domingo, 11 de octubre de 2015

LA IGLESIA TRAICIONADA-(1º))SEGUNDA PARTE-MUESTRARIO DE INFIDELIDADES

http://i.ytimg.com/vi/OcZpKXA9KYk/hqdefault.jpg

Contiene este libro, por un lado, un retrato duro pero veraz, del Cardenal Jorge Mario Bergoglio. El autor no vacila en calificarlo como un pastor infiel a la Iglesia Católica. Mas llega  a tan categórica conclusión con argumentos fundados y solventes, tomados en su totalidad del mismo itinerario del obispo, de su actuación pública llena de gravísimas heterodoxias, de sus declaraciones y conductas nutridas de errores y duplicidades, y de funestas contemporizaciones con los enemigos de la Fe Verdadera.
Son muchos los motivos -y se verán en estas páginas- por los cuales el Cardenal Bergoglio puede y debe ser acusado de constituirse en un antitestimonio activo de la Realeza de Jesucristo.
Pero la obra no se reduce a la descripción de éste u otros personajes análogos. Va más allá, y a partir de lo que tales sujetos representan o encaman, emprende un análisis de la actual situación de la Iglesia, sobre cuya crisis han dicho palabras terminantes y severas voces tan autorizadas como las de los últimos Pontífices. El Cardenal Ratzinger, por ejemplo, en el Via Crucis de 2005, poco antes de ser ungido como Benedicto XVI, sostuvo que la Barca «hace aguas por todas partes». Bueno sería entonces que todo el ímpetu se volcara a su rescate.
El diagnóstico aquí emprendido de esta penosa enfermedad eclesial, está hecho con sobradas pruebas y nutridas informaciones. Pero sobre todo, está hecho con el dolor un bautizado fiel, y la esperanza de quien cree firmemente que, por el honor de la Verdad, merece librarse el mejor de los combates.
========================================================================

"Os he escrito por carta, que no os juntéis con los for­nicarios de este mundo, o con los avaros, o con los la­drones, o con los idólatras [...] Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fue­ra? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Por­que a los que están fuera, Dios juzgará. ¡Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros!"
San Pablo, I Corintios 5, 9-13
========================================================================

 LA IGLESIA TRAICIONADA
SEGUNDA PARTE

"MUESTRARIO DE INFIDELIDADES"


Esta segunda parte del libro está constituida

por artículos que aparecieron en publicaciones

digitales o en sucesivos números de la revista

Cabildo durante los últimos años o inéditos.

En cada uno de ellos el lector podrá determinar

la fecha en que fueron escritos.
==============================================
Capítulo 1

EL FORO JUDEO CATÓLICO

Entre el 5 y el 8 de julio de 2004, en Buenos Aires, en las instalaciones del Hotel Intercontinental, tuvo lugar el 18° Encuentro Internacional del Comité de Enlace Católico-Judío.
No se trató de un encuentro circunstancial, de alcance privado, sino de una reunión formal, oficial y planificada, tanto desde las altas instancias del catolicismo como desde las del judaismo.
Cuatro Cardenales estaban presentes: William Kasper, Jorge Mejía, Wiliam Keeler y Jorge Bergoglio; tres Consejos Pontificios representaban los tres primeros; a la Iglesia Católica en la Argentina, el último. Autoridades de la UCA, del Consudec, de la Universidad Austral y el Vicario del Opus Dei, fueron de la partida. Asimismo, destacados clérigos del culto judeocristiano, como Laguna, Pérez del Viso, Rivas y Rafael Braun. Entre los laicos, diversos representantes del Gobierno o de sus propias preferencias ecumenistas. El Presidente de la Conferencia Episcopal, por cierto, hizo llegar su adhesión; y todo se inició y transcurrió con la explícita anuencia y patrocinio del Vaticano.


Del lado israelí estaban representados, entre otros, el Congreso Judío Mundial, la DAZA, el Seminario Rabínico Latinoamericano, la B'Nai B'rith, el Consejo Rabínico de América y el Congreso Judío Latinoamericano. Y un número considerable de individualidades hebreas, como Marcos Aguinis, que no necesariamente representan a una determinada institución. En su conjunto, como se advierte, fue lo que se llamaría una reunión calificada. Detalles, pormenores, ponencias, asistentes y adherentes, pueden conocerse siguiendo los periódicos de la semana que insumió el Foro. En internet, está claro, los datos sobreabundan, empezando por los que proporcionaron las propias agencias informativas católicas, nacionales o extranjeras. La declaración final conjunta circuló profusamente.
Cuatro cosas deben ser dichas al respecto, sin el más mínimo asomo de precipitación en el jaicio, talante irónico o afán contestatario. Cuatro cosas, que sólo Dios conoce el dolor que nos causan. La primera, que los católicos asistentes -ostenten las jerarquías que ostentaren- profirieron heterodoxias graves e incurrieron en omisiones culposas. Piénsese, por ejemplo, en lo que significa la defensa expresa del sionismo, callando su naturaleza racista, xenófoba1, anticristiana y homicida. O en la unión de ambas religiones, la judía y la católica, predicada por Kasper, puesto que "ambas son mesiánicas" y "el mesianismo tiene que ver con la esperanza", enmudeciendo la afirmación de que Cristo es el Mesías a quien Israel rechazó primero y consintió su muerte después. Heterodoxias graves, reiteradas y múltiples, que en su conjunto, si queremos despojarnos de circunloquios, no podremos sino llamar con el duro nombre de herejía.
Lo segundo es que tales pastores, precisamente por lo que dijeron y por lo que no quisieron decir, por lo que obraron y por lo que no supieron obrar, in
ducen al rebaño fiel a una confusión atroz, llevándolo al límite mismo del escándalo. Incurren en la misma falta quienes -a pesar de no haber asistido y de conocer la verdad- no han sido capaces de hablar "sí, sí; no, no".
Lo tercero, es que el grueso de las instituciones judías asistentes, tienen un largo, probado y documentado historial de militancia anticatólica, empezando por la siniestra agrupación masónica B'Nai B'Bríth. De modo que de ser cierta la parte de la declaración final conjunta, según la cual "la comunidad judía deplora el fenómeno del anticatolicismo en todas sus formas", esa misma comunidad debería empezar por cuestionar a las mencionadas entidades, así como sus profusos y respectivos medios de difusión, que son otras tantas pruebas del "anticatolicismo en todas sus formas".
Lo cuarto, al fin, es que bien estará que se recuerde la incompatibilidad entre catolicismo y antisemitismo. Pero semitismo y sionismo -cuya misma naturaleza ha quedado reconocida en buena hora, bien que por motivos espurios- poseen unos principios y unos fines, unos protagonistas y unos antecedentes, no sólo enteramente incompatibles y hostiles a la fe católica, sino también a la misma patria argentina, en cuyo seno tal reunión internacional se llevó a cabo.
Este judeocatolicismo que en nombre de un desencaminado ecumenismo ha quedado instalado, es una ignorancia tan enorme cuanto culposa, una mentira intencional y una profanación impía. Y es además una traición a las raices fundacionales de la argentinidad. Quede dicho desde estas páginas, por modestas que sean, para que algún día y en algún sitio se sepa, que conviene decir la Verdad, ante el mutismo ominoso de los que deberían hacerse crucificar por ella.

Capítulo 2 EL MISMO DIOS
Finalmente, el 9 de agosto de 2005, el Cardenal Bergoglio, junto con León Cohén Bello por la DAIA, Luis Grynnwald por la AMIA, y Omal Helal Massud por el Centro Islámico, suscribieron una declaración conjunta contra "toda forma de fundamentalismo y terrorismo".
Interesante iniciativa, si las hay, y que no podía tener mejor inicio. Tanto que en el trascendental documento fundante, el Cardenal Primado -disipando las dudas de quienes aún creíamos con el Catecismo que la Iglesia Católica era el Cuerpo Místico de Cristo- se apresuró a aclararnos públicamente que en rigor, se trata sencillamente de una de las "entidades comprometidas con la realidad del país". Una ONG más, que en paridad de condiciones con otras, puede suscribir convenios y contratos. Incluso comerciales, aprovechando que -según lo dijera un afamado pastor el 6 de agosto en Claves para un mundo mejor- "la economía argentina ha accedido a rumbos mejores [...] tomando una orientación que en términos generales se puede considerar correcta".
El otro error del que nos libró en la ocasión nuestro Primado, fue el del Evangelio que por boca del mismísimo Jesucristo nos tenía acostumbrados a repetir, refiriéndose a los israelitas: "Vosotros no sois hijos de Abraham; si sois hijos de Abraham haced las obras de Abraham. Vosotros tenéis por padre al diablo y queréis hacer los deseos de vuestro padre" (Jn.8, 44). Ahora sabemos, pues fue dicho por el Pastor presentando el gran texto inaugural, que «tenemos cosas en común: adoramos al mismo Dios, somos hijos de Abraham" (La Nación, 10-8-05, p.10).
Pero no escribimos estas líneas sólo para dar gracias por el Nuevo Culto Trimonoteísta que nos ha sido dado, sino para formular un pedido, que podría derivar en un ofrecimiento. En efecto, dice el sacro texto que los firmantes del mismo se comprometen a "crear una Comisión destinada al estudio y a la prevención de las causas que generan el terrorismo y el fundamentalismo".
Hace tiempo que deseamos saber, entre tantas cosas, por qué a instancias de la DAIA y de la AMIA no se pudo enseñar más la religión católica en las escuelas catamarqueñas; por qué bajo los auspicios de tan ecumenistas entidades, se propuso suprimir la Cruz de la bandera tucumana, o declarar antisemita la hipótesis de la implosión en la Embajada de Israel, o culpar al Estado Argentino de los atentados contra sus custodiados blancos. Por qué, el Estado de Israel -el mismo que legaliza las torturas y prohija el terrorismo- puede patotear al Santo Padre Benedicto XVI, mientras la primera ciudadana Cristina Kirchner lo pone como modelo de política estatal.
Inquietudes todas que bien podrían disipar los integrantes de esta anunciada Comisión. Para cuya constitución ofrecemos desinteresadamente buscar algún colaborador, selecionado con cautela, pues el hombre elegido, fiel a las enseñanzas bergoglianas, según las cuales "adoramos al mismo Dios" (La Nación, ibidem), debe creer simultáneamente en Alá, Jesucristo, el Becerro de Oro y el Gauchito Gil.

Capítulo 3
LA BESTIA Y LOS PASTORES MAJADEROS
El perfil de Laguna
En declaraciones públicas hechas al diario Perfil (domingo 13 de noviembre de 2005, p.56) Monseñor Justo Laguna -siguiendo con una línea de conducta tristemente habitual en él- ha desbarrado a sabiendas, con plena conciencia de la confusión que causa, del daño que ocasiona y del escándalo que acarrea. En esta ocasión, el tema elegido para el desmadre doctrinal fue uno de los preferidos por los medios, y también por el pastor, que parece sentirse cómodo en lúbricas cavilaciones. Hablaron así de sexo, Damián Glaz, el perfilado periodista, y Justo Laguna, el sedicente purpurado. Una foto del prete en la cama completa e ilustra la noteja, como para que no se abriguen dudas sobre el amarillismo del suelto al que interrogador e interrogado se acaban de prestar.
Laguna dice lo suyo, que no es lo de la Iglesia sino lo de sus enemigos y persecutores. Dice, verbigracia, que «este gobierno es lo mejor que nos puede pasar» y que ya la ve «como presidenta a Cristina». Que «debe ser revisado y discutido» el criterio vigente y aprobado en el último Sínodo de prohibir la comunión a los divorciados. Que «habría que despenalizarlo [al aborto] para algunos casos». Que está de acuerdo con la educación sexual en las escuelas, pues contrariamente, a lo que indica la tradición» «el sexo es para muchas cosas», y «el colegio no cumple con su función si no enseña la totalidad de la sexualidad» y si «a los adolescentes que no quieran ser castos» no se les enseña que «no lo hagan mal, sin nada», al acto sexual.
Fingiendo algún asombro e inocultando la admiración ante tan sabrosas heterodoxias, apenas el prelado concluye su frase favorable a la despenaliza-ción del aborto, el escriba le pregunta si «cree que llegará a ser ése el pensamiento institucional de la Iglesia». «Eso no lo conseguiremos nunca», se lamenta Laguna. «Hemos tenido un Papa muy duro en toda esa materia [se refiere a Juan Pablo II]. Y el que tenemos ahora [se refiere a Benedicto XVI] está en la misma línea, pero con más inteligencia, para colmo de males» (¡sic!).
'Ninguna interpretación es preciso ejercitar para advertir que Laguna acaba de plantar el árbol de la ciencia del bien y del mal. Perverso arbusto que ya no es el lignum vítae de la sabiduría divina ante el que se prosternan los hombres de buena voluntad -y ante el cual estamos obligados a la obediencia los miembros de la Iglesia- sino la planta torcida, cizañosa y ruin de sus propios y mendaces puntos de vista. Pero haber extirpado aquella señal paradisíaca de la omnisciencia del Creador, para sustituirla por una doxa frivola, irresponsable y calumniosa, es reeditar el gesto luciferino de la rebelión contra el Altísimo.
No llegarán las sanciones canónicas que le corresponderían a este prelado felón, después de esta última manifestación de su descaro. Ni por haber ofendido a dos Pontífices, ni por declararse en los términos que lo ha hecho en pro de la cultura de la muerte. Seguirán llegando en cambio los favores del mundo, de los que nutre su vanidad y su ridículo en-golamiento. Y habrá para él nuevos almuerzos televisivos o nuevas funciones en la Comisión Episcopal de Ecumenismo.
No importa. Lo que ya le ha llegado de seguro es el vómito de Dios. Y no hay perfil que pueda mejorar un rostro una vez recibida tan fortísima sanción.
La ciudad cárnica
Escándalo aparte es el que dan ciertos pastores y ciertas agrupaciones católicas, al asociarse pública y reiteradamente con la B'nai B'rith, en la mayoría de los casos para celebrar juntos las efemérides impuestas coactivamente por el sionismo internacional.
Así sucedió en la parroquia porteña de San Nicolás de Barí, el pasado 9 de noviembre, con la asistencia del mismísimo Cardenal Bergoglio. Y en el Museo de la Catedral de La Plata, y aún después, en la Universidad Austral, bajo el patrocinio de Monseñor Patricio Olmos, Vicario del Opus Dei (Cfr. La Nación, Buenos Aires, 14-11-05)
Fenómeno trágico y ya de larga data, si los hay, el de la judaización del catolicismo, el del pseudoecumenismo convertido en irenismo y el del diálogo interreligioso trastrocado en monólogo herético. Nada diremos de ello en la ocasión. Fenómeno igualmente trágico el de la falsificación intencional de la historia, en virtud del cual Israel viene ofreciendo compulsivamente una visión amañada y unilateral del pasado europeo, a partir de la victoria aliada en 1945. También callaremos ahora sobre el punto.
Fenómeno muchísimo más desgarrador aún el de la constante agresión judía a las creencias, a los símbolos y a las doctrinas cristianas. Baste apenas como ejemplo -por la contemporaneidad con el hecho central que motiva esta nota- el lacerante testimonio del Padre Artemio Vítores, Vicario de la Custodia de Tierra Santa en Jerusalén, sobre los atropellos hebreos contra los lugares santos que ponen «en alto riesgo de que desaparezca completamente la presencia cristiana en Belén», ante la indiferencia de los bautizados (cfr. Zenit, 17-11-2005). Haremos silencio de igual modo en estas circunstancias.
'Fenómeno, al fin, documentalmente constatable hasta el hartazgo, el largo historial explícitamente masónico de la B'nai Brifh, desde su fundación en los Estados Unidos a mediados del siglo XIX. No ha habido causa de la Revolución Mundial Anticristiana, que no dejara de apoyar fervorosamente. No ha habido ideologismo ruinoso que no propagara. No ha habido, en suma, opción política, cultural y espiritual contraria a la recta doctrina, que se privara de su adhesión. El peligro de esta logia judeomasónica se ha considerado tan extremo, que hasta se han escuchado voces de alerta procedentes de quienes no podrían tildarse de antisemitas, como Henry Ford, Jacques Zoilo Scyzoryk, o el Executiue Intelligence Review. Pero insistimos: ninguna de estas gravísimas realidades serán hoy objeto de análisis. Y no por considerarlas poco entitativas, sino porque teniendo la relevancia que tienen nos demandaría un espacio inabarcable al tiempo de redactar estas líneas.
Un hecho menor y casero, en cambio, podría haber sido considerado por los pastores, las prelaturas y las catedralicias autoridades; y es la repartija insensata de anticonceptivos -orales o de látex- que la aciaga logia judaica ejecuta prolijamente en los hospitales o centros de salud de nuestra invadida patria, como parte del apoyo que le presta a las campañas infames del inverecundo Ginés González García, Ministro de Salud del Kirchnerismo.
A la vista está, y sólo a guisa de ejemplo, el diario El Día de Gualeguaychú, del pasado 10 de octubre de 2005, para dar exacta cuenta de lo que decimos. Que uno de los precitados pastores, que practicó la anfitrionía y la coyunda con la B'nai Britli, haya sido el mismo que paralelamente sostuvo una valiente discrepancia con las obscenas políticas estatales en materia de sexualidad, y que suele hablar lúcida y doctamente en tantas ocasiones, acentúa el dolor de nuestra protesta.
Fue en la Basílica porteña de San Nicolás de Barí, ya aludida, donde el Cardenal Bergoglio, llorando con la B'nai Brifh los cristales rotos de 1938, se lamentó de «nuestro cainismo humano». Una repasada a la vera historia, y a la de la B'nai Brifh en particular, podría hacerles patentes a estos judeocatólicos el sustento cabalístico del cainismo humano, múltiple y antiquísimo en su fatal despliegue, desde las primeras persecuciones a la Iglesia, por poner un hito, hasta los crímenes perpetrados en nombre de la humanidad por los vencedores de la Segunda Guerra. Podría hacerles patente del mismo modo, la frondosidad de enseñanzas rabínicas que dan doloroso fundamento a aquello que Guénon llamara la dudad caínica, o el cainismo moderno, si se prefiere la denominación más ortodoxa de Monseñor Keppler.
A su vez, otra repasada a la teología, de la mano de los Padres para mayor seguridad, podría tornarles comprensible el aciago parentesco entre la Sinagoga y Caín. Drama doloroso de los tiempos, que con caridad y claridad admirables, y glosando a San Pablo, explicara el Padre Julio Meinvielle cuando escribió que «el judío es el verdadero Caín». Y que, por lo tanto, Dios no dispone su exterminio, como en las ideologías racistas, sino el castigo de que vaya «llevando en su carne el testimonio de Cristo en el misterio de la iniquidad». Hasta que arrepentido del horrendo crimen -y de los tantos cometidos como una 'resonancia fatídica de la muerte del justo Abel- vuelva penitente y contrito a la casa del Padre.
Pero a ninguna casa del Padre querrán volver los judaicos caínes, a ninguna mansión abandonada y traicionada querrán regresar, si los pastores de la Iglesia Católica, lejos de instarlos a la conversión, se judaizan con ellos y con ellos se unen en la ingrata tarea de descristianizarlo todo. Y si en vez de rezar y luchar para que Caín acorte sus días fugitivos e infecundos, se van con él a «las tierras de Nod» de las que habla el Génesis (IV, 16). Tierra de nadie, sin patria, sin raices, sin hogar ni consuelo ni gracia.


Sombras nada más
Sigue dando que hablar la Carta Pastoral del Episcopado Argentino titulada Una luz para reconstruir la Nación (Buenos Aires, Pilar, 12-11-2005)
Si hemos de ser justos con la misma, diremos que no es desacertado el criterio elegido por sus redactores de recordar «cinco principios básicos de la Doctrina Social», con sus consiguientes «proyecciones sobre la realidad social argentina»; para hacer lo mismo después con «cuatro valores fundamentales de la vida social».
Lo desacertado -por decir lo menos- es el acento marcadamente naturalista e inmanentista de los conceptos vertidos bajo aquellas categorías. El tono temporalista y horizontalista, vacío de toda perspectiva sobrenatural y de un talante genuinamente religioso. Lo desacertado es el enfoque reducccionista que malbarata y hace pasar la Doctrina Social de la Iglesia por la declaración de principios de cualquier agrupación partidocrática. Lo desacertado, en suma, y moralmente pecaminoso, es que aquello necesario de decir fue pusilánimemente callado, y que lo dicho llevó el sello del derechohumanismo, de la deificación de la democracia, del culto antropocéntrico y hasta del siempre invocado y confuso solidarismo, convertido ahora en principio de la Doctrina Social. Lo desacertado -completemos el juicio- es el tributo que el texto paga, con inaudita displicencia, al núcleo de las ficciones ideológicas de la modernidad, tanto las de sesgo liberal como las de cuño marxista.
Sirvan de botones al proverbial muestrario, ante todo, el párrafo 29, que proclama abolida la enseñanza tradicional de la Iglesia, según la cual «el error no tiene derechos». Olvidando el pequeño detalle de que tal enunciado doctrinal fue expresado, entre otros, por León XIII en la Libertas, y que a la totalidad del magisterio leoniano pidió volver Juan Pablo II en la Introducción de su Centessimus annus, como un modo de «satisfacer la deuda de gratitud que la Iglesia entera ha contraído con el gran Papa» y de manifestar «también el verdadero sentido de la Tradición de la Iglesia».
Y luego el párrafo 30, en el cual -distorsionando facciosamente la naturaleza de la guerra revolucionaria que el comunismo internacional desató contra la Nación- se establece una explícita asimetría de culpas, dictaminando que los actos de la guerrilla que «contribuyeron a enlutar a la patria» no son comparables al «terror de Estado» con sus «consecuentes crímenes de lesa humanidad». Como si toda represión estatal -aún la lícita, necesaria y justísima-fuera per se terrorismo; y como si los requisitos legales que tipifican de lesa humanidad a un crimen, no se aplicaran uno a uno al crapuloso accionar de la guerrilla. Y como si la acusación de "lesa humanidad" contra las Fuerzas Armadas Argentinas, no se supiera ya, sobradamente, que constituye una chicaría política de las izquierdas sin real sustento jurídico.
Para los Obispos, los problemas vitales que deben señalarse y corregirse son de índole sociológica: desocupación, subempleo, exclusión social, inseguridad, pobreza. Y entre los «muchos signos positivos» que han escrutado les parece enunciable, en primer lugar, el aumento «del índice de votantes» (par.20).
 La tragedia de una patria católica intencionalmente descristianizada, de la Fe perseguida y profanada, de la Cátedra de Pedro escarnecida, de la blasfemia y de la impiedad promovidas a mansalva, de la cultura de la muerte entronizada, y del ultraje religioso y moral hecho política oficial, no aparece mencionada. La tragedia de una Argentina en la que Cristo ha sido destronado y los deicidas se reparten con insolencia sus despojos, tampoco los inquieta. La tragedia consiguiente de una población masificada y acostumbrada a la aceptación del vicio y de la contranatura, cuyos integrantes han sido degradados del rango de ciudadanos al «de votantes», no los perturba ni les quita sus episcopales sueños. El hecho igualmente trágico de un gobierno crapuloso y corrupto, integrado por la gusanería marxistoide más revulsiva, y por los sirvientes más dóciles al Imperialismo Internacional del Dinero, no se menciona en el listado de inconvenientes.
Todo el sinfín de males enormes que se siguen de estar padeciendo la acción devastadora de quienes niegan los derechos de Dios, ha sido silenciado. Y mientras se calla el deber de resistir valientemente tamaña perversión, hasta el derramamiento de la propia sangre si fuera menester, se insta «a luchar para transformar la pasividad de muchos en una auténtica participación democrática» (par. 21).
El Evangelio no manda luchar por la democracia, sino librar el buen combate por amor a Cristo Rey. Un combate en el que se está dispuesto a donar la vida, y en el cual, históricamente, muchos santos y muchos héroes cristianos segaron vidas de enemigos públicos. Porque no es lo mismo la muerte de un inocente, que la muerte de un culpable en guerra justa o en custodia propia, o en legítima contienda defensiva de bienes cuyo agravio no puede consentirse.
No trae, pues, la Carta de los Obispos, una luz para reconstruir la nación. Sombras, nada más, como en el tango de Contursi. Lo que debieran saber los pastores es que, como lo enseñara Castellani, Dios no es un cantor de tangos, que al final, enternecido, abrirá las anchas puertas para que todos pasen al cielo. No; no, enseñaba el gran cura. La puerta es estrecha. Golpearán queriendo entrar los mercenarios que dejaron el rebaño a merced de los lobos. Y detrás se escuchará la voz firme y gimiente del Señor recitando: «Algún día haz de llamar / y no te abriré la puerta / y me sentirás llorar».
La Bestia
Pero como vivimos bajo el signo de lo paródico y de la apariencia sin ser, tamaño documento episcopal -anodino, heterodoxo y tibio- fue presentado por los medios como un «durísimo ataque» al Gobierno; una especie de bula condenatoria que lo arrojaba al averno. Y así durante días y días de libérrima ignorancia periodística. La especie llegó a oídos de la Bestia y reaccionó como es del dominio público. En su boca de dicción canibalesca se agolparon los sones guturales que hicieron las veces de palabras reprobatorias. En sus zarpas se crisparon las pulsaciones que remedaron humanos gestos desdeñosos.
Porque Néstor Kirchner, que a él mentamos cuando decimos la Bestia, es un calco de Dudard, aquel personaje progresista de El Rinoceronte de lonesco, cuyas últimas palabras antes de animalizarse fueron declarar que lo hacía pues era necesario ir con el tiempo. La Bestia no lee, ni medita, ni reflexiona, ni jerarquiza, ni distingue. La Bestia es incapaz del ensimismamiento, de la contrición, del perdón otorgado o requerido. Gruñe, manotea y depone. Es inútil hacerle inteligir la naturaleza de la Iglesia a la que cree pertenecer, y la naturaleza de la herejía que hoy corroe a esa Iglesia y a cuyos profetas exalta dialécticamente. Es inútil pretender inculcarle la noción del sacramento de la penitencia, en virtud del cual, lo que quiso señalar como un defecto: «confesar a los torturadores», no sería sino un mérito, amén de un deber. Es inútil proporcionarle los rudimentos de la lógica, según los cuales, un texto es veraz o falso per se, no per accidens; esto es, en el caso que nos ocupa, por el apoyo de la Iglesia a la legítima represión militar a la guerrilla. Es inútil solicitarle la fina motricidad del alma, y la virtud de la veracidad conexa a la justicia. La recua terrorista a la que lo une su pasado de módico estudiante subversivo y su presente de garante del rencor setentista, lo acompaña en su odio a la Cruz. Que es lo único que queda en pie después de su grotesca soflama contra lo que él creyó inadmisible.
Hubiera sido edificante que ante este estallido feral -por el cual, como en el poema de Manuel Machado, el animal «bufa, ruge, roto, cruje», y encuentra como respuesta la figura esbelta del torero «que se esquiva jugando con su enojo»- la Bestia se hubiera encontrado con la firmeza de los Herederos de los Apóstoles haciéndolo rodar por la arena. En su lugar, los obispos y el Cardenal Primado, Monseñor Bergoglio, se apresuraron a aclarar con prontitud que la traída y llevada Carta Pastoral no estaba dirigida contra el Gobierno. Diversidad de voceros oficiales y oficiosos de la Conferencia Episcopal dieron la buena y tranquilizadora nueva... ya vieja para nosotros.
Gracias al Cielo, entre los desertores de la Eternidad y la Bestia, todavía existen católicos y argentinos dispuestos a pelear por Dios y por la Patria.


Capítulo 4
SEÑOR, HIEDE....
«Los Pastores deben tomar cada vez más conciencia de un dato fundamental para la evangelizarían: en donde Dios no ocupa el primer lugar, allí donde no es reconocido y adorado como el Bien Supremo, la dignidad del hombre se pone en peligro. Es por lo tanto urgente... recordar que la adoración no es un lujo, sino una prioridad»-
Benedicto XVI, Ángelus del 28 de agosto de 2005
Cuando el dolor lacera y sacude al alma, es difícil andar enhebrando discursos, mas también es difícil permanecer callado. Obren como quieran aquellos obsecuentes que se saben conminados a salir en defensa de la Jerarquía Eclesiástica, aún en las ocasiones en que ella se muestra contraria a su misión doctrinal. Obren también como quieran, quienes prefieran enmudecer o fingir. Lo cierto es que cuantas veces nos toca hablar de la infidelidad de los Obispos, lo hacemos con una pesadumbre que sólo Dios conoce y pesa. Dígase entonces con aflicción, pero dígaselo de una vez, lo que hay que afirmar sobre el inaudito caso del pastor sodomita, Monseñor Maccarone.
1 -Maccarone pecó en primer lugar contra Dios. Pecó con vicio nefando, faltó contra natura, depravó su cuerpo y su mente, ensució el Orden Sagrado, llevó una vida sacrilega a fuer de doble, siendo una de ellas la de Ministro de la Eucaristía, y la otra la de un relapso en materia de perversión sexual. Pecó contra la castidad y dio escándalo grave a sus subditos. Sacrilegio, sodomía, escándalo: así enunciemos sus culpas.
Nada de esto ha sido dicho, faltándose entonces a esa primera caridad que es la verdad, según recta enseñanza agustiniana. Y por tamaña falta de omisión, quebrantóse la justicia, pues la omisión de lo necesario es tan injusta como la afirmación del error. Y aquí lo necesario era llamar a las cosas por su nombre, desagraviando a Dios primero, el gran traicionado.
2 -Maccarone no es sólo ni principalmente un desventurado invertido, sino uno de los tantos clérigos descarriados por la herejía progresista, uno de los tantos activistas de la Iglesia Clandestina al servicio de la Revolución Marxista. Pruébase lo dicho de modo terminante por quienes le dieron su grotesco y ostensible apoyo una vez apartado de su cargo, en septiembre de este año 2005. Desde el lipoma Bonafini hasta el extorsionista Castell, pasando por toda la gama de los izquierdistas mass media y de las agrupaciones ideológicas afines. Pruébase por la cuidadosa elección de su amparo eclesial buscada por la impía y montoneril dupla del matrimonio Kirchner. Pero pruébase por sus frutos y por sus enseñanzas, cuyo tributo al hereje Karl Ranhner, verbigratia, salió a relucir precisamente en carta de lectores de una de sus discípulas y defensoras (cfr. La Nación, 25-8-05, p.16).
Nada de esto fue dicho, callándose nuevamente la existencia de ese mal enorme, que autodemuele a la Iglesia. Un mal cuya acción real no se entiende separada del Maligno, enseñoreado hoy a sus anchas en el mismo lugar sacro. Heresiarca y manfloro: tales pues los adjetivos que retratan al prelado depuesto.
3 -La reacción del Episcopado Argentino, con el Cardenal Bergoglio a la cabeza, ha sido tan errada cuanto impropia, tan exasperante como pusilánime, resultando en la práctica una triste complicidad con el pastor felón. Elipsis y subterfugios múltiples reemplazaron el perentorio lenguaje viril que la ocasión reclamaba. Minimizaciones eufemísticas del horrendo pecado, ocuparon el lugar de las indispensables reprobaciones morales. Elogios, ponderaciones y unánimes encomios a la labor del descarriado, sustituyeron la legítima reprensión y la exigencia de la reparación del escándalo ocasionado, para que cese la contumacia. Perdones, disculpas y humanitarias comprensiones ante la náusea, desplazaron toda palabra de amonestación, todo llamado a la enmienda, toda urgente e impostergable imprecación del reo. Lisonjas y majaderías impropias de varones, hallaron cabida para "acompañar con afecto" al contumaz, pero no hubo lugar para el celo de suplicar clemencia a los pies del Señor.
Con una prontitud y un consenso que no se tuvo en anteriores y necesarios casos, se le agradeció formalmente a Maccarone el servicio prestado "a quienes tienen la fe amenazada"; como si la principal amenaza a la Fe del rebaño no fuera ver la conversión de sus mayorales en mercenarios y en lobos. Y en el colmo del dislate -que sería jocundo si no rozara la blasfemia- se pretende hacer girar la cuestión no en la ofensa mortal infligida al Altísimo, no en la infracción al Decálogo ni en la infidelidad a Jesucristo y al Magisterio de la Iglesia, sino en el espionaje político y en el avasallamiento de la privacidad.
De resultas, lo pecaminoso ya no sería el amancebamiento contra natura sino su indiscreta filmación con fines extorsivos. ¿Por quiénes nos toman realmente los Obispos? ¿Por quiénes se toman, una vez abajados de su rango de maestros de la Verdad? ¿En tan poca monta se tienen y nos tienen, para ofender la inteligencia con estas baratijas argumentativas? ¿Es tan fuerte el pacto de la colegialidad, acalla el forzado mayoritarismo hasta la fuerza natural de las hormonas, para que ni uno solo de los Obispos haya quebrado el complaciente discurso unánime diciendo que el príncipe estaba desnudo, ¡ay!, literalmente, y en camastro villano? La filosa y justiciera metáfora de la rueda de molino, tan aplicable otrora como ahora, no tuvo esta vez una boca pastoril que la recordara.
4 -La supuesta disculpa de Maccarone, que tomó estado público a partir del 26 de agosto de este 2005, leída sobrenaturalmente asusta por el torpor que delata, estado propio de un espíritu acédico. Pero leída naturalmente es una prueba más, de que tanto él como sus pares, son incapaces de superar la perspectiva horizontalista, inmanentista y sociológica. El amadamado prete refiere "un proyecto de extorsión", un "acontecimiento preparado por intereses y tecnología" que "se aprovechó" de "su buena voluntad", hiriendo "la calidad moral de su persona". En todo lo cual ve "el costo" pagado por una "actitud" de lucha "contra la prepotencia y la injusticia" de los poderosos políticos santiagueños. Ausente el perdón a Dios por las ofensas múltiples y gravísimas. Ausente el decoro y el pudor para llamarse a silencio sempiterno. Ausente el puño que se golpea con furia el pecho, clamando cien veces mea culpa. Ausente el sentido común para evitar expresiones como buena voluntad o calidad moral. Ausente la conciencia del pecado, el propósito de enmienda, la disposición penitencial, el inacabable pedido de misericordia al Señor, para con sus vellaquerías primero, y para con la grey que sus escándalos azotó.
5 -En el vigente Código de Derecho Canónico, un canon, el 1387, tiene previsto hasta "la expulsión del estado clerical" para el religioso que "con ocasión o pretexto de la confesión", "solicita al penitente a un pecado contra el sexto mandamiento". Dictamen que no literalmente pero sí a fortiori se le aplica a Maccarone. Y en el antiguo Pontifical Romano -como lo ha recordado en una homilía luminosa el Padre Gustavo Podestá- se detallaban los momentos solemnes, reparadores y justicieros, de la ceremonia de degradación a la que podía someterse a un pastor corrupto y ladino. Uno a uno, en restauradora pedagogía litúrgica, se le despojaba al traidor de los atributos sacros que se le habían conferido al ordenársele. Para que nadie pudiera decir que la lenidad se había impuesto. Para que el maldito agravio al Redentor no quedara impune ni triunfante la apostasía. Para que sus manos ensuciadas por el dolo no se atrevieran jamás a tomar la Sagrada Forma.
Nada de eso sucederá en este caso, como nada de eso sucedió en situaciones análogas o más graves. Porque salvo honrosísimas excepciones, estos pastores, que por dolorosa permisión de Dios, ejecutan, encubren y toleran hoy la consumación de tantos atropellos doctrinales y morales, no son en rigor la Verdadera Iglesia. Son la Iglesia Clandestina, cuya protesta le costó la vida a Carlos Alberto Sacheri. La que pide canonizar a los palotinos, a Angelelli, a Pironio o a cuanto aprendiz de Judas cambió al Señor por denarios. La que dice optar por los pobres, como escaramuza para servir a la Revolución. La que dice enfrentarse con los poderosos pero complace a los tiranos. La que dice oponerse a los poderes políticos, pero se prosterna ante la democracia y sacraliza al Régimen. La que por boca del Cardenal Primado, Jorge Bergoglio, ha dicho el pasado 10 de agosto -sin que uno sólo de sus pares o subalternos saliera a enmendarlo o siquiera a suplicarle enmiendas- que católicos, judíos y musulmanes "adoramos al mismo Dios". Iglesia de la Publicidad, la llamaba el Padre Julio Meinvielle; de la que el intemperado Maccarone quedará como un emblema sombrío y vil, en el que se amalgaman el progresismo y la contranatura, la inverecundia y la herética pravedad.
6 -No prevalecerán en la Barca sus polizontes cuatreros. Hay legiones de curas acorazados en la Fe Verdadera, blandiendo la Cruz como se empuña el mandoble en la batalla, ornamentados para el sacrificio, dispuestos con hombría a servir a los menesterosos, a tutelar a los débiles, a enfrentarse con los mercaderes, a despreciar a los partidócratas, a conservar la pureza, y sobre todo a rezarle a Dios en cada Pésame, "antes querría haber muerto que haberos ofendido". Conocemos bien a esos curas gauchos e hidalgos, esparcidos sobre el paisaje patrio, anónimos en su apostolado y eficientes en su diaria oblación. A ellos, no les parece, como al Vocero del Episcopado, que «la primera y mayor preocupación es la credibilidad pastoral de la Iglesia», cual si se tratara de una empresa pronta a recuperar sus clientes perdidos. A ellos les importa amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo por amor a Dios.
Y si la Barca hiede por sus presencias indignas, como el sepulcro de Lázaro, según nos cuenta el Evangelio, el Rey Invicto puede restituirle el aliento y el paso firme, la resurrección entera para que camine y avance, ya sin mortaja ni remoras ni obstáculos.
No prevalecerán en la Barca los sembradores de cizaña ni los hijos de las tinieblas, ni los eclécticos componedores de diálogos irenistas y sincretistas, ni los pederastas ni los heresiarcas. Porque la Barca la conduce Pedro, que -pescador veterano y reciamente masculino- se guía por la voz tronitonante de su Caudillo, Jesucristo, quien le ordena irrevocablemente: ¡Duc in altum! Conduce hacia lo Alto. Navega hacia Alta Mar.