domingo, 16 de noviembre de 2014

Desde la Inhóspita Trinchera:LOS SEGUIDORES DE LA ESTATUA

Desde la Inhóspita Trinchera:

LOS SEGUIDORES DE LA ESTATUA
Bien dicen unos viejos adagios, que nadie defiende lo que no ama, y no se ama lo que no se conoce.
Por consiguiente, el artículo va dirigido a aquellas personas que conocen el objeto a tratar, sea para amarlo u odiarlo, ya que los mismos adagios se podrías esgrimir para aplicarlos a sus antítesis.
O sea: “Nadie ataca lo que no odia, y no se odia lo que no se conoce”.
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De ahí el indiferentismo de aquellos que son buenos o malos, pero ni aman ni odian, ni defienden ni atacan; son como una especie de híbridos, mezcla de demonios con ángeles, algo así como una ameba que se acomoda según las aguas que la llevan, dejándose arrastrar por las diferentes corrientes en boga.
Siguiendo con los adagios, podemos estar seguros de que quienes odian la religión Católica, y por ende la atacan, conocen, y muy bien, el objeto a tratar.
Con ello queremos significar que quienes están en el medio, o la “línea media”, o tradis “a media”, o son “una media”, no entenderán nada sobre el objeto, ya que a éste hay que amarlo u odiarlo para poderlo defender o atacar.
Es precisamente a quienes lo aman (porque lo conocen) a quienes va dirigido el artículo; y no a aquellos que, como entienden “a medias”, no alcanzan a conocerlo y menos a defenderlo; de ahí su postura “indiferente” o híbrida o “amébica”, que viendo el curso de los acontecimientos, quizás sin darse cuenta, terminarán postrados a los pies de una estatua que no puede ver, ni oír, ni andar…, porque la indiferencia no hace más que acomodarse hacia el costado que más pesa en la balanza.
Esto va dirigido a los bienaventurados, que son todos aquellos que libremente han escogido serlo para defender la fe católica, previa haberla conocido, ya que el Apóstol San Juan nos invita, en un acto de suprema caridad, a escudriñar las páginas de la magistral Revelación que le fuere concedida:
“Bienaventurado el que lee y los que escuchan las palabras de esta profecía y guardan las cosas en ella escritas; pues el momento está cerca” (Apoc. 1, 3).
Convengamos que la profecía no fue escrita en balde, y que aquellos que la escudriñan tendrán una visión del momento actual bastante más acertada que aquellos que se nutren de otros medios de “información”, al menos esto es lo que nos promete el Apóstol.
Decía León Bloy, citado por el padre Castellani: “Cuando quiero enterarme de las últimas noticias, leo el Apokalipsis”.
Muchos dislates se han cometido alrededor de la interpretación de alguno de sus pasajes; ya sea por darle un sentido demasiado alegórico o literal; y este, sin duda, puede ser uno más, ya que sólo al fin de esta historia podremos saberlo a ciencia cierta con el aval ministerial de una autoridad competente.
Arriesgar una interpretación, no nos convierte en exégetas, y mucho menos en “adivinadores” del proyecto Divino (sería pecado de soberbia contra el Espíritu Santo).
Arriesgar una interpretación con el fin de entender los tiempos que vivimos en función de nuestra salvación, es el único motivo que debe animar al cristiano a escudriñar las profecías bíblicas, a fin de animarnos y alimentarnos para el combate; es como mirar el árbol, a fin de saber que el verano está cerca y poder recoger sus frutos…; mirar el árbol por curiosidad o querer entender toda su metamorfosis, dejando pudrir sus frutos, es un acto detestable de comprobada injusticia.
En el Sermón de la fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán del Rdo Padre Altamira se lee que no puede faltar la alusión en el Apocalipsis al suceso más significativo de los últimos tiempos como fue el II Concilio Vaticano (criterio que comparto), y le atribuye a “la medición del Templo” tal alusión, quizás entre otras.
Esto me llevó a pensar inmediatamente en la Bestia de la tierra, cuya autoridad sería un Falso Profeta simbolizado, por una estatua.
Quiero señalar la fecha de inicio del II Concilio Vaticano (revolución Religiosa): 1962. Fecha que encierra un misterio esotérico, tal como señala Chiesa Viva en su artículo sobre la masonería.
Sumando los dígitos de 1962 = 18 = 3 veces 6.
Fecha de nacimiento de su mentor: Juan XXIII: 1881
Sumando los dígitos de 1881 = 18 = 3 veces 6.
Bestia del mar, revolución Política, Comunismo. Fecha de estallido: 1917
Sumando los dígitos de 1917 = 18 = 3 veces 6.
Fecha de nacimiento de su mentor, Carlos Marx: 1818
Sumando los dígitos de 1818 = 18 = 3 veces 6.
Si el vaticano II fuera la Bestia de la Tierra, o sea un cuerpo religioso, esta estaría representada por una estatua, veamos su definición.

Definición de Estatua
Entendemos por estatua a la representación estática de una persona, animal o de una situación específica, realizada a través de una escultura. Por lo general, las estatuas más frecuentes son las humanas, aunque también pueden representarse animales, ángeles y otro tipo de cuestiones como eventos o momentos específicos, incluyendo en este último caso mayor o menor detalle en lo que hace a expresiones, movimientos, etc.
La estatua se caracteriza por contar por lo menos con un tamaño igual (completo) o mayor de lo que se representa, mientras que otras formas escultóricas como el busto sólo reproducen una sección del cuerpo.
Las estatuas son quizás una de las formas más antiguas de arte ya que las mismas se encuentran en las civilizaciones antiguas de Egipto, Persia, Creta, Micenas, Grecia y Roma, entre muchas otras.
Tradicionalmente, la estatua es un modo de representar determinada situación de forma estática e inmóvil, por lo general de manera circular (lo que quiere decir que se puede observar desde cualquier punto de la misma). Las esculturas que pueden estar incrustadas en una pared y que, por lo tanto, sólo son observables desde ciertos lugares, no son consideradas estatuas del todo.
A lo largo de la historia, el ser humano ha sabido recurrir a diferentes tipos de materiales para construir sus estatuas. Mientras que las estatuas más primitivas solían estar hechas en arcilla, otros elementos como la piedra, el mármol, el yeso, el hierro y otros varios metales fueron también utilizados para crear increíbles obras de arte.
Hay muchos diferentes tipos de estatuas: en determinados momentos, las estatuas ecuestres (que representan por lo general a líderes políticos o militares) eran las más requeridas. Sin embargo, también debemos mencionar las estatuas yacentes (aquellas que aparecen en las tumbas y en los sarcófagos), las orantes (arrodilladas) y las oferentes (que hacen ofrendas).
Las estatuas propias son aquellas que son representadas en pie, aunque estas son solamente algunas de todas las categorías posibles.
Entre las estatuas más conocidas e importantes del planeta podemos mencionar a La Esfinge Egipcia, La Venus de Milo, las esculturas de la Isla de Pascua,
el Gran Buddha, El David, El Cristo Redentor, la estatua ecuestre de Marco AurelioEl Pensador, de Auguste Rodin, La Estatua de la Libertad, y por supuesto, la Iglesia pos Conciliar, cuya estatuas de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI, y Francisco I representan (falsamente), como verdaderas esculturas estáticas (y satánicas), a la Iglesia Católica Apostólica y Romana.

Seguir o solidarizarse de cualquier modo con la Bestia de la tierra (léase Vaticano II), o con sus estatuas (cuya última es la más evidente, quien hace adorar a los demonios e ídolos o estatuas de oro y de plata y de bronce y de piedra y de madera, que no pueden ver ni oír ni andar…, Apoc. 9, 20) sería llevar su marca: 666, o 1962, que es lo mismo.
La última estatua lleva paralizando la Iglesia 20 meses (si estrictamente tomamos la fecha de su asunción, marzo); le quedarían 22 meses, si entendemos los 42 meses como tres años y medio.
Esta fecha es importante, si consideramos al hombre que funge de papa como el falso Profeta anunciado, y no como cualquier otro (pues de hecho lo es). Allí se nos estaría revelando su tiempo asignado, porque en realidad, la iglesia viene paralizada desde hace más de 40 años.
Si entendemos los 42 meses como años, o sea que durante 42 años será hollada la ciudad; podemos tomar como fecha la declaración de Monseñor Lefebvre fechada el 21 de Noviembre de 1974, en la que universalmente declara que:
Nos adherimos de todo corazón, con toda nuestra alma, a la Roma católica guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias al mantenimiento de esa fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad.
Por el contrario, nos negamos y nos hemos negado siempre a seguir la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y después del Concilio en todas las reformas que de éste salieron.
Todas esas reformas, en efecto, contribuyeron y contribuyen todavía a la demolición de la Iglesia, a la ruina del Sacerdocio, al aniquilamiento del Sacrificio y de los Sacramentos, a la desaparición de la vida religiosa, a una enseñanza naturalista y teilhardiana en las universidades, los seminarios, la catequesis, enseñanza nacida del liberalismo y del protestantismo, condenada repetidas veces por el magisterio solemne de la iglesia.
Ninguna autoridad, ni siquiera la más elevada en la Jerarquía, puede constreñirnos a abandonar o a disminuir nuestra fe católica claramente expresada y profesada por el magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos.
“Si llegara a suceder, dice san Pablo, que nosotros mismos o un ángel venido del cielo os enseñara otra cosa distinta de lo que yo os he enseñado, que sea anatema” (Gál. 1, 8).
¿No es esto acaso lo que nos repite el Santo Padre hoy?  Y si una cierta contradicción se manifestara en sus palabras y en sus actos así como en los actos de los dicasterios, entonces elegimos lo que siempre ha sido enseñado y hacemos oídos sordos a las novedades destructoras de la Iglesia.
No es posible modificar profundamente la “lex orandi” sin modificar la “lex credendi”. A la misa nueva corresponde catecismo nuevo, sacerdocio nuevo, seminarios nuevos, universidades nuevas, Iglesia carismática, pentecostal, todas cosas opuestas a la ortodoxia y al magisterio de siempre. Habiendo esta Reforma nacido del liberalismo, del modernismo, está totalmente envenenada; sale de la herejía y desemboca en la herejía, incluso si todos sus actos no son formalmente heréticos. Es pues imposible a todo católico consciente y fiel adoptar esta Reforma y someterse a ella de cualquier manera que sea. La única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, para nuestra salvación, es el rechazo categórico a aceptar la Reforma.
Es por ello que sin ninguna rebelión, ninguna amargura, ningún resentimiento, proseguimos nuestra obra de formación sacerdotal bajo la estrella del magisterio de siempre, persuadidos de que no podemos prestar un servicio más grande a la Santa Iglesia Católica, al Soberano Pontífice y a las generaciones futuras.
Es por ello que nos atenemos firmemente a todo lo que ha sido creído y practicado respecto a la fe, las costumbres, el culto, la enseñanza del catecismo, la formación del sacerdote, la institución de la Iglesia, por la Iglesia de siempre y codificado en los libros aparecidos antes de la influencia modernista del Concilio, esperando que la verdadera luz de la Tradición disipe las tinieblas que oscurecen el cielo de la Roma eterna.
Y haciendo esto, con la gracia de Dios, el auxilio de la Virgen María, de San José, de San Pío X, estamos convencidos de mantenernos fieles a la Iglesia Católica y Romana, a todos los sucesores de Pedro, y de ser los “fideles dispensatores mysteriorum Domini Nostri Jesu Christi in Spiritu Sancto”. Amén.
Monseñor Lefebvre marca, en el año 1974, la clara división entre Iglesia Católica e Iglesia pos conciliar; la clara división entre Tradición y Modernismo; la clara división entre Cristo y el Anticristo.
Digamos que, oficialmente, a través de un Prelado, el mundo católico se encuentra ante un cisma provocado por las mismas autoridades vaticanas, invirtiendo el cisma de Lutero y la llamada contra reforma Tridentina.
Ambas alternativas juntas podrían cotejarse, dentro del marco profético que encierra el misterio.
Cabe preguntarse si esta sería la última y definitiva Estatua que representaría a la Bestia de la tierra, cuyo número de seguidores espanta por la abominable desolación que existe; o si habrá que esperar algunas otras (no muchas), hasta llegar a la última que guerreará, junto con la Bestia del Mar, contra el Cordero, Rey de Reyes y Señor de Señores.
A los seguidores de la Estatua y de la Bestia que les repele el admitir “Sede Vacante”, no teman por ello, tienen toda la razón: ¡¡Está más ocupada que nunca!!