REFRESCANDO LA ACTUALIDAD I
LAS DOS BESTIAS DEL APOCALIPSIS
Radio
Cristiandad considera una urgencia de la hora presente, en que sin duda
vivimos los acontecimienros postreros de los últimos tiempos, publicar
nuevamente un par de artículos referidos al tema del epígrafe,
comenzando por transcribir el capítulo XIII del Libro del Apocalipsis
(versión del Doctor Monseñor Juan Straubinger), para luego volcar las
interpretaciones del Padre Manuel Lacunza acerca del Anticristo; y muy
especialmente a la luz de la visita de Decimejorge a Cuba y a los
Estados Unidos, lo que decía el gran exegeta chileno sobre el Falso
Profeta. La
publicación de los comentarios del Padre Lacunza sigue la secuencia del
capítulo del Libro de la Revelación, aunque sus glosas sobre la Bestia
de la Tierra son de mucha mayor actualidad, vistos los acontecimientos
recientes aludidos en el párrafo anterior.
CAPÍTULO XIII
La bestia del mar. [1]Y
del mar vi subir una bestia con diez cuernos y siete cabezas, y en sus
cuernos diez diademas, y en sus cabezas nombres de blasfemia. [2]La
bestia que vi era semejante a una pantera; sus patas eran como de oso, y
su boca como boca de león; y el dragón le pasó su poder y su trono y
una gran autoridad. [3]Y (yo vi) una de sus cabezas como si se le hubiese dado muerte; mas fue sanada de su golpe mortal, y se maravilló toda la tierra, (y se fue) en pos de la bestia. [4]Y
adoraron al dragón, porque él había dado la autoridad a la bestia; y
adoraron a la bestia, diciendo: “¿Quién como la bestia? y ¿quién puede
hacerle guerra?” [5]Y
se le dio una boca que profería altanerías y blasfemias; y le fue dada
autoridad para hacer su obra durante cuarenta y dos meses. [6]Abrió, pues, su boca para blasfemar contra Dios, blasfemar de su Nombre, de su morada y de los que habitan en el cielo. [7]Le
fue permitido también hacer guerra a los santos y vencerlos; y le fue
dada autoridad sobre toda tribu y pueblo y lengua y nación. [8]Y lo adorarán (al dragón)
todos los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están
escritos, desde la fundación del mundo, en el libro de la vida del
Cordero inmolado. [9]Si alguno tiene oído, oiga: [10]si
alguno ha de ir al cautiverio, irá al cautiverio; si alguno ha de morir
a espada, a espada morirá. En esto está la paciencia y la fe de los
santos.
La bestia de la tierra. [11]Y vi otra bestia que subía de (bajo) la tierra. Tenía dos cuernos como un cordero, pero hablaba como dragón. [12]Y
la autoridad de la primera bestia la ejercía toda en presencia de ella.
E hizo que la tierra y sus moradores adorasen a la bestia primera, que
había sido sanada de su golpe mortal. [13]Obró también grandes prodigios, hasta hacer descender fuego del cielo a la tierra a la vista de los hombres. [14]Y
embaucó a los habitantes de la tierra con los prodigios que le fue dado
hacer en presencia de la bestia, diciendo a los moradores de la tierra
que debían erigir una estatua a la bestia que recibía el golpe de espada
y revivió. [15]Y
le fue concedido animar la estatua de la bestia de modo que la estatua
de la bestia también hablase e hiciese quitar la vida a cuantos no
adorasen la estatua de la bestia. [16]E hizo poner a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos una marca impresa en la mano derecha o en la frente, [17]a fin de que nadie pudiese comprar ni vender si no estaba marcado con el nombre de la bestia o el número de su nombre. [18]Aquí
la sabiduría: quien tiene entendimiento calcule la cifra de la bestia.
Porque es cifra de hombre: su cifra es seiscientos sesenta y seis.
-o-o-
Artículo publicado el 4 de septiembre de 2010; el texto no se trancribe completo, por contener comentarios de otros autores:
https://radiocristiandad.wordpress.com/2010/09/04/especiales-de-cristiandad-el-anticristo/
https://radiocristiandad.wordpress.com/2010/09/04/especiales-de-cristiandad-el-anticristo/
Nos complace
poner a disposición el audio y el texto de este programa especial de
Radio Cristiandad junto al P. Juan Carlos Ceriani, que fuera grabado en
nuestros estudios el pasado 27 de agosto. Está basado en la gran obra
del P. Manuel Lacunza “La Venida del Mesías en gloria y majestad”; y
también en los datos aportados por el P. Leonardo Castellani y Mons.
Juan Straubinger.
El texto nos permitirá acercarnos más a la dificil exégesis que se presenta ante la visión de la Bestia del Mar.
La adecuación a nuestras realidades dará al lector y oyente una perspectiva de increible verosimilitud.
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AUDIO: LA BESTIA DEL MAR – EL ANTICRISTO =
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FENÓMENO III
El Anticristo
§ 5 Ideas del Anticristo, que nos da la divina Escritura
Si leemos
toda la Escritura divina, en ninguna otra parte podremos hallar tantas
noticias, ni tan claras, ni tan ordenadas, ni tan circunstanciadas, como
en el último libro de la Escritura, que es el Apocalipsis de San Juan.
Casi todos
los intérpretes del Apocalipsis convienen entre sí, como en una verdad
general, que la bestia terrible de siete cabezas y diez cuernos, de que
tanto se habla en esta profecía, cuya descripción en toda forma se lee
en el capítulo XIII, y cuyo fin en el XIX, es el Anticristo mismo, de
quien hemos oído que vendrá.
La sola descripción de la bestia, aunque no se considerase otra cosa, parece inacomodable a una persona singular:
Y vi
salir de la mar una bestia, que tenía siete cabezas, y diez cuernos, y
sobre sus cuernos diez coronas, y sobre sus cabezas nombres de
blasfemia. Y la bestia que vi, era semejante a un leopardo, y sus pies
como pies de oso, y su boca como boca de león. Y le dio el dragón su
poder, y grande fuerza. Y vi una de sus cabezas como herida de muerte: y
fue curada su herida mortal. Y se maravilló toda la tierra en pos de la
bestia. Y adoraron al dragón, que dio poder a la bestia, diciendo:
¿Quién hay semejante a la bestia? ¿Y quién podrá lidiar con ella? Y le
fue dada boca con que hablaba altanerías y blasfemias: y le fue dado
poder de hacer aquello cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en
blasfemias contra Dios, para blasfemar su nombre, y su tabernáculo, y a
los que moran en el cielo. Y le fue dado que hiciese guerra a los
Santos, y que los venciese. Y le fue dado poder sobre toda tribu, y
pueblo, y lengua, y nación. Y le adoraron todos los moradores de la
tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos en el Libro de la vida
del Cordero, que fue muerto desde el principio del mundo. Si alguno
tiene oreja, oiga.
§ 6 Explicación de este misterio,
supuesto que el Anticristo sea una persona singular
Dicen primeramente y en general, que la bestia de que aquí se habla, no es otra cosa que el Anticristo.supuesto que el Anticristo sea una persona singular
Mas, les es necesario acomodar a esta persona todas las particularidades que se leen en el texto sagrado.
Yo solo busco por ahora la explicación de solas tres:
-
Primera, las siete cabezas de la bestia.
-
Segunda, sus diez cuernos.
-
Tercera, la cabeza herida de muerte y su milagrosa curación.
Cuanto a lo primero,
nos aseguran que la bestia en general es el Anticristo; mas como este
Anticristo ha de ser un monarca universal de toda la tierra, como para
llegar a esta grandeza ha de hacer guerra formal a todos los reyes, que
en aquel tiempo, dicen, serán solos diez en todo el orbe, como de estos
diez ha de matar tres, y los otros siete los ha de sujetar a su
dominación: por eso estos siete reyes, súbditos ya del Anticristo y
sujetos a su imperio, se representan en la bestia como cabezas suyas: tenía siete cabezas.
No obstante, si leemos el lugar único de la Escritura, no hallamos en él tal noticia.
Una circunstancia que es la única que podía servirle, esa es puntualmente la que falta en el texto.
Explícome. Hallamos en el capítulo VII de Daniel
una bestia, terrible con diez cuernos, los cuales figuran otros tantos
reyes; hallamos que entre estos diez cuernos, sale otro pequeño al
principio; mas, que con el tiempo crece y se hace mayor que todos;
hallamos, que a la presencia de este último cuerno ya crecido y robusto,
caen y son arrancados tres de los diez; lo cual, como se explica allí
mismo, quiere decir, que este cuerno o esta potencia humillará tres
reyes, y humillar no es lo mismo que matar.
Buscamos
después de esto lo que debe suceder con los otros siete reyes que
quedan, y no hallamos que se hable de ellos ni una sola palabra.
¿Cómo, pues,
se asegura sobre este sólo fundamento, y se asegura con tanta
formalidad, que el Anticristo matará tres reyes, y sujetará a su
dominación los otros siete?
El texto
solo dice, que este último cuerno humillará tres, y si los otros siete
son vencidos y obligados a recibir el yugo de otra dominación, ¿qué
mayor humillación pueden sufrir? Luego en este caso debía decir, que
humillará no solo tres, sino todos los diez.
Fuera de
esto, ¿con qué razón, con qué fundamento, con qué propiedad se puede
decir que este cuerno terrible será el Anticristo, y no la bestia misma espantosa y prodigiosa, que lo tiene en su cabeza, y usa de él, y lo juega según su voluntad?
Crece mucho
más el embarazo de esta explicación, si considerando la bestia del
Apocalipsis, pedimos que nos muestren en ella con distinción y claridad
la persona misma del Anticristo.
Nos dicen en
general, que es la bestia, por otra parte nos dicen, que sus siete
cabezas son siete reyes súbditos suyos que él ha vencido y humillado, y
que los tiene prontísimos a ejecutar todas sus órdenes.
Y la persona
misma de este Anticristo, digo yo, ¿cuál es? O es el cuerpo trunco de
la bestia, sólo y sin cabeza alguna (el cual no puede llamarse bestia
sin una suma impropiedad) o aquí falta otra cabeza mayor que todas.
Es más que
visible el embarazo. Por lo cual no reparan en avanzar una especie de
contradicción, diciendo o suponiendo, que una de las siete cabezas de la
bestia es la persona misma del Anticristo.
Por otra
parte, las siete cabezas de la misma bestia son los siete reyes que han
quedado vivos, aunque vencidos y sujetos a la dominación del Anticristo,
luego la persona misma del Anticristo es uno de los siete reyes, etc.,
luego siendo estos siete reyes, como son, las cabezas de la bestia, son
al mismo tiempo solas seis.
La segunda
cosa que se debe explicar es, los diez cuernos todos coronados que
tiene la bestia El texto solo dice, que la bestia tenía diez cuernos
propios suyos; mas no dice si todos diez estaban en una sola cabeza, o
si estaban repartidos entre todas.
No obstante,
los doctores los ponen todos diez o los suponen en una sola cabeza, a
quien hacen la persona del Anticristo; y así dicen, que los diez cuernos
son los diez reyes que entonces habrá en el mundo, todos súbditos del
Anticristo, y prontos a ejecutar sus órdenes.
De aquí se
sigue otra especie de contradicción u otro enigma, no menos oscuro y
difícil de resolver; este es, que el Anticristo tendrá a su disposición
diez reyes todos coronados, y por consiguiente vivos y actualmente
reinantes, y al mismo tiempo solo tendrá siete.
¿Por qué?
Porque según nos acaban de decir en la explicación de las siete cabezas,
estas significan los siete reyes que han de quedar vivos y súbditos del
Anticristo, después de la muerte de los otros tres.
Si solo han quedado siete vivos, ¿cómo aparecen en la cabeza de la bestia todos diez coronados?
Podrá
decirse, que en lugar de los tres reyes muertos, pondrá de su mano el
Anticristo otros tres, que le quedarán obligados, y lo servirán con
empeño y fidelidad, con los cuales se completará el número de diez.
La tercera
cosa que hay que explicar es, la herida de muerte de una de las siete
cabezas, su maravillosa curación, y lo que de esto resultó en toda la
tierra.
Los intérpretes se dividen aquí en dos opiniones.
La primera
dice, que uno de aquellos siete reyes súbditos ya del Anticristo, o
morirá realmente, o enfermará de muerte sin esperanza alguna de vida; y
el Anticristo públicamente a vista de todos, y sabiéndolo todos, lo
resucitará, y lo sanará por arte del diablo.
La segunda
opinión comunísima dice, que la cabeza herida de muerte será el mismo
Anticristo, que es una de las siete, el cual morirá, y resucitará al
tercer día, todo fingidamente.
Ahora, esta
imitación de la muerte y resurrección de Cristo, ¿para qué la habrá
menester el Anticristo? ¿Acaso para que lo tengan por el verdadero
Mesías prometido en las Escrituras? Sí, puntualmente para esto. ¿Pero
quiénes?
Todos los habitadores de la tierra se reducen fácilmente a cuatro clases de personas:
-
cristianos, tomada esta palabra latísimamente con toda su extensión,
-
étnicos o gentiles,
-
mahometanos,
-
judíos.
¿Para cuál
de estas cuatro clases de gentes podrá ser a propósito aquel milagro? ¿A
cuál de ellas pretenderá persuadir el Anticristo que es el verdadero
Mesías?
¿A los
cristianos? Cierto que no; respecto de estos el milagro probará lo
contrario: probará, digo, que no puede ser Cristo verdadero, sino
fingido un hombre que muere, aunque resucite luego; pues que habiendo Cristo resucitado de entre los muertos ya no muere: la muerte no se enseñoreará más de él. Cristo verdadero que murió y resucitó una vez, no puede volver a morir.
¿Será acaso el milagro para los étnicos o gentiles? Tampoco, como estos no tienen idea alguna del Mesías, no podrán admirarse.
Lo mismo digo de los mahometanos.
No nos
queda, pues sino la última clase de gentes, que son los Judíos. Así la
muerte y resurrección del Anticristo será solamente para engañar a los
judíos, los cuales por sus mismas Escrituras podrán tener alguna luz de
la muerte y resurrección de su Mesías.
Mas no obstante esta luz de las Escrituras, es cierto que esa muerte y resurrección del verdadero Mesías fue para ellos piedra de tropiezo, y piedra de escándalo.
Al mismo Mesías, cuando les habló claramente de su muerte, le respondieron como escandalizados, Nosotros
hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre; ¿pues cómo
dices tú, conviene que sea alzado el Hijo del Hombre? Tan lejos como esto estaban de pensar que su Mesías podía morir, aunque fuese para luego resucitar.
¿Y creemos
que recibirán por su Mesías al Anticristo por verlo morir y resucitar?
¿Y creemos, que recibirán al Anticristo que se fingirá muerto y
resucitado para que los judíos lo crean y reciban por su Mesías?
A todo esto
se añade, y debe añadirse otra reflexión: esto es, que en el tiempo de
la herida y curación de una de las cabezas de la bestia, los más de los
doctores suponen ya al Anticristo monarca universal de toda la tierra;
ya suponen muertos tres reyes, y sujetos a su obediencia todos los
demás; por consiguiente ya lo suponen creído mucho antes de los judíos, y
recibido por su rey y Mesías; pues según ellos mismos esta ha de ser la
primera empresa del Anticristo, aun antes de salir de Babilonia.
¿Para qué, pues, podrá ser buena esta ficción de muerte, y de muerte no natural sino violenta (porque el texto dice), como herida de muerte, cuando ya los judíos lo adoran como a su Mesías, y lo restante del linaje humano, como a su rey, y como a su Dios?
Parece bien difícil de comprenderse:
-
por una parte, la bestia de siete cabezas y diez cuernos es el Anticristo;
-
por otra parte, el Anticristo no es más que una de las siete cabezas de la bestia;
-
por una parte las siete cabezas son siete reyes vencidos del Anticristo y súbditos suyos;
-
por otra parte, el Anticristo mismo es uno de los siete;
-
por una parte, los diez cuernos son diez reyes coronados, vivos y sanos, que sirven al Anticristo;
-
por otra parte, no pueden señalarse arriba de siete; pues el Anticristo mismo mató tres, que no quisieron servirle de cuernos, etc.
¡Qué
oscuridad! La causa de todo no parece que pueda ser otra, sino el
sistema o principio sobre que se ha procedido, mirando a este Anticristo
como a una persona individua y singular.
§ 7 Se propone otra explicación de todo este misterio en otro principio
Figurémonos ahora al Anticristo como un gran cuerpo moral, compuesto de millares de personas, mas todas unidas; todas animadas de aquel espíritu que divide a Jesús.
En este Anticristo se comprende bien, lo primero, la metáfora de siete cabezas en
una bestia; se concibe, digo, como siete cabezas diversas entre sí, o
siete falsas religiones que pueden entrar en una misma idea o proyecto
particular, se unirán para esto en un solo cuerpo, esto es, para hacer
guerra en toda forma al cuerpo y Cristo, y a Cristo mismo, no en alguna
parte determinada de la tierra, sino en toda ella y a un mismo tiempo.
Se comprende bien lo segundo, la metáfora de los diez cuernos todos coronados; y
se concibe sin dificultad, como diez o más reyes pueden entrar en el
mismo sistema o misterio de iniquidad, prestando a la bestia, compuesta
ya de siete, toda su autoridad y potestad, ayudándola para aquella
empresa.
Se concibe en fin, como una de las siete cabezas, o una de las siete bestias unidas, puede recibir algún golpe mortal, y no obstante ser curada la llaga metafórica.
Sería conveniente y aún necesario leer otra vez todo el párrafo VII del fenómeno antecedente, trayendo también a la memoria lo que dijimos sobre las cuatro bestias de Daniel.
Estas cuatro bestias tienen una relación tan estrecha con la bestia del Apocalipsis, que más parece identidad que parentesco.
Yo a lo menos no hallo otra diferencia, sino que el Profeta
toma a las bestias cada una de por sí, mirando a cada una separadamente
desde su nacimiento, y siguiéndola en espíritu desde su tiempo hasta
otro; San Juan por
el contrario las toma todas juntas, y unidas en un mismo cuerpo, como
que solamente las considera en el estado de madurez y perfección brutal,
que han de tener en los últimos tiempos.
San Juan dice, que la bestia que vio, tenía siete cabezas,
que es lo mismo que decir, ni sé que otra cosa se pueda decir más
natural, que a siete bestias diversas entre sí, las vio unidas en un
mismo cuerpo, y animadas de un mismo espíritu.
Daniel, aunque solo nombra cuatro, mas estas cuatro son siete en la realidad,
pues la tercera que es el leopardo, se compone de cuatro; y estas
cuatro con las dos primeras, leona y oso, y con la última terrible hacen
siete.
San Juan
dice de su bestia, que era semejante a un leopardo con boca de león y
pies de oso; conque la compara al mismo tiempo, y la asemeja al león,
oso y leopardo.
Estas son puntualmente las tres primeras bestias de Daniel: mejor diremos las seis primeras, pues en el leopardo se incluyen cuatro.
A la bestia
que falta no se le halla semejanza con las otras bestias conocidas, y
por eso no se le pone nombre, ni en el Apocalipsis, ni en Daniel: solo
dice este Profeta, que no tenía semejanza alguna con las otras.
San Juan dice de su bestia, que la vio salir del mar; lo mismo dice Daniel de sus cuatro bestias, y casi con las mismas palabras.
San Juan nos representa su bestia con diez cuernos todos coronados; lo mismo en sustancia hace Daniel,
con sola esta diferencia, que pone los diez cuernos en la cabeza de la
última bestia, porque a ésta la considera en sí misma, y como separada
de las otras; mas San Juan,
que la considera unida con las otras y formando entre todas un solo
cuerpo, o una sola bestia, pone todos los diez cuernos en esta bestia, o
en este conjunto, sin decirnos en particular si están todos en una
cabeza, o repartidos entre todas, o todos en cada una.
Los diez cuernos, dice Daniel, y lo mismo dice San Juan, significan diez reyes (sea éste un número determinado, o indeterminado, hace poco a la sustancia del misterio).
Estos diez cuernos los vio Daniel en
la cabeza de su última bestia, que es visiblemente la que debe hacer el
papel o figura principal en esta tragedia; porque si esta bestia se
considera en sí misma, prescindiendo de las otras, los cuernos parece
que han de ser propios suyos; ella los ha de criar, y sustentar, y
arraigar con grandes cuidados, como que le son infinitamente necesarios
para poner en obra sus proyectos.
Mas cuando
esta bestia se trague las otras, es decir, cuando traiga a su partido un
número suficiente de individuos pertenecientes a las otras bestias;
cuando les haga entrar en sus impías ideas; cuando en todas las partes
del mundo haga declararse formalmente contra Cristo muchos gentiles,
muchos mahometanos, y principalmente muchísimos cristianos de los que
pertenecen al falso cristianismo, aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero;
cuando en suma, todos estos formen con ella un solo cuerpo, y sean
animados de un mismo espíritu (que es el estado en que los considera San Juan)
entonces todos los cuernos serán comunes a todas las cabezas, o a todas
las bestias unidas; todas herirán, o espantarán con ellos; y todo aquel
cuerpo de iniquidad estará como en seguro por los cuernos; será como
una consecuencia necesaria, que tiemble en su presencia toda la tierra;
que se rindan sus habitadores, y que le hinquen la rodilla.
§ 10 Reflexiones
Lo que a lo
menos podemos concluir legítimamente de todo lo que hemos dicho sobre la
bestia del Apocalipsis, es esto: que siendo esta bestia el Anticristo
que esperamos; que anunciándose tantas cosas nuevas, grandes y
estupendas que deben suceder en aquellos tiempos en toda nuestra tierra;
debe ser este Anticristo alguna otra cosa infinitamente diversa y mayor
sin comparación de lo que puede ser un hombre individuo y singular,
aunque éste se imagine y se finja un monarca universal de todo el orbe.
No hay duda
que en estos tiempos tenebrosos se verá ya un rey, ya otro, ya muchos a
un mismo tiempo en varias partes del orbe, perseguir cruelmente al
pequeño cuerpo de Cristo con guerra formal y declarada; mas ni este rey,
ni el otro, ni todos juntos serán otra cosa en realidad, que los
cuernos de la bestia, o las armas del Anticristo.
Si esperamos
ver este hombre singular, este judío, este monarca universal, este dios
de todas las naciones; si esperamos ver cumplido en este hombre todo lo
que se dice de la bestia, y lo que por tantas otras partes nos anuncian
las Escrituras, es muy de temer que suceda todo lo que está escrito así como está escrito, y que su Anticristo no parezca, y que lo estemos esperando aun después de tenerlo en casa.
Asimismo es
muy de temer, que esta idea que nos hemos formado del Anticristo, y que
hallamos en toda suerte de libros, menos en la Escritura santa, sea la
causa principal o la verdadera de aquel descuido tan grande en que
estarán los hombres, cuando llegue el día del Señor.
Haced, amigo, esta breve e importante reflexión. Este día lo llama el mismo Hijo de Dios repentino…,
y añade, que vendrá como un lazo sobre todos los habitadores de la
tierra; y en otra parte dice que sucederá en su venida lo mismo que
sucedió en la venida del diluvio: Comían,
y bebían; los hombres tomaban mujeres, y las mujeres maridos hasta el
día en que entró Noé en el arca; y vino el diluvio, y acabó con todos.
Asimismo como fue en los días de Lot;… De esta manera será el día, en
que se manifestará el Hijo del Hombre.
A quien lee
por otra parte en los Profetas, en el Apocalipsis, y en los Evangelios
aquellas grandes señales, que deben preceder inmediatamente a la venida
del Señor, y en ellas la tribulación del Anticristo, naturalmente se le
hace difícil de concebir, el cómo pueda caber un descuido tan grande, en
medio de señales tan manifiestas.
Paréceme que
una de las causas de este descuido, y tal vez la mayor, o la más
inmediata, será sin duda la que vamos considerando, quiero decir las
falsas ideas, no menos de la venida de Cristo, que de la venida o
manifestación del Anticristo, y del Anticristo mismo.
De modo que se verán todas las señales, y se cumplirán todas las profecías, y su Anticristo no parecerá.
Y como por otra parte se sabe y se cree, que Cristo no vendrá, sin que antes venga la apostasía, y sea manifestado el hombre de pecado…,
estará ya Cristo a la puerta, y el verdadero Anticristo en vísperas de
acabar sus días, y los cristianos descuidados enteramente por la falsa
persuasión de que todavía hay mucho que tirar.
¿Por qué?
Porque el Anticristo ha de venir primero que Cristo; y este Anticristo,
este Mesías y rey de los judíos, este monarca de todo el orbe todavía no
se ve, ni aun se divisa alguna señal o vestigio de la persona en todo
el círculo horizontal.
Por lo que
hemos dicho hasta aquí del Anticristo, explicando la bestia del
Apocalipsis, podrá tal vez imaginarse, que ya la máquina terrible está
concluida, que es en nuestro sistema todo el Anticristo entero y
perfecto, con que estamos amenazados, y que ya no queda otra pieza digna
de consideración en este cuerpo moral.
No hay duda
que eso sólo bastaba para formarnos una idea de la última tribulación la
más formidable y la más conforme a las expresiones de la Escritura.
Y ¿qué cosa
más grande se puede imaginar, ni más terrible, ni más espantable, que la
unión en un solo cuerpo, de siete bestias todas ferocísimas? ¿De siete
bestias, digo, cada una de las cuales ha podido hacer por sí sola, ha
hecho, y está haciendo males gravísimos e irreparables en el mísero
linaje de Adán?
Considérense
estos males, no confusamente y a bulto, sino separados los unos de los
otros, mirando al mismo tiempo con particular atención aquella bestia
particular a quien se deben atribuir.
¿Qué males
no hizo, y hace todavía la idolatría?; y esto por espacio de tantos
siglos, y esto antiguamente en todas las partes de la tierra, en todos
los pueblos, tribus y lenguas, ¡y aun en el pequeño pueblo o Iglesia del
verdadero Dios!
¿Qué males
no ha hecho, y está haciendo en una gran parte de la tierra el
mahometismo, y esto impunemente a su satisfacción, a su libertad, a su
arbitrio, sin que haya quien se atreva a socorrer aquellos infelices, ni
sacar uno solo de la terrible boca de esta bestia?
¿Qué males
no han hecho, hacen, y harán en adelante, aun dentro del mismo
cristianismo, la herejía, el sistema de la hipocresía religiosa, y el
libertinaje?
Sobre todo,
¿qué males no ha comenzado a hacer, aun desde la cuna, la bestia última
terrible y admirable, esto es, el deísmo puro, la filosofía, la
apostasía de la verdadera religión, o en suma, el espíritu fuerte y
audaz, el espíritu soberbio y orgulloso que divide a Jesús?
Pues cuando
todas estas bestias, por sí mismas ferocísimas, hagan entre sí una liga
formal, o un tratado solemne de amistad, de unión, de compañía; cuando
todas se unan en un solo cuerpo moral, de modo que todas juntas parezcan
una sola bestia; cuando esta bestia septiforme aparezca en el mundo
armada de uñas de hierro, de dientes grandes de hierro, y también de
diez cuernos terribles, o de toda la potencia de los reyes; cuando abra
su boca horrorosa, en blasfemias contra Dios, para blasfemar su nombre y su tabernáculo, y a los que moran en el cielo; cuando en fin, se vea toda esta nube tenebrosa y espantable encaminarse directamente contra el Señor, y contra su Cristo,
con intención determinada, con firmísima resolución de no dejar en toda
la tierra vestigio alguno ni memoria de Cristo, etc.; ¡qué tempestad!
¡qué temor! ¡qué tribulación!