Progresismo judeo-masónico en la Iglesia (1968) - P. Julio Meinvielle
Hace
apenas unos años, Cruz y Fierro publicó de Pierre Virrion “El Gobierno Mundial y la Contra-Iglesia”. Allí aprendimos a
conocer los planes novísimos que la Alta Masonería estaba ejecutando en el
mundo occidental para llegar al gobierno mundial, tanto en el plano
económico-político como en el religioso.
Este nuevo libro… viene a revelarnos en qué consiste el misterium iniquitatis de que habla el
Apóstol (II Tes. 2, 7). El misterio de la iniquidad consiste precisamente en
que el “Aparato publicitado de la
Iglesia” que debía servir para llevar las almas a Jesucristo, sirva en
cambio para perderlas y esclavizarlas al demonio. Aquí está el “misterio de la perversidad”: Que la sal se corrompa y
deje de salar (Mt. 5, 13). Fíjese bien el lector que no decimos que la
Iglesia deje de llevar almas a Jesucristo. La Iglesia es indefectible y durará
como tal hasta su fin. Pero la Iglesia de Jesucristo puede no identificarse con
el “Aparato publicitado de la Iglesia. La Iglesia de Jesucristo puede
mantenerse en las almas fieles a la doctrina que se conservaría en algunos
sacerdotes y obispos adheridos a la Cátedra del Pontífice de Roma, mientras que
el Aparato mismo de lo que el mundo conoce como Iglesia puede seguir otra
doctrina y otra pastoral elaborada por la soberbia de los grandes y
publicitados teólogos de una nueva teología…
Es claro que esta colaboración del cristianismo con el anticristianismo
de la masonería debe traer como consecuencia una transformación necesaria de la
doctrina y de la vida cristiana. Esta transformación es propiamente el
Progresismo.
El Progresismo se centra en el error
de identificar Iglesia y Mundo. Al hombre se le daría una nueva dimensión,
la del mundo. Con ello se suprime la necesidad de un Dios Salvador. Cristo no
ha venido a salvar al mundo. La Iglesia no es necesaria para salvar al hombre.
La salvación del hombre viene del hombre mismo. El hombre es Dios en lo más
profundo de su ser. Por lo tanto no existe una Iglesia, ni un Cristo, ni un
Dios trascendente al hombre. Se puede hablar un lenguaje teísta acomodado al
vulgo. Pero en realidad no es el mismo sino expresión exotérica de la total
inmanencia de lo divino en el hombre y en el mundo. Esta es la única realidad
esotérica que unifica todas las religiones de la humanidad, el culto de las
logias masónicas, se ha de imponer como único culto de la verdadera humanidad.
De esta suerte, mediante la nueva religión del Progresismo, el culto
católico se cambia por el culto masónico de la fraternidad universal. La
transformación ha comenzado ya en el alto nivel de la teología nueva de los
grandes teólogos publicitados. No hay dogma que quede en pie. Ni el del
pecado ni el de la gracia, ni el de Cristo ni el de Dios. Todo es subvertido en
nombre de la ciencia y de los principios masónicos. La nueva teología del
Progresismo, elaborada por teólogos de prestigio, invade seminarios,
universidades y casas de formación y configura la mentalidad de las nuevas
generaciones eclesiásticas. Unos
años más, y de no intervenir directamente la mano de Dios, el "aparato
publicitado de la Iglesia Católica" profesará una religión completamente
distinta de la que nos enseñó Jesucristo y que nos han transmitido los Padres,
Doctores y Santos de la Iglesia doblemente milenaria. De aquí este furor
satánico que se ha desatado contra la Iglesia pre-conciliar.
El libro de Pierre Virrión constituye el testimonio más elocuente e
ilustrativo de todo cuanto se ha publicitado para aclarar el fenómeno del
Progresismo cristiano. Sin embargo, este fenómeno queda explicado tan sólo al
nivel de la gentilidad. La Masonería es un fenómeno pagano. Faltaría una
explicación en un nivel más alta y fundamental, en el nivel del judaísmo
propiamente tal. Porque es aquí donde se ha tramado la ruina de la Iglesia.
La vieja secular enemiga de la Iglesia – la Sinagoga – ha querido destruir para
siempre a la Iglesia. Esta es la lucha eterna de Caín contra Abel, de Esaú
contra Jacob. Y para ello los judíos se disfrazan de cristianos. Nada más
aleccionador a este respecto que el libro del judío inglés Cecil Roth “History of jews marranos”, donde se
nos cuenta cómo los judíos, sin dejar de ser judíos, lograron escalar altas
posiciones en la Iglesia, de cardenales, obispos, dignatarios eclesiásticos y
afamados religiosos, aún en plena Inquisición.
Tiene uno derecho a preguntarse:
Si los judíos, en un momento de la
Iglesia en que se desconfiaba de ellos y se los vigilaba y controlaba, lograron
burlar el control eclesiástico, ¿qué ha de suceder ahora, cuando, lejos de
perseguírselos, se los estimula y adula? No es nada de extrañar que los judíos,
junto con los masones y comunistas hayan logrado encaramarse en posiciones
claves de la Iglesia y que desde allí gobiernen a la Iglesia misma. Esta es
la gran realidad. La Iglesia estaría gobernada hoy en gran parte por judíos,
masones y comunistas. Gobernada contra los intereses de la Iglesia misma. Aquí
está el Misterium Iniquitatis.
Pero la Iglesia y el mundo están en definitiva gobernados por Dios. La
Providencia permite un mal en vista de un mayor bien, y sobre todo, del bien de
los elegidos. La Historia tiene su razón de ser a causa de Jesucristo y de su
Cuerpo Mística. Por esto, el momento presente de la Iglesia del mundo hay que
mirarlos con ojos sobrenaturales. Lo esencial es nuestra adhesión
inquebrantable a Jesucristo. A
Jesucristo el de siempre. Que no es ni pre-conciliar ni post-conciliar.
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Hebr. 13, 8).
El libro de Pierre Virrión se cierra con una magnífica profesión de fe y
de confianza en María, Reina del Universo, en Aquella en la que el Verbo se ha
hecho carne, y no la carne se ha hecho espíritu de revuelta. María en oposición
a las gnosis orgullosas, nos introduce en el conocimiento de la Fe y en el gozo
de la Esperanza. LA VIRGEN SALVARÁ A LA
IGLESIA.
Padre Julio
Meinvielle - Prologo al libro
“La masonería dentro de la Iglesia” de Pierre Virrión. 1968.
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista