BERGOGLIO ES UN PECADOR PUBLICO
El
hombre es un ser creado por Dios para un fin sobrenatural: esta es la
enseñanza de la Iglesia, contenida en la Sagrada Escritura y vivida por
muchos Santos, a lo largo de toda la historia del hombre.
Pero
he aquí que la Iglesia está en un encrucijada: o seguir a Cristo, es
decir, seguir una Doctrina que no puede cambiar nunca; o seguir a un
usurpador, es decir, seguir una falsa doctrina que es mostrada como
verdadera.
¡Esta es la encrucijada, a la que nadie hace caso!
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Todos
se limitan a ver el panorama de la Iglesia: unos critican a todo el
mundo; otros se acogen a lo que oficialmente se da como enseñanza en la
Iglesia.
No
son estos tiempos para seguir a un Papa, porque quien se sienta en el
Trono de Pedro, no es un Papa, no es un hombre con el Espíritu de Pedro,
sino un hombre que se viste con los harapos de Pedro, para manifestar a
todo el mundo su necedad.
No es el tiempo de estar unido a Bergoglio para estar en comunión con la Iglesia.
Es
el tiempo de no someterse a la mente de Bergoglio, para obedecer la
Mente de Cristo y así estar en comunión con toda la Iglesia.
Si
los hombres no saben ver este punto, los hombres sólo están pendientes
de un hombre, que no es Papa, y que habla para que oficialmente se
acepte su falsa doctrina en la Iglesia.
Un hombre que dice: «El Corán es un libro de paz, es un libro profético de paz» (ver referencia)
es, sencillamente, un hombre sin cordura, sin estudios, sin sabiduría
divina. Un hombre que va buscando su negocio humano sentado en el Trono
de Pedro. Un político.
No es difícil rebatir este pensamiento: en el Surah 2:163-164; 9:5, 29, el Corán autoriza la violencia y el uso la fuerza: «Cuando
hayan transcurrido los meses sagrados, MATAD a los asociadores
dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles
emboscadas por todas partes! Pero si se arrepienten, hacen la azalá y
dan el azaque, entonces ¡dejadles en paz! Alá es indulgente, y
misericordioso». ¡Si esto es un libro de paz, una profecía sobre de la paz, entonces qué será la guerra para Bergoglio!
Pero a Bergoglio no le interesa esto, sino sólo su idea política:
«Yo
entiendo esto y creo – al menos yo creo, sinceramente – que no se puede
decir que todos los islámicos son terroristas: no se puede decir esto.
Como no se puede decir que todos los cristianos son fundamentalistas,
porque nosotros también los tenemos, ¿eh? En todas las religiones
existen estos grupos, ¿no?».
Bergoglio
busca aquellos hombres islámicos que no creen, que no tienen fe en el
Corán, sino que están en esa religión por tradición, por una cultura en
la cual se manifesta esa fe; pero también busca hombres de la Iglesia
Católica que no creen en el dogma, ni en la Tradición, ni en el
Magisterio, sino que están en Ella por una cultura, un aspecto social,
económico, político, en donde se da esa fe católica, que es –para él-
fundamentalista.
Bergoglio
está vendiendo su idea: es decir, está proclamando el cisma. Hagamos
una iglesia donde entre los hombres que no creen en el Corán ni en el
dogma. Hagamos una escisión en las dos religiones. Produzcamos un gran
cisma.
Este
planteamiento de Bergoglio es muy peligroso para él mismo porque lo
hace sin una base; lo expone produciendo, a su alrededor, una gran
malestar entre los hombres de ambas iglesias. Por eso, a Bergoglio nadie
lo quiere porque dice cosas como éstas, que se salen de toda lógica.
Bergoglio
lanza la idea: la vende. Pero, ¡a qué precio!: se tiene que hacer un
hombre impopular en todas partes. Sólo la masa ciega lo sigue. Y aquí
viene el problema de siempre: los que controlan las masas quieren este
juego de Bergoglio.
Bergoglio
lanza la idea para que la masa ciega la lleve a todas partes, y así se
produzca lo que la inteligencia no puede hacer. Los cismas, las
divisiones son siempre así: la idea, la inteligencia necesita de lo
ciego, de una masa que sólo vive del sentimentalismo. De esa manera, se
consigue el objetivo que la sola idea no alcanza.
Bergoglio
está frenado por muchos intelectuales que saben lo que habla ese
hombre. Su orgullo le hace hablar estos disparates, porque quiere su
negocio sentado en el Trono de Pedro. Y no quiere otra cosa. No le
interesa ni el Islam ni la Iglesia Católica. Él quiere su idea, que es
el cisma, porque la quiere como jefe de una Iglesia que no le pertenece,
que ha robado el ser Papa.
«…el
Espíritu Santo es el Espíritu de unidad, que no significa uniformidad.
Sólo el Espíritu Santo puede suscitar la diversidad, la multiplicidad y,
al mismo tiempo, producir la unidad» (ver referencia)
En
esta sola frase se contiene todo el pensamiento cismático de este
hombre. Es el Espíritu Santo el que provoca la diversidad: lo que pasó
en el Paraíso, no fue Adán en su pecado, sino que los suscitó el
Espíritu Santo; el cisma de Lutero, su gran rebeldías fue a causa del
Espíritu Santo; todas las divisiones y desastres de todos los hombres,
alejándose de la Verdad, es por el Espíritu. Y es el mismo Espíritu el
que produce, el que retorna a los hombres a la unidad.
Semejante
planteamiento es una gran necedad. Este solo pensamiento descalifica a
Bergoglio, no sólo como Obispo sino como hombre. No sabe razonar con
lógica:
«Cuando
somos nosotros quienes deseamos crear la diversidad, y nos encerramos
en nuestros particularismos y exclusivismos, provocamos la división…»:
entonces, ¿ya no es el Espíritu el que suscita la diversidad de
pensamientos? ¿Cómo es eso? Es el hombre el que crea la diversidad, el
que se encierra en sus particularismos, en sus exclusivismos, el que
provoca la división…Y continúa:
«y cuando queremos hacer la unidad según nuestros planes humanos, terminamos implantando la uniformidad y la homogeneidad»:
hasta aquí hemos llegado. ¿Para qué seguir leyendo esta bazofia? Ningún
hombre que siga su plan humano en la Verdad llega a la uniformidad ni a
la homogeneidad. ¡Ningún hombre! Todos los hombres, en su pensamiento,
son variados, complicados, múltiples, complejos, distintos. Nadie sabe
implantar una idea simple, permanente, fácil de entender y seguir. Aquel
hombre que impone su idea, la hace siempre a la fuerza. Aquel hombre
que quiere que los demás lo sigan en su idea, es siempre a la fuerza. Y
produce siempre división cuando implanta su idea, nunca uniformidad,
nunca homogeneidad.
Por
eso, a Bergoglio no hay que respetarlo, ni siquiera como hombre, porque
no sabe hablar al hombre de una manera sensata: es un loco que dice sus
locuras y se queda tan loco como está. No sabe mirar a su locura para
remediarla. Cada día el mundo se despierta con una blasfemia de este
hombre, con una insensatez bien dicha, con la palabra barata que gusta
la inteligencia de este insensato.
«Por
el contrario, si nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la
variedad, la diversidad nunca crean conflicto, porque él nos impulsa a
vivir la variedad en la comunión de la Iglesia».
Si los carismas no crean conflictos, porque se dan para salvar las
almas. Pero Bergoglio no habla de los carismas verdaderos, sino que
llama carismas a las inteligencias, a las obras de todos los hombres.
Para Bergoglio no existe el Espíritu Santo. Es sólo un nombre, un
concepto vacío, un lenguaje que hay que usar para comunicarse con la
gente que cree en el Espíritu. Para Bergoglio, la función de las Tres
Personas es sólo figurativa, un modelo que hay que seguir en los
hombres. Y unos tendrá la figura del Padre, otros las del Hijo y otros
del Espíritu. Hay que seguir, por tanto, a los hombres, con sus
caracteres, psicologías, filosofías, etc…
Bergoglio
es una cabeza sin verdad, que anula toda la Tradición católica, todo el
magisterio auténtico de la Iglesia y toda la Sagrada Escritura. Y sigue
estando como falso Papa. ¡Este es el problema de toda la Iglesia! ¿Cómo
es que viendo esto la Iglesia se somete a un hombre sin cabeza, sin
lógica en lo que dice?
Bergoglio sólo es lógico en sus actos, pero no en lo que habla, no en su pensamiento.
Todo
hereje desvaría cuando piensa, pero es sensato en su obrar. Obra su
herejía, su mentira, su error. Y siempre lo obra igual. Nunca hace una
locura cuando obra el pecado.
Bergoglio,
cuando reza, siempre obra su pecado: aunque celebre una misa o rece a
Alá, como lo ha hecho en este viaje, es siempre lógico: nunca va a rezar
al Dios de los católicos, sino que va a orar al dios que ha creado su
inteligencia humana.
Bergoglio reza a su dios, que es su mente. Al concepto que tiene de
Dios. Ese concepto es una locura, sin lógica. Pero eso a él le da igual.
Él lo expresa a su manera, tomando de acá y de allá, porque Bergoglio
no es un hombre de inteligencia, sino que es sólo un vividor. Vive una
cosa y mañana vive otra, lo que le gusta, lo que va con su cultura, con
sus tradiciones humanas, con su visión del mundo y de la Iglesia.
«Como no se puede decir que todos los cristianos son fundamentalistas, porque nosotros también los tenemos, ¿eh?»:
¡vaya patada a la Iglesia Católica! ¡Vaya coz a todas las demás
confesiones cristianas! Bergoglio se está creando –él mismo- sus
enemigos en todo el mundo.
«En
todas las religiones existen estos grupos, ¿no? Yo le he dicho al
Presidente: “pero, seria bello que todos los líderes islámicos – sean
líderes políticos, líderes religiosos o líderes académicos – digan
claramente y condenen aquello, porque esto ayudará a la mayoría del
pueblo islámico a decir: ‘no’, pero de verdad, pero de la boca de sus
líderes: el líder religioso, el líder académico … tantos intelectuales, y
los líderes políticos”. Todos nosotros necesitamos una condena mundial,
incluso de los islámicos, que tienen la identidad y que digan:
“nosotros no somos aquellos. El Corán no es esto».
Esto es una blasfemia contra el Espíritu Santo.
Esto es dividir a la Iglesia para que el pensamiento de los hombres decida lo que es bueno y lo que es malo.
Esto
es endiosar a los hombres: que los líderes hablen al pueblo y les
quiten la fe en la Verdad; que sean los hombres, la mente de los
hombres, su lenguaje escogido el que enseñe al pueblo la verdad de lo
que tiene que creer.
Esto es anular la acción de Dios en la Iglesia y en el mundo entero. No escuchéis a los profetas, sino a los hombres.
Esto
es estar ciego totalmente: el islam es el Corán; la Iglesia Católica
tiene toda la Verdad, que es absoluta, dogmática, irrenunciable por más
que la autoridad, los jefes de la Iglesia, la Jerarquía diga con su boca
sus mentiras.
¡Qué
cantidad de disparates dice este hombre! Y cuántos hombres le dan
publicidad a sus palabras. Las dejan para que los otros lean la
estupidez que la boca de este necio enseña.
Bergoglio se cree el maestro, el que tiene la sabiduría: «nosotros no somos aquello. El Corán no es esto».
¡Qué hombre más ciego, más tarado, más subnormal es Bergoglio! Es que
no hay otras palabras para indicar lo que está diciendo. Es que aquel
que siga la mente de Bergoglio s vuelve un idiota entre los hombres,
defiende una necedad como una verdad, como un bien, como un pecado.
«‘Cristianofobia’, ¿de verdad? Yo no quiero usar palabras endulzadas: !no! a los cristianos los persiguen en Oriente Medio»: es su ecumenismo del sufrimiento, predicado en su viaje.
«Como
nos recuerda san Pablo: «Si un miembro sufre, todos sufren con él; si
un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26). Esta es la
ley de la vida cristiana, y en este sentido podemos decir que también
hay un ecumenismo del sufrimiento. Así como la sangre de los mártires ha
sido siempre la semilla de la fuerza y la fecundidad de la Iglesia, así
también el compartir los sufrimientos cotidianos puede ser un
instrumento eficaz para la unidad. La terrible situación de los
cristianos y de todos los que están sufriendo en el Medio Oriente, no
sólo requiere nuestra oración constante, sino también una respuesta
adecuada por parte de la comunidad internacional» (ver referencia)
Coge a San Pablo y le da media vuelta, lo pone al revés, lo malinterpreta.
Equipara la sangre de los mártires con los sufrimientos de los hombres: todos los hombres son mártires porque sufren.
Pone su solución política: que todos se muevan para alimentar, ayudar, hacer un bien humanitario. Es siempre su comunismo.
Bergoglio
sólo está en el hombre, no en Dios. Habla al hombre y le dice lo que
vive, lo que sufre, lo que le hace feliz. Bergoglio alimenta el orgullo
de los hombres: no pone un camino para que los hombres dejen sus
pecados, ni su vida humana ni sus conquistas en este mundo.
«Las
nuevas generaciones nunca podrán alcanzar la verdadera sabiduría y
mantener viva la esperanza, si nosotros no somos capaces de valorar y
transmitir el auténtico humanismo, que brota del Evangelio y la
experiencia milenaria de la Iglesia». ¡Apaga y vámonos!
¿Cristo enseñó a ser hombre?
¿Cristo guió a los hombres hacia una vida humana?
¿Cristo
educó a los hombres para ser pecadores, para ser del mundo, para que
crezca en el mundo las culturas, los valores de los hombres?
Ciertamente
no; pero a Bergoglio esto le da igual: él sigue su idolatría: el
hombre, lo humano, el valor humanidad. Él se desvive por los hombres y,
por eso, llora por ellos; pero llora, pide que se alimente a los pobres,
no porque le importen los pobres, sino por su orgullos, por la sed que
tiene de la gloria del mundo. Que el mundo vea que él hace algo por los
hombres. Busca el aplauso de ellos. Y sólo eso.
Y, claro, pone como ejemplo a seguir a los herejes:
«Son
precisamente los jóvenes – pienso por ejemplo en la multitud de jóvenes
ortodoxos, católicos y protestantes que se reúnen en los encuentros
internacionales organizados por la Comunidad de Taizé – son ellos los
que hoy nos instan a avanzar hacia la plena comunión. Y esto, no porque
ignoren el significado de las diferencias que aún nos separan, sino
porque saben ver más allá, son capaces de percibir lo esencial que ya
nos une». Ellos, los de taizé, son los sabios, los santos, en
la Iglesia, los que poseen la Verdad. Los demás, están anclados a sus
dogmatismos, a su fundamentalismo.
Bergoglio no es un hombre de santidad, sino de pecado.
Es
un pecador público. Y así hay que verlo. Y, por eso, no hay que tener
compasión ninguna con él. Es un viejo verde porque se dedica a vivir su
ida de pecado. No le importa su edad para estar fornicando con la mente
de todos los hombres. Si por lo menos tuviera una mujer, se podría
salvar. Pero ha renunciado a la mujer para seguir una herejía. En la
lujuria de la carne hay siempre salvación; pero en la lujuria de la
mente sólo hay condenación.
La
soberbia unida al orgullo cierra al hombre a la verdad de la vida, a la
búsqueda de la santidad, del fin al cual Dios ha llamado a todos los
hombres.
¿Qué
ha sido este viaje de Bergoglio? Nada: vender su idea, su nueva
iglesia, que levanta en Roma. Buscar adeptos para lo que se persigue en
el Vaticano.
La
Iglesia tiene que decidir: estar con Cristo o con el usurpador. Pero
esto, muchos lo van a hacer cuando ya no es tiempo de hacerlo, cuando
vean en sí mismos, en sus carnes, en sus vidas, el engaño, que los
hombres han dado a la Iglesia, con un falso Papa.
Bergoglio sólo condena almas; no puede salvarlas porque no cuida de su alma. Sólo vive para cuidar su humanidad.