Las plagas del socialismo del siglo XXI. Por Carlos Sánchez Berzaín
El proyecto político regional con
ínfulas de influencia mundial, organizado por Hugo Chávez y Fidel
Castro, a partir de 1999, dirigido desde La Habana y Caracas, que llegó a
controlar directamente Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y a
influir sometiendo a casi todos los países latinoamericanos, a
controlar la Organización de Estados Americanos (OEA), a impulsar
proyectos en toda la región, a recrear el castrismo, terminando con la
democracia e instaurando las dictaduras del siglo XXI, está en un
acelerado deterioro y camino a su inevitable mal fin. Se está
consumiendo por sus propias plagas: estatismo, centralismo, corrupción,
crisis económica, falta de libertad, manipulación, dictadura,
perpetuidad, impunidad, narcotráfico…
La gran riqueza petrolera venezolana,
potenciada por el alza de los precios internacionales, fue sin duda la
herramienta principal de arranque y sostenimiento del proyecto que
terminaría llamándose socialismo del siglo XXI. Si queremos resumir en
una palabra la razón de los éxitos de Hugo Chávez, esa palabra es
“dinero”, tanto (dinero) que superó por mucho la influencia de la
primera potencia mundial, a quien desplazó de la región, le quitó
presencia política y la arrinconó en la OEA, configurando un escenario
que ni siquiera la Unión Soviética, como potencia mundial, hubiera
pretendido. La otra herramienta fue el aporte de Fidel Castro con su
organización política dictatorial y su ajuste histórico al foquismo
electoral fundado en movimientos populistas seudo democráticos con el
dinero de Venezuela.
Cumpliendo el principio marxista de que
“toda relación humana es económica”, todo fue bien mientas hubo mucho
dinero, pero la pésima gestión de economía populista, estatista y
centralista, totalmente anti histórica, dejaron al socialismo del siglo
XXI sin su encanto principal, sin dinero, sin prebendas, sin los chorros
de barriles de petróleo o de regalos, o de acuerdos bien lubricados con
casi todos los gobernantes latinoamericanos. Unos años de optimismo,
propaganda y desenfreno dejaron muchas deudas, malos proyectos, mucho
descontento y más pobreza en los países donde mayor control lograron los
caudillos adoctrinados por el castrismo. Lo vemos hoy.
El
Foro de San Pablo, al que se atribuye el fundamento ideológico y de
penetración en la región, resultó mostrándose como un mecanismo de
corrupción transnacional, cuyos excesos llevaron a los grandes
escándalos de corrupción que hoy vive Brasil, a la caída y vergüenza del
partido de los trabajadores, a la condición de acusado a Lula da Silva y
al impeachment de Dilma Rousseff. La corrupción en cada uno de los
países del socialismo del siglo XXI, solo se disimula con el control
total de la prensa, la represión política por medio del poder judicial
controlado por el Gobierno, políticas de miedo, acciones dictatoriales y
más corrupción. Se trata de una situación que ni Castro, ni Maduro, ni
Correa, ni Morales, ni Ortega ya pueden ocultar, porque ellos y sus
entornos son nuevos ricos frente a sus pueblos cada vez más pobres y
dependientes, a los que ofrecieron liberar.
Usaron y usan la libertad y la
liberación en su propaganda, pero cada año han incrementado progresiva y
sostenidamente la violación a los derechos humanos y a las libertades
fundamentales. Periodistas y opositores perseguidos, presos y exiliados,
abogados presos, empresarios con sus bienes confiscados, indígenas con
sus territorios avasallados, el aparato productivo destrozado o en
camino de perecer, profesionales desplazados por la presencia cubana,
fuerzas armadas intervenidas, tributos encubiertos a Cuba como pagos de
servicios por actividades como la agricultura en las que la dictadura ha
fracasado desde hace años. Las libertades individuales sometidas y los
estados de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua funcionando
desvergonzadamente como colonias políticas de La Habana mientras se
llenan la boca de “anti imperialismo”.
Liquidaron la democracia y creyeron que
con elecciones manipuladas podían sostener la farsa de ser dictadores y
presentarse como presidentes. Hace años que en ninguno de estos países
se cumple ni existe ninguno de los elementos esenciales de la
democracia, obligatorios por la Carta Democrática Interamericana. La
nota característica del establecimiento de las dictaduras ha sido la
manipulación para permanecer indefinidamente en el poder. Los
gobernantes de Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, y Nicaragua no quieren
dejar nunca el poder y cuando parece que sí, inventan otra trampa hasta
llevar al pueblo a la confrontación, como pasa hoy en Venezuela y no
tardará en suceder en el resto.
La
corrupción protegida por la impunidad. El narcotráfico es parte de esa
corrupción y no lo disimulan porque han llegado al extremo de sostener
como política que “la lucha contra el narcotráfico es una acción del
imperialismo”, un mecanismo de dependencia…. mientras incrementan los
cultivos de coca, la producción y tráfico de cocaína desde niveles que
los ha hecho ser llamados “narco estados”. Las plagas del socialismo
del siglo XXI son estas y más. No hay cuerpo ni pueblo que las resista y
menos en tiempos de la revolución tecnológica y comunicacional. Por
eso se están consumiendo por sus propias plagas, pero a costa del
sacrificio de sus pueblos. Hoy ya no se discute el resultado, solo el
tiempo.