APROVECHAR EL MIENTRAS TANTO
Aprovechar el "mientras
tanto".
El
debate político que plantean los regímenes populistas,
empujan hacia una discusión en la que todo pasa por
la coyuntura y así la disputa solo tiene que ver con
la dinámica de la política partidaria, las ambiciones
personales para obtener cargos y la distribución de
los espacios de poder. A esta altura de los
acontecimientos ya quedaron al desnudo las inconsistencias
de ese modelo que pretende sostenerse en el tiempo, pero
que pese a las inmensas condiciones favorables que le propone
el contexto, derrapa dilapidando oportunidades inmejorables
y destruyendo todo a su paso. Son tiempos de
bonanza económica para la región, épocas
más que favorables para crecer sin limitaciones y lograr
el ansiado desarrollo, para sacar de la pobreza a cientos
de miles de ciudadanos, sin embargo la demagogia local se
ha ocupado en forma permanente solo de enriquecerse ilícitamente,
burlarse de la sociedad mientras construía un sistema
indigno que solo avergüenza. El corto plazo
por ahora solo entretiene y hace que el tiempo invertido
y las escasas energías se orienten hacia estériles
esfuerzos. De ese modo, la sociedad toda discute en esa
dirección y con ese ritmo la infame agenda que impone
el gobierno. El final de esta etapa histórica es absolutamente
predecible. Solo se espera conocer el instante exacto del
desenlace y las características especiales del momento
en el que la realidad se haga evidente y termine definitivamente
con esta farsa. El oficialismo hoy hace de las
suyas y recorre el sendero de su plan tal cual fue perpetrado.
De tanto en tanto modifica unos centímetros el trayecto,
pero continúa invariablemente en la misma dirección.
Atiende exclusivamente lo que aparece en la superficie para
luego proseguir con el siguiente escalón hacia el nuevo
objetivo que se ha trazado. Lo inaceptable es
que la sociedad juegue ese juego con tanta candidez y con
la misma ingenuidad de siempre. Lo inteligente y hasta lo
necesario es empezar a discutir las ideas y construir los
instrumentos que serán un requisito para salir lo más
rápidamente posible de este dislate. Los
ciudadanos creen saber lo que pretenden como resultado final.
Lo sabe la gente y también los dirigentes políticos
opositores, pero es justo decir que nadie ha empezado a
discutir adecuadamente el como, el modo, los pasos uno por
uno. Es necesario recuperar las instituciones de la república,
desarmar el aparato clientelar que se ha ido edificando
durante décadas, resulta imprescindible reconstruir
la cultura del trabajo pero también es vital destruir
la corrupción estructural y encarcelar a los funcionarios
que se han abusado de la confianza del electorado. Son infinitas
las asignaturas pendientes. Pero cabe reconocer que la discusión
acerca de cómo recorrer el anhelado camino virtuoso
está aún en pañales. No alcanza
con tener un norte más o menos establecido, de hecho
en la inmensa mayoría de los asuntos solo se dispone
de borrosas definiciones, difusos propósitos y hasta
ambiguas probables soluciones. El día que concluya
esta pesadilla política, nada se resolverá solo
porque los perversos demagogos de siempre se retiren del
escenario político. Para que el itinerario se modifique,
es necesario que una generación de políticos serios,
comprometidos y capaces hagan los deberes. Y la verdad es
que por ahora no se están haciendo. Hacerle
frente a la demagogia, resistirse heroicamente es necesario
pero no suficiente. Ya no vale la pena seguir insistiendo
en algo que inexorablemente ocurrirá más tarde
o más temprano. Esta desgastada forma de hacer las
cosas tiene fecha segura de expiración. Ahora
es el tiempo de que un sector de la sociedad pero también
de la política se ocupen de diseñar la hoja de
ruta que explique minuciosamente el como salir de este engendro
que ha fabricado irresponsablemente una dirigencia sin escrúpulos.
Parece fácil pero no lo es. Cuando el régimen
sea historia no solo dejará malos recuerdos y múltiples
enseñanzas acerca de cómo no se deben hacer las
cosas, sino también un abultado legado de instituciones,
normas, regulaciones y personajes ocultos que durante algún
tiempo más seguirán melancólicamente haciendo
daño para impedir y dilatar los tiempos del cambio
profundo. Se debe hacer un esfuerzo importante
en diseñar "los cómos". Los intelectuales, los
pensadores, los técnicos, los que saben de cada tema,
tienen una responsabilidad enorme de dar el debate faltante,
de brindarle contenido a la política para poder delinear
pormenorizadamente los pasos para salir de este laberinto
tramposo. El desafío es gigantesco. Lo
es para la política que lamentablemente no está
haciendo su trabajo, pero también para la sociedad
que tiene que involucrarse para exigir con firmeza a quienes
pretendan ser la alternativa al presente, que no sean solo
un matiz, una variante a más de lo mismo y ofrezcan
verdaderas soluciones a los profundos problemas que se heredarán
de esta indigna parte de la historia. El próximo
turno electoral está a la vuelta de la esquina, demasiado
cerca. Pero la política no se debe agotar en la disputa
por el poder y el intento por acceder a él. Al menos
no toda la estrategia puede pasar por ganar una elección.
El que triunfe y consiga destronar a los poderosos de hoy,
tendrá la colosal tarea de cambiar el rumbo, pero no
lo logrará solo con voluntad y un discurso amigable,
sino con un proyecto serio, consistente y con ideas claras.
En esta transición el reto es no dejar pasar el tiempo
en vano, sin más. Se trata entonces de aprovechar el
"mientras tanto".