Nilda Peters y la libertad condicional de los argentinos
Nilda Graciela Peters nació en Machagay, provincia de Chaco, un 8 de julio de 1950.
En 1970 estudiaba en la Escuela de Servicio Social de Corrientes. En
esos años comienza su militancia terrorista y a transitar a lo largo y
ancho del país junto con sus cómplices.
Y el 22 de octubre de 1976, transitaba por las calles de la Ciudad de
Santa Fe junto a otro militante de la “orga”, cuando son reconocidos
por militares que cumpliendo el mandato constitucional de “aniquilar al
terrorismo” andaban a la caza de estos criminales. Al advertir la
proximidad de las fuerzas de seguridad, el acompañante de Nilda Peters,
en una cobarde actitud, la abandona a su suerte, huyendo a veloz
carrera.
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Ella, sola y librada a su suerte, se pierde a lo largo de un pasillo
de las inmediaciones. Uno de sus perseguidores acude a la Comisaría 5ª,
ubicada a pocos metros del lugar, en Salvador del Carril 2027 a pedir la
cooperación policial y en el preciso momento en que el personal
policial se aprestaba a salir a cooperar con los actuantes acordonando
la zona, un vecino, Héctor Simón Castañeda, avisa telefónicamente que a
una de las dependencias de su domicilio de calle Alvear Nº 5754, ha
ingresado una mujer armada, por lo que se ha “atrincherado” en otra
dependencia de la casa para protegerse junto a su familia de aquella
delincuente.
Ya saben adónde buscar.
Se aproximan al frente de la vivienda y con el uso de un megáfono,
imparten la orden de detención, sin obtener respuesta. Insisten
impartiendo la orden, y al cabo de unos instantes se escucha un disparo
desde el interior de la vivienda. Reiteran la orden mediante el megáfono
y ante el prolongado silencio, irrumpen en la vivienda, donde
encuentran a la terrorista muerta con un disparo en la cabeza, con el
arma junto a ella.
No había dudas. Estaba muerta. No era necesario ni intentar simular un enfrentamiento. Se había suicidado.
Se labran las actuaciones de estilo, con las declaraciones de los ocupantes de la vivienda, el señor Castañeda y sus familiares.
Y esto pasó a ser parte de la historia de esos sangrientos años en
que grupos de psicópatas intentaban la toma del poder para implantar una
dictadura marxista.
Pasaron los años y llegaron al poder los Kirchner con su RELATO de
militancia y de defensa de los derechos humanos, comenzando a lucrar con
la sangre derramada.
El abogado Jorge Daniel Pedraza (a) Coco, en esos años de plomo, era
un aprendiz de terrorista. Durante un gobierno democrático, participó de
un atentado contra el local de la firma Fiat Grossi, ubicado en calle
San Martín entre Suipacha y Junín de la Capital santafesina. El Coco no
peleaba contra ninguna dictadura, atentaba durante un gobierno
constitucional.
En su curso acelerado de terrorismo, ya había participado de la toma
de la antena de la emisora universitaria LT 10 y otros golpes menores.
En oportunidad del atentado al local de Fiat, cuando inician la huida,
un vecino lo captura, le quita la pistola 11,25 que portaba y con otros
vecinos, lo entrega a la policía.
Esto también es historia.
Pero con el RELATO, este aprendiz de terrorista, se convierte en un
fanático defensor de los “derechos humanos”; y sin ningún fundamento ni
prueba, comienza a denunciar como asesinados a todos los terroristas
muertos en distintos enfrentamientos, y también denuncia ya en el año
2007, como asesinada a Nilda Graciela Peters.
Y en el RELATO, se hace aparecer en el Archivo Nacional de la
Memoria, entre las víctimas de desaparición forzada y ejecución sumaria,
a NILDA GRACIELA PETERS BAEZ ZEQUEIRA, LC 6427802, 26 años; como
víctima de “desaparición forzada”, pero ubicada en el Cementerio de
Barranquitas. (¿entonces, no estaba desaparecida?)
(http://anm.derhuman.jus.gov.ar/PDF/Listado%20O-Z.pdf).
¿Qué habrá sido de la vida del cobarde que dejó abandonada a su suerte a Nilda? ¿Habrá derramado alguna lágrima por ella?
Nilda Peters, entre la vida y la muerte, optó por la muerte y se
quitó la vida. Allá por 1830, Honorato de Balzac escribió que “Cada
suicidio es un sublime poema de melancolía”.
Sólo Dios sabe qué pensamientos cruzaron por su mente en ese instante
que separó su vida de la muerte: ¿El desprecio o el perdón a quien la
abandonó en esa encrucijada? ¿Los recuerdos de su familia, en su Chaco
natal? ¿El del sueño truncado de la patria marxista?
Pero nunca hubiera imaginado que la sangre que cubrió su rostro, tras
aquel disparo suicida, décadas después estaría siendo negociada para
obtener suculentas indemnizaciones y subsidios; y utilizada como
herramienta para vengarse de quienes lucharon y hasta dieron su vida en
cumplimiento del deber. Hoy, Juan Carlos Báez, se encuentra injusta y
arbitrariamente detenido por orden del Juez Federal Reinaldo Rodriguez.
Este Juez en su momento fue criticado por su lentitud con respecto a
las denuncias sobre los directivos de la Universidad Nacional del
Litoral y LT10 Radio Universidad Nacional del Litoral. También, la
comisión de Disciplina y Acusación del Concejo de la Magistratura, votó
en su momento, por mayoría un dictamen que proponía suspender al
magistrado en su cargo y someterlo a un jury de enjuiciamiento por
ordenar el pago de bonos públicos en default a su valor nominal después
de la crisis de diciembre de 2001. También tuvo el “mérito” de dejar
prescribir la causa contra la mafia del transporte urbano de pasajeros
por colectivo de la Ciudad de Santa Fe.
Y hasta ahora viene zafando.
El Juez Reinaldo Rodriguez, sin pruebas firmes ni datos concretos,
imputa a Juan Carlos Báez, por el homicidio de quien se ha suicidado,
Nilda Peters.
Ni siquiera se preocupó en llamar a declarar al vecino Héctor Castañeda.
Ahora es tarde. Castañeda falleció el 23 de noviembre pasado.
Con jueces como el Dr. Reinaldo Rodriguez, hoy, todos los argentinos, estamos en libertad condicional.