viernes, 27 de mayo de 2016

Así fue el ataque guerrillero más sangriento de los años 70´. Por Nicolás Márquez









Corría 1975. La guerra revolucionaria llevaba varios años. Todos los días los diarios abarrotaban de noticias e informaciones sobre combates, atentados, bombas, crímenes y desaparecidos durante el gobierno peronista. La población estaba harta del terrorismo, pero en el fondo, acostumbrada. Cada homicidio, cada secuestro, cada bomba, indignaba a la ciudadanía, pero no la sorprendía. Montoneros y el ERP habían crecido muchísimo durante los últimos tiempos, pero militarmente, sin embargo, a pesar del crecimiento cuantitativo, no podían profundizar sus objetivos. Diariamente los combates resultaban por lo general un revés para las milicias guerrilleras. Estas tenían la habilidad y capacidad de poder reemplazar las bajas y detenciones con nuevos milicianos reclutados. Pero en el fondo, los nuevos miembros, además de no tener la preparación militar de los caídos, no hacían más que mantener a la guerrilla en estado de combate constante, pero no de avance concreto.



Antes de que terminara el año 1975, el jefe del ERP Mario Roberto Santucho se esperanzaba en que las FF.AA. sufrieran una paliza espectacular. Se atacaría el Batallón de Arsenal 601 en Monte Chingolo, Provincia de Buenos Aires. Se asesinarían numerosos soldados y como objetivo principal, se robarían toneladas de armamentos para reequipar fuertemente a la guerrilla selvática que desde hacía dos años estaba actuando en Tucumán.



mario roberto santucho
Mario Roberto Santucho: fundador y lider del ERP. Murió en combate en 1976, se abatieron y mataron mutuamente con el Capitán del Ejército Juan Carlos Leonetti

Cuenta la ex guerrillera María Seoane que ¨Entre el 5 y 7 de diciembre, el ERP concentró en las localidades de Lanus y Avellaneda, en casas amplias y bajas, gran parte de los 130 guerrilleros…apoyados por un grupo similar en los alrededores del cuartel…20 autos robados, en total unas 150 armas entre fusiles, granadas, pistolas y ametralladoras, dos morteros, equipos de comunicaciones (walkie-talkies), dos camiones cisterna acondicionados para el transporte secreto del armamento, 25 controles de seguridad que verificarían la suerte corrida por cada uno de los guerrilleros y siete puestos sanitarios en los alrededores con 20 médicos para socorrer a los heridos, quienes siempre, según las órdenes de Santucho debían ser evacuados del campo de batalla. El conjunto de milicianos vestirían con un doble juego de ropas de calle: camisas, jean y zapatillas. Portarían documentos de identidad falsos y 400 mil pesos –dos veces el valor de un salario profesional- para la retirada. La edad promedio de los guerrilleros era de 23 años¨[1].

Como fuera dicho, además del gran impacto político-militar que se buscaba, el objetivo central era  conseguir armamentos para reforzar la Compañía de Monte en Tucumán. Las tropas del Gral Antonio Domingo Bussi, a diferencia de la estrategia de su antecesor (el Gral Vilas), habían pasado a la ofensiva de manera virulenta. Esto intranquilizaba sobremanera a Santucho, y sabía que de no tener un refuerzo armamentístico importante, en 1976 su ejército rural debería replegarse y la aventura del “Vietnam argentino” correría riesgo de éxito. Confiesa el guerrillero Julio Santucho (hermano menor de Mario) ¨El asalto al cuartel de Monte Chingolo fue concebido precisamente como un esfuerzo supremo por armar la guerrilla rural para que el partido y su dirección pudieran resistir los próximos años en el monte¨[2].



erp en tucuman
Formación del ERP en la selva en tucumana. La guerrilla rural tuvo en jaque a la Provincia durante 3 años de guerra sin cuartel.

En función de este propósito, el día 21 de diciembre por la tarde ¨Santucho llegó a la base del ERP en Lanus para explicar el sentido del ataque:

´compañeros`: ésta es la operación guerrillera más grande de la historia latinoamericana…Si logramos recuperar las 13 toneladas de armamento, será un gran paso para iniciar la guerra de posiciones, consolidar una zona liberada en Tucumán y lograr reconocimiento internacional para que nuestro pueblo no esté tan solo ante la barbarie que se desatará

Luego, se habría producido el siguiente diálogo entre Santucho y uno de los oficiales guerrilleros:

  • Comandante, el armamento es malo e insuficiente. Y no hemos hecho ningún plan para neutralizar las MAG de las torres de agua, que pueden causarnos muchas bajas, ni para la retirada por si no podemos permanecer dentro del batallón

 Teniente, los ángulos de tiro están estudiados por la comandancia. Hay un plan de retirada para cuando termine la apropiación de armamento. No creo que se necesite otro. No hay posibilidades de que seamos derrotados”[3].

Una vez que se tomara el cuartel, para evitar que las fuerzas legales arribaran con refuerzos, el ERP tenía previsto montar tropas en todas las bocas de acceso: ¨Santucho y Urteaga diseñaron un círculo de fuego con nueve escuadras del ERP para interrumpir los refuerzos militares en puentes y pasos a nivel: puentes de Avellaneda, Pueyrredón, Bosch, Victorino de la Plaza, Uriburu, La Noria, Puente 12 sobre el río Matanza y sobre el Arroyo de las Piedras, y el paso a nivel del Ferrocarril Belgrano. Los comandos debían levantar barricadas con autos y colectivos incendiados y montar allí sus ametralladoras¨[4]. Para proveerse de vehículos ¨unos cincuenta guerrilleros invadieron el hotel y robaron todos los coches del estacionamiento¨[5]. Gorriarán Merlo recuerda: “intervinieron más de trescientos compañeros. Eso incluía distintas acciones simultáneas. Se contaba con un mortero, granadas, armamento adecuado para este tipo de operación”. Cuentan los ex guerrilleros Eduardo Anguita y Martín Caparrós que “Su objetivo militar era llevarse más de diez toneladas de armas y municiones. El grupo principal debía tomar el cuartel y retirarse con las armas; las otras unidades tenían que neutralizar puestos policiales y, sobre todo, las rutas y accesos que deberían tomar los refuerzos de los regimientos 7º de La Plata, 3º de La Tablada y 1º de Palermo. Así, los guerrilleros tendrían tiempo para esconderse: los partidos de Quilmes, Avellaneda y Lanus serían, hasta la mañana siguiente, una especie de territorio liberado. Habían preparado una buena cantidad de refugios: tenían incluso grandes pozos para ocultar las armas. Al mismo tiempo, una unidad coparía una estación de radio para transmitir una proclama de la comandancia del ERP instando a los argentinos a sumarse a sus filas”[6].



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Enrique Gorriarán Merlo: el asesino más conocido del ERP.

Los guerrilleros serían distribuidos del siguiente modo: “setenta combatientes del grupo de ataque debían encontrarse en un punto fijado a quince minutos del cuartel: desde ahí saldrían en una caravana encabezada por un camión seguido por dos pickups y cuatro autos. El camión tiraría abajo la puerta donde estaba el puesto 1 de guardia. Enseguida, los guerrilleros se desplegarían en pequeños grupos y podrían reducir la resistencia de las compañías de seguridad y de servicios. Gracias a su poder de fuego y la sorpresa, los guerrilleros ocuparían los tres puntos neurálgicos: la guardia central, el casino de oficiales y los depósitos de armas.

Otros dos grupos se ocuparían de los accesos al cuartel, cortando el camino General Belgrano en dos puntos, a doscientos metros cada uno de la entrada principal. Así impedirían la entrada de refuerzos y cubrirían la salida de los seis o siete camiones cargados de armas y los coches donde se retirarían los setenta atacantes. Al mismo tiempo, varios comandos cortarían los caminos entre la Capital y el sur del Gran Buenos Aires…para impedir que llegaran refuerzos…Y otros harían operativos de distracción, como ametrallar frentes de comisarías o levantar barricadas en esquinas importantes…A las ocho menos cuarto, el camión Mercedes Benz de CocaCola topó el portón de entrada, que saltó en pedazos. Desde adentro le dispararon fuego a discreción. El camión zigzagueó y se incrustó contra la garita. El chofer estaba muerto sobre el volante. El camino quedó abierto y el resto de los coches entró como pudo. Algunos guerrilleros se bajaban, otros metieron acelerador y se mandaron a fondo.

Para no espantar a los atacantes, los mandos militares no habían reforzado la guardia común pero habían escondido, en todos los rincones del cuartel, efectivos del Ejército, la Gendarmería y las policías Federal y Provincial. Los tiros zumbaban desde todos lados. Pese a que muchas armas no funcionaban bien, los guerrilleros ya estaban adentro del cuartel. El Batallón Depósito de Arsenales 601 Domingo Viejo Bueno se cerró como una trampa sobre los guerrilleros del ERP que intentaron tomarlo. Todos los puntos estratégicos del cuartel estaban ocupados por grupos comandos del Ejército, atrincherados con ametralladoras pesadas, que les dispararon desde muchos puntos a la vez…La mitad de los atacantes consiguió escapar. Alrededor de treinta murieron dentro del cuartel…Otros quince militantes murieron en los grupos de retención que actuaron en los alrededores. Algunos saltaron en pedazos cuando trataban de tirar sus granadas: muchas armas habían funcionado sospechosamente mal”[7].

El oficial del Ejército Jorge Monez Ruíz sostiene “Santucho lo hizo como un esfuerzo desesperado, para demostrarle a Fidel Castro que él podía todavía tener un cierto prestigio. Lo mata la soberbia…fueron alrededor de trescientos los que atacaron, se combatió no solamente en el Batallón Viejo bueno, sino también en el Puente Lanoria, ahí no podían pasar a las dos de la mañana, ahí murió el Teniente Cnel. Pinazzi, se acerca a una mujer creyendo que tenía un bebito para ayudarla, esta saca una ametralladora y lo mata… El Ejército peleó con el batallón que estaba ahí, después fue en apoyo un escuadrón de granaderos, gente de Patricios, que no podían llegar hasta la madrugada, porque no podían pasar por el Puente Lanoria. El ERP tenía puestos sanitario, es más el jefe de los puestos sanitarios trabajó en Salud en el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Como mucho, nosotros los militares habrían sido 500 efectivos”[8].

La batalla se constituyó en la paliza militar más grande en la historia del ERP y de la guerrilla argentina. Una masacre. La revista del ERP El Combatiente nº 199 (14 de enero de 1976) informó sobre 47 guerrilleros abatidos. El diario La Nación del miércoles 24 de diciembre, en su tapa titulaba: “Mueren más de 50 extremistas al atacar un batallón en Monte Chingolo”. Por su parte, el diario de izquierda La Opinión (26 de diciembre) afirmaba: ¨De acuerdo con versiones recogidas entre los vecinos, pudo determinarse que la lucha comenzó alrededor de las 19:40 del martes 23, extendiéndose la faz más dura de las acciones durante dos horas y media…Trascendió que los sediciosos habrían utilizado, al iniciarse las acciones, una avioneta, del tipo empleado para remolcar planeadores, y un helicóptero. También llamó la atención de los efectivos militares que los subversivos, en medio del combate, cantaran¨[9].

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No sabemos si por fanatismo o propaganda, la conducción del ERP presentó el operativo a la opinión pública como un éxito. Fue definido oficialmente como “una derrota militar y un triunfo político¨. Lejos del arrepentimiento por haber tomado una decisión cuyas secuelas fueron tan negativas, Santucho arengaba con la consigna maoísta de “errar, persistir, volver a errar, y persistir hasta la victoria”[10]. Tanto exitismo había en el ERP, que emitió un boletín interno especificando que ¨las acciones del día 23…políticamente fueron una nueva y más relevante demostración nacional e internacional de que nuestro pueblo se arma y combate valerosamente por su liberación nacional y social¨[11].

A pesar del aplastante saldo para el ERP, para el ambiente militar el ataque también fue muy doloroso. Seis fueron los soldados asesinados en la batalla y 12 los heridos graves[12]. El Gral. Rynaldo Bignone, recuerda el dramático episodio: “La Nochebuena de 1975 fue una de las más tristes para el Ejército, ya que esa tarde habíamos acompañado a nuestros muertos al cementerio de la Chacarita[13]Seoane narra que ¨horas después de la tragedia, el general Videla viajó a Tucumán para pasar la Nochebuena de 1975 con las tropas. Allí habló contra la corrupción e ´inmoralidad` del gobierno…No hubo reacción popular ni oficial.¨[14] Lo cierto es que en el combate de Monte Chingolo hubo más muertos que en la Batalla de San Lorenzo de 1813.

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El guerrillero Daniel de Santis (miembro del Comité Central del ERP), no sólo justificando el ataque a Monte Chingolo sino minimizando el fracaso arguye “de la toma de Monte Chingolo se pueden marcar aspectos negativos, pero también positivos…cuando el PRT-ERP va a tomar Monte Chingolo, se da en el marco de la lucha contra un gobierno que estaba abiertamente enfrentando a la clase obrera”[15]  y alegando la necesidad de reforzar el armamento de la guerrilla en la selva tucumana agrega “desde el punto de vista operativo era la posibilidad de hacerse con una cantidad de armamento importante que cambiaba la relación existente hasta ese momento”[16] y a modo de muestra del clima de ficción y desapego a la realidad (desvío frecuente en los ambientes en donde impera el fanatismo) de Santis sostiene “en la Argentina en ese período, siempre sobraron hombres y mujeres dispuestos a empuñar las armas. Faltaban armas, no hombres…si hubiese habido armas otra habría sido la situación. Por cada arma había al menos diez hombres dispuestos a empuñarla”[17] y concluye “Después se podrá analizar cuales fueron los errores militares que llevaron al fracaso de la acción. Pero no que desde el punto de vista político era una situación que estaba al margen de lo que se estaba viviendo. Obviamente fue una derrota, pero hay que calibrarla en su justa medida. Fue una derrota militar pero no un error político haber encarado la acción”[18]. Con los pies mejor puestos en la tierra, el ex comandante del ERP Luis Mattini retruca: “La expresión esa ´es una derrota militar pero un triunfo político´ era como quien dice sacada de la manga. Ahora, yo me hago cargo, la expresión fue de Santucho. Debo reconocer que llegaron críticas de algunos sectores del partido muy duras. Y el partido cerró filas con la dirección y Santucho”[19] y reconociendo “la burbuja” en la que vivían los guerrilleros agrega que “Aún suponiendo que se comete el error de Monte Chingolo, en la reacción posterior uno podía esperar que dijeran ´esto es grave lo que ha pasado´…Es decir, el análisis que se hace en la dirección del PRT con Santucho a la cabeza fue tan grave como el ataque mismo”[20]. Otro de los conspícuos defensores de ese ataque fue el terrorista Enrique Gorriarán Merlo: “No fue tampoco como se dice una acción desesperada. Eso estaba planificado. Lo que pasa es que hubo una traición. Y sí, hubo un error de parte nuestra, bueno Roby lo dijo públicamente, que había indicios que indicaban que el Ejército estuviera alertado sobre la posibilidad de una operación y que no se le dio la suficiente importancia”[21]. Agrega Gorriarán “En esa fecha yo estaba en el monte, en Tucumán; por supuesto, sabía que se iba a llevar a cabo la acción y esperaba las noticias. Me enteré de su realización por la radio del día 24; la información no tenía la precisión suficiente, pero supe que había sido un hecho trágico para nosotros. Yo no sé si habrá sido una reacción ante la realidad del momento, pero ese día tuve un ataque de vesícula atróz”[22].

Con respecto a la apreciación sostenida por muchos de que Monte Chingolo fue el virtual “certificado de defunción” del ERP haciendo uso de la precisión que lo caracteriza, el ex guerrillero Pablo Pozzi resume el impacto: “Si bien la derrota de Monte Chingolo era un duro revés, sobre todo por la pérdida de cuadros experimentados, en sí misma no significaba el aniquilamiento del ERP: había caído sólo el uno por ciento de sus militantes y la organización tenía amplios recursos para reponerse”[23]. Intentando buscar culpas en el afuera, la guerrillera Susana Malacalza (PRT-ERP La Plata) agrega: “Y ahí el planteo fue que era culpa de que se nos habían infiltrado. Lo que hay que hacer es reafirmar las leyes de seguridad. Cuidar más la incorporación de los compañeros, saber más de sus vidas, tener un seguimiento más cercano. Pero nunca dijimos que esto era culpa de que nos estábamos equivocando políticamente”[24].



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Foto reciente: Hebe de Bonafano con sus empresarias aliadas homenajeando a los homicidas del ERP.

Lo cierto es que un guerrillero del ERP, conocido como “el oso” Jesús Ranier, fue el chivo expiatorio del fracaso. Acusado de “traidor”, la conducción ordenó iniciarle un “juicio revolucionario”, se lo sentenció a muerte y se lo asesinó. Su cadáver apareció el 14 de enero de 1976 en el porteño barrio de Floresta. Con profunda crítica, Juan Carlos Ledesma (PRT-ERP) arremete: “¿Qué se pensaba? ¿Qué las masas iban a acudir a Monte Chingolo a hacerse de armas e íbamos a pasar al asalto de la Casa Rosada como si fuera una reedición del asalto al Palacio de Invierno, como el caso de la Revolución Rusa? Algunos compañeros criticamos este hecho porque nos pareció un desacierto total”[25].



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Comunicado oficial del ERP informando el asesinato de un “traidor” de su propia fila.

Las noticias iban llegando paulatinamente y los diferentes cuadros y militantes del ERP que no participaron del ataque, estaban en estado de shock: “Manuel Gaggero, llegó al local donde funcionaba el frente legal…Al rato llegó su hermana. Susana tenía en la cara todo el cansancio del mundo:

-Manuel, hay que sacar a un compañero que quedó herido y lo guardaron por Don Bosco. Está metido debajo de un puente del ferrocarril, pero se va a desangrar, andá a buscarlo a Alende para que lo curen en su clínica…

– ¿A Oscar Alende?

– Sí, si es un aliado puede hacer algo, el compañero se va a morir.

– Pero se va a pudrir la relación política, yo no  puedo caer y pedirle que atienda a un compañero, así nomás…

– ¡¿Y entonces para qué mierda sirven los aliados si no le pueden salvar la vida a un compañero?!”[26].

Esa Navidad, Santucho la pasó con parte de su familia, entre ellos con su hermano Julio, quien recuerda: ¨Nunca lo había visto tan abatido. Ello no quiere decir que su fe inquebrantable en la revolución hubiera cedido, pero Robi era consciente de que el partido había quedado prácticamente reducido a la impotencia y que se abría por delante una larga travesía del desierto¨[27] y agrega: “Robi estaba deprimido, casi no hablaba y tampoco comió. Fue la primera vez que le escuché decir ´algo anda muy mal, julito, nos estamos equivocando`”[28].

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