OPINIÓN
Me congratulo con todos los, que empeñan sus
esfuerzos sacrificados, abnegados, y muchas veces heroicos en la noble tarea de
velar por los discapacitados, auxiliarlos y ayudarlos a capacitarse de tal modo
de que se inserten como miembros útiles en la sociedad que les pertenece.
El
destino me ha concedido el privilegio de participar de dos categorías. La de un
lisiado que hace lo posible por igualarse a sus prójimos y así brindarse a los
demás, y la de un hombre público al que le ha tocado el honor de gestionar la
creación de una comisión permanente destinada a velar por la familia, por los
menores y, también, por los discapacitados.
Viene
al caso recordar una enseñanza de Platón, una de las lumbreras de nuestra
civilización: “la buena educación da al cuerpo y al alma toda la belleza y la perfección
de que son capaces”, pues son
ustedes, los que dedican su tiempo, sus esfuerzos y su saber a esta educación,
los que posibilitan, educando cuerpos y educando almas, que esa perfección, la
perfección de seres que son imagen y semejanza de Dios, se manifieste, se
concrete y resplandezca, en bien de los discapacitados y en bien de la sociedad
toda. Son ustedes los que brindan su amor a seres con altísima capacidad para
percibirlo, ese amor que es la mejor medicina que pueda impartírseles. Ese amor
que es afecto, es cariño, es suavidad en el trato, y al derramarse sobre los
seres queridos se eleva como una plegaria. Ese amor que a muchos les posibilita
dar pasos adelante en su capacitación para colaborar con los demás.
La
recuperación y habilitación del discapacitado es tarea a favor del bien común cuya
custodia se confía a los gobernantes. Es, por lo tanto, una materia propia de
la política. Un discapacitado es, ante todo, un hombre, semejanza de Dios, y
nunca debe perderse de vista esa dignidad. Trabajemos porque no haya nadie que
precisando un tratamiento carezca de los medios ni de las oportunidades para
recibirlo; trabajemos porque nadie, a causa de un problema físico ni mental, se
prive de atender a su propia familia y de resultar útil. Siempre es posible
enfrentar a las adversidades y ganarles. Siempre es posible mejorar.
Las
personas con problemas deben recibir lo que se merecen, que es la esencia de la
justicia.
No es compasión sino justicia lo que necesitan los disminuidos
física o psíquicamente. Justicia es dar a cada uno lo que le corresponde.
Muchos requieren elevarse sobre sí mismo para competir; un chico, una mujer, un
hombre con problemas son ante todo y sobre todos" hombres, seres humanos
con problemas". No debemos perder de vista esa dignidad, esa corona, ese
soplo de ser hecho a imagen y semejanza de Dios. No le quitemos honor con
nuestra piedad al hermano que tiene dificultades. Rescatemos siempre su dignidad.
El orgullo o la dignidad de ser personas hace que antes que aceptar una expresión
de lástima sean capaces de morderse y no pedir ayuda. La mano del piadoso nos
quita siempre honor dice el poeta y tiene razón.
Los discapacitados tienen derecho a varios o muchos pasos
adelante para correr en igualdad de condiciones, reconozcamos en ellos un
derecho elemental, de los más elementales de los derechos humanos.
DR.
JORGE B. LOBO ARAGÓN