“Nos buscamos en la
felicidad, pero nos encontramos en la desgracia” Henri
Bataille
Inexplicablemente,
el Gobierno ha tomado una serie de decisiones que, de manera inexorable, lo han
convertido en un émulo del primer antecesor bíblico de la humanidad. Tal como
adelantáramos en su momento, la política de dividir a la CGT, originada en su
divorcio de Moyano, lo colocó en el peor de los escenarios: en lugar de una
central obrera con la cual negociar, hoy tiene nada menos que cinco, pues a la
Azopardo (Camión) se han sumado la Azul y Blanco
(Barrionuevo) y Balcarce (Caló), y dos más sin personería, la CTA no oficialista
(Micheli) y la de Yatsky. Con ese mapa, debe enfrentar idénticos reclamos desde
todo el arco sindical, pero ahora representado por innumerables dirigentes que
compiten, y seguirán haciéndolo, para ver quién obtiene mayores
ventajas.
El 8N
fue una sonora llamada de atención para personajes que, como los “barones” del
Conurbano, los gobernadores, los gremialistas y hasta los jueces, tienen una
aguda sensibilidad para percibir los cambios de humor social. Más de un millón
de personas manifestándose por toda la Argentina no podía menos que encender
luces amarillas en las mentes de quienes llevan décadas en el poder político o
sindical. La forma en que, desde la Casa Rosada, se salió a denigrar esa masiva
expresión ciudadana, hizo virar a rojo el semáforo.
El 20N,
los dirigentes gremiales debieron renunciar a su pretensión inicial de convocar
a una movilización, porque el riesgo implícito de confrontar con las imágenes de
tamaña multitud era demasiado alto; en cambio, optaron por imponer un silencio
de cementerio en el país, sobre todo en Buenos Aires, principal vidriera que el
mundo contempla. Las fotografías del Obelisco, a mediodía, dieron cuenta del
éxito de esa movida.
Con
todo eso, el Gobierno quedó definitivamente aislado, con una pseudo guardia
pretoriana formada por dos compañías diferentes: una, ideológica, encabezada
obviamente por el Chino Zanini, y la
otra, “crematística” o meramente saqueadora, en la que se encuadran los
aguerridos militantes de La Cámpora y algunos notorios habitantes de Puerto
Madero. La primera, por no perder esta oportunidad única que, en especial desde
2007, le ha permitido ensayar en el terreno sus trasnochadas fórmulas, y la
segunda, porque están en juego los mal habidos patrimonios de sus integrantes y
sus eventuales futuros carcelarios, ambas cierran filas en torno a una
Presidente que, día a día, se desmorona.
La
noche del 21N, que trajo aparejadas las trágicas noticias provenientes del
Tribunal a cargo del Juez Griesa, además de permitir quitar de las primeras
planas la huelga general del día anterior, demostró una vez más, como si fuera
necesario, cuál es la opinión que el mundo entero tiene acerca de la prepotencia
y la omnipotencia del Gobierno. La sentencia –que sólo le ordena a la Argentina
depositar a embargo, no en pago, la suma reclamada por el fondo que la demandó-
hace especial hincapié en las declaraciones públicas de doña Cristina y de
nuestro ¿Ministro de Economía?, el inefable Lorenzino. Olvidaron nuestros
funcionarios, al manifestar que el fallo de Griesa no sería obedecido si
resultaba desfavorable para nuestro país, que pocos días atrás la Argentina, por
medio de sus representantes ante el Juzgado, se había comprometido por escrito y
expresamente a respetarlo. Harto el Juez, resolvió como lo hizo y, nuevamente,
nos puso al borde de un nuevo default, en el cual deberemos enfrentar
consecuencias de tal gravedad que la soberbia oficial no podrá
ocultar.
Lo peor
y lo más triste de esta situación es que todas esas altisonantes y disparatadas
declaraciones de la señora Presidente fueron formuladas sólo para dar un marco
“malvinero” a la exclusiva y excluyente guerra que lleva adelante contra el grupo
Clarín. De esa actitud se desprende, una vez más, la grave confusión que padece:
los ciudadanos no nos ubicamos en ella contra el Gobierno y a favor de Magnetto
–íntimos socios hasta hace pocos días- sino a favor de nuestro derecho a elegir,
es decir, a favor de la República, que los Kirchner se han empeñado en destruir
para edificar, sobre sus ruinas, su imperio. El costo que la Argentina deberá
pagar por estos dislates será, sin duda, muy alto.
Por esa
lucha, precisamente, iremos el martes 27N, de 09:00 a 11:00, a dar un abrazo al
Palacio de Tribunales y a recordar a los miembros de la Corte Suprema de
Justicia –que estará reunida en ese momento para considerar el tema- su
obligación de constituirse, sin claudicaciones de ningún tipo, en la última
trinchera de la libertad frente a las pretensiones del poder de cercenarla para
instaurar, en este caso, el discurso único. Si los “supremos” no entendieran ese
claro mensaje, seguirán hundiéndose en la ignominia, en un camino iniciado al
tolerar la permanencia entre sus filas del Juez Zaffaroni y la sistemática
desobediencia del Ejecutivo a sus sentencias, tal como ahora pretende hacer con
Griesa y su fallo.
El
Gobierno ha perdido la calle y el consenso, a manos de quienes llevaron a doña
Cristina al triunfo hace poco más de un año: la clase media, los gremios y muchas organizaciones sociales. En su
soledad, sólo puede recurrir a los interesados neo-camporistas y a la militancia
rentada. Muy poco, por cierto, para quien aún pretende invocar el mandato
concedido por el 54% de los votos.
Bs.As.,
25 Nov 12
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
Tel. +54 (11) 4807 4401/02
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