miércoles, 28 de noviembre de 2012

PORQUE NO IRIA A VER LA PELICULA DE KIRCHNER




27/11 – 13:00 - Cada uno tiene libre albedrío y creo que esto, en escencia, es la madre de todas las libertades: poder elegir y decidir con qué quedarse, qué hacer o qué ver, escuchar o leer. En este marco, interpreto que en la realización del documental de Néstor Kirchner hay ( a mi entender) sobrados elementos como para que no sea interesante, para mí, ver esta pieza dogmática e industrializadora de una ideología pretendidamente fundada en las bases del progresismo, cuando, quienes conocemos el génesis político del finado, sabemos lo distante que está la realidad de la propuesta insinuada. (Por Rubén Lasagno)
El país está siendo bombardeado en los últimos días con el “estreno” del documental sobre Néstor Kirchner. Quien esto escribe no conoce el mausoleo por dentro y tampoco iría a ver la película que construyó el relato. Si acaso el estreno hubiera arrancado una furibunda crítica de la presidenta sobre el protocolo argumentativo de la producción, tal vez la curiosidad por saber qué se le había escapado al realizador, me habría impulsado a sentarme 90 minutos a escuchar el relato, pero en realidad, después de conocer pasado y presente del kirchnerismo en Santa Cruz y luego en el país, no me quedan ganas de aguantar que me disparen un mensaje limado, casi épico de quien, lejos está – al menos de mi concepción – de ser un ilustre estadista o alguien que ha producido un cambio sustancial en la sociedad argentina, a menos claro, que se considere que el crecimiento de 6 millones a 90 millones en 9 años, del patrimonio familiar (declarado), puede ser un ejemplo palmario del ascenso social del cual se jacta la presidenta, ha logrado en esta década la clase media argentina, donde ella se siente inserta.
Me causa escozor tomar parte de la demagogia del relato que el krichnerismo construye para entronizar la imagen del finado casi como una estampita de salvación, dejando afuera la prepotencia, la demagogia, el cinismo, la mentira y la corrupción que sustentó el padre de la criatura (continuado por su consorte), en las mejores épocas donde, anteponérsele al hombre, era letal para las aspiraciones políticas o personales de cualquier mortal.
El Peronismo en su conjunto es necrofílico, adora a los muertos y usa su memoria para revalidar pergaminos en cualquier momento, readaptando la obra del ausente con aviso, de acuerdo a sus necesidades políticas básicas insatisfechas. Así Perón o Evita nacen y decrecen en el discurso, según necesiten amalgamar la obra o la imagen de un candidato, cuyo proyecto (como el kirchnerismo), nada tiene que ver con el visionario General, preclaro en sus pensamientos, pero con enormes fallas de aplicabilidad en los conceptos democráticos que decía defender.
Estos dudosos preceptos que de vez en cuando desempolva el “Justicialismo”, cada vez que arremete en una campaña o se corporiza en un gobierno, se hicieron dudosos en la práctica menemista de los 90 y más dudosos en manos del krichnerismo, que desnaturalizó totalmente la “doctrina” peronista y exacerbó el populismo llevando las máximas de Perón a la más sublime contradicción.
El documental de Néstor Kirchner no puede, entonces, contener un elemento de atracción positiva para mí, en todo caso, me sugiere que si su esposa está absolutamente conforme con la producción del filme, es porque en función del respeto clerical que desarrolló su Directora por la memoria del ilustre, sepultó su honra por la verdad y a esta altura de mi vida, no percibo como un síntoma de cordura, comenzar a entenderme con las verdades a medias o las mentiras silenciadas.
Vería un documental de Néstor Kirchner, si se contara la vida del hombre con más errores que aciertos; si se marcara la semblanza del obsesivo enfermizo de poder que describen sus amigos más íntimos; si se hablara de la soledad del hijo pródigo, cuando escapaba de su casa porque “solo hablaban de política las 24 horas”, como dijo alguna vez el tímido Máximo, si se reflejaran las peleas que mantenía el matrimonio cuando todas las mañanas, viajaban en el viejo Renault 12, hasta la municipalidad, donde Néstor despuntaba sus primeras artes en la gestión pública; me sentaría 90 minutos o más a ver el filme si no me trataran de vender una deidad o infligirme un golpe bajo para sensibilizar mi ánimo y hacerme caer un lagrimón por la pérdida del padre, el compañero y el amigo, a quien en ausencia tratan de crearle un halo de magnificencia que no tuvo y un virtuosismo que redundó en corrupción sistémica del poder que ostentó, lo cual afianzó la actual presidenta, utilizando recursos genuinos dejados por Néstor, pero borrando progresivamente lo que en el 2003 arrancó gentiliciamente llamándose kirchnerismo a secas.
No vería la película de Néstor porque no le creo el Indec, ni la militancia rentada a los actos, ni las encuestas truchas y mucho menos, me subyuga ingresar a una sala donde gran parte de los presentes con convidados por el poder con entradas de regalo y arreo de empleados públicos y municipales, como sucede en el connurbano y es habitual en todo encuentro K.
Y tampoco vería la película de Néstor, porque en Río Gallegos hace siete años, cerró el único cine que tenía la ciudad y aunque la presidenta y su equipo de facturadores culturales del INCAA, se esfuercen en llevar por todo el país las imágenes del notable Néstor, en esta capital, no hay donde exhibirla, una vergüenza que el gobierno omite también en estas circunstancias, porque en tierra del propio hacedor de tantas obras, no hay un triste cine, que sí se encuentra en cualquier pueblito en el interior de la Argentina.
El problema de que Río Gallegos sea la única capital de provincia en todo el país que no tenga un cine, no es un problema menor, es la base del problema. Es la convalidación del modelo que hace de la mentira un relato que se muestra casi como una antología de contradicciones y en ese sucumbir de la racionalidad, quieren vender a Río Gallegos como cuna de la cultura, justamente, una ciudad donde la cultura es el eslabón perdido que no encuentran desde hace por lo menos 20 años, el gobierno provincial y nacional. Por lo tanto, si no hay dónde proyectar el filme sobre Néstor, muchos, por razones de fuerza, tampoco podrán verla, pero la hipocresía del acto político que representa en sí misma la proyección de este caro documental (10 millones de pesos), hace que al gobierno kirchnerista eso no le importe un bledo, porque lo realmente importante – para ellos – es que se eche andar una herramienta que se autopropulsa con los dineros públicos en la creencia de que será el pulso motivador para que los jóvenes comiencen a hacer fila para enrolarse en las huestes K, a partir de conocer al hombre. Y esa estrategia está pensada en los grandes centros urbanos; por lo tanto, si aquí llega o no, deja de ser relevante para los estrategas de la comunicación nacional.
El filme tiene más copias que cualquier película de las más taquilleras del país. Posee un apoyo propagandístico que no tiene, aún, ni las que son presentadas para competir por el Oscar. Pero las estadísticas indican que en los municipios de Buenos Aires cada vez va menos gente y la que fue, estuvo obligada políticamente por los intendentes afines.
La mentira tiene patas cortas”, reza un viejo dicho y precisamente por esto, la realidad tendrá en pocos días, la oportunidad de transformar la carroza en calabaza. (Agencia OPI Santa Cruz