Desde la Inhóspita Trinchera:
LOS SEGUIDORES DE LA ESTATUA
Bien dicen unos viejos adagios, que nadie defiende lo que no ama, y no se ama lo que no se conoce.
Por
consiguiente, el artículo va dirigido a aquellas personas que conocen
el objeto a tratar, sea para amarlo u odiarlo, ya que los mismos adagios
se podrías esgrimir para aplicarlos a sus antítesis.
O sea: “Nadie ataca lo que no odia, y no se odia lo que no se conoce”.
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De
ahí el indiferentismo de aquellos que son buenos o malos, pero ni aman
ni odian, ni defienden ni atacan; son como una especie de híbridos,
mezcla de demonios con ángeles, algo así como una ameba que se acomoda
según las aguas que la llevan, dejándose arrastrar por las diferentes
corrientes en boga.
Siguiendo
con los adagios, podemos estar seguros de que quienes odian la religión
Católica, y por ende la atacan, conocen, y muy bien, el objeto a
tratar.
Con
ello queremos significar que quienes están en el medio, o la “línea
media”, o tradis “a media”, o son “una media”, no entenderán nada sobre
el objeto, ya que a éste hay que amarlo u odiarlo para poderlo defender o
atacar.
Es
precisamente a quienes lo aman (porque lo conocen) a quienes va
dirigido el artículo; y no a aquellos que, como entienden “a medias”, no
alcanzan a conocerlo y menos a defenderlo; de ahí su postura
“indiferente” o híbrida o “amébica”, que viendo el curso de los
acontecimientos, quizás sin darse cuenta, terminarán postrados a los
pies de una estatua que no puede ver, ni oír, ni andar…, porque la
indiferencia no hace más que acomodarse hacia el costado que más pesa en
la balanza.
Esto
va dirigido a los bienaventurados, que son todos aquellos que
libremente han escogido serlo para defender la fe católica, previa
haberla conocido, ya que el Apóstol San Juan nos invita, en un acto de
suprema caridad, a escudriñar las páginas de la magistral Revelación que
le fuere concedida:
“Bienaventurado
el que lee y los que escuchan las palabras de esta profecía y guardan
las cosas en ella escritas; pues el momento está cerca” (Apoc. 1, 3).
Convengamos
que la profecía no fue escrita en balde, y que aquellos que la
escudriñan tendrán una visión del momento actual bastante más acertada
que aquellos que se nutren de otros medios de “información”, al menos
esto es lo que nos promete el Apóstol.
Decía León Bloy, citado por el padre Castellani: “Cuando quiero enterarme de las últimas noticias, leo el Apokalipsis”.
Muchos
dislates se han cometido alrededor de la interpretación de alguno de
sus pasajes; ya sea por darle un sentido demasiado alegórico o literal; y
este, sin duda, puede ser uno más, ya que sólo al fin de esta historia
podremos saberlo a ciencia cierta con el aval ministerial de una
autoridad competente.
Arriesgar
una interpretación, no nos convierte en exégetas, y mucho menos en
“adivinadores” del proyecto Divino (sería pecado de soberbia contra el
Espíritu Santo).
Arriesgar
una interpretación con el fin de entender los tiempos que vivimos en
función de nuestra salvación, es el único motivo que debe animar al
cristiano a escudriñar las profecías bíblicas, a fin de animarnos y
alimentarnos para el combate; es como mirar el árbol, a fin de saber que
el verano está cerca y poder recoger sus frutos…; mirar el árbol por
curiosidad o querer entender toda su metamorfosis, dejando pudrir sus
frutos, es un acto detestable de comprobada injusticia.
En
el Sermón de la fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán del
Rdo Padre Altamira se lee que no puede faltar la alusión en el
Apocalipsis al suceso más significativo de los últimos tiempos como fue
el II Concilio Vaticano (criterio que comparto), y le atribuye a “la
medición del Templo” tal alusión, quizás entre otras.
Esto
me llevó a pensar inmediatamente en la Bestia de la tierra, cuya
autoridad sería un Falso Profeta simbolizado, por una estatua.
Quiero
señalar la fecha de inicio del II Concilio Vaticano (revolución
Religiosa): 1962. Fecha que encierra un misterio esotérico, tal como
señala Chiesa Viva en su artículo sobre la masonería.
Sumando los dígitos de 1962 = 18 = 3 veces 6.
Fecha de nacimiento de su mentor: Juan XXIII: 1881
Sumando los dígitos de 1881 = 18 = 3 veces 6.
Bestia del mar, revolución Política, Comunismo. Fecha de estallido: 1917
Sumando los dígitos de 1917 = 18 = 3 veces 6.
Fecha de nacimiento de su mentor, Carlos Marx: 1818
Sumando los dígitos de 1818 = 18 = 3 veces 6.
Si
el vaticano II fuera la Bestia de la Tierra, o sea un cuerpo religioso,
esta estaría representada por una estatua, veamos su definición.
Definición de Estatua
Entendemos
por estatua a la representación estática de una persona, animal o de
una situación específica, realizada a través de una escultura. Por lo
general, las estatuas más frecuentes son las humanas, aunque también
pueden representarse animales, ángeles y otro tipo de cuestiones como
eventos o momentos específicos, incluyendo en este último caso mayor o
menor detalle en lo que hace a expresiones, movimientos, etc.
La
estatua se caracteriza por contar por lo menos con un tamaño igual
(completo) o mayor de lo que se representa, mientras que otras formas
escultóricas como el busto sólo reproducen una sección del cuerpo.
Las
estatuas son quizás una de las formas más antiguas de arte ya que las
mismas se encuentran en las civilizaciones antiguas de Egipto, Persia,
Creta, Micenas, Grecia y Roma, entre muchas otras.
Tradicionalmente,
la estatua es un modo de representar determinada situación de forma
estática e inmóvil, por lo general de manera circular (lo que quiere
decir que se puede observar desde cualquier punto de la misma). Las
esculturas que pueden estar incrustadas en una pared y que, por lo
tanto, sólo son observables desde ciertos lugares, no son consideradas
estatuas del todo.
A
lo largo de la historia, el ser humano ha sabido recurrir a diferentes
tipos de materiales para construir sus estatuas. Mientras que las
estatuas más primitivas solían estar hechas en arcilla, otros elementos
como la piedra, el mármol, el yeso, el hierro y otros varios metales
fueron también utilizados para crear increíbles obras de arte.
Hay
muchos diferentes tipos de estatuas: en determinados momentos, las
estatuas ecuestres (que representan por lo general a líderes políticos o
militares) eran las más requeridas. Sin embargo, también debemos
mencionar las estatuas yacentes (aquellas que aparecen en las tumbas y
en los sarcófagos), las orantes (arrodilladas) y las oferentes (que
hacen ofrendas).
Las
estatuas propias son aquellas que son representadas en pie, aunque
estas son solamente algunas de todas las categorías posibles.
Entre las estatuas más conocidas e importantes del planeta podemos mencionar a La Esfinge Egipcia, La Venus de Milo, las esculturas de la Isla de Pascua,
el Gran Buddha, El David, El Cristo Redentor, la estatua ecuestre de Marco Aurelio, El Pensador, de Auguste Rodin, La Estatua de la Libertad, y por supuesto, la Iglesia pos Conciliar, cuya estatuas de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI, y Francisco I representan (falsamente), como verdaderas esculturas estáticas (y satánicas), a la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
el Gran Buddha, El David, El Cristo Redentor, la estatua ecuestre de Marco Aurelio, El Pensador, de Auguste Rodin, La Estatua de la Libertad, y por supuesto, la Iglesia pos Conciliar, cuya estatuas de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI, y Francisco I representan (falsamente), como verdaderas esculturas estáticas (y satánicas), a la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
Seguir
o solidarizarse de cualquier modo con la Bestia de la tierra (léase
Vaticano II), o con sus estatuas (cuya última es la más evidente, quien
hace adorar a los demonios e ídolos o estatuas de oro y de plata y de
bronce y de piedra y de madera, que no pueden ver ni oír ni andar…,
Apoc. 9, 20) sería llevar su marca: 666, o 1962, que es lo mismo.
La
última estatua lleva paralizando la Iglesia 20 meses (si estrictamente
tomamos la fecha de su asunción, marzo); le quedarían 22 meses, si
entendemos los 42 meses como tres años y medio.
Esta
fecha es importante, si consideramos al hombre que funge de papa como
el falso Profeta anunciado, y no como cualquier otro (pues de hecho lo
es). Allí se nos estaría revelando su tiempo asignado, porque en
realidad, la iglesia viene paralizada desde hace más de 40 años.
Si
entendemos los 42 meses como años, o sea que durante 42 años será
hollada la ciudad; podemos tomar como fecha la declaración de Monseñor
Lefebvre fechada el 21 de Noviembre de 1974, en la que universalmente
declara que:
Nos
adherimos de todo corazón, con toda nuestra alma, a la Roma católica
guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias al
mantenimiento de esa fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de
verdad.
Por
el contrario, nos negamos y nos hemos negado siempre a seguir la Roma
de tendencia neomodernista y neoprotestante que se manifestó claramente
en el Concilio Vaticano II y después del Concilio en todas las reformas
que de éste salieron.
Todas
esas reformas, en efecto, contribuyeron y contribuyen todavía a la
demolición de la Iglesia, a la ruina del Sacerdocio, al aniquilamiento
del Sacrificio y de los Sacramentos, a la desaparición de la vida
religiosa, a una enseñanza naturalista y teilhardiana en las
universidades, los seminarios, la catequesis, enseñanza nacida del
liberalismo y del protestantismo, condenada repetidas veces por el
magisterio solemne de la iglesia.
Ninguna
autoridad, ni siquiera la más elevada en la Jerarquía, puede
constreñirnos a abandonar o a disminuir nuestra fe católica claramente
expresada y profesada por el magisterio de la Iglesia desde hace
diecinueve siglos.
“Si
llegara a suceder, dice san Pablo, que nosotros mismos o un ángel
venido del cielo os enseñara otra cosa distinta de lo que yo os he
enseñado, que sea anatema” (Gál. 1, 8).
¿No
es esto acaso lo que nos repite el Santo Padre hoy? Y si una cierta
contradicción se manifestara en sus palabras y en sus actos así como en
los actos de los dicasterios, entonces elegimos lo que siempre ha sido
enseñado y hacemos oídos sordos a las novedades destructoras de la
Iglesia.
No
es posible modificar profundamente la “lex orandi” sin modificar la
“lex credendi”. A la misa nueva corresponde catecismo nuevo, sacerdocio
nuevo, seminarios nuevos, universidades nuevas, Iglesia carismática,
pentecostal, todas cosas opuestas a la ortodoxia y al magisterio de
siempre. Habiendo esta Reforma nacido del liberalismo, del modernismo,
está totalmente envenenada; sale de la herejía y desemboca en la
herejía, incluso si todos sus actos no son formalmente heréticos. Es
pues imposible a todo católico consciente y fiel adoptar esta Reforma y
someterse a ella de cualquier manera que sea. La única actitud de
fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, para nuestra salvación,
es el rechazo categórico a aceptar la Reforma.
Es
por ello que sin ninguna rebelión, ninguna amargura, ningún
resentimiento, proseguimos nuestra obra de formación sacerdotal bajo la
estrella del magisterio de siempre, persuadidos de que no podemos
prestar un servicio más grande a la Santa Iglesia Católica, al Soberano
Pontífice y a las generaciones futuras.
Es
por ello que nos atenemos firmemente a todo lo que ha sido creído y
practicado respecto a la fe, las costumbres, el culto, la enseñanza del
catecismo, la formación del sacerdote, la institución de la Iglesia, por
la Iglesia de siempre y codificado en los libros aparecidos antes de la
influencia modernista del Concilio, esperando que la verdadera luz de
la Tradición disipe las tinieblas que oscurecen el cielo de la Roma
eterna.
Y
haciendo esto, con la gracia de Dios, el auxilio de la Virgen María, de
San José, de San Pío X, estamos convencidos de mantenernos fieles a la
Iglesia Católica y Romana, a todos los sucesores de Pedro, y de ser los
“fideles dispensatores mysteriorum Domini Nostri Jesu Christi in Spiritu
Sancto”. Amén.
Monseñor
Lefebvre marca, en el año 1974, la clara división entre Iglesia
Católica e Iglesia pos conciliar; la clara división entre Tradición y
Modernismo; la clara división entre Cristo y el Anticristo.
Digamos
que, oficialmente, a través de un Prelado, el mundo católico se
encuentra ante un cisma provocado por las mismas autoridades vaticanas,
invirtiendo el cisma de Lutero y la llamada contra reforma Tridentina.
Ambas alternativas juntas podrían cotejarse, dentro del marco profético que encierra el misterio.
Cabe
preguntarse si esta sería la última y definitiva Estatua que
representaría a la Bestia de la tierra, cuyo número de seguidores
espanta por la abominable desolación que existe; o si habrá que esperar
algunas otras (no muchas), hasta llegar a la última que guerreará, junto
con la Bestia del Mar, contra el Cordero, Rey de Reyes y Señor de
Señores.
A
los seguidores de la Estatua y de la Bestia que les repele el admitir
“Sede Vacante”, no teman por ello, tienen toda la razón: ¡¡Está más
ocupada que nunca!!