miércoles, 3 de diciembre de 2014

Celebrando la Inmaculada Concepción

Celebrando la Inmaculada Concepción

El 8 de Diciembre la Iglesia celebra la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen, es decir que María fue concebida sin pecado original.
 
La Inmaculada Concepción de Nuestra Señora fue defendida por santos, teólogos y laicos durante siglos. Sin embargo, fueron necesarios siglos de debates teológicos para establecer un consenso en la Iglesia. Sólo en 1854, el Bienaventurado Papa Pío IX, después de consultar a los obispos de todo el mundo, proclamó este dogma en su Constitución Apostólica Ineffabilis Deus, definiendo como revelada la verdad que Nuestra Señora fue preservada del pecado original desde el momento de su Concepción.
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Muchos defendían esta posición porque sentían que la gloria de la Santísima Trinidad sería oscurecida si la Madre del Verbo Encarnado no fuera la más perfecta de todas las criaturas. Sería también contrario a la sabiduría de Dios que la Madre del Salvador no recibiera los más altos y trascendentes dones de la naturaleza y de la gracia.
A pesar de que la Inmaculada Concepción puede ser encontrada en la Revelación y hace parte del Depósito de la Fe, no fue expresada con la misma claridad que otras verdades, como la Resurrección de Nuestro Señor.
La principal objeción al dogma consiste en que, de acuerdo al dogma de la Redención universal de Jesucristo, todos los hombres fueron redimidos del pecado original por los méritos de Nuestro Señor. Sin embargo, si Nuestra Señora fue concebida sin pecado original, podría parecer que ella no fue redimida de él por los méritos de Cristo.
¿Cómo pueden conciliarse estas dos afirmaciones? ¿Cómo se puede explicar esta verdad?
Como Pío IX lo explica en su Constitución Apostólica Ineffabilis Deus, la Santísima Virgen fue redimida por los mismos méritos de su Divino Hijo pero de un modo especial, preservándola del pecado original. Como dice el Papa: “la Santísima Virgen María, Madre de Dios… su alma, en el primer instante de su creación y en el primer instante de la infusión de esa alma en su cuerpo, fue preservada de la mancha del pecado original por una gracia especial y un privilegio de Dios, en previsión de los méritos de Jesucristo, su Hijo y Redentor de la raza humana. Es en ese sentido que los fieles han celebrado solemnemente siempre la Fiesta de la Concepción“.
A pesar de que esta simple formulación resolvió el problema, fueron necesarios siglos para descubrirla. Esto no es sorprendente ya que la solución de delicados problemas teológicos frecuentemente toman un largo tiempo para ser resueltos. Así, en 1854, el Papa haciendo uso de la autoridad que Nuestro Señor Jesucristo le otorgó para guardar e interpretar infaliblemente la Revelación, definió el dogma para siempre.
La piedad popular afirmaba el dogma
Ya en el siglo V, san Agustín afirmaba que: “la piedad impone que reconozcamos que María no tuvo pecado“.([1]). La devoción popular recogió esta creencia y la fiesta de la Inmaculada Concepción era ya celebrada en la Iglesia Católica Oriental desde el siglo sexto. Desde el siglo XI, los teólogos hicieron detallados estudios sobre la materia y verificaron que esta devoción popular había crecido. De tal manera que en 1476 era celebrada en toda Europa.
Haciendo un voto.
En los siglos XVI y especialmente XVII, el asunto se transformó en una tan acalorada cuestión que “en España era imposible sostener desde el púlpito la opinión contraria (a la Inmaculada Concepción) debido a que el pueblo reaccionaba contra esos predicadores con murmullos, clamores y aún violencias“. ([2])
Ya en 1617, la Universidad de Granada en España inició la costumbre de hacer un “votum sanguinis“, que consistía en defender la Inmaculada Concepción hasta dar la sangre en su defensa. Esta práctica se extendió rápidamente a las órdenes religiosas, universidades, fraternidades y otras entidades.
El teólogo herético Muratori impugnó el voto, calificándolo de imprudente, “intolerante” y gravemente irresponsable. Entonces comenzó el debate argumentando que no se puede arriesgar la vida por una doctrina que aún no ha sido definida. Esta tesis fue refutada por el gran moralista católico San Alfonso de Ligorio. Él favorecía el voto por dos razones: a) había un consenso universal entre los fieles al respecto de este asunto; b) la celebración universal de la fiesta de la Inmaculada Concepción estaba ya establecida. ([3])
En defensa de la Inmaculada Concepción.
Entre los grandes defensores y predicadores del privilegio de Inmaculada Concepción se contaban San Leonardo, San Pedro Canisio, San Roberto Belarmino y muchos otros.
El deseo de defender la Inmaculada Concepción fue tan grande que algunas universidades decidieron no admitir a ningún estudiante que no jurara defender este privilegio especial de la Virgen. Aún autoridades civiles llegaron a pedir tal voto, como fue el caso de los congresistas que declararon la independencia de Venezuela. Ellos juraron defender la independencia, la religión Católica y el misterio de la Inmaculada Concepción. ([4])
¿Fue justificable ese debate?
Algunos católicos modernos, que no están bien informados o deformados por el actual relativismo religioso, podrían objetar: ¿no fue exagerada esa defensa tan obstinada de los privilegios de Nuestra Señora?
Tales católicos no entienden la profundidad del dogma y sus alcances. Como el profesor Plinio Corrêa de Oliveira explicó: “el dogma de la Inmaculada Concepción, considerado en sí mismo, chocó con el espíritu esencialmente igualitario de la Revolución que, desde 1789, ha reinado despóticamente en Occidente. El ver a una simple criatura tan elevada sobre los otros por un inestimable privilegio concedido a ella en el primer momento de su existencia, no puede dejar de herir a los hijos de la Revolución que proclaman la absoluta igualdad entre los hombres como el principio de todo orden, justicia y bien“. ([5])
Esta es una razón más por la cual la Iglesia celebra este maravilloso privilegio de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre. La justificación del privilegio fue muy bien expresada por el orador francés Bossuet, quien afirmó que la Inmaculada Concepción representa “carne sin fragilidad, sentidos sin rebelión, vida sin mancha y muerte sin sufrimiento”. ([6])
La fiesta de la Inmaculada Concepción es una oportunidad excelente para pedir la intercesión de la Santísima Virgen en favor de nuestro país. Que ella nos proteja de los males del aborto, de las uniones del mismo sexo, y de la promiscuidad generalizada que está destruyendo a la familia. Pidamos por todas familias que luchan para ser fieles a la Iglesia y educar a sus hijos en el amor y temor reverencial a Dios.
Fuente: http://www.americaneedsfatima.org/