domingo, 23 de noviembre de 2014

LA IGLESIA VIVE EL TIEMPO DEL FIN

LA IGLESIA VIVE EL TIEMPO DEL FIN

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Estamos en el tiempo del Fin: el fin de una época y, por tanto, el inicio de otra.

En este tiempo nadie cree: «Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?». Todos siguen sus mentes humanas, sus verdades, lo que cada cual interpreta de la situación de la Iglesia.

La verdad de la Iglesia queda oculta, porque es el tiempo del mal, de la perfección del pecado entre los hombres.

«…y vi irrumpir en el mar Grande los cuatro vientos del Cielo, y salir del mar cuatro grandes bestias» (Dn 7, 2b.3a).

Cuatro bestias, cuatro reinos en el mundo, que combaten contra el Reino de Dios, que es la Iglesia en la tierra.

Estamos en el cuarto reino: «La cuarta bestia es un cuarto reino sobre la tierra, que se distinguirá de todos los otros reinos y devorará la tierra toda, y la hollará y la triturará» (v. 23).

Ese reino comenzó en 1531, que es la fecha de una señal en el Cielo: la Virgen María de Guadalupe. Se presenta como se describe en el Apocalipsis: «envuelta en sol…sobre la cabeza una corona de doce estrellas…encinta» (Ap 12, 1c.1d.2a).

Esta aparición va a marcar todo este tiempo del cuarto reino: el sufrimiento de la Madre para engendrar la Iglesia de Su Hijo. Sólo en el Dolor las almas son de Cristo. En el Dolor de la Madre de Dios.

La Iglesia ha sido envuelta en muchos sufrimientos durante estos 490 años. Y los últimos años serán los peores sufrimientos, los que más purifican y los que más condenan.

Estamos en el tiempo del Fin: el cuarto reino llega a su Fin.

«Setenta semanas están prefijadas sobre tu pueblo y sobre tu ciudad santa» (Dn 9, 24): 70 semanas de años: 490 años: de 1531 al 2021.

«Desde la salida del oráculo….hasta un ungido príncipe, habrá siete semanas» (v. 25b): 7 semanas de años: 49 años: de 1531 al 1580: el triunfo del protestantismo en toda Europa, y la reforma del catolicismo con el Concilio de Trento: abarca los tres Papas reformadores: San Pío V (1566-1572), Gregorio XIII (1572-1585) y Sixto V (1585-1590). Un ungido, Lutero, que combate a los Papas legítimos;

«En sesenta y dos semanas se reedificarán plazas y muros» (v. 25c): 62 semanas de años: 434 años: de 1580 al 2014: la Iglesia se levanta en medio de un mundo hostil a la Voluntad de Dios. La unidad en la Verdad se mantiene a pesar de la división en el mundo. Los Papas lo han tenido muy difícil para gobernar la nave de la Iglesia;

«Al fin de estos tiempos, sin juicio alguno será muerto el ungido. La ciudad y el santuario serán destruidos con un príncipe; y el fin llegará como una inundación, y durará hasta el fin la guerra» (v. 26): 1 semana: 7 años: del 2014 al 2021: será muerto el Papa legítimo, Benedicto XVI; Roma destruida y todo será un cataclismo hasta el final.

«En verdad os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra; todo será destruido» (Mt 24, 2)

Con el protestantismo se inició este cuarto reino, que ha devorado toda la tierra con su pensamiento diabólico. Y estamos en el tiempo en que la triturará, la machacará, porque se opone a toda verdad del Evangelio. Es una bestia que tiene «grandes dientes de hierro»: con la ciencia, la técnica, el progreso humano es cómo se devora la vida de los hombres sobre este mundo. La ilusión de ser hombre, de exaltar su dignidad humana, su valor como hombre, su importancia en la tierra, su lenguaje humano. El hombre, con la idea protestante, se cree dios y actúa como dios.

Es una bestia con cuernos: «los diez cuernos son diez reyes» (v. 24a), diez gobernantes, diez naciones, diez líderes. Es la vieja Europa, cuyas naciones se han unido en una sola organización. Pero éstos no son los que rigen el mundo: «tras ellos se alzará otro que diferirá de los primeros y derribará a tres de estos reyes» (v. 24c).

El tiempo del Fin es el tiempo de este rey, que es el Anticristo de nuestros días: el líder del hombre; el rey que sigue el hombre; el gobernante del mundo al cual todos le adoran como dios, el que ha ideado el gobierno global: el nuevo orden mundial. Nace en la idea protestante y llega a su culmen en la idea masónica del hombre.

Este último tiempo ha sido marcado, fuertemente, por las apariciones marianas en todo el mundo. Donde está la Virgen María, allí huye el demonio. Satanás no soporta la presencia de la Virgen y la combate a rabiar.

La Virgen María es la señal que da Dios al hombre: es el camino que el hombre tiene para encontrar la Verdad. Sin la Virgen María, el hombre, la Iglesia, las almas se pierden.

La Virgen María, en su Maternidad Divina, es la que lleva a toda la Iglesia hacia la perfección del Espíritu.  Ella es Virgen para Madre: es lo que la mujer ha rechazado: ser madre.

Ella cubrió, con Su Maternidad Divina, todo este tiempo cuando se apareció a San Juan Diego, en 1531: «Juanito, el más pequeño de mis hijos, sabe y ten entendido que yo soy la Siempre Virgen María, Madre del Verdadero Dios, por Quien se vive».

Es una aparición para el hombre incrédulo, que necesita ver con su ciencia humana para creer en Dios. Y la Virgen es camino para esos hombres.

Pero esa aparición tiene una cualidad que la sella: la humildad. La Virgen María elige a un alma sencilla, ignorante de todas las cosas, pero con un ideal: obedecer a Dios en todo. Un hombre sumiso, sencillo, disponible, obediente, que se conforma en todo con la Voluntad de Dios, para señalar que lo único que a Dios le importa del hombre es su nada, no sus obras, no sus pensamientos humanos, no su lenguaje humano, no sus problemas humanos.

Que el hombre sea nada ante Dios. Sólo en la humildad del corazón, Dios puede hacer maravillas. Pero en la soberbia de la mente, es el demonio el que obra sus maravillas.

Ante la soberbia y el orgullo que muestra el hombre en todo este tiempo del cuarto reino, la Virgen María va a escoger, para manifestar la Voluntad de Dios, a hombres que no cuentan para la humanidad. De esa manera, Ella forma la Iglesia de Su Hijo.

La Iglesia no necesita a los hombres, sino a los hijos de la Virgen María. Hoy nadie quiere imitar a Su Madre en sus virtudes: humildad, obediencia, pureza, maternidad. Todos la desprecian en sus vidas humanas.

En este tiempo se va a dar la perfección del mal entre los hombres, obrada por el demonio.

Esta perfección necesita del Poder de Dios para ser manifestada. Sin ese Poder Divino, el demonio no puede llegar a lo que quiere en su maldad.

Por eso, este cuarto reino es un tiempo de Justicia, pero de gran Misericordia. El pecado de los hombres obliga a Dios a dar, al demonio, el camino para realizar una Justicia Divina, que sólo Dios puede comprender. Los hombres no saben penetrar en esta Justicia de Dios.

Esta obra del demonio es guiada, en todo, por Dios. El demonio no puede hacer nada sin la Voluntad de Dios: está sujeto a esta Voluntad Divina.

Por eso, se manifestó Dios, a los 333 años del inicio de este tiempo: el demonio recibe el Poder de Dios para realizar la Obra de la Justicia Divina:

«En el año de 1864 Lucifer, con gran número de demonios, serán desatados del Infierno: abolirán la fe poco a poco, aún entre las personas consagradas a Dios; las cegarán de tal manera que, a menos de una gracia particular, esas personas tomarán el espíritu de sus malos ángeles: muchas casas religiosas perderán completamente la fe y perderán a muchísimas almas» (Melanie – la Salette, 1846).

La aparición de la Salette, en 1846, señala el tiempo del combate entre la Iglesia y el modernismo. Tres Papas combatieron la herejía modernista: Pío IX (1846-1878), León XIII (1878-1903) y San Pío X (1903- 1914).

En esta aparición, la Virgen María profetiza la Justicia de Dios en el mundo y en la Iglesia. Esas profecías abarcan todo este tiempo del cuarto reino y el tiempo siguiente.

El año 1864: 1531 más 333, que es el número divino; el cual representa a las Tres Personas de la Santísima Trinidad obrando Su Voluntad: se desata al demonio del infierno para que realice una Obra Divina en la Justicia de Dios. No es sólo una obra demoníaca: es un castigo divino para toda la humanidad, por su pecado.

«Hay ahora un establecimiento en vuestro mundo, una orden secreta de satanás. Esta orden ha entrado en todas las formas de vuestra vida. Cada forma de vuestro entretenimiento, vuestro gobierno, vuestras escuelas, ha sido infiltrada» (Mensaje de Jesús y Nuestra Señora a Verónica – 7 de septiembre 1972). El demonio está suelto por todas partes para atarlo todo, para hacer esclavos a los hombres, para poseerlos, para obsesionarlos de muchas maneras, para llevarlos hacia el pecado, para hundirlos en el infierno. Y no es posible desatarse de eso. En cada cosa, aunque sea santa, allí hay una atadura del demonio. Es el Poder de Dios en el demonio, que pocos comprenden.

«Lucifer y sus ejércitos forman la mano ejecutora del mal en el mundo, conocida como el 666.  Como os he explicado en el pasado, hijos Míos, Yo Me repito para aquellos quienes no escucharon Mis mensajes previos, que el 666 es la concentración completa y masiva de los demonios salidos del infierno, con Lucifer como su líder.  El mismo Lucifer, el príncipe de las tinieblas, ahora camina por vuestra tierra.  Debido a un razonamiento que ninguna mente humana podría comprender, Lucifer ha retenido poder al lado del poder del Padre Eterno en la Trinidad.  Sabed, entonces, cuán grande es su poder en estos últimos días.  Su misión sobre la tierra ahora es luchar contra el Reino del Cielo y destruir cualquier oportunidad que tiene un alma de entrar al Reino del Cielo.  Él está sobre la tierra ahora, Lucifer, para reclamar a los suyos» (Mensaje de Jesús y Nuestra Señora a Verónica – 10 de junio 1978).

El poder de la Justicia Divina, que actúa en todos los sitios, aun en la misma Iglesia, aun en lo más santo, que es la Eucaristía, por medio del demonio. Por eso, el demonio puso la ley de la comunión en la mano; y por eso, ha tenido poder para poner a un falso papa. Tiene Poder de Dios para esto. Y lucha contra toda alma, aun la más santa.

En un solo año, después de ser desatado, el demonio fue el rey de los corazones: «En el año de 1865 se verá la abominación en lugares santos, en los conventos, las flores de la Iglesia estarán corrompidas y el demonio será como el rey de los corazones» (Ib.).

¿Qué hay que decir ahora, después de siglo y medio, en que el demonio anda suelto por todas partes?

Ahora se ve la perfección de su maldad, no sólo en el mundo, sino en la Iglesia, en su cúspide. Se comienza a ver la abominación en Roma, en la Alta Jerarquía.

Bergoglio es sólo eso: la perfección del mal, que el demonio ha incubado en su inteligencia humana, para poder destruir la Iglesia, por mandato de Dios.

Bergoglio está dirigido, en todo, por Satanás; su mente humana le pertenece al demonio. Por eso, habla como habla y obra como lo hace: como un demonio.

León XIII vio a Nuestro Señor hablando con Satanás, y «cómo el demonio se jactó que tenía medio destruida a su Iglesia, y que si tuviese más libertad la destruiría por completo. Entonces el Señor le preguntó que cuánto tiempo necesitaba para destruirla, y Satanás le contestó que cincuenta o sesenta años le bastaban. Dios le concedió ese plazo, pero le dijo que después se verían…» (Cardenal Segura, Arzobispo de Sevilla, en una conferencia que dio en la catedral de Sevilla durante la Cuaresma de 1950).

Para comprender los tiempos divinos:

«Contarás siete semanas de años, siete veces siete años, viniendo a ser el tiempo de las siete semanas de cuarenta y nueve años…y santificaréis el año cincuenta…Será para vosotros jubileo» (Lv 25, 8.10a.10c). Dios obra cada 49 años y uno de jubileo, de liberación, de gracia.

Desde el momento en que Dios da al demonio el Poder para una Justicia, hay tres tiempos divinos, porque ese Poder sólo el demonio lo puede obrar en los tiempos marcados por Dios:

De 1864 al 1913: 49 años; y un año de gracia: 1914: el Tiempo del Padre: en este tiempo, el demonio perfecciona su pensamiento y lo lleva a cabo, en una guerra, con la doctrina del marxismo y con una nación, Rusia. Es el orgullo que se levanta contra la Voluntad de Dios.

De 1914 al 1963: 49 años; y un año: 1964: el Tiempo del Hijo: en este tiempo, el demonio se infiltra en la Iglesia y combate al mundo de muchas maneras, en todos los gobiernos. La jerarquía infiltrada comienza a cambiar la doctrina con nuevas filosofías y teologías. Se llega al Vaticano II con un pensamiento demoníaco, en la jerarquía, que combate al pensamiento divino.

De 1964 al 2013: 49 años; y un año: 2014: el Tiempo del Espíritu: en este tiempo, el demonio toma control de toda la Iglesia, pero de manera oculta, hasta llegar a poner a su falso papa, que abre el tiempo del Fin, los últimos siete años de este cuarto reino. Todos los Papas son usados para el mal, son atados para que no puedan realizar lo que Dios quiere; todos son quitados de en medio.

Tres tiempos de siete semanas de años, y un año de gracia. El tres representa a Dios. El siete es la perfección en la obra.

La visión de León XIII, el 13 de octubre de 1884, fue para preparar a la Iglesia a la batalla contra el demonio. Su exorcismo contra Satanás, que el demonio pudo quitar después del Concilio, en sus reformas que realizó a través de la falsa Jerarquía, es la solución para contrarrestar el poder que tiene el demonio. Muchos sacerdotes ya no lo usan.

Con la primera guerra mundial, en 1914, el demonio iniciaba su trabajo de demolición en el mundo y en la Iglesia. Una guerra que abría las puertas a la iniquidad, que implantaba un motor: la doctrina marxista, con el cual inundarlo todo.

A los tres años y medio, casi al finalizar la guerra, Fátima. A partir de ese momento, en la Iglesia se comenzó a infiltrar la Jerarquía masónica.

«el último secreto de Fátima no fue dado al mundo, porque él revelaba la Verdad de la maligna secta entrando en el Vaticano (…), en gran número, desde las apariciones de Mi Madre en el santuario de Fátima» (MDM – 26 de enero del 2012).

La Iglesia no ha creído en Fátima, sino que la ha anulado, declarando una interpretación torcida de la verdad. Para la Iglesia, ya la profecía de Fátima ha sido cumplida: una vez más la autoridad de Dios quedó anulada por la autoridad doctrinal de la Jerarquía.

Fátima es la profecía del fin del Papado: en Ella se revela la muerte del último verdadero Papa, Benedicto XVI; y, por tanto, la causa del fin del Pontificado como hasta ahora se ha entendido en la Iglesia.

«Los detalles, que Yo revelaba, son, que habrá dos hombres usando la Corona de Pedro en los Últimos Tiempos. Uno sufrirá por las mentiras que han sido creadas para desacreditarlo y que lo convertirán en un virtual prisionero. El otro elegido, traerá consigo la destrucción, no solo de la Iglesia Católica, sino de todas las iglesias que honran a Mi Padre y que aceptan las Enseñanzas de Mi Hijo, Jesucristo, el Salvador del Mundo. Solo puede haber un jefe de la Iglesia en la Tierra, autorizado por Mi Hijo, que debe permanecer como el Papa hasta su muerte. Cualquier otro, que pretenda sentarse en la Silla de Pedro, es un impostor. Este engaño tiene un propósito, para convertir almas a Lucifer y hay poco tiempo para tales almas, que no serán las más sabias, para ser convertidas» (MDM – 22 de julio del 2013).

La causa del fin del Papado: un hombre, que no es de Dios, y que levanta la nueva y falsa iglesia, atrayendo a todos a esa maldad.

Con Bergoglio se ha acabado el Papado, al poner su gobierno horizontal, que es el camino de la falsa iglesia. Es una dictadura en la que se ata a todos con buenas palabras y con sonrisas maquiavélicas. La Iglesia verdadera queda en el desierto, en remanente, a la espera del Gran Papa, que es puesto sólo por Dios, no por los Cardenales.

En 1964 se iniciaba la autodemolición de la Iglesia, en su interior, por el mismo demonio en forma humana. Para eso fue el Concilio, con el cual la Jerarquía infiltrada trabajó para conseguir su objetivo, que no pudo alcanzar hasta el 13 de marzo del 2013, poniendo el mayor engaño de todos, Bergoglio.

«Satanás, Lucifer en forma humana, entró en Roma en el año de 1972.  Él estorbó el gobierno, las funciones del Santo Padre, Paulo VI. Lucifer ha controlado a Roma y continúa este control ahora» (Mensaje de Jesús y Nuestra Señora a Verónica, 7 de Septiembre del 1978).

Ese demonio encarnado, que ha estado en el Vaticano desde 1972, ha sido el causante de todos los males que se han visto en la Iglesia: en la doctrina, en la liturgia, en los Sacramentos, en el magisterio….Todo adulterado por esa jerarquía infiltrada, que obedece órdenes de la masonería.

Ninguna culpa hay que echarla a los Papas, sino a todos los Cardenales, Obispos, sacerdotes, que no han acatado, que se han rebelado, que han desobedecido a los Papas. Todos ellos fueron quitados de en medio. Todos.

Tres años y medio, en 1961, antes de que se cumpliera esa generación, la Virgen se apareció en Garabandal, para dar la profecía del fin de los Tiempos, a la cual nadie hizo caso, por supuesto. En esa profecía, se indicaba que sólo quedaban cuatro Papas. Y, por tanto, el Papado llegaba a su fin con Benedicto XVI.

Garabandal es la continuación de Fátima, pero es el inicio de un nuevo tiempo. Cuando Benedicto XVI, que es el «Obispo vestido de blanco» que «llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran cruz» (Tercer mensaje de Fátima) muera, entonces se inicia el fin de los Tiempos: se cumple una profecía, Fátima, y se inicia otra, Garabandal.

Garabandal abre a la Iglesia a nuevo tiempo; Fátima lleva a la Iglesia al fin de un tiempo.

Roma, desde 1972, sólo iba hacia una dirección: levantar la falsa iglesia con el falso cristo, hecho que se consiguió en 1998:

«El 666 enunciado 3 veces, es decir por 3, expresa el año 1998, mil novecientos noventa y ocho. En este período histórico, la masonería, ayudada por la eclesiástica, logrará su objetivo: construir un ídolo para ponerlo en lugar de Cristo y de Su Iglesia» (Al P. Gobbi, 17 de junio del 1989).

El ídolo de la mente humana, del lenguaje, de las obras humanas, al cual todos siguen actualmente. Por ese ídolo, se intentó que Juan Pablo II renunciará al Pontificado para poner lo que hoy vemos: el gobierno de los hombres en la Iglesia, el gobierno horizontal. No pudieron llevar eso a efecto, a pesar de la enfermedad del Papa, y lo quitaron de en medio.

Ese ídolo ha aplastado el fundamento de la Iglesia Católica: el Papado. Lo ha aniquilado. Por eso, todos los que esperan un nuevo Papa que arregle lo que Bergoglio está haciendo, se equivocan, no saben discernir los signos de los Tiempos.

No hay más Papas: sólo queda el fin de los tiempos. Estamos en el tiempo del Fin: en la última semana de este cuarto reino.

En este fin, emergerá el Papa puesto por el Cielo, el que es descrito en la profecía de San Malaquías: «Pedro Romano, que pastoreará a las ovejas en una gran tribulación, tras la cual, la ciudad de las siete colinas será derruida, y el juez tremendo juzgará al pueblo». Es el Papa de la gran tribulación que lleva a la Iglesia al Reino Glorioso.

Pero, antes, tiene que morir Benedicto XVI y ser destruida Roma. Será un tiempo de Sede Vacante. Será un tiempo de persecución:

«En la última persecución se sentará S.E.R» (San Malaquías).

En la última persecución, antes que aparezca el Anticristo, antes del Gran Papa, habrá una sucesión de reyes, de falsos papas, de falsos líderes, en la Iglesia.

Dos años de Sede Vacante:

«Dadas ciertas circunstancias perturbadoras el Papa tendrá que huir de Roma y cambiar de residencia. Pero ya no será reconocido su papado, lo cual dejará a la Iglesia sin el gobernante real….Cuando el mundo se encuentre perturbado el Papa cambiará de residencia, y durante 25 meses no habrá ningún gobierno ni Papa en la Iglesia de Roma» (Juan de Vatigueiro).

 “…llegará un tiempo en el que la Iglesia quedará desolada, sin Pedro ni sus sucesores” (Nicolas de Fluh).

«Es importante que Mis seguidores se mantengan alerta a cualquier nuevo Papa que pueda venir adelante, porque él no será de Dios» (MDM – 7 de junio del 2011).

El tiempo del Fin comenzó en octubre del 2014, con el Sínodo: desde la renuncia del Papa legítimo hasta esta fecha, lo que ha pasado en la Iglesia ha sido un año de gracia y de desgracia. Un año para poder comprender lo que pasa en la Iglesia. Un año para decidir a quién seguir en la Iglesia.

El tiempo de las setenta semanas se terminó en el 2013, con la renuncia del Papa; y Dios dio el año de gracia, 2014: y han sido muy pocos los católicos que lo han aprovechado. Muy pocos han discernido nada. Ahora, les espera lo peor, porque ha comenzado el tiempo del Fin.

Este tiempo no es como los demás: son siete años en que se va a presenciar la maldad en su perfección. Y, por eso, no deben confiar en nadie.

Es el tiempo de los hipócritas, de los fariseos, de los pecadores, de los condenados al infierno. Es su tiempo: toda la maldad se hace visible. El mal es un bien para todo el mundo. El mal es la obra para hacer un bien.

Por eso, la Iglesia verdadera tiene que esconderse. No hay otro camino. Y los que vayan al martirio, Dios les indicará su tiempo.

Para poder comprender este tiempo, Dios ha puesto un profeta: MDM. Tienen que seguirlo. Tres años antes, en el 2010, Dios fue preparando a la Iglesia para lo que viene con este profeta. Muy pocos han creído, como es natural. Y muy pocos van a creer, porque ya la Verdad nadie la quiere escuchar. Muchos son los falsos profetas que han surgido por todas partes, porque es el tiempo de la falsa jerarquía en la Iglesia. Esa jerarquía ya no es capaz de hablar la verdad, no es capaz de enfrentarse a un mentiroso, como Bergoglio; y se levantan los hombres que se llaman santos, justos, porque usan el lenguaje que todos quieren oír, porque viven en sus pecados.

Ahora todos siguen sus verdades, a sus profetas, a su jerarquía: unos están con Burke, otros con sus sacerdotes, otros con la falsa profeta Luz de María, otros con Bergoglio, otros con el espíritu de Lefebvre… Cada uno defiende su parcela en la Iglesia, pero nadie defiende la Verdad de la Iglesia. Todos se acomodan a lo que ven en todas partes y así se da la división: Cardenales, Obispos, sacerdotes, fieles, que permanecen divididos en medio del demonio. Se han unido a un falso Papa, a un usurpador, y pretenden buscar la unidad en la división, en la herejía, en la mente de un hombre sin verdad.  El demonio nunca puede unir, porque su obra es dividir.

«La Iglesia ha perdido su camino y se está hundiendo dentro de la oscuridad. Esto, hija Mía, ha sido profetizado y es un signo del Final de los Tiempos. Es cuando el último Papa emergerá y el mundo se perderá, bajo la dirección equivocada del Falso Profeta» (MDM – 14 de noviembre del 2010).

• Esto ha sido profetizado: la Salette, Fátima, Garabandal, el Escorial, Bayside, Dozule, Akita…

• Y es un signo del Final de los Tiempos: «Cuando viereis, pues, la abominación de la desolación predicha por el profeta Daniel en el lugar Santo (el que leyere entienda), entonces…habrá una gran tribulación…se oscurecerá el sol…aparecerá el estandarte del Hijo del Hombre en el cielo….y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del Cielo con poder y majestad grande» (Mt 24, 15.21a.29a.30a.30c).

La abominación ya comenzó en 1865; y el culmen de esa abominación es:

«Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del anticristo» (Melanie – la Salette, 1846).

Roma, refugio para los herejes y toda clase de abominaciones. Es decir, será cuando quiten el Sacrifico del Altar.

Muchos no creen en todo esto. Muchos católicos, que siguen a Bergoglio como si nada hubiera pasado en la Iglesia, como si todo estuviera bien, perfecto, como si la Iglesia viviera una nueva primavera espiritual. Así están de ciegos. No quieren creer a Dios, sino sólo a hombres con autoridad doctrinal.