11:00 – (Por Rubén Lasagno) – No hay que buscar triunfadores ni vencedores en este domingo que pasó. Solo hay un colectivo que perdió: la sociedad argentina. Y no es por no haber reelegido a Macri,
quien no se merece ninguna consideración especial y menos aún el favor
del pueblo argentino al que le mintió y sobregiró en 4 años, sino por
haber traído (nuevamente) a la realidad nacional, lo peor de la política pasada
y sumergirnos a la otra mitad de los habitantes en el terreno de los
indeseables que vuelven a tomar el poder para hacer de él y del país, lo
que se les ocurra, demoliendo las instituciones, corrompiendo todo lo
conocido, cercenando las libertades, sacándonos del mundo y
empobreciendo al país no solo financiera y económicamente, sino social y
culturalmente.
Ahora que la mayoría eligió, lo mejor que puede
hacer éste gobierno es adelantar la entrega del mandato para evitarnos
males mayores. Ya sabemos que quienes vendrán en diciembre están
calentando en la pista que rodea la cancha y aún sin equipos, ni planes
ni proyectos para gobernar y sin saber qué hacer y cómo resolver los
grandes y pequeños dramas del país, solo les importa poner las manos en
la Constitución, la Justicia, el Congreso y el Banco Central donde la
máquina de Boudou no alcanzó a enfriarse y volverá a funcionar a
destajo.
No hay vuelta atrás. Argentina no puede salir de la trampa cíclica que le tiende la historia, porque la sociedad en su conjunto no hace nada para escapar de ella.
Estamos condenados, como dijo Duhalde, pero no al éxito, claro está. Lo
dije en muchas columnas anteriores y no tengo ganas de repetirlo,
porque a la vista está nuestra vocación de perdedores innatos y
estéril es (a estas alturas) insistir con la siembra cuando la tierra
del campo es infértil, no fecunda y muchos menos es proclive a parir un
cambio.
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Seguramente
van a venir tiempo muy difíciles en estos cuatro años, plagados de
inestabilidad, no solo económica y social, sino en materia de seguridad y
justicia, libertades y derechos. Pero cualquier cosa que suceda, será bien merecido para el pueblo argentino porque no es capaz de construir sobre las ruinas; cada cuatro años solo arruina lo que se va construyendo.
Un
país donde a su gente no le importan las libertades, el narcotráfico,
la degradación social, educativa, la pérdida de valores, de justicia y
los derechos consagrados en cualquier país decente, no merece nada mejor.
Si la mitad de una sociedad cree, como ayer domingo, que le puede pedir
al verdugo que desate el nudo de la soga, es que aún no estamos
preparados para asumir nuestra vida institucional libremente, pensar en
nuestro futuro y crear las instituciones fuertes que merece una
República.
La mitad del país eligió el pasado, que así sea. Albert Einstein, dijo refiriéndose a la física “No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”. La diferencia con esta frase tan clara y práctica es que en nuestro país se hace siempre lo mismo, porque no pretendemos cambiar nada. Y así nos va. (Agencia OPI Santa Cruz)