Tarifarios imaginados y simonía real
IMAGINAR TARIFARIOS EN ITALIA, NO
VER LA SIMONÍA EN ALEMANIA
Prosigue el ex arzobispo de Buenos
Aires, diócesis mandada a default justamente por Bergoglio: «Cuando aquellos
que están en el Templo -sean sacerdotes, laicos, secretarios, pero que tienen
que gestionar en el Templo la pastoral del Templo- se vuelven traficantes, el
pueblo se escandaliza. Y nosotros somos responsables de esto. Incluso los
laicos, ¿eh? Todos. Porque si yo veo que en mi parroquia se hace esto, tengo
que tener el valor de decírselo en la cara al párroco. Y la gente sufre aquel
escándalo. Es curioso: el pueblo de Dios sabe perdonar a sus sacerdotes. Cuando
tienen una debilidad, cuando resbalan en algún pecado... sabe perdonar».
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¿Entendisteis el mensaje en
código? Que los sacerdotes no se centren en los "sacramentos", sean
condescendientes como consigo mismos y con ellos lo son los laicos. ¿Se
entiende o no que está hablándole a la nuera para que la suegra entienda? ¿Que
todavía no ha digerido la píldora amarga del sínodo? Bueno, ahora nos faltaba
esto: los sacerdotes, despiadados, que "no perdonan", y los laicos,
pobrecitos que no sólo están llamados a juzgarlos, sino incluso a perdonarlos
magnánimamente. Chismorreos que nada tienen que ver con la realidad.
Si pensamos que es el mismo papa
aquel que desde que momentáneamente perdió la partida del Sínodo no se da
tregua, y calma su ira buscando cabezas para cortar y ¡caramba si no las corta!
Si es el mismo papa elegido por
los cardenales progresistas alemanes, que él instrumentaliza dejándose
instrumentalizar, y que del dios Mammon y de la simonía han hecho su divinidad
mayor y su sacramento único: iglesia entre las más ricas y progresistas del mundo la alemana, con miles
de empleados, con sacerdotes que ganan incluso más de € 4.000 por mes, y que se
atrevieron a lo imposible.
Como escribí en su momento,
también el amigo Antonio Socci (y algunos, antes de hablar mal de su libro sin
haberlo leído, y de citar indebidamente su nombre, deberían enjuagarse la boca
con lejía) ha reiterado ayer en su página de féisbuc:
¿Dinero y sacramentos? Querido papa Bergoglio, opóngase a las
desconcertantes decisiones de los obispos alemanes (como lo hizo Ratzinger) en
vez de denigrar a nuestros párrocos. ¡Aquellas sí que son una vergüenza! No sé
si las hay en la Argentina, pero yo francamente en Italia nunca vi una iglesia
con una lista de precios... Por supuesto, la denuncia del papa subraya una
cuestión real (la gratuidad de la gracia y, por lo tanto, de los sacramentos),
pero en esos términos corre el riesgo de sonar como una denigración de los
pobres párrocos. Señalaría en cambio al papa Bergoglio un caso mucho más
desconcertante de mala relación entre los sacramentos y el dinero, referido a
la Iglesia alemana. En tiempos de Benedicto XVI la Santa Sede se opuso a estas
decisiones de los obispos alemanes. Sería el caso de que el papa Bergoglio se
ocupase de ellos, en vez de avergonzar a los párrocos. Además, él conoce bien
al episcopado alemán, porque es precisamente aquél, muy progresista, el que ha
sido su principal promotor en el Cónclave y el mayor defensor de la tesis
kasperianas en el Sínodo. He aquí, en una página tomada de mi libro No es
Francisco, lo que sucede en Alemania:
«Con el debido respeto a la proclamada "Iglesia de los
pobres", la Iglesia alemana es una verdadera potencia económica, ya que
disfruta de colosales ingresos del Estado... una cifra seis veces superior al
ocho por mil de la Iglesia italiana, aunque la Iglesia alemana esté compuesta
sólo por 24,3 millones de católicos (menos de la mitad en comparación con
Italia). También el mecanismo es diferente. En Alemania -con el debido respeto
a la separación de Iglesia y Estado, tan exaltada por los progresistas- es un
impuesto contante y sonante que se impone a los que se inscriben en el censo
como católicos (como sucede también a los protestantes, a favor de la Iglesia
Evangélica). Justicia y respeto a la libertad harían suponer que éste fuera un
impuesto al que someterse libremente. En cambio, en la práctica, se ha
convertido en una especie de "supersacramento" superior al bautismo,
porque el impuesto y la pertenencia a la Iglesia coinciden, y puede uno
sustraerse al impuesto sólo si se sale de la Iglesia, con la gravísima
consecuencia de ser considerado apóstatas y ser excluido de los sacramentos
(incluyendo el funeral eclesiástico).
Un decreto de la Conferencia Episcopal Alemana ha establecido que el
rechazo de la contribución económica implica la pérdida, para los fieles, de la
pertenencia a la Iglesia.
Esta posición inaudita es cuestionada por la Santa Sede (al menos en
la época Ratzinger) y es particularmente desconcertante por qué, al mismo
tiempo, la mayoría del episcopado alemán presiona por una Iglesia
'misericordiosa' y 'cercana al mundo', con la solicitud de la comunión para
divorciados vueltos a casar, superación del celibato sacerdotal, aflojamiento
de 'limitaciones' en cuestiones de ética sexual, etc.».
El filósofo Robert Spaemann, amigo
de Joseph Ratzinger, señaló que en Alemania hay hombres que niegan la
resurrección de Cristo que siguen siendo profesores de teología católica y
pueden predicar como católicos durante las Misas. En cambio, los fieles que no
quieren pagar la cuota para el culto son expulsados de la
Iglesia. Hay algo que no corre.
Pero como decía el buen Giovanni
Giolitti, piamontés como Bergoglio: para los amigos la ley se interpreta, para
los enemigos se aplica.
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