de los sacramentos, constituye el cuarto punto obligatorio de todo catecismo católico.
  El catecismo católico; no hay sino uno. Luego, todo catecismo católico comporta cuatro puntos obligatorios: los tres conocimientos necesarios para la salvación y la explicación de los sacramentos.
  Alguien podría creer que esto lo decimos de nosotros mismos. Pero la ignorancia, la indiferencia religiosa y el olvido que reinan hoy día con arrogancia sobre un clero decadente no pueden cambiar ni suprimir la verdad: son la doctrina y la práctica constantes de la Iglesia que imponen los cuatro puntos obligatorios de todo catecismo católico.
  No hay un catecismo católico romano, es el catecismo del Concilio de Trento, promulgado por el Papa San Pio V; ningún concilio ni Papa ha ordenado la redacción de un catecismo diferente.
  Es el catecismo “para uso del clero y de los fieles, de las parroquias, de las familias y de las casas de educación”.
  El catecismo de San Pio X es una adaptación auténtica para el uso de los niños. Más, considerando la atrofia actual de los cerebros embrutecidos por lo audio-visual, puede hoy día en muchos casos servir útilmente de catecismo para adultos.
  Naturalmente, sólo pueden instruirse aquéllos que tienen la humildad de darse cuenta que no saben y que deben aprenderlo todo. A esto se opone diametralmente la ilusión bárbara, metódicamente infundida a los estudiantes en todas sus escalas, que lo saben todo aun antes de haber aprendido nada.
  A la explicación de los textos (Credo, Pater, mandamientos), la instrucción religiosa agrega narraciones históricas, vida de Jesús, de los santos, historia sagrada, historia de la Iglesia.
  Son en efecto, en el orden sobrenatural como en el natural, los dos métodos fundamentales, universales, complementarios de la educación intelectual:

a)     explicar (y hacer explicar) textos;
b)    narrar (y hacer narrar) historias.

La realidad concreta de la vida interior

  Teóricamente, se podrían enseñar las verdades necesarias para la salvación de otro modo; no sería la única manera la explicación del Credo, del Pater o de los mandamientos.
  Pero no tenemos que hacer hipótesis y posibilidades puramente teóricas. Se trata de saber lo que es realmente necesario a los niños en su vida sobrenatural de cada día.
  Con los nuevos catecismos, los niños no saben más ni el Padre Nuestro ni el Credo. A lo sumo, repiten un Pater y un Credo que no les han sido explicados.
  No aprenden más a hacer su examen de conciencia cotidiano: no lo hacen respecto de los Diez Mandamientos.
  Con el pretexto de rechazar lo que es “abstracto” y de enseñar un “comportamiento religioso concreto”, los nuevos catecismos han perdido completamente de vista la realidad: o sea que la vida religiosa cotidiana está fundada primero sobre la oración de cada día y el examen de conciencia.
  La oración cotidiana, el examen de conciencia de cada día progresan a medida que lo hacen la explicación del Credo, del Padre Nuestro, de los mandamientos de Dios: tal es la realidad concreta y viviente, tal es la pedagogía católica. Ninguna otra puede reemplazar los Diez mandamientos, el Pater y el Credo. Dejar a los niños sin Credo, sin Pater, sin mandamientos – dejarlos sin catecismo que se los explique – es condenarlos a un abandono espiritual espantoso. En este abandono, espiritualmente huérfanos, se vuelven verdaderos salvajes.
  Con los nuevos catecismos, en el mejor de los casos, el Credo, el Pater y los Mandamientos sobreviven como fórmulas recitadas de memoria, sin haber sido explicados jamás.
  El absurdo más criminal de los nuevos catecismos es, pues, el no haber considerado este hecho capital: Credo, Pater y Mandamientos son, por una parte, los textos que el niño reza cotidianamente, los puntos fijos de su vida interior; por otro lado, son los textos más oficiales de la Iglesia, los más fundamentales de la fe cristiana. Dos motivos imperiosos para que fueran siempre explicados. Es justamente su explicación que procura, según la pedagogía tradicional de la Iglesia, los conocimientos necesarios para la salvación.
  Recordemos, en efecto, que el Credo o Símbolo de los Apóstoles, es el resumen de la doctrina cristiana compuesta por los primeros Apóstoles. El Pater y los Diez Mandamientos son la oración y la ley revelados por Dios. Es de todo esto, nada menos, que han amputado los nuevos catecismos.

No inadaptación sino ignorancia

  Los nuevos catecismos se dicen “adaptados”. En realidad, no están adaptados a nada, puesto que no contienen más los tres conocimientos para la salvación; ellos no traen más los cuatro puntos obligatorios de todo catecismo católico; no procuran más lo esencial de la instrucción religiosa: son catecismos de ignorancia.
  No os dejéis desconcertar por los pedantes discursos sobre la adaptación. La adaptación verdadera no pide tantas contorsiones, búsquedas pseudo-científicas, comisiones esotéricas. La madre de familia habla espontáneamente un lenguaje “adaptado” a su hijo pequeño. Toda enseñanza oral, del catecismo como cualquier otra, es de por sí, inevitablemente, al menos de una manera instintiva, una “adaptación” a quienes escuchan. Unos están más dotados que otros para enseñar pero es cuestión también de amor y de experiencia, de oración y de gracia y no de una pretendida ciencia psico-sociológica o pedagógica que, tal como se da hoy en día, es vana en el mejor de los casos, y falsa lo más a menudo.
  La “adaptación” no es el problema primero ni el esencial. La enseñanza del catecismo hoy día no se resiente de inadaptación, sino ante todo de infidelidad y de ignorancia.
  A esta infidelidad e ignorancia debemos poner remedio ante todo: por una instrucción religiosa real y verdadera, fundada en un catecismo que se pueda estudiar con una confianza absoluta.
  El catecismo del Concilio de Trento. El catecismo de San Pio X.



Revista Roma. Año VII. N° 32. 1973
 De la revista Itinéraires; 4 rue Garanciére, 75006, Paris.
15 de mayo de 1973. Suplemente-Voltigeur n°8.

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