EL FILÓSOFO DE MACRI
por Dardo Juan Calderón
Alejandro Rozitchner
es el declarado y autodeclarado “filósofo” oficial y consejero rentado de
nuestro querido Presidente. Hijo de León Rozitchner, conocido pensador marxista
(freudiano y sartriano), que se exiliara en Venezuela en los años de la “represión”,
vivió con su padre aquella temporada y se recibió en filosofía en aquel país.Ya radicado en
Argentina con los vientos democráticos, se “superó” del marxismo paternal en
una posición posmoderna de raíz nietszchena (no otra cosa es el posmodernismo)
e hizo sus primeros fuegos en el mundo del rock filosofado (junto a Calamaro y
Pergolini, con los que escribió sendos libros), fue guionista de Gasalla y
coequiper en TV del nunca bien ponderado Grondona.
Funcionario de cultura en la Ciudad de Buenos Aires, hoy es asesor presidencial. Su gran “pegada” fue el concepto del “bienestar compartido” y su teorización del “entusiasmo”. Idea esta última que hizo bailar al candidato en cuanta presentación que había, y colgar globos amarillos de sus orejas. El triunfo en la elección (que es el único criterio que certifica la bondad de un pensamiento) lo catapultó al éxito y a la fama.
El paso del resentimiento marxista paterno al
entusiasmo vital posmodernista (el vitalismo de Nietszche, que sabemos que en
realidad era un depresivo onanista, como todos estos entusiastas), le valió ser
considerado “traidor” por la zurda vernácula. Verbisztki lo llamó la “vergüenza
de la familia”. Entendamos, ese
entusiasmo posmodernista, a diferencia de Niesztche, no es otra cosa que una
impostura voluntarista, psicoanálitica y publicitaria. No se encuentra en las raíces
raciales y vitales del Hombre mayusculado, sino en una especie de, “hay lo que hay” y gana el que pone ganas de
ganar; sin los rezongos de la zurda perimida. Esto no pasa mucho más allá de “seamos
piolas”, agarremos el chancho por donde se ofrece, no seamos prejuiciosos con
nada y, saquémonos las caretas (y las corbatas), las caras de calzoncillo
colgado, y pongámonos un vestido de fiesta.
No se trata de bien común, sino de “bienestar
compartido”. Este bienestar compartido consiste en que en la sociedad hay gente
capaz e inteligente que está viviendo una fiesta y no hay que ser aguafiestas.
Hay que hacerse invitar. Hay que agrandar esta fiesta.
Cristina entendió tarde el mensaje y después
de los discursos antioligarcas, cuando se evidenciaban sus millones ensayó el
bailar en los balcones en el momento que le llovían las citaciones a
indagatorias, y no se entendía de qué cornos se alegraba. Porque el mundo del
que habla este filósofo es un mundo que debe hacer como si no existen las
miserias y las hemorroides, hasta que existen.
El cuento – como decía el General- es más
viejo que mear en los portones. Hay una fiesta con rock y marihuana (hace el
panegírico de ambas cosas en su obra) a la que los más aptos han llegado y a la
que debemos llegar todos de a poco. Y el que no llega es por palurdo, porque se
queda rezongando, se amarga y tiene prejuicios ideológicos. Hay que curar al
hombre de las derechas y de las izquierdas, de confrontaciones, y especialmente
de la idea de que “la sociedad está enferma” (este tema lo desarrolla en su
libro “Ideas Falsas”). La sociedad no está enferma, es como es; una buena dosis
de realismo nos curará. El capitalismo es sólo la expresión normal de que hay
gente más fuerte, a la que hay que hacer comprender que la fiesta es mejor si
hay más gente invitada (como las electrónicas), pero no salir a pararlos. En el
fondo, la concepción del fin de lo social, no dista mucho de una gran orgía en
la que por supuesto, habrá muertos de sobredosis y boludos que quedan fuera. (Véase
la imposibilidad mental del actual gobierno para perseguir los abusos
empresariales y los daños colaterales de la “libertad de empresa” en el caso de
los organizadores de fiestas; no imposibilidad legal, sino incomprensión del
mal, después de todo, sino hay nada más, ¿qué de malo puede tener morir en una
joda?)
¿Cómo se puede llegar
a esta idea a la que no le importa ninguna idea? Que se basa en dejar actuar el
impulso vital del entusiasmo sin atarse a ningún orden ni presupuesto, que no
sea la “meritocracia” (palabra impuesta en la publicidad macrista por este
personaje y que se refiere específicamente a la capacidad de aprovecharse de
los otros), atacando a todo “fanatismo”. Pues… se llega profesando un presupuesto
de forma fanática. Y este presupuesto, para el pensador entusiasta y roquero,
es el Ateísmo.
El posmodernismo ha tomado la frase de
Nietszche “Dios ha muerto”, como nuestra derecha hoy ha tomado los consejos del
viejo Vizcacha, “hacéte amigo del Juez”. Imposibilitados de entender lo
paradojal de un pensamiento, lo toman a la letra. Y para nuestro autorcito,
pues Dios ha muerto y merece un festejo. Su profesión de fe atea, es violenta.
La expresa en su librito, escrito en colaboración con su mujer, que se llama “Hijos
sin Dios ¿Cómo criar hijos ateos?”, del que acompañamos una pequeña parte de
una reseña para que se den una idea:
“Criar hijos sin religión es enseñarles a ser dueños de sus actos, responsables de sus opciones de vida, protagonistas de su destino. Es ayudarlos a disfrutar de la vida que tenemos hoy, sobre la que podemos actuar, sobre la que pueden construir valores con libertad, yendo más allá del marco sostenido por una fe incuestionable y una tradición que promueve la repetición y la impostura.Hijos sin dios está escrito desde la perspectiva de dos personas que no creen en dios o, de manera aún más clara, “saben” que dios no existe. Los autores, Alejandro Rozitchner, filósofo -ateo desde siempre-, y Ximena Ianantuoni, psicóloga -atea por elección-, son marido y mujer y tienen dos hijos.”
En suma, y como siempre, el aguafiestas es
Dios. Y esta es la idea clara y resonante de su pensamiento. Es más, esta es la
razón por la que critica a su padre (León), por ser de una izquierda que
construyó dioses o que luchó contra dioses (neofascismo, lo juzga). Que creó la
reyerta estúpida del guerrillero setentista y del milico fanático y represor (a
los milicos no los perdona, digo, para los que esperan algo de este lado).
En reciente reportaje
televisivo, Rositchner define su tarea próxima; el embate que se espera y que él
tiene que resistir es: Francisco; al que se refiere cuando es preguntado sobre
su opinión sobre el Pontífice, como: “Al principio me gustaba, pero veo que es
demasiado católico”.
Se viene un pugilato entre estos dos
personajes, un Francisco que tiene que salvar a la izquierda de esta propuesta
orgiástica macrista, porque la Iglesia ya sólo encuentra eco entre las ideas
marxistas y socialistas y este discurso burgués y festivo la desaloja de su
clientela miserable de villa miseria (a la que se hace creer que está por
desaparecer en el programa pobreza cero) y anuncia cobrarle impuestos sobre sus
bienes. Francisco apuesta a la permanencia de su ONG dentro de un peronismo
viariopinto, y Macri representa la dilución de todo su discurso en una
propuesta de un burguesismo ateo y epicurista, de una vulgaridad inédita que
queda demostrada con este guionista de payasos.
El catolicismo argentino “bien”, ya va tomando partido por su
nuevo tono americanista. Ser burgués está por sobre todo, doce años de socialismo
berreta y ladrón lo han dejado convencido y enfrentan un mismo enemigo: Francisco.
El dulce Papa no debe dejar que muera Bonafini, ni Milagro Salas, ni Quebracho,
ni el Kirchnerismo. Tiene que explicarle a los Jueces y Fiscales que no sólo es
corrupción robarse las cosas, sino que una usurocracia también lo es, y muchas
otras cosas de sentido común antiburgués que la Iglesia marxista y la
tradicional, tienen bien sabidos. Y para eso los está convocando, sabido que
Massa es un quinta columnista.
Entusiasmo macrista
contra cara de traste socialista. Los marxistas tiene dioses y la derecha
divertida es atea. Saquen boletos para la función. ¿Quién engordará con el
cadáver? ¿Los linces o las hienas?