jueves, 20 de noviembre de 2014

Editorial El espectro del desempleo


DESEMPLEO
Río Negro - 20-Nov-14 -
Opinión
Editorial El espectro del desempleo

Incluso en países ricos en que los desocupados cobran beneficios que, en los subdesarrollados, serían suficientes como para ubicarlos en la clase media, quedarse sin trabajo suele ser una experiencia traumática. En aquellos en que los beneficios son mínimos y, a menudo, dependen de organizaciones clientelistas, el desempleo suele tener consecuencias personales y sociales aún más graves. 
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Asimismo, si bien la tasa del 7,5% –según acaba de informarnos el Indec– no parece tan alta en comparación con las de países como España y Grecia que se han acostumbrado a una del 25% o más, es probable que se subestimen las dimensiones del problema, ya que en muchas provincias del interior es sumamente reducida la tasa de participación en el mercado laboral, puesto que son muchas las personas que ni siquiera buscan trabajo. Dicha realidad se ve reflejada en las estadísticas del Indec: en el tercer trimestre del año corriente la tasa de actividad fue el 44,7% de la población económicamente activa, mientras que en el mismo período del año pasado era el 46,1%. De todos modos, no cabe duda de que se trata de una muy mala noticia, una que con toda seguridad incidirá negativamente en el estado de ánimo de millones de familias que tienen buenos motivos para temer por el futuro, ya que no hay señales de que la economía esté por recuperarse. Por el contrario, por razones tanto internas como externas, entre ellas la caída de los precios de los commodities que el país exporta y la devaluación del real brasileño, la mayoría de los economistas pronostica que la recesión seguirá profundizándose. Para complicar todavía más la situación, el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no podrá hacer mucho para estimular la actividad económica con medidas supuestamente keynesianas, porque la tasa de inflación ya ha superado el 40% anual. Aunque buena parte de la población ha reaccionado con estoicismo frente a la merma del poder adquisitivo por entender que un "ajuste" emprendido a fin de frenar la inflación tendría consecuencias aún peores, la idea, reivindicada por sindicalistas como el camionero Hugo Moyano, de que sea preciso elegir entre la inflación por un lado y el desempleo, por el otro, nunca fue realista. Un motivo por el que, en el resto del mundo, gobiernos de ideologías distintas siempre están dispuestos a tomar medidas antipáticas para combatir la inflación es que entienden que, luego de una tregua pasajera, el flagelo ocasionará distorsiones que terminarán destruyendo empleos. El sector público ha dejado de estar en condiciones de seguir brindando puestos de trabajo a quienes no pueden encontrarlos en el privado, ya que en todas las provincias y municipalidades grandes escasean los recursos financieros necesarios. Tampoco se sienten preparados para arriesgarse los empresarios que, con pocas excepciones, están tratando de minimizar sus costos y obligaciones hasta que, por fin, se haya aclarado el horizonte. En todas partes, la actividad privada depende del clima de negocios, es decir de la confianza, pero sucede que, a juzgar por las declaraciones de los voceros de distintas agrupaciones empresariales, virtualmente nadie confía en las dotes administrativas del ministro de Economía Axel Kicillof y los integrantes de equipos conformados por militantes procedentes de La Cámpora que han colonizado diversas reparticiones del Estado nacional. Para cambiar las perspectivas ante el país, sería necesario que la presidenta reconociera que "el modelo" no funciona para entonces reemplazarlo por otro muy distinto, incorporando al gobierno economistas propuestos por la oposición, pero sucede que en la Argentina actual es inconcebible una alternativa de tal tipo que en otras partes del mundo sería considerada perfectamente lógica. Es de prever, pues, que el gobierno siga interviniendo con torpeza en las actividades de las empresas privadas, lo que no contribuirá en absoluto a mejorar su desempeño, y que continúe atribuyendo los reveses sufridos por la economía a la malevolencia de los fondos buitre, la codicia de "los formadores de precios" y la perversidad sin límites de los financieros, ya que le importan muchísimo más los costos políticos de las consecuencias de los muchos errores que ha perpetrado que los costos sociales que tanta angustia están provocando.