Un partido de derecha argentino – Por Nicolás Márquez
Las
elecciones se nos vienen encima y los candidatos en danza para
sustituir a la excelentísima bachiller a partir de diciembre del año
2015 (según las encuestas) son Scioli, Massa o Macri. Los nombrados son
considerados por muchos como una suerte de “mal menor” respecto del
actual régimen. Esta visión optimista nos resulta entendible y
comprensible, dado que tras una década de triste hegemonía kirchnerista,
la desesperación por librarnos de esta ominosa banda de malvivientes
nos arrastra a respaldar ocasionalmente a algunas de las “alternativas”
expuestas y ello, prima facie no sería del todo condenable, dadas las
apremiantes circunstancias que vive nuestro desdichado país.
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Sin embargo, más allá de que asumamos como válido que en el futuro
cercano se avecinaría un contexto menos despreciable que el actual, en
modo alguno tenemos que perder el foco de nuestras ideas y por ende,
urge aunar esfuerzos y conformar un auténtico partido de derecha de
naturaleza estable y perdurable, el cual se proponga enfatizar las
coincidencias sirviendo de unión a los sectores liberales, conservadores
y nacionalistas del país, en el mismo sentido en el cual pudo hacerlo
por ejemplo la derecha chilena, la colombiana (el Partido de la U) o
incluso el Partido Republicano de los EEUU.
¿Qué significa o que contenido ideológico debería tener un partido
para ser considerado de derecha? Dejando a un lado la disputa existente
en torno a la palabra “derecha” (término que no nos proponemos definir
ahora sino que lo usamos al sólo efecto de ejemplificar y/o
simplificar), en extrema síntesis y más allá de los matices, resulta
imperioso un partido que levante el estandarte de los siguientes
principios: Respeto por la libertad individual. Defensa de la propiedad
privada. Pretender un Estado eficiente pero pequeño y sólo abocado a
funciones tales como la seguridad interior y exterior, la administración
de justicia, la salud, la educación y luego, que como regla general el
Estado practique la abstención y sólo intervenga conforme el principio
de subsidiaridad. En cuanto a la lucha cultural en ciernes, un partido
de estas características tendría que difundir y defender los principios
de orden, autoridad, libertad y a la vez promover el apego por la
igualdad pero no por el igualitarismo, esto es enalteciendo la igualdad
ante la ley pero no mediante ella, respetando entonces las desigualdades
naturales y legítimas que surgen en una sociedad. Finalmente, agregamos
en este desordenado y en modo alguno taxativo listado, el rescate por
la noción de responsabilidad personal, la cultura del trabajo, la libre
iniciativa y la defensa de las instituciones naturales y fundacionales
de la Patria, así como también de todos aquellos valores objetivos que
emanan del orden natural.
Por supuesto que el amigo lector se sentirá más atraído por algunos
principios expuestos respecto de otros, pero si se coincide con un 70%
por cierto del espíritu de la nota, claramente se puede trabajar en
conjunto en un espacio tendiente a recuperar el Estado de derecho,
instaurar los valores antedichos y por añadidura combatir políticamente a
las diferentes expresiones políticas y culturales del mal: populismo,
izquierdismo, progresismo y todos sus respectivos derivados o
desprendimientos.
Es muy probable que los argentinos que detentan estos principios
filosóficos y espirituales superiores que hemos transcriptos no sean la
mayoría, pero sí son los suficientes como para poder comenzar seduciendo
a una buena porción del electorado que todavía conserva el sentido
común, y que de esta manera se le permita a un partido de derecha tener
representatividad parlamentaria y con ello poder acceder a los medios
masivos de comunicación y llevar su voz al alicaído debate político
contemporáneo, el cual se encuentra totalmente hegemonizado por el
frívolo y redundante libreto que repiten aburridamente el grueso de los
referentes y candidatos de los partidos políticos vigentes, sean estos
oficialistas u opositores, puesto que no manifiestan diferencias
esenciales entre sí.
Esta nota no tiene mayor pretensión que arrojar un puñado de
principios que supongo comunes a determinados ambientes, para que los
dirigentes y militantes desparramados que comulguen con varios de ellos
se sientan animados a interactuar en la conformación de un espacio
político e ideológicamente sustancialmente alternativo abrevando en
aquella máxima de San Agustín: “En lo esencial unidad y en lo no
esencial libertad”.
Todo lo demás, será cuestión de tiempo.
La Prensa Popular | Edición 329 | Lunes 2 de Noviembre de 2014