lunes, 3 de noviembre de 2014

Un partido de derecha argentino – Por Nicolás Márquez

Un partido de derecha argentino – Por Nicolás Márquez

nicolas 
Las elecciones se nos vienen encima y los candidatos en danza para sustituir a la excelentísima bachiller a partir de diciembre del año 2015 (según las encuestas) son Scioli, Massa o Macri. Los nombrados son considerados por muchos como una suerte de “mal menor” respecto del actual régimen. Esta visión optimista nos resulta entendible y comprensible, dado que tras una década de triste hegemonía kirchnerista, la desesperación por librarnos de esta ominosa banda de malvivientes nos arrastra a respaldar ocasionalmente a algunas de las “alternativas” expuestas y ello, prima facie no sería del todo condenable, dadas las apremiantes circunstancias que vive nuestro desdichado país.
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Sin embargo, más allá de que asumamos como válido que en el futuro cercano se avecinaría un contexto menos despreciable que el actual, en modo alguno tenemos que perder el foco de nuestras ideas y por ende, urge aunar esfuerzos y conformar un auténtico partido de derecha de naturaleza estable y perdurable, el cual se proponga enfatizar las coincidencias sirviendo de unión a los sectores liberales, conservadores y nacionalistas del país, en el mismo sentido en el cual pudo hacerlo por ejemplo la derecha chilena, la colombiana (el Partido de la U) o incluso el Partido Republicano de los EEUU.
¿Qué significa o que contenido ideológico debería tener un partido para ser considerado de derecha? Dejando a un lado la disputa existente en torno a la palabra “derecha” (término que no nos proponemos definir ahora sino que lo usamos al sólo efecto de ejemplificar y/o simplificar), en extrema síntesis y más allá de los matices, resulta imperioso un partido que levante el estandarte de los siguientes principios: Respeto por la libertad individual. Defensa de la propiedad privada. Pretender un Estado eficiente pero pequeño y sólo abocado a funciones tales como la seguridad interior y exterior, la administración de justicia, la salud, la educación y luego, que como regla general el Estado practique la abstención y sólo intervenga conforme el principio de subsidiaridad. En cuanto a la lucha cultural en ciernes, un partido de estas características tendría que difundir y defender los principios de orden, autoridad, libertad y a la vez promover el apego por la igualdad pero no por el igualitarismo, esto es enalteciendo la igualdad ante la ley pero no mediante ella, respetando entonces las desigualdades naturales y legítimas que surgen en una sociedad. Finalmente, agregamos en este desordenado y en modo alguno taxativo listado, el rescate por la noción de responsabilidad personal, la cultura del trabajo, la libre iniciativa y la defensa de las instituciones naturales y fundacionales de la Patria, así como también de todos aquellos valores objetivos que emanan del orden natural.
Por supuesto que el amigo lector se sentirá más atraído por algunos principios expuestos respecto de otros, pero si se coincide con un 70% por cierto del espíritu de la nota, claramente se puede trabajar en conjunto en un espacio tendiente a recuperar el Estado de derecho, instaurar los valores antedichos y por añadidura combatir políticamente a las diferentes expresiones políticas y culturales del mal: populismo, izquierdismo, progresismo y todos sus respectivos derivados o desprendimientos.
Es muy probable que los argentinos que detentan estos principios filosóficos y espirituales superiores que hemos transcriptos no sean la mayoría, pero sí son los suficientes como para poder comenzar seduciendo a una buena porción del electorado que todavía conserva el sentido común, y que de esta manera se le permita a un partido de derecha tener representatividad parlamentaria y con ello poder acceder a los medios masivos de comunicación y llevar su voz al alicaído debate político contemporáneo, el cual se encuentra totalmente hegemonizado por el frívolo y redundante libreto que repiten aburridamente el grueso de los referentes y candidatos de los partidos políticos vigentes, sean estos oficialistas u opositores, puesto que no manifiestan diferencias esenciales entre sí.
Esta nota no tiene mayor pretensión que arrojar un puñado de principios que supongo comunes a determinados ambientes, para que los dirigentes y militantes desparramados que comulguen con varios de ellos se sientan animados a interactuar en la conformación de un espacio político e ideológicamente sustancialmente alternativo abrevando en aquella máxima de San Agustín: “En lo esencial unidad y en lo no esencial libertad”.
Todo lo demás, será cuestión de tiempo.
La Prensa Popular | Edición 329 | Lunes 2 de Noviembre de 2014