domingo, 20 de octubre de 2019
NEOCOM
¡Ah! ¡Los dólares
lo resuelven todo!
Artículo publicado en la
revista sisinono, de mayo del 2009. Escrito por el señor Torquato
Pezzella, expone claramente el peligro
para la soberanía nacional del “americanismo” judeo/calvinista, que es ni más ni menos el imperialismo totalitario, disfrazado de
civilización “occidental y cristiana”; asumido y promocionado, en nuestro país,
por las derechas liberales, por las derechas católicas, y por el mismo
Régimen. Y auspiciado como ejemplo político por el mismísimo Benedicto XVI; en
otra de sus barrabasadas. He aquí el artículo:
LAS RAÍCES PURITANAS
DEL ESPÍRITU AMERICANISTA.
Protestantismo moderado y
Protestantismo radical
Dijimos otrora (v.sisinono,
enero 2009, ed. Española) que, animados por el propósito de presentar como un unicum la civilización [norte americana]
y la civilización europea, los “neoconservadores” no dicen ni una palabra
respecto a la profunda fractura que el protestantismo provocó en la historia de
Europa, como que el espíritu
americanista hunde sus raíces en él.
La cristiandad vivió una gran crisis en el siglo XVI con
el protestantismo, que despedazó la unidad político-religiosa que existía
merced al Papado romano y al Sacro Romano Imperio. La Iglesia romana había
conocido herejías desde su nacimiento, más había triunfado sobre ellas. La
rebelión herética de Martín Lutero (+1546), en cambio, no pudo ser contenida y
arraigó en Europa del Norte (especialmente en Alemania), donde los herejes se
volvieron mayoritarios y se organizaron en iglesias autónomas sostenidas
oficialmente por los príncipes alemanes. El protestantismo, en efecto, rechaza
la Iglesia de Roma (su credo, sus sacramentos y su ley) y el papado, y niega
los orígenes apostólicos y petrinos de la esposa de Cristo.
Los Países Bajos (1) y las naciones escandinavas
(Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia) siguieron a Alemania, o mejor dicho la
sobrepasaron acusando a Lutero de moderación excesiva. No obstante, ya en Alemania
se habían dado manifestaciones extremistas con el movimiento de los campesinos
(el anabaptismo, que considera válido sólo el bautismo de los adultos). Parece
ser que estas corrientes llevaron al luteranismo a sus últimas consecuencias, inclusive
la negación de la Santísima Trinidad y de la divinidad de Jesucristo. En Suiza,
Juan Calvino (+1564) exasperó la doctrina predestinacionista luterana y
presentó el éxito terrenal y mundano por signo de beneplácito divino. El
Calvinismo se denominó “puritanismo” porque quería “purificar” la iglesia
nacional anglicana de cualquier residuo de papismo; desempeñó un papel de primera magnitud en el nacimiento de
[norte]América y del espíritu americanista,
sobre todo por conducto de sus pilares principales: el éxito
mundano-económico y el antitrinitarismo.
EL PARAÍSO EN LA
TIERRA.
EEUU “ha buscado
siempre las raíces más profundas de su identidad” en la fe de los puritanos
radicales o “regenerados”. El concepto puritano de vocación, “según el cual el
cristiano se manifiesta como instrumento de Dios no en los heroísmos de la vida
monástica, sino aceptando la propia posición en el mundo…, obrando con éxito en
el reino del demonio” (T. Bonazzi, Dizionario
di politica dirigido por N. Bobbio, voz Puritanesimo), entró en la sangre
de los EEUU. La “vocación” o ascesis terrenal y “mundana” de que habla el
profesor Tiziano Bonazzi es típica del calvinismo puritano, del americanismo y
hoy, del neoconservadurismo cristianista.
El puritanismo de caracteriza, escribe Monseñor Leone
Cristiani. `por ser “un partido y una actitud
psicológica en el seno de las diferentes confesiones
(protestantes)… cuyo propósito estriba en purificar la Iglesia de toda mancha papista
[…]; el puritanismo es el hombre de sola la Biblia [sobre todo del Antiguo Testamento]… las imágenes grandiosas de la literatura
hebrea le confirieron un extraño acento al sobrio entusiasmo del puritano, que
se volvió sentencioso, dogmático, apocalíptico […]. Entre las consecuencias
importantes del puritanismo figura el origen de las colonias [norte]americanas. Los famosos Padres Peregrinos,
que emigraron a [norte]América en
1620 a bordo del Mayflower, eran puritanos […] fue responsabilidad del
puritanismo, asimismo, la creación de aquella gentry (gente bien) y aquella
burguesía de comerciantes ingleses, severos, ávidos de ganancia, que
consideraban la riqueza como una bendición del cielo y la pobreza como efecto
del vicio” (10). El mismo Monseñor Leone Cristiani escribe, en el Dictionaire de Thèologie Catholique (voz
puritanismo): “El puritano tiene espíritu de dureza y ostentación que huele a
fariseísmo: a) el culto de sola la Escritura [el espíritu subjetivistra
revolucionario y milenarista; nota del a.]; b)
el dogma calvinista del predestinacionismo; el puritano creó en el campo moral
el gusto por la honorabilidad” impecable, que no está exenta del peligro del
fariseísmo… el cual se expresa en la observancia exterior y escrupulosa de la
ley, terminando así por favorecer la hipocresía, que cubre de bellas
apariencias los vicios escondidos e identifica falsamente la honorabilidad con
la santidad”.
Uno de los mayores historiadores americanos, Charles
Austin Beard (1874-1948), explica en su monumental obra Nacimiento de la civilización americana (1927) que los puritanos que se
trasladaron a [norte]américa estaban
convencidos de ser el pueblo elegido al
cual le había sido destinada aquella tierra rica y poderosa, una especie de
paraíso en la tierra o tierra prometida.
Georges Batault, por su parte, muestra muy bien en Judaisme et puritanisme (1921) la afinidad que liga al judaísmo
talmúdico con el puritanismo (11). La pseudoreforma protestante, explica el
autor fue esencialmente antirromana y descubrió en la tradición judía tanto el
espíritu de rebeldía y el milenarismo (v.Apocalissi
giudaiche, en el Dizionario Bíblico
de F. Spadafora) cuanto la mentalidad mercantilista propia del librecambismo
angloamericano. El puritanismo nace de
la unión del anabaptismo con el calvinismo; se funda en el libre examen
luterano, o sea, en la interpretación libre y subjetiva de la Biblia, con el
resultado de interpretarla en un sentido exclusivamente literal y material
(como los judíos), de ahí que encuentre en el Antiguo Testamento el espíritu
farisaico del judaísmo postbíblico.
Según Batault, se puede decir que el puritanismo es una especie de
judaísmo talmúdico para los gentiles.
Sigue diciendo Batault que los puritanos ejercieron un
gran influjo en la constitución de [norte]américa; mejor dicho: fueron los auténticos
creadores del ideal [norte]americano. Hasta tal punto convergen los papeles desempeñados en [norte]américa por los judíos
y los puritanos, que no es posible distinguirlos. Los Estados Unidos se han
convertido en la mayor potencia política, económica y militar bajo el influjo
judeopuritano; además el espíritu judeopuritano se ha difundido en todo el
mundo por conducto de [norte]américa.
Me parece que se puede afirmar que mientras en Europa el
judaísmo no pudo aprovecharse de la religión madre europea, el catolicismo
romano, que también en este punto ejerció su función de “contenedor” del
“misterio de iniquidad que ya está en acción en el mundo” (San Pablo), en
[norte]américa, en cambio, la religión predominante en el Nuevo Mundo, el
puritanismo, le dio no sólo tolerancia y emancipación asimiladora, sino también
plena libertad religiosa, social y política, que hizo de él una sola cosa con el
“americanismo” y lo convirtió en el padre cofundador de los Estados Unidos:
puritanismo y judaísmo sionista son coesenciales y tienden teológicamente al
dominio del mundo y a su transformación en una especie de paraíso en la tierra en virtud del bienestar material obtenido mediante el espíritu
liberal-mercantilista. (12).
Agostino Degli Espinosa escribe: “Europa lo era todo
hasta finales del 1400, es decir, estaba ella sola […]. La reforma luterana es
el comienzo del surgimiento de un mundo nuevo junto a este antiguo […]. El
primer hecho que marcó el desgajamiento material del nuevo mundo respecto del
viejo fue el levantamiento de Holanda contra España […]. El protestantismo
republicano holandés […] transmigró después a Inglaterra, donde, a diferencia del
anglicanismo, que conservó su carácter imperfecto al permanecer monárquico y no
lejos del catolicismo en lo dogmático, llegó a la extrema perfección política (con el republicanismo) y religiosa
(con el antitrinitarismo y la antirromanidad). […] Por eso es posible […]
llamar puritano o protestante l movimiento
innovador, y católico al conservador, en la lucha que se trabó desde el
siglo XVI en adelante […]. El siglo XVI marca, en efecto, una revolución social
de carácter económico ; la industria, partiendo de Italia, penetraba las demás
naciones… unas naciones que antes habían sido campesinas y guerreras […]. Lo
que colonizó [norte]américa… no fue sólo la religión… sino también el amor a la
libertad universal […]. Los hombres que
abandonaron sus casas de Inglaterra […] para irse a vivir al salvaje
Nuevo Mundo eran los auténticos rebeldes a las leyes que reinaban en el viejo
mundo europeo […]; tales hombres eran principalmente puritanos […] que lucharon
contra la imperfección de la reforma religiosa anglicana y contra la limitación
de ésta al campo religioso […]. Sus adeptos […] en busca de una tierra virgen
donde crear el Estado ideal, antimonárquico y anticatólico” (13).
El mencionado autor explica asimismo que [norte]américa
fue sacudida por dos corrientes diferentes del mismo protestantismo: la “inglesa conservadora y tradicional
[anglicana no excesivamente antirromana desde el punto de vista del dogma]”, y
la “holandesa claramente innovadora
[republicana y anticatólica] desde el
punto de vista dogmático” (14). Tales corrientes eran dos ramas de
un mismo
árbol, pero mientras que “Inglaterra se hallaba, desviadas e incompleta
en sus
realizaciones a causa de la educación autoritaria y jerárquica aún
viva”,
Holanda, “en cambio era libre y estaba decidida a llegar a las extremas
consecuencias lógicas a las que tendía” (15). Ambas corrientes se
volvieron encontrar en [norte]américa, donde, sIn embargo, prevaleció
la más radical, de
cuño holandés. En efecto, “hay que convencerse íntimamente… de que la
vida de las
colonias americanas no es la continuación de la vida inglesa”, sino que, “la única nación europea
de la que deriva la [norte]americana[…] es Holanda” (16), republicana,
democrática y anticatólica (entendemos por catolicismo lo siguiente: unidad y
trinidad de Dios; encarnación, pasión y muerte de Jesucristo, Verbo encarnado,
consustancial al Padre y al Espíritu Santo).
DAR GATO POR
LIEBRE.
Se denominan antitrinitarios todos aquellos que “profesan
algún error contra el misterio de la Santísima Trinidad, ora afirmen que hay en
ella tres naturalezas (triteristas), ora sostengan haber en ella una sola
persona (monarquianos), ora nieguen la divinidad de alguna de las tres personas
divinas”.
La corriente antitrinitaria moderna surge en Holanda en
el siglo XVI, con el anabaptismo y el milenarismo (retorno próximo de Cristo a
la tierra); se trasladó después a los EEUU
(a donde continuó emigrando
hasta 1945) (17). Luego, en el siglo XVIII, el baptismo se adhirió en América
del Norte a la cristología neoarriana, y se llegó oficialmente en 1719 a la
negación del dogma de la Santísima Trinidad; se formó
el unitarismo a finales del siglo XVIII (18). Este se caracteriza por la
negación dela Trinidad, a la que califica de idolatría; estuvo representado en
la antigüedad (siglos II y III) por el modalismo, el monarquismo, el
sabelianismo y el arrianismo; en el siglo XVI tuvo por representante al
socianismo (19). La reforma protestante permaneció fiel originariamente al
dogma trinitario (Lutero, Melanchton y Calvino), pero sentó las premisas de su
negación al sustituir la autoridad de la revelación oral, escrita y magisterial
por el subjetivismo individualista (“a nosotros nos parece que…”), con lo cual
desencadeno las reacciones humanísticas
antitrinitarias que, partiendo de la academia florentina de los Médici, de los
talmudistas y los cabalistas del Renacimiento y de Erasmo de Rotterdam, se
propagaron a Holanda, Polonia,
Inglaterra y, después, a los EEUU (20).
El socianismo, escribe Mario Bendiscoli, es deudor del humanismo
estoicisante y pelagiano (y sobre todo cabalista), según el cual las
capacidades éticas naturales del hombre, que en su opinión no se halla herido
por el pecado original, bastan para hacerle observar los mandamientos sin
necesidad dela gracia divina (21). El socianismo asumió la cristología arriana,
al decir de la cual Cristo no es Dios, sino tan sólo un gran hombre; desembocó
en la apocatástasis origeniana (que niega la eternidad del infierno), en el
indiferentismo liberal dogmático y en la tolerancia absoluta y por principio, y
finalmente puso en marcha el liberalismo inglés (22). Monseñor Leone Cristiani
escribe que Arrio, en los siglos XVII-XVIII, revivió en Polonia. Holanda e
Inglaterra, y, por último se estableció en los EEUU, donde conoció una
expansión mayor que en Europa. Antitrinitarios fueron Newton, Clarke y Milton,
y como tal se consideró a Locke. En 1794 los “cristianos liberales” (Liberal
Christians) se establecieron en los EEUU, donde fundaron unas 500 iglesias, con
otros tantos ministros y 60.000 fieles (hasta 1925) (23). Lelio Socini (+1562),
nativo de Siena y estudiante de derecho en Padua, seguía la corriente del
escepticismo humanista (cabalista y paganizante). Viajó por toda Europa
ejerciendo de intermediario entre los diferentes heresiarcas protestantes.
Calvino lo recomendó al príncipe Nicola Radziwill de Polonia (1556-1558), país
en el que fomentaba el espíritu novador religioso y el irenismo protestante,
esto es, la libre difusión y convivencia de todas las sectas reformistas, por
más distintas y contrarias entre sí que fueran. Su sobrino, Fausto Socini
(+1604), Piccolomini por parte de madre (una familia que dio dos Papas a la Iglesia, Pío II y Pío III), siguió las
huellas del tío y se trasladó a Polonia
con los Hermanos Polacos, una secta antitrinitaria de Luclawice, en
Cracovia. Allí se desposó con una joven noble del lugar y logró evitar la
expulsión que había decretado el rey
Stafano Bathory en 1583, (gracias a la
ayuda de la nobleza liberal polaca, que
había fundado varios cenáculos antitrinitarios en diversos castillos, donde se reunían conventículos de
humanista-biblistas); no obstante, medio siglo después fue cerrada la sede
principal de los socinianos en Rakow, cerca de Cracovia (Gymnasium bonarum artium), y estos emigraron a los EEUU, que se
convirtió en la sede principal del “antitrinitarismo cristiano” (24) (auténtiva
contradictio in terminis, visto que
los dos misterios principales del cristianismo son la encarnación del Verbo
divino y la unidad-trinidad de Dios).
Naturalmente, el “cristianismo”
puritano [norte]americano no es antitrinitario totalmente y por naturaleza,
sino que lo es tendencialmente, y tiende en gran escala a rebajar, a omitir
intencionalmente, si es que no a negar la divinidad de Cristo y la trinidad de las personas
divinas. Como quiera que sea, sigue siendo veterotestamentario por esencia, y
el Evangelio es casi accidental para él. Por eso el puritanismo [norte]americano
está más cerca del talmudismo judaico que del cristianismo y del protestantismo
de Lutero, Melanchton y Calvino; sobre todo se opone diametralmente al
catolicismo romano. De ahí que buscar en los EEUU las raíces del cristianismo
europeo es como “dar gato por liebre”.
UN TESTIMONIO NADA
SOSPECHOSO.
Monseñor Luigi Giussani escribió en 1967 un interesante libro (Teología protestante americana), que la
editorial Marietti hizo reimprimir en el 2003. El fundador de Comunión y Liberación estudia en él en
profundidad y elogia, con miras ecuménicas, la doctrina protestante. Procuraré
resumir los puntos principales.
Los colonos que huyeron a [norte]américa eran, sobre todo “anglicanos, calvinistas, luteranos,
‘sectarios’ de diferentes orientaciones, sobre todo baptistas” (25).
Giussani explica que mientras en Europa el anglicanismo, el luteranismo y el
calvinismo permanecieron minoritarios, en los EEUU, por el contrario, el
calvinismo se volvió ampliamente mayoritario y dio a dicho país un carácter más
veterotestamentario que cristiano” (26). La iglesia protestante
[norte]americana se organizó en un “congregacionismo”, es decir, como
independiente de la iglesia anglicana (si bien no separada por completa de
ésta) (27). La primera generación calvinista [norte]americana (John Cotton,
+1652) era la “teocracia feroz… de un ‘Papa’ sin mitra, de una comunidad que
odiaba al Papa” (28). Para ella sólo los
miembros de la iglesia congregacionista [norte]americana eran ciudadanos de
pleno derecho, a pesar de que, según su propia doctrina, debía regir una
relación de separación total entre la Iglesia y el Estado (29). El
congregacionismo conocerá su fase democrática con John Wise (+1725), superando
la incongruente teocracia de Cotton –dada la separación entre el poder
espiritual y el temporal-, y motivará la lucha por la independencia
[norte]americana (30). La segunda generación calvinista estadounidense (sínodo
de Boston, 1662) amplió el concepto de “iglesia” afirmando que el bautismo
podían administrarlo no sólo los perfecto o santos de la iglesia
congregacionista, sino, además, cualquier adepto suyo, aunque no fuese santo o
perfecto (30).
Por otra parte Jacobus Arminius (+1609)
teólogo holandés emigrado a los EEUU, había impugnado la rigidez del
predestinacionismo calvinista y congregacionista al asegurar que la libertad del
hombre no puede estar determinada por la voluntad de Dios. Eso significaba la
destrucción del corazón de la doctrina calvinista.
Del “arminianismo” nació una corriente racionalista e iluminista que
reemplazó al calvinismo tradicional en el liderazgo [norte]americano al poner
en tela de juicio el dominio absoluto de
la voluntad de Dios sobre la libertad del hombre. Pero con Jonathan
Edwards (+1758) vino la reacción del puritanismo ortodoxo y anturracionalista,
que ratificó la supremacía absoluta de la voluntad divina sobre la iniciativa
humana. De Edwards nació una corriente religiosa llamada “gran despertar”, que
propugnaba un “renacimiento” (revival) de la vida religiosa fundado en la
emoción sentimental. El enemigo era el deísmo ‘arminiano’. El racionalismo
deísta-liberal contraatacó a su vez, a finales del siglo XVIII, y, rechazando
la doctrina ‘revivalista’ edwardsiana, negó asimismo la santísima Trinidad y la divinidad de Cristo.
Nota monseñor Giussani con razón que dicha lucha fue sólo un resultado
natural del puritanismo [norte]americano, que contenía en sí los gérmenes de las dos corrientes: la
predestinacionista y la racionalista antitrinitaria. Por eso “este resultado
del puritanismo de la New England no es una sorpresa inesperada: exalta uno
de los polos de la tensión dualista que lo caracteriza desde el origen. Por un
lado […] una fuerte percepción de la misteriosidad de lo divino […]; por el
otro […] una exigencia de la racionalización” (32). El protestantismo calvinista
[norte]americano se ha caracterizado siempre por esta tendencia doble, hecha de
sobrenaturalismo exagerado y fideísta contra deísmo racionalista e iluminista,
de predestinacionismo contra liberalismo humanista y activista, de
fundamentalismo exegético antievolucionista contra secularismo antropocéntrico.
Las consecuencias de esta dicotomía son, en el ámbito moral, el rigorismo
farisaico-puritano contra el permisivismo y el laxismo hedonistas. A
[norte]américa se la define, con toda razón, como “el país más religioso y más
secularizado”.
Esto no es una chuscada; es la realidad, que se funda en el dualismo y la
contradicción ínsitos intrínsecamente en el calvinismo, que, si por un lado es
predestinacionista e interpreta el Génesis al pie de la letra (fundamentalismo
exegético), por el otro posee una carga de espíritu de libre iniciativa y de
activismo consiguiente al “dogma”
predestinacionista según la cual la bendición de Dios se ve en el éxito
mundano-económico del hombre, que se siente asi impulsado a obrar libre y liberalmente
para sentirse salvado por el Dios tirano. De ahí que aunque, por una parte se
insiste en la rigurosidad y casi en la tiranía de la voluntad divina, por la
otra se ve uno llevado a “formar su personalidad –o carácter- como quinta
esencia de toda moralidad” (33). Si se enfoca tan sólo un elemento del
protestantismo [norte]americano, no se logra entender el espíritu aparentemente
contradictorio del americanismo y se corre el riesgo de erigirlo en ideal, como
hacen los teocom(servadores) europeos (34).
Las corrientes teológicas [norte]americanas posteriores oscilarán entre
teocentrismo tiránico y predestinacionismo y antropocentrismo liberal e
inmanentista-panteísta, que son las dos caras de la misma moneda del
puritanismo [norte]americano. Esta tensión teológica explica políticamente el
paso de la teocracia calvinista a la democracia puritano-[norte]americana.
Un rasgo acusado de la religión protestante [norte]americana, continúa
diciendo el cura Giussani, es el concepto de “experiencia religiosa· de lo
divino, un sucedáneo censista-empirista y pragmatista del voluntarismo: Dios no
es objeto de fe como adhesión intelectual a dogmas revelados y definidos, no es
tampoco, a la manera kantiana, un producto de la voluntad humana, sino sólo
objeto de experiencia sensible. La existencia de Dios no es demostrable
racionalmente, más es experimentable: a Dios se le “siente”. Fuera de la
experiencia no hay nada: la metafísica a
muerto, el idealismo clásico está superado; sólo la experiencia sensible es
fuente de “conocimiento” y de acción, conforme al iluminismo filosófico
británico censista y empirista. “El
temperamento y la cultura de los [norte]americanos –prosigue Giussani- rechazan la rigidez y el contraste […]. El pensamiento [norte]americano irá
ansiosamente en busca de puntos de contacto entre los dos polos de lo natural y
lo trascendente”, de manera que a Dios, aunque es un “tirano” absoluto, se
le “siente” o experimenta sentimentalmente dentro de nosotros, y nos hace tan
seguros de nosotros mismos que nos rempuja al activismo exasperado.
Esta es la religiosidad americanista, tan próxima al modernismo pero tan
celebrada al mismo tiempo por Comunión y
Liberación, por los teoconservadores y por Benedicto XVI en su viaje a los
EEUU (abril 2008), un país definido como “modelo ideal” de las relaciones entre
el Estado y la Iglesia: ¡separación absoluta entre ambos y libertad para todas
las religiones, verdaderas o falsas!
TORQUATO PEZZELLA.
Notas.
1-
Los Países Bajos se componían de las
provincias del Sur (la Bélgica actual), que eran católicas y francófonas, y las
del Norte (la actual Holanda que eran de lengua flamenca y protestante. Eran
tierras muy ricas, dedicadas al comercio marítimo. El rey de España no toleraba
que los holandeses (súbditos suyos) fuesen protestantes, por lo que Flandes se
rebeló contra Felipe II en 1576, bajo el caudillaje del holandés Guillermo de
Orange.
En Inglaterra, entre tanto, Isabel
I, que quería reforzar la iglesia nacional anglicana, perseguía a los
puritanos, que emigraron a América del Norte. Seguía no sólo una política de expansión
colonial en la América septentrional sino que, además, libraba una guerra de agresión
contra la marina española que llevaba a la patria los tesoros de las colonias americanas,
valiéndose de los corsarios o piratas del mar capitaneados por Francis Drake.
La España de Felipe II estaba entonces en su apogeo, pero comenzaba también su
decadencia (1588: derrota de la Armada Invencible). Junto con España, poco
inclinada a la nueva mentalidad especuladora y mercantilista, también los demás
países católicos comenzaron a declinar frente a los países protestantes, los
cuales, por el contrario, empezaron a emerger y a tomar la delantera
económico-política, mientras que los EEUU perfeccionaron el predominio del
puritanismo holandés y de los Padres Peregrinos ingleses, fugitivos de la madre
patria, sobre el anglicanismo de la corona británica.
2-
L. Cristiani, en Enciclopedia Católica.
Nótese que el puritanismo trasladó la festividad del domingo (resurrección de
Cristo) al sábado judaico (reposo de JHWH en el A.T.) a tenor de la numeración
anglicana y calvinista.
3-
Sobre el problema del judaísmo en
Holanda, Inglaterra y [norte]América puede consultarse la voz Ebrei, en la Enciclopedia Italiana: ”En
virtud de la concesión que Carlos V a los marranos de residir en los Países
Bajos, no pocos de ellos se asentaron
allí […]. Después de la Unión de Utrtecht […] los marranos comenzaron a […] ejercer
una notable influencia en la nueva república, de suerte que, poco a poco,
volvieron abiertamente al judaísmo. […] El rabinato de la comunidad de Amsterdam… hizo diligencias
para la readmisión de los judíos en Inglaterra. […] La transformación del espíritu religioso en Inglaterra
después de la preponderancia del protestantismo y de las guerras con España,
hicieron pensar en la oportunidad de readmitir a los judíos. […] Oliver
Cromwell dio permiso a algunos judíos, en 1657, para establecerse en Londres.
En 1685, un decreto del rey Jacobo II declaraba libre el ejercicio del culto
judío. […] Los judíos se asentaron en varias colonias de la América septentrional:
se trataba particularmente de judíos de origen portugués provenientes de
Holanda”.
4-
Tocante a la herejía modernista, llamada
“americanismo” y condenada por León XIII en Testem
benevolentiae (1895) léase H. Delassus, L’Americanisme
et la conjuration antichre tienne. El autor prueba que en el origen del
americanismo doctrinal y ascético se halla la Alliance Israelite Universelle. El alma de todo apostolado, de J. B.
Chautard, constituye una óptima refutación del americanismo ascético.
5-
a
8- A. Degli Espinosa, Imperialismo USA.
9-
El más activo de lo antitrinitarios fue
Miguel Servet, de quien monseñor L. Cristiani escribe lo siguiente: “Miguel Servet, nacido el 29 de septiembre
de 1511 en Tudela (Navarra) […]
pretendía restaurar el cristianismo de los orígenes remontándose más allá de la
metafísica, la cual, al decir de él, había destruido la fe
primitiva. […] Jesús no es un
ser transcendente, sino un hombre entre otros hombres. No es Dios por naturaleza
sino que fue santificado por el Padre […]. Además, Servet se declaró partidario del antitrinitarismo y definió a
la Santísima Trinidad como ‘un cerebro en tres cabezas’ (…)” Servet adhirió
a la reforma protestante y sobrepasó incluso al calvinismo al abrazar el
anabaptismo, que dio lugar, en unión con el “puritanismo inglés” tradicional, a
la concepción más radical e innovadora, llamada “puritano-americana”, la cual
es una mezcla de puritanismo y anabaptismo y, por ende, resulta ser tendencialmente,
y en algunos casos también formalmente antitrinitaria y negadora de la
divinidad de Cristo (se comprende entonces que el judaísmo talmúdico pudiera
triunfar en la América puritano-anabaptista). Escribe también M. L. Cristiani
en la Enciclopedia Católica que Servet fue “Un hereje antitrinitario[…]
Católico exteriormente irreprensible, compuso su obra principal, que apareció
con el título de Christianismi resstitutio [Retitución del cristianismo] (Viena 1553)… Jesús es el Hijo del Dios
eterno, no Hijo eterno de Dios […]. Por tanto rechazó la doctrina trinitaria y
del Concilio de Nicea y la cristología
del Concilio de Calcedonia. […] y
afirmó además, una especie de milenarismo”.
10 Y 11- Dizionario crítico di Teología, J. Y. La Coste.
12-
Obr. Cit.: Además de los Socini fueron unitarios también
Giorgio Biandrata (+1588), quien difundió el unitarismo en Italia del norte y
en Suiza, y Miguel Servet (+1553), que probó difundirlo en Ginebra, pero fue
condenado a muerte por Calvino. En tiempos más recientes se dio cierto
desarrollo de iglesias unitarias en Inglaterra, con Teófilo Lindsey (1808)
emigró a los EEUU en el 1794 y se unió a los congregacionistas unitarianos
estadounidenses, que negaban toda fórmula dogmática (reemplazada por la
experiencia religiosa), profesaban un vago sentimentalismo moral o moralismo
sentimental y el filantropismo liberal-masónico (ibídem). Secuaces polacos de
los Socini fueron Valentín Schlalz (+1622), Juan Volkel (+1618), y otros […].
Sería muy interesante estudiar sus relaciones
con los cabalistas y los talmudistas de
la academia medicea de Florencia, y con el ambiente judaizante polaco,
que tenía por referencia a Sabbetai Sevi primero (1626-1676) y luego a Jacobo
Frank (1726-1791).. (A Rotondo, Studi di
Storia ereticale del Cinquecento).
13- 14-15-16-17-
obra citada.
18- L. Giussani, Teología protestante americana.
19-20-21-22-23-24-25- obra citada.
26- L. Coppertino, Spagetticon.
*
Nota nacionalista del blog: destaco un error con ‘aires’ “neocom”, en la que cayó el
señor Pezzella, y una carrada de intelectuales, inclusive españoles, al identificar
América con Norteamérica. Cuando se refiere a algo relativo a EEUU, escribe
‘americanos’; como si América fuese sólo el patronímico de los yanquis; según
costumbre generalizada entre los ‘eruditos’ europeos. Una verdadera confusión,
que quizá haya comenzado con León XIII.
EEUU no tiene nombre propio, y podría nombrarse con
cierta exactitud: “Mayflowerlandia” o “Calvinolandia”, recurriendo a sus
orígenes; “yanquilandia”, EEUU., o Norteamérica; América del Norte o América
septentrional; o “dólarlandia” recordando que el dólar es su alma, el ansiado ‘Eldorado’.
Pero los europeos con espíritu de inmigrantes frustrados la nombran América. Y
esto nos indigna.
La colonización norteamericana, por los personajes, por
el espíritu, por las circunstancias que la impulsaron, fue sólo una disputa
‘familiar’ entre protestantes, que se concretó como una utopía materialista
judaizante; en mayor o menor grado todos fueron predestinacionistas hebreos; de
donde germinó del capitalismo.
Absolutamente opuesta a la evangelización católica
realizada por España en América Hispánica. De tal manera, el nombre de América,
si alguna de las dos Américas debería ostentarlo con dignidad y merecimiento
seríamos los “sudacas”; aunque eche por tierra el mito obsesionante del becerro
de oro, repleto de dólares, con que sueñan los europeos ‘eruditos’.
Me tomé el engorroso trabajo de agregar [norte] donde el
autor escribió América, para salvar ese error de ignorancia insoportable.