El grito sagrado(audio)
El
principal insumo del periodismo es la libertad. Con libertad es posible
ejercer un periodismo bueno, malo o regular. Sin libertad, solo es
posible la propaganda.
Con libertad cada periodista puede elegir entre ser un chupamedias del gobierno de turno o tener una mirada crítica como indica el manual de buenas prácticas profesionales. Desde hace por lo menos seis años venimos sosteniendo que este es el momento de menor libertad de prensa desde la recuperación democrática en 1983.
¿Hay libertad de prensa? Por supuesto, pero de bajas calorías y permanentemente atacada por un gobierno que ama controlar todo lo que lo rodea pero odia que lo controlen. Tengo la tranquilidad de conciencia de haber expresado esta opinión en el año 2.006 cuando el gobierno nacional estaba en pleno romance con el grupo Clarín. Fue una nota que salió en la tapa del diario La Nación donde denuncié la matriz autoritaria del kirchnerismo contra el periodismo. Esa lógica, seis años después ha sido corregida y aumentada.
Hablo de utilizar la pauta publicitaria como premio o castigo a los medios amigos o enemigos; de desobedecer un fallo de la Corte Suprema que intenta corregir esa discriminación; de apretar a los dueños de los medios para que despidan periodistas que no son de su agrado; de presionar a anunciantes privados para que se abstengan de apoyar diarios o programas críticos; de no prestarse a ninguna conferencia de prensa ni permitir el acceso a la información libremente y, sobre todo, del escrache cobarde y repugnante tanto virtual como real a colegas que no comulgan con el oficialismo.
Ya se sabe que el periodismo debe ser fiscal del poder y abogado del hombre común. Fiscal de todos los poderes. De todos los gobiernos y de todas las empresas por mas poderosas que sean.
Todo esto viene a cuento después de la torpeza con la que el grupo Clarín se manejó en la denuncia que hizo por” incitación a la violencia y coacción agravada” donde incluyó a un grupo de periodistas que tienen puesta la camiseta del gobierno. En su presentación la empresa, además de incluir correctamente a mi criterio a altos funcionarios de Cristina como Carlos Zannini y Julio Alak a los que responsabilizada por la campaña, cae en la repudiable actitud de sumar a los periodistas que solamente han ejercido su derecho a opinar de lo que quieran y como quieran.
La opinión nunca es un delito. Y la obsecuencia tampoco. Por suerte, la rápida reacción de sectores independientes de nuestro vapuleado oficio obligó a Clarín a dar marcha atrás y rectificar públicamente su presentación ante la justicia.
En todo este debate hubo dos posturas bien diferenciadas. La mas rigurosa y respetable fue del Foro de Periodistas Argentinos (Fopea) que reaccionó como lo hace siempre en defensa de la mas irrestricta libertad de expresión y denunciando hasta el mínimo ataque a cualquier periodista. Fopea es una organización no gubernamental realmente autónoma que hace diez años es un ejemplo de pluralismo y de equilibrio en sus actitudes.
En su comunicado denunció la gravedad del planteo de Clarín, sobre todo teniendo en cuenta que el Código Penal establece para los delitos mencionados penas de prisión de hasta diez años que, obviamente, no son excarcelables. Pensar que alguien puede ir a la cárcel por utilizar palabras e ideas por mas contrarias que sean a nuestros pensamientos es una locura antidemocrática e intolerante.
La otra actitud, la contracara de Fopea, fue el oportunismo de muchos colegas y organizaciones que no fueron capaces de abrir la boca cuando los medios oficialistas y para oficiales y su tropa militante apelaron a bajezas tales como pegar afiches insultantes contra periodistas ejemplares como Magdalena, por ejemplo, fogonear juicios populares en las plazas o incitar a escupir a otros o directamente agredir de palabra y en algun caso de hecho a colegas que se niegan a repetir como loros el relato oficial.
Por eso digo que Fopea tiene razón y además, tiene autoridad moral para decirlo. Porque siempre denunció todos los ataques a la libertad de prensa sin importarles quien fuera la víctima ni el victimario. La libertad es un patrimonio de todos los argentinos. Asi empieza nuestro himno nacional: “Oid mortales el grito sagrado, libertad, libertad, libertad.
Con libertad cada periodista puede elegir entre ser un chupamedias del gobierno de turno o tener una mirada crítica como indica el manual de buenas prácticas profesionales. Desde hace por lo menos seis años venimos sosteniendo que este es el momento de menor libertad de prensa desde la recuperación democrática en 1983.
¿Hay libertad de prensa? Por supuesto, pero de bajas calorías y permanentemente atacada por un gobierno que ama controlar todo lo que lo rodea pero odia que lo controlen. Tengo la tranquilidad de conciencia de haber expresado esta opinión en el año 2.006 cuando el gobierno nacional estaba en pleno romance con el grupo Clarín. Fue una nota que salió en la tapa del diario La Nación donde denuncié la matriz autoritaria del kirchnerismo contra el periodismo. Esa lógica, seis años después ha sido corregida y aumentada.
Hablo de utilizar la pauta publicitaria como premio o castigo a los medios amigos o enemigos; de desobedecer un fallo de la Corte Suprema que intenta corregir esa discriminación; de apretar a los dueños de los medios para que despidan periodistas que no son de su agrado; de presionar a anunciantes privados para que se abstengan de apoyar diarios o programas críticos; de no prestarse a ninguna conferencia de prensa ni permitir el acceso a la información libremente y, sobre todo, del escrache cobarde y repugnante tanto virtual como real a colegas que no comulgan con el oficialismo.
Ya se sabe que el periodismo debe ser fiscal del poder y abogado del hombre común. Fiscal de todos los poderes. De todos los gobiernos y de todas las empresas por mas poderosas que sean.
Todo esto viene a cuento después de la torpeza con la que el grupo Clarín se manejó en la denuncia que hizo por” incitación a la violencia y coacción agravada” donde incluyó a un grupo de periodistas que tienen puesta la camiseta del gobierno. En su presentación la empresa, además de incluir correctamente a mi criterio a altos funcionarios de Cristina como Carlos Zannini y Julio Alak a los que responsabilizada por la campaña, cae en la repudiable actitud de sumar a los periodistas que solamente han ejercido su derecho a opinar de lo que quieran y como quieran.
La opinión nunca es un delito. Y la obsecuencia tampoco. Por suerte, la rápida reacción de sectores independientes de nuestro vapuleado oficio obligó a Clarín a dar marcha atrás y rectificar públicamente su presentación ante la justicia.
En todo este debate hubo dos posturas bien diferenciadas. La mas rigurosa y respetable fue del Foro de Periodistas Argentinos (Fopea) que reaccionó como lo hace siempre en defensa de la mas irrestricta libertad de expresión y denunciando hasta el mínimo ataque a cualquier periodista. Fopea es una organización no gubernamental realmente autónoma que hace diez años es un ejemplo de pluralismo y de equilibrio en sus actitudes.
En su comunicado denunció la gravedad del planteo de Clarín, sobre todo teniendo en cuenta que el Código Penal establece para los delitos mencionados penas de prisión de hasta diez años que, obviamente, no son excarcelables. Pensar que alguien puede ir a la cárcel por utilizar palabras e ideas por mas contrarias que sean a nuestros pensamientos es una locura antidemocrática e intolerante.
La otra actitud, la contracara de Fopea, fue el oportunismo de muchos colegas y organizaciones que no fueron capaces de abrir la boca cuando los medios oficialistas y para oficiales y su tropa militante apelaron a bajezas tales como pegar afiches insultantes contra periodistas ejemplares como Magdalena, por ejemplo, fogonear juicios populares en las plazas o incitar a escupir a otros o directamente agredir de palabra y en algun caso de hecho a colegas que se niegan a repetir como loros el relato oficial.
Por eso digo que Fopea tiene razón y además, tiene autoridad moral para decirlo. Porque siempre denunció todos los ataques a la libertad de prensa sin importarles quien fuera la víctima ni el victimario. La libertad es un patrimonio de todos los argentinos. Asi empieza nuestro himno nacional: “Oid mortales el grito sagrado, libertad, libertad, libertad.