MAURICIO
ORTIN
En
el año 2001 la Argentina declaró la cesación de pagos de su deuda
pública. ¿Cómo lo hizo? No con la vergüenza propia del que procede
indecorosamente sino en medio de una algarabía y festejo dignos de
mejores causas.
El Congreso Nacional y casi toda la sociedad en su conjunto aplaudió a rabiar el hecho de mandar “a cobrar a Magoya”, a los que habían confiado en el país comprándole títulos públicos (Es cierto que era otra época; pero, en mi barrio, los deudores seriales no tenían tanto descaro. Salían de noche, caminaban rápido y siempre con la cabeza gacha).
El Congreso Nacional y casi toda la sociedad en su conjunto aplaudió a rabiar el hecho de mandar “a cobrar a Magoya”, a los que habían confiado en el país comprándole títulos públicos (Es cierto que era otra época; pero, en mi barrio, los deudores seriales no tenían tanto descaro. Salían de noche, caminaban rápido y siempre con la cabeza gacha).
Apenas
asumido, Néstor Kirchner negoció
(léase, impuso) con estos deudores una quita del 75% de la deuda. Es decir, si
habían prestado 100, se les devolvería 25. Era eso o nada.
Sucede
que un país, no es como la empresa privada que, cuando quiebra, se le rematan
todos sus bienes para pagar a los acreedores. Un país tiene, de hecho,
impunidad para estafar porque no puede ser ejecutado judicialmente por una
instancia superior. Salvo, como en el caso argentino, que hubiera convenido con
la otra parte dirimir posibles futuros litigios en tribunales extranjeros.
Pero,
aún así, tampoco ningún juez del mundo puede declarar, por insolvencia
financiera, la caducidad de un estado-nación como si de un banco privado se
tratara. Dentro de un estrecho margen puede, sí, embargar y/o incautar bienes a
los efectos de resarcir a los acreedores.
Eso,
justamente, es lo que pretenden los que, atraídos por las promesas del gobierno
argentino, colocaron su dinero en bonos que emitió el país. Pues bien, como
sabemos, el resultado fue la mayor estafa de la historia.
Lejos
de ganar, los que confiaron en la Argentina perdieron el 75% de su capital.
Esta estafa, récord mundial, es la del que el gobierno K tanto se ufana. Los llamados “fondos buitres” no son otra cosa que las acreencias de poseedores
de bonos de deuda que no se acogieron a la negociación y que vendieron los
derechos de cobro a terceros.
¿Por qué hacerlo gratis?
Es
evidente que estos últimos persiguen un fin de lucro. ¿Por qué habrían de
hacerlo gratis? Pero, además, quienes son “los
buitres”! Es evidente que estos no surgen por generación espontánea; tienen
su razón de ser en el hecho de que fueron precedidos por un “estado buitre” que embaucó a gente
común (entre ellos muchos jubilados) que confió en él.
Chile, Uruguay, Noruega, Nueva Zelanda o
cualquier país que honra sus deudas,
no sufren acosos de “fondos buitres”.
El gobierno argentino que ha
saqueado y sigue saqueando el dinero de los ciudadanos depositado en las AFJP ¿Por qué no iba a proceder así con
los poseedores de bonos de deuda?
No
pagar ni un dólar, esa es la intención expresa de Cristina y, también del Congreso
Nacional (que sacó una ley “cerrojo”
para “los fondos buitres”), pero “a cada chancho le llega su San Martín” (o su Griesa),
reza el dicho. Es que, como sabemos, hay individuos a los que gente piadosa
llama jueces, y jueces.
Ni Griesa es “apretable”, ni en los EEUU
la Justicia se parece en algo a la
caricatura que sufrimos los argentinos. Pero no sólo los que mal gobiernan;
también, los argentinos de a pie somos responsables. Porque, cuando fueron por
los bonistas no hicimos nada, es mas compartimos la alegría (cuando por los
militares, los curas y los jueces, tampoco) y, ahora, aquí, a la vuelta de la esquina,
están esperando por nosotros.
La
decadencia no comienza cuando los gobernantes “buitres” llegan al poder, sino cuando nos da lo mismo que se
queden o se vayan.
Fuente: http://www.eltribuno.info/salta/228579-Buitres-quienes.note.aspx
Fuente: http://www.eltribuno.info/salta/228579-Buitres-quienes.note.aspx