lunes, 19 de noviembre de 2012

COSA DE MANDINGA


Mirando pasar los hechos


              
SULFÚREO
      
El correr de los tiempos va certificando un  error común en quienes se devanan los sesos con lucubraciones trabajosas. Simplemente por el desenfoque, al apuntar a la política en cuestiones que le escapan. Habiendo motivos suficientes para olfatear contaminaciones sobrehumanas en asuntos públicos que ya requieren otro remedio.                        
  La misma jefa del Estado se reía hace poco de su propia excomunión. Y la malignidad se hace evidente en el trato despectivo, cada día en aumento. Con el vuelco al sarcasmo, que ya impregna la cultura oficial,  en la manera mordaz de maltratar a las víctimas de las iniquidades. Por ejemplo con la jactancia del rescate de los jubilados macilentos, al mismo tiempo que la ANSEs  les sustrae sus legítimos haberes.
      En el paroxismo de la caraba, la primera mandataria  acaba de decir en Santa Cruz, que su esposo Gobernador dejó 650 millones de dólares de regalías hidrocarburíferas. Corrigiendo al propio difunto, que en la Cumbre de Monterrey reconoció públicamente haber sacado aquel inmenso caudal del erario público (ahora más de mil millones) llevándoselo como cosa propia al ignoto extranjero… Para nunca más volver; o que  “Nunca más se supo”,  como terminaban los cuentos de antaño. Curiosamente el “Otro yo” presidencial campeó igual que otras veces por sus fueros, explicando  todo porque “Kirchner era un transformador” (cfr. “La Nación”, 17 de noviembre de 2012).
   
BURLERÍAS
   Ciertamente desde que se diseminó la cultura del sarcasmo nada se toma en serio y bajo el pretexto de que hay que disfrutar el modelo todo es objeto de bromas, chistes, payasadas y burlas desde los más altos estrados. Entre broma y broma figuran como modelo y salen de las cárceles a divertirse, los condenados por violar, matar o robar. ¿Si no es con el diablo suelto, por qué otra cosa es?
    También se recuerdan los abusos irrespetuosos de apelación a lo Sagrado;  así como el nerviosismo de la Presidenta al salpicarle una lluvia de agua bendita en la ceremonia inaugural celebrada en Recife (cfr. “La Nación” del 7 de septiembre de 2008). En otro plano, cobijado por la condescendencia,  hace unas horas un proxeneta televisivo —disfrazado de sacerdote— festejó la parodia del sacramento matrimonial; profanando el Santo Nombre de Dios y los cánticos a la Santísima Virgen.  Todo en fin  va configurando el tributo a Alguien trascendente, para ofender a Dios y  corromper a los pequeños. Ya con el fruto estremecedor de asesinatos horribles y de  suicidios infantiles, recientes pero olvidados.
  Casimiro Conasco
Noviembre de 2012