Sarmiento en sus fuentes (5-5). Conclusión
Algo más sobre la mujer y sobre los judíos
a. Sobre la mujer
El
hombre que habría de regir los destinos del país, no podía gobernar ni
sus propias pasiones. Veamos si no, lo que él mismo le escribe a
Demetrio Rodríguez Peña en 1846, con treinta y cinco años, ante un
encuentro con la veterana unitaria Mariquita Sánchez de Thompson:
“Nos
hicimos amigos, tanto que una mañana, solos, sentados en un sofá,
hablando, sentí (…), ¡Vamos, a cualquiera le puede suceder otro tanto!,
me sorprendí víctima triste de una erección, tan porfiada que estaba a punto de interrumpirla y, no obstante sus 60 años, violarla. Felizmente entró alguien y me salvó de tamaño atentado”.
Todo un defensor de la dignidad de la mujer…
b. Sobre los judíos
Dado
que no gozamos ni del tiempo ni del grado de impunidad del “gran
sanjuanino”, apelaremos sólo a una de sus citas respecto del pueblo de
Israel:
“El
pueblo judío esparcido por toda la tierra ejerciendo la usura y
acumulando millones, rechazando la patria en que nace y muere por un
ideal que baña escasamente el Jordan y a la que no piensa volver jamás.
Este sueño que se perpetúa hace 20 ó 30 siglos, pues viene desde el
origen de la raza, continúa hasta hoy perturbando la economía de las
sociedades en que viven, pero que no forman parte.
Y
ahora mismo en la bárbara Rusia, como en la ilustrada Prusia se levanta
un grito de repulsión contra este pueblo que se cree escogido y carece
de sentimiento humano, el amor al prójimo, el apego a la tierra, el
culto del heroísmo, de la virtud, de los grandes hechos donde quieran
que se produzcan…
Hay
que perseguir a la raza semítica, que con Cohen, Rostchild, Baring y
todos los sindicatos judíos de Londres y de París, nos deja sin banca.
Y
los judíos Joachim y Jacob, que pretenden dejarnos sin Patria,
declarando a la nuestra, artículo de ropa vieja negociable y materia de
industria.
¡Fuera
la raza semítica! ¿O no tenemos tanto derecho como un alemán, un
cualquiera, un polaco para hacer salir del país a estos gitanos
bohemios, que han hecho del mundo su patria ?…”[a].
Entre
los primeros catorce masones argentinos inscriptos en 1856 figura
Domingo F. Sarmiento, iniciado en 1854 en la logia “Unión Fraternal” de
Chile. En nuestro país, uno de los acontecimientos masónicos de mayor
trascendencia fue sin duda la gran reunión de 1860, realizada en Buenos
Aires donde se confirió el grado 33 al doctor Derqui, presidente de la
República, a Mitre, gobernador de la provincia de Buenos Aires, a
Sarmiento, su ministro de gobierno y a Urquiza, gobernador de Entre
Ríos, entre otros[1].
Tan grande fue su importancia que el “gran sanjuanino” ocupará el cargo supremo de la logia desde 1882 a 1886.
¿Pero acaso desconocía que ésta estaba condenada por la Iglesia?
“No
debo disimular que la Santa Sede se ha pronunciado en contra de estas
sociedades, pero los pueblos y los gobiernos cristianos pueden diferir
de opiniones con la Santa Sede sin dejar de ser apostólicos romanos”[2] –decía.
Pues
bien, un pensamiento clásicamente liberal donde, la “libertad” y el
“respeto irrestricto del proyecto de vida del tercero” son intocables… O
al menos para él. ¿Y para el prójimo?
Sarmiento
sabía ser “liberal a su manera” por ello no temía en condenar lo que se
le antojara, siempre y cuando fuese de su utilidad.
“La
experiencia de medio siglo de ensayos constitucionales ha rechazado
como irrealizables y desnudas de todo fundamento las doctrinas de
Rousseau y otros utopistas del siglo pasado”[3]. “La república,
que apasionó a los franceses estaba desacreditada en 1810, porque los
republicanos tenían encima la sangre y los crímenes de la guillotina”[4].
A Mariano Moreno –sin vergüenza propia– lo apellida “el Dantón de 1810” y a Rivadavia “puritano, falto de sentido práctico”[5].
El 18 de mayo de 1885 dirá hipócritamente (mientras despreciaba al gauchaje), para separarse de la tiranía posterior a 1810:
“Fuimos
franceses con Rousseau y los revolucionarios de 1789 hasta que aquí
como en Francia dieron aquellos árboles sus frutos amargos: la anarquía y
las tiranías horribles en nombre de la libertad y del pueblo… En 1882
elevé a mi turno protesta en forma de separarme para siempre de todo contacto y atingencia con las ideas liberales de la Francia que se hablan mostrado sólo liberticidas produciendo tiranos militares”[6].
¡Él, que era partidario de la violencia sin remordimiento!
En El Nacional
del 19 de junio de 1855 escribía: “Nuestro error está en haber copiado
pésimos modelos y esos son los que nos ha dado la Francia con la
revolución de 1789, el imperio, la restauración, la república y el
socialismo”.
El
mismo que, en 1856 abogaba por la libertad de prensa (“déjese a la
prensa entregarse a sus propios instintos… La libertad de calumnia
innoble y la injuria atroz campean”[7], estará en contra de la misma cuando se trate de atacarlo a él, clausurando los diarios.
Así lo señalaba el diario La Nación en 1876:
“Sarmiento es el defensor de la prensa amordazada. El será el único que tendrá derecho a hacer uso de la libertad de prensa, que maldice, para insultar a mansalva”[8].
Sobre el famoso sufragio universal, escribirá en 1857:
“Para ganarlas (las elecciones de ese año), nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y terror que, empleados hábilmente, han dado este resultado. Los gauchos que se resistieron a votar por nuestros candidatos fueron puestos en el cepo
o enviados a las fronteras con los indios y quemados sus ranchos,
perdiendo sus escasos bienes y hasta su mujer. Establecimos en varios
puntos depósitos de armas y municiones, pusimos en cada parroquia
cantones con gente armada, encarcelamos a los complicados en una
supuesta conspiración, y bandas de soldados armados recorrían las
calles acuchillando y persiguiendo a los opositores. Tal fue el terror
que sembramos entre toda esa gente que el día 29 triunfamos sin
oposición”[9]. “¿Ha habido fraude electoral?” Y contesta: “Lo asombroso sería que no lo hubiere”[10].
* * *
Terminemos
con quien empezamos. Decía el Padre Castellani que “no es un mal que en
la Argentina haya habido traidores y traiciones; el mal está en hacer
estatuas a los traidores y adorar las traiciones”.
Y
esto es lo que hemos intentado expresar acerca de Sarmiento que, como
tantos otros, son los “pro-hombres” de la historia nacional.
Un
país que admira a los santos está intentando criarlos; pero un país que
adora a los miserables, traza un destino de infame eternidad. Y de
nuevo el Cura loco: “¡Ojalá estén en el cielo actualmente Sarmiento,
Urquiza y Mitre!; pero en vida han sido puercos (…). Mejor es no creer
en nada, ni en Cristo ni en Sarmiento, que creer a la vez en Cristo y en
Sarmiento. Lo primero da un ateo; lo segundo, un católico mistongo”[11].
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
27 de Agosto de 2019
[a] En Somos Extranjeros, El Censor, 1886 y en El Diario, 5 de enero de 1888 (Cfr. Sarmiento, Condición del Extranjero en América, Librería La Facultad,, Bs As. 1928, 260-261 y 437).
[1] Cfr. Daliadiras, 171.
[2] Sarmiento, O.C., T. XXI, pp. 245-249.
[3] Daliadiras, 72.
[4] Sarmiento, O.C., Tomo XXXVII, 235.
[5] Sarmiento, O.C. Tomo XIV, 358; Tomo XXVII, 303; Tomo XLV, 337; 26 de junio de 1875.
[6] Sarmiento, O.C., Tomo XLVII, 196.
[7] Sarmiento, O.C., Tomo XXIV, pp. 107, 108.
[8] Diario La Nación, 18 de diciembre de 1876.
[9] Daliadiras, Algo más sobre Sarmiento, 77.
[10] Sarmiento, O.C., Tomo XXXIX, pp. 87-89.
[11] Cfr. P. Leonardo Castellani, “Esencia del Liberalismo”, Ed. Dictio, Biblioteca del Pensamiento Nacionalista Argentino, Vol. VIII, Buenos Aires, 1976, 146.