Escrito para hoy
PROCLAMA
Compatriotas:
Ninguno
de vosotros desconoce el cúmulo de males que agobia a nuestra amada
patria, y su verdadero origen. Ninguno ignora que una fracción numerosa
de hombres corrompidos, haciendo alarde de su impiedad, de su avaricia, y
de su infidelidad, y poniéndose en guerra abierta con la religión, la
honestidad y la buena fe, ha introducido por todas partes el desorden y
la inmoralidad; ha desvirtuado las leyes, y hécholas insuficientes para
nuestro bienestar; ha generalizado los crímenes y garantido su
impunidad; ha devorado la hacienda pública y destruido las fortunas
particulares; ha hecho desaparecer la confianza necesaria en las
relaciones sociales, y obstruido los medios honestos de adquisición; en
una palabra, ha disuelto la sociedad y presentado en triunfo la alevosía
y perfidia. La experiencia de todos los siglos nos enseña que el
remedio de estos males no puede sujetarse a formas, y que su aplicación
debe ser pronta y expedita y tan acomodada a las circunstancias del
momento.
Habitantes todos de la ciudad y campaña: la Divina Providencia nos ha puesto en esta terrible situación para probar nuestra virtud y constancia; resolvámonos pues a combatir con denuedo a esos malvados que han puesto en confusión nuestra tierra; persigamos de muerte al impío, al sacrílego, al ladrón, al homicida, y sobre todo, al pérfido y traidor que tenga la osadía de burlarse de nuestra buena fe. Que de esta raza de monstruos no quede uno entre nosotros, y que su persecución sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y espanto a los demás que puedan venir en adelante. No os arredre ninguna clase de peligros, ni el temor a errar en los medios que adoptemos para perseguirlos. La causa que vamos a defender es la de la Religión, la de la justicia y del orden público; es la causa recomendada por el Todopoderoso. Él dirigirá nuestros pasos y con su especial protección nuestro triunfo será seguro.
Habitantes todos de la ciudad y campaña: la Divina Providencia nos ha puesto en esta terrible situación para probar nuestra virtud y constancia; resolvámonos pues a combatir con denuedo a esos malvados que han puesto en confusión nuestra tierra; persigamos de muerte al impío, al sacrílego, al ladrón, al homicida, y sobre todo, al pérfido y traidor que tenga la osadía de burlarse de nuestra buena fe. Que de esta raza de monstruos no quede uno entre nosotros, y que su persecución sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y espanto a los demás que puedan venir en adelante. No os arredre ninguna clase de peligros, ni el temor a errar en los medios que adoptemos para perseguirlos. La causa que vamos a defender es la de la Religión, la de la justicia y del orden público; es la causa recomendada por el Todopoderoso. Él dirigirá nuestros pasos y con su especial protección nuestro triunfo será seguro.
Juan Manuel de Rosas
Buenos Aires, 13 de abril de 1835