Están acorralados.
Están
acorralados.
Casi sin querer, la política fue girando progresivamente,
fue mutando lentamente, y por esas vueltas que plantea lo
electoral, casi todos los candidatos deberán responder
a la agenda que propone la sociedad.
La inseguridad,
la inflación y el empleo, lideran las preocupaciones
de la gente. Más allá del autismo de la cúpula
gobernante que ha optado por negar la realidad, minimizar
indicadores y construir un relato que tiene cada vez menos
adeptos, lo cierto es que todo se hace demasiado evidente
y ya son pocos los que se animan a desmentir lo que está
a la vista.
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Frente al inminente proceso electoral,
los postulantes buscan diferentes formas de aproximarse
de un modo elegante a esa lista de asuntos que la comunidad
plantea como la de los grandes desafíos por enfrentar.
Los más opositores, desde la comodidad que
implica esa posición, critican a mansalva a los que
gobiernan por su inacción, por sus persistentes medidas
inadecuadas y hasta por sus torpezas indisimulables.
Desde el oficialismo eligen un sendero claramente
más zigzagueante, mucho menos lineal, pero no por ello
menos encaminado hacia idéntico norte. Eso implica,
muchas veces, mentir lo suficiente como para no desdecir
demasiado al esforzado relato. Pero es tarde, ya todos saben
que es imprescindible apelar a ese discurso para no quedar
fuera del juego.
En algún punto, la gente
ha logrado instalar la nómina de temas a discutir.
Las preocupaciones de todos ya están en el centro de
la escena, y aunque no les guste demasiado, los dirigentes
políticos son conscientes de que deberán decir
algo al respecto y hasta tendrán que proponer estrategias
para resolverlos, proponiendo algunas ideas puntuales que
sean atractivas electoralmente y puedan percibirse como
operativamente viables.
Tal vez por azar, probablemente
con algún merito de los ciudadanos y hasta parcialmente
gracias a algunos periodistas y medios de comunicación,
lo concreto es que la política ha quedado virtualmente
acorralada. Tendrá que ocuparse irremediablemente de
estos asuntos, al menos desde lo retórico.
Todos saben que se recorre un camino casi inexorable.
Que lo que hoy transcurre tiene fecha de vencimiento y que
el actual estilo imperante se modificará muy pronto,
aunque sea parcialmente.
No solo está agotado
un gobierno y un modelo, sino fundamentalmente una forma
de hacer y decir. La sociedad ya ha puesto un punto final.
Y el síntoma más evidente que confirma esta visión
es el que aporta el mismísimo partido gobernante que
ni siquiera ha podido instalar un "delfín propio",
alguien desde el riñón del oficialismo, pese a
sus numerosos intentos y variantes. Hoy no figura en la
grilla alguien que garantice una posibilidad de continuidad
de modos, formas y mucho menos de contenido.
Ya
han perdido la batalla más importante. El futuro no
será una extensión del presente, sino en todo
caso un nuevo rumbo de mayor o menor magnitud según
los matices que los comicios expresen.
Esa situación
de encerrona circunstancial que enfrenta la política
contemporánea, casual y no planificada, es una gran
oportunidad pero no constituye, de ningún modo, una
certeza de cara al porvenir.
La sociedad toda
esta invitada a decidir acerca de lo que viene. Puede aprovechar
esta ocasión que se le presenta apretando el acelerador
y haciendo que esa coyuntura le resulte funcional, o bien
puede dejar pasar como tantas otras veces, esta magnífica
chance sin pena ni gloria.
Se ha llegado hasta
aquí cometiendo errores, seleccionando mal, optando
por alternativas que no fueron las mejores y que hicieron
que se desperdiciaran años de viento a favor, dilapidando
una ocasión que difícilmente se repita con tantas
características favorables.
Pero si no
se actúa en consecuencia, con inteligencia y empujando
a la clase política a responder a las demandas explicitadas,
podría repetirse el error, y hasta profundizar la pésima
situación en esos asuntos ya que la pasividad o las
decisiones desacertadas no mejorarían en nada la actualidad.
Falta poco para que empiecen las campañas
políticas. La sociedad no puede relajarse demasiado
y mucho menos distraerse. Pero debe asumir que lo que suceda
de aquí en adelante depende, en buena medida, de su
accionar.
Si apura el trámite, si se ocupa
de que los temas no desaparezcan de la agenda que tanto
costo construir e instalar, existe una chance concreta de
ganar la pulseada, para que la política haga su parte
y pueda dar el primer paso en la discusión previa,
en el debate mediático y hasta tenga que comprometerse
a aportar soluciones en estos temas que tanto preocupan.
La paridad en las encuestas, ayudan y mucho. La
necesidad de ganar, o de al menos calificar para una segunda
vuelta, obligará a los candidatos a tratar de establecer
diferencias que le den ese plus electoral. También
será tarea de los ciudadanos asegurarse que cumplan
sus promesas. Lo cierto es que hoy están acorralados
y que ahora todo depende de la sociedad.