REPRESENTACIÓN EN EL ÁMBITO GUBERNAMENTAL ARGENTINO
Por Tcnl José
Javier de la Cuesta Ávila (LMGSM 1 / CMN 73)
Constitución Nacional Argentina Art 22.
El pueblo no delibera ni gobierna,
sino por medio de sus
representantes y autoridades
creadas por esta Constitución..
Designar un
"representante", no tan solo es delegar una acción, sino también confiar
en quien actuará y que lo hará conforme los deseos, intereses y necesidades de
quien lo delega la cuestión. Si en los alcances de la representación no tan
solo está el presente, sino también el futuro, se debe depositar confianza y fe
de que lo que se haga no se alejará de lo esperado.
Cuando la representación no
es individual, sino que es de varios, es necesario que exista entre ellos una
base común que, en realidad, es lo que se le delegará. Cuando el representante
actuara como un gobernante, sea funcionario o legislador, serán necesarios los
mecanismos para no tan solo controlarlo, sino tener la posibilidad de evitar los
desvíos, por ello, nace la República que, para ser efectiva, tiene que tener
perfectamente dividida la independencia de los poderes, donde los
representantes actuarán en el balanceado proceso de las democracias. Por ello,
la designación de un representante, al que se le asignará poder y capacidad de
acción, es una cuestión clave para la evolución, desarrollo y bienestar de los
pueblos.
Sin lugar a dudas y
conforme lo señala la investigación histórica, el 25 de mayo de 1810, junto con
el gobierno patrio, comenzó la larga discusión de su conformación. Por una
parte, nacía en los habitantes de Buenos Aires la idea centralista, originada por
haber sido la sede del Virreinato, pero, al mismo tiempo, las ciudades del
interior, deseaban mantener su autonomía heredad por la distancia y las formas
feudales y, dadas las circunstancias, buscaban la forma de participar pero sin
quedar subordinadas.
Los pactos
"preexistentes", son una clara muestra del afán intelectual por
lograrlo, y las acciones militares, la modalidad para para obtenerlo. Las
ciudades del interior, conocedoras de las características que había adquirido
Buenos Aires y, en cierta forma, sabiendo de su calidad comparativa, veían en
el nuevo país, una oportunidad de ser un conjunto ante el mundo, pero, sin
dudas, temían de aquel poder central. Las expresiones y las ideas para
encontrar un acuerdo, están claramente recogida en los diversos textos y
memorias de aquel fragoroso pasado y, la lógica, la buena voluntad y los deseos
de ser nación, nos llevó a las "Provincias Unidas del Río de la
Plata", cuya denominación dice, sin dudas, su objetivo. Era una tarea
compleja que requería inspiración y conocimientos, pero, también, una
evaluación de futuro que en aquella época solo estaba en el genio de esos
algunos que lograron imponer sus ideales como objetivos. Las páginas de la
historia, muestra cómo se desarrolló este proceso, en búsqueda de la unión y,
al mismo tiempo, llevo a quienes no compartían, a sus propios destinos
individuales. En nuestros días, pese a que todos los que viven en Europa son
europeos, no se puede confundir a un alemán de un inglés, o un italiano de un
español, como en nuestro país, donde reconocemos a los salteños, los cordobeses
o los porteños.
La Constitución de
1853, refleja las ideas básicas de la nueva comunidad y, su ajuste en 1860, con
la incorporación de Buenos Aires, es la muestra más clara del éxito logrado,
que convirtió la voluntad en un compromiso, pero, con una hábil percepción de
la necesidad de proteger los deseos, su artículo 1ro (Forma de gobierno), era
la garantía de su cumplimento.
La realidad de las
distancias y el esperado aumento población, encontraba que la difícil,
conflictiva y básica "representación", estuviera condicionada y, de ahí,
la idea "federal". Éramos pueblos (por poblaciones casi feudales),
herederos de una historia de siglos, originados en el Viejo Continente, que
dejaban su alelamiento geográfico, para proyectarse como una parte del Mundo
que nacía. Era natural que el vecino, aquel que comparte ideas, necesidades y
aspiraciones, sea quien reciba el mandato de ser y actuar y, lógicamente
representar, por ello, la solución estaba en el "federalismo". Han
pasado los años y aun, en nuestra geografía cultural, se reconoce a cada
provinciano por su origen y sabemos por su "tonada" donde se nació y
vivió. Sabemos que el mundo se está "globalizando", quizá en una
figura universal parecida a la que nuestros abuelos vivieron, pero, también, se
conoce que este proceso, al mismo tiempo, despierta las identidades originales
que hacen el perfil de cada comunidad.
La primera oración
del articulo CNA 22, tiene un condicionamiento básico a la voluntad soberana de
la sociedad y determina la asignación del poder, pero, a su vez, la
responsabiliza en su habilidad, inteligencia y prudencia para elegir a los
representantes. El art CNA1, al definir la forma de gobierno (Representativa,
republicana y federal) determina un único contexto, que no puede ser alterado,
y que incluye a las tres condiciones que la involucran. Es decir si la
"representación federal" no existe, automáticamente, cae la
"república. El tema grave actual, es saber, como la sociedad argentina
"permitió" que los dirigentes políticos se apartaran del mandato e
hicieran privar la partidocracia y no el federalismo. La reforma constitucional
del año 1994, resultante del "Pacto de Olivos", fue la
materialización de aspiraciones partidarias y, en cierta medida, personales.
Por un lado el presidente Menen logro la posibilidad de su reelección y, por el
otro, el Dr Alfonsín, la participación en el gobierno de la minoría, que se
mostraba como constante en su propio partido. Pero, este aparente
"avance", no llevo más poder de decisión al electorado, y nos
encontramos con la situación que los legisladores actúan conforme los mandatos
del partido y no las necesidades y aspiraciones de sus electores, es decir, su
destruyo el espíritu casi sagrado de la democracia. El episodio de las cargas
impositivas a la actividad agropecuaria, que se vivió como un momento de crisis
política e institucional, es un ejemplo de esta real aberración de la
representación. En nuestro tiempo, los vecinos ya no están representados por el
comprovinciano, sino por el militante de un partido que tiene domicilio legal
en el mismo lugar. Lógicamente en este "representante" priva la
voluntad del partido que integra y no las aspiraciones y deseos de sus
comprovincianos, tema que destruye el "federalismo" y, como
consecuencia, basándose en la militancia, une a los poderes de la República en
una sola acción, con lo que se vulnera a esta y, consecuentemente, se desvirtúa
la democracia. Además, el hecho de que se ha llevado la puja interna dentro de
los partidos a un escenario común de primarias, ha destruido lo que se pensaba
como "fundamento" constitucional, es decir los partidos políticos y
se ve como "migrar" los que aspiran ser candidatos sin rubor de una
posición a otra que es diametralmente opuesta.
Las modificaciones a
las Constituciones es una realidad que se da en diferentes comunidades o
países, pero, se observa que ella tiene, en general, un fondo ideológico y el
objetivo de lograr la permanencia del partido gobernante. Esta situación, tan
clara, se muestra con una peligrosa continuidad, que se ejerce por la creación
de instituciones abarcativas generarles, que tienen por finalidad la
centralización del poder. Una de las clásicas es el sistema impositivo, que
lleva al poder central sus capacidades y, de esta manera, resta a los niveles
provinciales su autonomía y, por lo tanto crea una dependencia funcional
peligrosa. Otra modalidad, que tiene que ser observada con cuidado es la
cobertura de cargos con militantes con lo que se deforma la acción profesional
plural de la administración y se lo convierte en una herramienta partidaria.
La modificación del
sistema actual de elección del Presidente de la Nación, desde un "distrito
único", se la presento bajo la apariencia de dotar al ciudadano de igual
posibilidad, pero, en realidad, ha destruido el federalismo, que era la
capacidad social de cada comunidad que la igualaba. Si recordamos nuestra
historia, veremos que esta capacidad común de identidad provinciana, con
iguales derechos en el gobierno, fue la fórmula del acuerdo que nos hizo
nación, ha sido destruida.
Volver a lo que fue
y debía haber sido en la actualidad es, en el presente, casi imposible, ya que
debería partir de una "reforma constitucional", que tendría que ser
aprobada su necesidad por el Congreso que, como ya sabemos, está formado por
"representantes de partidos políticos" y que, lógicamente, dependen
de sus acciones. Sin embargo, existen ejemplos en países que lograron revertir
el tema, en el ámbito de la Justicia, al lograr que se declare
"inconstitucional" el sistema, ya que se contrapone a la "Forma
de gobierno" que es la base de su organización.
Ocultar la realidad
y negar las acciones fallidas, es, lamentablemente, una de las formas de evitar
los cambios, pero también, lleva como consecuencia la profundización de los
males. Los actos "populares" (Marchas, cortes, etc.), si bien tienen
efectos sociológicos, no son el medio de la solución para corregir los
desviaciones del poder. Sin dudas, así lo que pensaron en los inicios los
padres fundadores, ello está en el condicionamiento de la representación, que
debe ser tal como lo acordaron, y que nosotros debemos respetar, no tan solo
por el compromiso, sino que en ello puede estar el destino del mañana del país.