sábado, 1 de septiembre de 2018

Al mostrarse con Rocca, Macri envió una señal de debilidad

Al mostrarse con Rocca, Macri envió una señal de debilidad a la que los sospechosos habituales respondieron con un sopapo de mercado

El presidente Mauricio Macri tiene la rara virtud, por llamarla de algún modo, de sorprender para mal. El gesto de exhibirse públicamente junto a Paolo Rocca, uno de los empresarios involucrados en el escándalo de los cuadernos, que además admitió haber pagado sobornos a los Kirchner, fue una de esas ingratas sorpresas. Un líder político habla menos con sus discursos que con sus gestos y actitudes, porque una sociedad escaldada tiende naturalmente a desconfiar de las palabras y a prestar mucho más detenida atención a los hechos. En el contexto del revuelo nacional desatado por la causa que conduce el juez Claudio Bonadío, el gesto de Macri en Vaca Muerta fue el peor gesto posible.
Porque, ¿qué quiso decir el presidente al fotografiarse junto a Rocca en el milagroso yacimiento patagónico? Según Jorge Liotti, de La Nación, el gobierno se asustó con las dimensiones adquiridas por el escándalo, y busca “encapsularlo” de alguna manera, lo que explicaría un raro informe de Bonadío sobre sus pesquisas que las circunscribe al período 2008-2015. 

En esa tesitura, según Liotti, al mostrarse con Rocca, Macri intentó enviar a las empresas involucradas en el escándalo un mensaje de “empecemos de vuelta”. Pero una “vuelta a empezar” anterior a un fallo judicial luce demasiado próxima a una absolución y, si bien no condiciona, por lo menos influye sobre el comportamiento de la justicia, lo que remite otra vez al informe de Bonadío. Estas sutilezas interpretativas, sin embargo, no se extienden más allá de las reducidas fronteras de los analistas o los observadores de los asuntos públicos. El ciudadano de a pie ve las cosas de una manera más simple, y por lo mismo probablemente más acertada.
Porque si Macri se fotografía junto al presidente de Techint, una de las empresas que pagó sobornos a los Kirchner para que le resolvieran un problema con Venezuela y, antes de eso, una de las empresas que conspiró en el 2000/2001 con asistencia peronista para liquidar la convertibilidad y saldar sus deudas en dólares manoteando los ahorros de los argentinos, entonces ¿de qué lado está? ¿Del lado de los ciudadanos dispuestos a renunciar al flan, y a mucho más que el flan, en apoyo de un gobierno que les promete terminar con la impunidad de quienes vienen chupando la sangre al país desde hace 70 años y arruinando la vida de sus habitantes? ¿Del lado del juez Bonadío y del fiscal Stornelli, que por primera vez en la historia están metiendo mafiosos en la cárcel? ¿O del lado de las mafias políticas, empresarias, sindicales, judiciales y mediáticas?
Uno tiene la impresión de que con ese gesto equivocado Macri socavó peligrosamente la última oportunidad que la historia puso en sus manos para darle una razón y sentido a su presidencia. Al asumir en diciembre de 2015 tenía tres frentes de batalla en los que debía ser drástico e implacable: debía ser implacable con el gasto público, debía ser implacable con la cultura progresista y debía ser implacable con la corrupción. Pero hizo todo lo contrario: fue blandito con el gasto público por impericia y estupidez, fue blandito con los progresistas por esnobismo y estupidez, y esta semana demostró su disposición a ser blandito con la corrupción por miedo y estupidez. La estupidez es el denominador común porque no se puede ser blandito con ninguno de esos enemigos letales, especialmente con el progresismo, que es la expresión cultural (mediática, académica, jurídica) del estatismo (autoritario, omnipresente, arbitrario) y de la economía prebendaria (mafiosa, corrupta, cartelizada).
Al exhibirse con Rocca, Macri envió un mensaje confuso, desalentador y contraproducente a quienes creyeron que por primera vez en la historia los mafiosos iban a estar sentados en el banquillo de los acusados y que la investigación judicial se iba a extender mucho más allá de los límites del “club de la obra pública” y del anterior gobierno y sus funcionarios. Para la mafia, sin embargo, ese mensaje presidencial fue un signo de debilidad y desconcierto, que supo aprovechar de inmediato. El miércoles por la mañana, antes de que abrieran los mercados, el gobierno difundió un mensaje grabado de menos de un minuto y medio en el que Macri anunció al país que la Argentina se había asegurado el financiamiento externo para todas sus obligaciones del 2019.1 La breve alocución presidencial tuvo la intención de llevar confianza a “los mercados”, detener la caída de los papeles argentinos y contener el alza del dólar, imparable en las últimas jornadas. “Los mercados” le respondieron con un cachetazo de los más formidables que se recuerden, y el dólar se encareció casi en un 10% en una sola sesión, sin que los economistas consultados por los medios pudiesen dar una explicación convincente. Se les pasa por alto, tal vez, que en la Argentina no hay mercado sino mafia y que la mafia quiere gobiernos que les permitan hacer sus negocios mafiosos tranquilamente en un clima ordenado y discreto, que no se pasen de la raya con sus demandas ni que los pongan en riesgo de lucir el traje a rayas.2
La situación de debilidad en la que el gobierno se colocó solito permite que el estadista asimétrico Eduardo Duhalde crea madura la oportunidad como para instalar en la opinión pública una eventual candidatura de Roberto Lavagna (quien por otra parte no sabe cómo sacarse de encima a semejante patrocinador, capaz de hacerle peligrar sus más nobles ambiciones), y que los gobernadores peronistas vuelvan a las andadas para que otros les paguen las cuentas también como en el 2001. El macrismo se ha tomado  livianamente el mandato que los ciudadanos le confiaron hace tres años entre otras cosas porque carece de una oposición sólida y con ideas, lo cual hace todavía más reprobable su irresponsabilidad. La debilidad de Cambiemos es hoy la debilidad del país. El servicio exterior argentino debería contratar algún pai que asegure la liberación de Lula, porque si Jair Bolsonaro llega a la presidencia de Brasil, mejor olvidémonos de nuestro ambicionado destino de potencia sudamericana.
–Santiago González
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  1. El jefe de gabinete Marcos Peña aclaró al día siguiente que Macri había presentado como un hecho lo que todavía no era más que una “intención” que debería resolverse en el plazo de algunas semanas. Esto explicó la demora del FMI en dar un comunicado sobre el asunto, que sólo difundió tras el cierre de las operaciones del miércoles. []
  2. Por la noche, en el programa A dos voces, el economista Carlos Rodríguez comentó que la corrida se desató repentinamente más o menos a partir de las 13, y que los cambistas no supieron explicarla. O todos en “el mercado” experimentaron un súbito y simultáneo apetito de dólares, o se dieron cuenta al mismo tiempo de que el anuncio del presidente había sido apresurado, o fue una acción concertada. []