El Canalla, el Profanador y la Democracia
El
otro día, a raíz de los gravísimos disturbios en Cataluña, motivados
por la sentencia del Tribunal Supremo que condenó a los cabecillas del
intento de secesión, un compañero me enseñó un recorte de prensa del año
2006, en que se leía una frase del entonces presidente Rodríguez Zapatero. La entrevista de ZP con el director de uno de los periódicos más importantes de España, tuvo este momento estelar:
– ¿Se sentirá responsable si dentro de 10 años Cataluña inicia un proceso de ruptura con el Estado?
– Dentro de 10 años España será más fuerte, Cataluña estará más integrada y usted y yo lo viviremos.
¡Qué
peligro tiene la hemeroteca! A diferencia de los verdaderos profetas,
que ven un futuro que nadie alcanza a vislumbrar, ZP fue capaz de no
prever lo que todos los demás veían venir desde lejos, o al menos fingir
que no lo preveía; de la misma manera que no veía venir la crisis
económica, cuando todos los indicadores señalaban que España estaba al
borde de una grave recesión.
¿Qué
cabe decir respecto al talento de este hombre por no ver lo que tiene
delante de las narices, por vender humo a los españoles, que se esfuma
con la brisa matutina? Creo que no es muy inteligente montar en cólera
contra ZP por el daño irreparable que ha causado a España, sin
preguntarse cómo es posible que ganara no una sino DOS elecciones
generales. Que un mentiroso compulsivo, un hombre sin principios de
ningún tipo, un miserable y rastrero traidor gobierne España durante 7
años, dice mucho más del sistema que le ha aupado al poder que de él
mismo. Mi compañero, que acertadamente criticó a ZP por su contribución
al movimiento secesionista en Cataluña, no acertó ver que la raíz del
problema no es tener malos gobernantes, sino un sistema que
prácticamente GARANTIZA que siempre estaremos gobernados por lacayos
mentirosos y corruptos. La democracia es un sistema que premia al
oportunista sin escrúpulos y castiga al político honrado que trabaja
para el bien común. ¿Por qué es así? Simplemente porque los seres
humanos, por culpa de la ignorancia y el pecado, no sabemos lo que nos
conviene. Cuando nos dan a elegir, solemos elegir lo que nos resulta más
grato, al margen de lo que nos viene bien, o de lo que es mejor en un
sentido moral.
Para ilustrar esto, compartiré algo que me contó mi
hija de 10 años. Me dijo que había tenido lugar elecciones para el
delegado de su clase, pero que en lugar de elegir al niño más apto para
el cargo, los niños habían votado en su mayoría al “payaso de la clase”.
Me dijo que esa persona era completamente incapaz de ejercer las
funciones de delegado, y ahora sus compañeros se arrepienten de haberla
votado, pero que ya es demasiado tarde. Me comentó que hubiera sido
mucho mejor si la profesora hubiera designado a dedo al alumno más
adecuado para el puesto, sin tener que votar. Le expliqué que así es
como funciona la democracia. Si quieres a la persona más competente para
un puesto de responsabilidad, lo último que hay que hacer es someter la
decisión a un concurso de popularidad. Ya nos avisó Socrates que
en campaña electoral, el candidato que es más ducho en hacer promesas
maravillosas que no puede cumplir, siempre tendrá ventaja sobre el
candidato que hace una lectura sobria y sensata de la realidad. Me viene
a la mente algo que cantaba una chirigota gaditano sobre ZP:
Nos prometió el oro y el moro, pero sólo cumplió a mitad. Del oro ni rastro, pero nos dio moros a patadas.
Para
ganar sus segundas elecciones generales, a ZP le funcionó el viejo
truco del caramelo: prometió devolver a todos los contribuyentes 400€ en
su próxima declaración de impuestos. ¿A los españoles les preocupó que
esto podría perjudicar aún más las arcas del Estado, al borde de una
gravísima recesión económica? No, porque cada uno miraba su beneficio
personal a costa del bien común. ZP literalmente compró su segundo
mandato con el dinero de todos los españoles. Ganó porque fue más astuto
que su adversario, porque sabía mentir mejor, porque prometía más
cosas, en definitiva, porque se movía como un pez en el agua en el juego
democrático. Supo apelar a los anhelos más primitivos de las masas,
concretamente la avaricia, la lujuria, la soberbia y la envidia. ¡Nunca
hay que subestimar el poder de los pecados capitales en la política!
No
se puede criticar a un canalla como Rodríguez Zapatero, sin poner bajo
escrutinio el sistema que permite el triunfo de dicho canalla. Sería
como criticar a las ganadoras del concurso de belleza Miss Mundo por
estar operadas, sin mencionar que las bases del concurso de ninguna
manera prohíben la cirugía estética. Lógicamente, si la cirugía da
claras ventajas y no se prohíbe esta práctica, todas las candidatas se
someterán a operaciones. Hay que rascar la superficie y preguntarse cómo
llega una persona a ser candidato en unas elecciones. ¿Llega porque es
el más idóneo para desempeñar el puesto al que aspira? No. Llega a ser
candidato solamente porque ha sabido reunir los apoyos económicos y
políticos necesarios. Cualquiera que piense un segundo se dará cuenta
que las cualidades necesarias para recaudar fondos en una campaña
electoral o para ganar amistades políticas que luego te avalan, tienen
poco o nada que ver con las cualidades que requiere un cargo de
responsabilidad de gobierno. Lo que se necesita para escalar puestos en
un partido político es primero, carisma (saber ganarse a la gente),
segundo, ambición y tercero, una falta de escrúpulos morales. Tener
carisma en sí no es malo, alguna gente lo tiene de manera innata. Pero
no basta. Hay que tener una ambición insaciable, y esto sí es
problemático. En todo momento un candidato tiene que pensar
exclusivamente en sí mismo, en como avanzar en la carrera hacia el
poder. Lo peor es que para caer bien al máximo número de personas, tiene
que decir que sí a todo el mundo, tiene que decir lo que cada uno
quiere escuchar, sin importar caer en contradicciones y mentiras. Si
marca líneas rojas que no puede cruzar, perderá y ganará otro candidato
con menos escrúpulos. De esta manera, con raras excepciones, la
democracia garantiza que las personas más aptas para el gobierno nunca
llegarán a gobernar.
Si
el camino hacia el poder descalifica a casi todos los políticos en
democracia, llegamos a la conclusión de que una monarquía es mejor
sistema de gobierno, porque no hace falta que un rey gane el trono; es
algo que hereda. Algunos piensan que esto es una desventaja, porque las
capacidades personales del heredero pueden ser muy mediocres, pero yo
creo que el hecho de heredar el trono es una gran ventaja; desde su
mismo nacimiento, el príncipe heredero se prepara para el día en que
tiene que reinar. Toda su educación, toda su formación académica y
militar apunta al día en que tiene que subir al trono. Desde luego, ha
habido reyes malísimos a lo largo de la historia, pero cuando un hombre
sabe que tiene que legar la corona a su hijo, se cuida mucho de cometer
errores que pueden arruinar el reino. Por muy malo que sea un rey,
pensará en el estado del país que deja a su hijo. Sin embargo, a un
gobernante democrático le da exactamente igual cómo esté el país dentro
de 10 años, porque para entonces él no estará en el poder y los
problemas serán de otro. Lo único que le interesa son las próximas
elecciones, dentro de 5 años como mucho. El ejemplo perfecto es el de ZP
con respecto a Cataluña. ¿Qué le importaba si después de unos 12 años
parte de España iniciara un proceso de secesión, si en ese momento
necesitaba los votos de los separatistas para mantenerse en el poder?
Sabía que lo que pasaba dentro de 12 años no sería su problema. El
cortoplacismo es una lacra sin solución para la democracia. Es por esta
razón, por ejemplo, que ningún partido político quiere resolver el
problema de las pensiones en España, algo que requiere planificación de
largo plazo. Debido al envejecimiento de la población, el sistema actual
de pensiones será totalmente inviable dentro de pocos años, si no lo es
ya. De hecho, estamos pagando todos los contribuyentes intereses sobre
los préstamos que tiene que pedir el gobierno para pagar las pensiones
de hoy. Ningún partido quiere decir esto ni advertir a los votantes lo
que es una certeza matemática, porque los políticos saben que el primer
partido en bajar las pensiones perderá las elecciones. Prefieren
hipotecar al país para posponer la solución de un problema, y de esta
manera lo agravan cada vez más.
Para
ser un buen gobernante hace falta todo lo contrario de lo que exhiben
los políticos en democracia; hace falta tener principios inamovibles y
trabajar para el bien común, sacrificando a menudo los intereses
personales. Estas cualidades son precisamente las que tenía el Generalísimo Francisco Franco, cuya tumba ha sido profanada esta semana por el gobierno socialista de Pedro Sánchez.
Si nos preguntamos cómo llegaron estos dos personajes a gobernar
España, la respuesta es indicativa de qué tipo de hombre es cada uno. A
los 33 Franco se convirtió en el general más joven de Europa, gracias a
su brillante hoja de servicio militar. Ya había fundado, junto con Millán Astray,
la Legión Española, que reportó victorias imposibles en la guerra de
África. Había sido herido gravemente en combate y era renombrado como un
héroe en vida. La Providencia quiso que liderara la Cruzada contra el
comunismo tras el accidente aéreo del general Sanjurjo,
algo que Franco de ninguna manera ambicionaba, al que sólo accedió tras
la votación de los altos mandos del Alzamiento. Finalmente, se mantuvo
hasta su muerte como Jefe de Estado, porque no había nadie más en quien
podía confiar esa tarea. Si algo le podemos recriminar es haber confiado
en el villano y apóstata Juan Carlos de Borbón,
nombrándole su sucesor. Las habilidades de Franco como militar luego le
sirvieron para gobernar en tiempos de paz. Podemos citar algunas: la
capacidad organizativa, el aprovechamiento de escasos recursos, la toma
de decisiones difíciles bajo presión. Sin embargo sus cualidades morales
fueron mucho más destacables; durante los 40 años que duró su régimen,
siempre gobernó buscando el bien común, motivado por el amor a la
Patria, con temor de Dios.
¿Cómo se aupó al poder el Sr. Sánchez?
Pasó toda su juventud jugando al baloncesto y estudiando en diversas
universidades privadas (es bien conocida la hipocresía de los señoritos
de la izquierda: lo privado para mí, lo público para los que me votan.)
No ha tenido un trabajo “de verdad” en su vida; se ha dedicado a escalar
puestos en política, primero en Europa, luego en la Comunidad de
Madrid, y por último a nivel nacional. Pactando con separatistas, logró
echar al inutilísimo Mariano Rajoy con una moción de
censura. Y ahora, para ganar las elecciones su mejor baza es reavivar el
odio entre españoles profanando la tumba de Franco, con la esperanza de
que esto mobilizará a los rojos. No hay nada que motive a la izquierda
en España como la lucha antifranquista, 44 años después de la muerte de
Franco. El Sr. Sánchez, en definitiva, sigue la estela de ZP; promete lo
que sabe que no puede cumplir y reescribe la Historia, intentando ganar
ahora la guerra que perdió el bando republicano hace 80 años.
Por
algo debemos felicitar al Sr. Sánchez: su sinceridad. En la rueda de
prensa para explicar los motivos de la profanación de la tumba del
Generalísimo, dijo una gran verdad:
La España de hoy es lo opuesto a entonces. Donde había represión y dictadura, hoy hay libertad.
En
la España de Franco se reprimía el vicio, el pecado, la blasfemia y la
mentira. En la España democrática de ahora hay absoluta libertad para el
mal. Es verdad, son regímenes opuestos, y la diferencia es
esencialmente la democracia, un sistema de gobierno en el que triunfan
canallas y profanadores.