viernes, 25 de octubre de 2019

A los electores y candidatos



Salta, 20 de octubre de 2019 

Por Fermin Ricardo Aranda
DNI 8181921


“Ninguna sociedad se ha desarrollado gracias a un personalismo salvador ni a un gobierno iluminado. Los cambios reales se logran gracias al reconocimiento, a la planificación y a la inversión estratégica sostenida en el tiempo, lo cual demanda a su vez un gran consenso político y social. La estabilidad de la economía es un instrumento necesario pero no va a rendir los frutos del desarrollo y la equidad si no sentamos las bases para que la Argentina que soñamos sea un derecho de todos y no un privilegio de pocos” (“Decir Presente Hacer Futuro”, de Facundo Manes, pág. 22/23, Ed. Planeta, 2019). 

Esta reflexión nos lleva a preguntarnos por el camino que transitamos los argentinos, donde podemos ver que desde que apostamos a los salvadores, en las personas de los distintos titulares de los poderes ejecutivos nacionales, provinciales y municipales, el país se fue metiendo en un pantano cada vez más gredoso, que nos sumió en la noches de los tiempos, generándose mezquinas corporaciones, de todo tipo, alrededor del poder de turno, que sólo buscan satisfacer sus propios intereses, sin importarles el interés común de sostener la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para todos, según reza el Preámbulo de la Constitución Nacional.
Ejemplos de ese personalismo salvador y de gobiernos iluminados sobran. A nivel nacional, con los hiperpresidencialismos de Roca, Yrigoyen, Justo, Perón, Menem, Duhalde, Kirchner, Fernández de Kirchner, y qué decir con los llamados “gobiernos de facto”. A nivel provincial, vemos verdaderas dinastías y/o una manifiesta preponderancia del “unicato” y/o del partido único, a excepción de distritos como Mendoza, Córdoba, Santa Fe y Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde aparece la alternancia, que obliga a los gobernantes a esmerarse en la prestación de servicios que deben dar al pueblo, y donde hay una más equitativa distribución de la riqueza y más bajos niveles de pobreza. A nivel municipal, los gobiernos personalistas y/o de iluminados son más acentuados cuando mayor es el índice de pobreza.
Cómo salir de esta encrucijada, si un legislador nacional de la oposición, para justificar el fracaso que atribuye a Macri, manifestó públicamente que a éste se le habían dado los presupuestos que pedía. A confesión de parte, relevo de prueba. El fracaso está allí. El presupuesto nacional sobre el que cada legislador, de la oposición o no, debe trabajar, no es el que pida el presidente de turno, sino el que necesite el pueblo de la Nación.
Es el Congreso de la Nación conformado por fuerzas políticas que están obligadas a consensuar en función de los sagrados intereses nacionales (como todos los cuerpos deliberativos de gobierno del país), el que está en la encrucijada con el ineludible deber y responsabilidad de encontrar la solución a este conflicto que no logramos resolver: la pobreza estructural que crece día a día, provocada por la inequitativa distribución de la riqueza, falta de trabajo, salud y educación. Cuestiones cruciales que parecieran insolubles, pero que no lo son. La herramienta está al alcance de nuestra mano. Es la ley de presupuesto, que cada año se debe discutir a “conciencia” y sancionarla, permitiendo así fijar paulatinamente las políticas de Estado que deberá ejecutar con la mayor ética, eficiencia y eficacia, el circunstancial administrador de esos recursos. Porque también estará comprometido con esas políticas de Estado y deberá rendir cuentas de su gestión. No tanto por las sanciones que le puedan corresponder a raíz de un eventual incumplimiento, cuanto por la ineludible necesidad de mejorar el presupuesto siguiente, para lograr cumplir, entre todos, con las prioridades y objetivos políticos buscados y que se logren consensuar.
Así entonces, somos nosotros los electores, los primeros, no los únicos ni principales, responsables de los gobiernos que tenemos. “La más larga caminata, comienza con el primer paso” (Proverbio Hindú)
 
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